“El principio de Arquímides”: “Rompecabezas incompleto”

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 Veo una obra como “El principio de Arquímedes” y no dejo de pensar en la competencia del teatro. A veces, todos los que participamos del espectáculo teatral perdemos fácilmente la brújula; en el quehacer cotidiano nuestros esfuerzos no tienen un destino claro aunque a todas luces el público debe ser nuestro principal objetivo. Nos distraemos con la autocomplacencia, palabrería intelectualizada e, incluso, con una superioridad (casi moral) sobre el espectado

 ¿Por qué el público se interesaría en nuestro trabajo cuando a nosotros no nos importa el público? El teatro mexicano, por momentos, sigue operando desde un búnker que le impide conocer la oferta de la televisión, el cine y el internet, por mencionar algunos cuantos medios. Y eso lo vuelve poco receptivo a las necesidades de las audiencias actuales.

 Cuando trato de conectarme con “El principio de Arquímedes”, en medio de esta múltiple oferta mediática, encuentro los elementos mínimos para convertirse en un montaje provocador y revolucionario pero en el recuento final no lo logra. Se queda a medias, el público sale desconcertado y el impacto que promete el espectáculo los primeros quince minutos se diluye. La obra se concentra demasiado en ella misma y, por momentos, se le olvida el público.

 La historia se centra en Rubén, un maestro de natación que es señalado de su calidad moral, sexual y ética por besar a un niño en la boca cuando éste entraba en un ataque de pánico por entrar en el agua. La jefa, el compañero de trabajo y un padre de familia representan las diferentes posturas frente a la tragedia de Rubén de ser condenado a través de la sospecha y no de los hechos.

 Hasta aquí la premisa de la obra es sumamente atractiva. Si un desconocido besa a un niño en la boca, ¿qué elementos se tienen para hacer una acusación de abuso sexual? ¿Cómo influye el contexto? ¿Qué tanto nuestros prejuicios alteran la percepción de la realidad? ¿Cómo el miedo colectivo puede castigar? ¿Qué pesa más: la condena social o la condena legal?

 En la mesa hay temas difíciles que deberían llevarnos a una profunda conmoción. El público podría estar de lado de Rubén pero eventualmente estaría con cada uno de los personajes. En términos más prácticos, el espectáculo debería ser trepidante porque las pistas para desenredar el conflicto sorprenderían.

 Sin embargo, “El principio de Arquímedes” se queda en una obra sobreintelectualizada. Todo el tiempo escucho la voz del escritor en lugar de la de los personajes. Hay un afán de imponer el discurso a pesar de sacrificar la anécdota y el conflicto. Josep María Miró, el escritor, hace más un tratado sobre el miedo y la sospecha con escasos momentos dramáticos.

 Al tener un texto tan reducido y tan poco efectivo, se llega a un montaje donde todo el tiempo se habla del tema pero no existe atmósfera. La discusión interna del público sólo se lleva a cabo en la cabeza y no en el estómago. Todo queda como una experiencia de museo sin ningún involucramiento emotivo. Es muy satisfactorio darle vueltas al asunto desde el intelecto pero ese goce lo puede dar una nota periodística, un ensayo o un reportaje televisivo sin necesidad de una obra de teatro.

 Miró propone una estructura con alteraciones temporales. Viaja al pasado sin ninguna razón de ser. Si pudiéramos reconstruir la historia en una secuencia lineal, nos daríamos cuenta que el conflicto y los personajes están a la mitad. Entonces este recurso resulta un poco tramposo para impresionar al espectador. Hay un desnudo en escena (no contaré más detalles porque sería quemar la obra) sin razón de ser (hasta inverosímil) y, así como la estructura, distrae de la débil construcción dramática.

 El trabajo de dirección y el actoral son cumplidores a secas porque no se tienen los elementos de donde agarrarse para complejizar. Diego del Río, el director, está atado de manos porque las situaciones no alcanzan efectividad dramática. Los actores hacen una interpretación decorosa a pesar de no encontrar en el texto los motivos suficientes para entender por qué se mueven como se mueven.

 Es una verdadera lástima que esta obra no alcance a tocar los niveles necesarios para conmover. Los grandes esfuerzos en escena no dirimen las deficiencias desde el papel. Y esta reseña va más allá de la obra, la escribo al pensar la competencia mediática voraz y los obstáculos del teatro para cautivar y mantener a las audiencias de su lado.

“El principio de Arquímedes”

De: Josep María Miró

Dirección: Diego del Río

Teatro Julio Castillo (Centro Cultural del Bosque, Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n)

Hasta el 26 de abril

Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

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