De Piketty a Keynes y la reproducción financiera de la riqueza

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Thomas Piketty, economista francés, ha generado una gran atención y discusión sobre su libro El capital en el Siglo Veintiuno. Algunos analistas han llegado a equipararlo con John M. Keynes, cuya Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, publicada en 1936, revolucionó el pensamiento económico y ayudó a enfrentar la gran depresión económica del 1929.

El paralelismo entre Piketty y Keynes puede fundamentarse en las circunstancias económicas internacionales de crisis en las que sus obras emergen y por la importancia que en ellas es asignada a cierta “anomalía” económica y social evidenciada con las crisis mismas. Sin embargo, la Teoría General, obra enormemente citada y relativamente entendida, está plenamente vigente para entender la crisis actual y para transitar por los caminos teóricos y técnicos de la distribución y el capital que Piketty ha puesto en la palestra de la discusión.

En tiempos recientes, probablemente ningún economista como Piketty ha levantado tanto polvo en los medios de comunicación a nivel global en tan poco tiempo, si se considera que el libro fue apenas traducido al inglés en el mes de marzo y casi inmediatamente alcanzó en Amazon el primer lugar en ventas. Este fenómeno puede deberse a la larga espera de recuperación económica que enfrenta Europa y al estancamiento que se estima enfrenta ya Estados Unidos (USA). Hechos para los cuales parece no existir una explicación aceptada de manera generalizada por los economistas.

El análisis de Piketty se centra en el clásico tema de la distribución del ingreso y de la riqueza, los que funcionalmente están vinculados con el capital y el trabajo. El autor demuestra históricamente con gran detalle como la distribución a nivel mundial se comenzó a revertir a partir de los años 80’s del siglo pasado, creando finalmente una suerte de “capitalismo patrimonial”. Al privilegiarse el capital frente el trabajo.

Con ello se estaría retornando a antes de la Primera Guerra Mundial cuando “el uno por ciento (de la población) recibía alrededor de la quinta parte del ingreso total en Gran Bretaña y en Estados Unidos. Para 1950 ese segmento hubo cambiado a más de la mitad (de ese ingreso). Pero desde 1980 el uno por ciento ha visto de nuevo crecer su participación en el ingreso—y en los Estados Unidos regresó a lo que fue hace un siglo” (Why We’re in a New Gilded Age, Paul Krugman MAY 8, 2014 ISSUE. Capital in the Twenty-First Century by Thomas Piketty).

El tema de la distribución del ingreso había ya sido tratado en USA desde hace casi tres lustros. Pero como resultado de la crisis internacional ha recibido nueva atención incorporándosele el aspecto de la acumulación de la riqueza. Tema este último que en su trascendencia difiere entre Europa y USA.

En los albores de la Primera Guerra Mundial, Europa hubo acumulado una riqueza de capital seis o siete veces el ingreso nacional. Pero en las cuatro décadas siguientes, la combinación de la destrucción física y el desvió de los ahorros hacia el financiamiento de la guerra redujeron esa proporción a la mitad. La agudización de la concentración de la riqueza debería, junto con el crecimiento de la población y la innovación tecnológica, explicar la crisis de producción y empleo que vive buena parte del mundo.

En 1910, en Francia el 1% más rico detentaba el 60% de la riqueza y en Gran Bretaña 70%. Piketty demuestra que la parte heredada del total de riqueza cayó fuertemente entre guerras y cerca de 1970 disminuyó a menos del 50%. Sin embargo, ahora ha aumentado de nuevo arriba del 70%. En Gran Bretaña la participación del capital dentro del ingreso, ya sea en forma de ganancias corporativas, dividendos, rentas o venta de propiedades, de alrededor de 40% antes de la Primera Guerra disminuyó cerca de 1970 a escasamente 20%, y desde entonces ha subido a porcentajes cercanos a los iniciales.

En contraste, Piketty estima para USA que el incremento del ingreso del capital explica solo una tercera parte del incremento en la desigualdad del ingreso. Los ingresos por salarios han aumentado, especialmente para los altos niveles. Los salarios reales de los obreros desde 1970 han aumentado muy poco, en tanto para el 1% de más altos ingresos han aumentado 165% y para el 0.1% el aumento ha sido 362%. Por lo que en USA la concentración de la riqueza se ha debido a los “super-salarios”.

La causa aparente de esta situación se debe a que los altos salarios y bonos que corporativamente se pagan son definidos por miembros del Board que son seleccionados por el mismo Chief Executive Officer (CEO). Explicación centrada en la corporate governance, por la asimetría de interés económico que existe entre el gerente y el de los accionistas de las empresas. A ello se agrega el tratamiento fiscal que ha terminado por beneficiar a los altos ingresos y las ganancias de capital.

Sin embargo, como bien lo señala Krugman, falta un claro diagnóstico de la concentración de los altos ingresos en razón de la industria financiera, por lo que es necesario un análisis de la distribución y el “rendimiento” de la riqueza. Aspectos que caen analíticamente sin duda en la esfera de la Teoría General.

Piketty propone una medida económica para re-funcionalizar al capitalismo y corregir su anomalía en la distribución que lo regresó al siglo XIX; siglo del manifiesto comunista, el Capital de Marx y la comuna de Paris. La medida esencial propuesta por Piketty es la impositiva; la gravación de la riqueza y de los altos ingresos, como medida redistributiva. Por la necesidad de su escala a nivel global, el mismo autor considera tal medida relativamente utópica.

Como en su momento Keynes, Piketty asume que una acción del estado puede regresar al capitalismo ímpetu y progreso, se diría en beneficio de las masas. Coincidentemente, en tanto Keynes habló en esencia del beneficio del gasto público para salir de la crisis económica, Piketty propone el ingreso público gravando la desigualdad del ingreso y de la riqueza; medidas que hacen ver las dos caras de la moneda fiscal.

Como en su tiempo Keynes, Piketty comienza a ser tachado de marxista. Su análisis económico es a la manera de la economía convencional, por lo que ha terminado por sorprender a buena parte de la elite dominante de economistas. Es posible decir que en tanto Piketty aborda el análisis de la distribución en una perspectiva histórica, Keynes va más allá analíticamente de una anomalía estructural, como lo sería la falta coyuntural de demanda agregada que puede ser solventada con el gasto público. Así, fuera del empirismo manifiesto en su obra, como lo califica Krugman, con Piketty resurge la necesidad de una explicación de la racionalidad del capital y la riqueza y de su reproducción, que es por medio del interés.

Tal análisis y discusión lo aborda Keynes en el Libro IV de la Teoría General, en especial en el apartado 16, denominado “Especiales observaciones sobre la naturaleza del capital” (Teoría General de la Ocupación y el Interés y el Dinero, Fondo de Cultura Económica, Séptima Edición, 1966). En el apartado Keynes expone que el ahorro puede desalentar la producción y consecuentemente la inversión en el presente. De igual forma, que el ahorro no es simplemente el resultado de posponer el consumo presente hacia el futuro, por lo que la reducción del consumo presente puede inducir también a un consumo e inversión menor futura.

En el contexto de la obra de Piketty, el ahorro presente puede tener el afán de crear una riqueza futura. Por lo que no necesariamente un mayor ahorro significa una mayor demanda de inversión futura. Aún más, contraviniendo el pensamiento dominante de antes y de hoy, señala que el propietario de riqueza lo que desea es un rendimiento probable y no un bien de capital por sí mismo. Obviamente el rendimiento probable está en función de la expectativa futura de la demanda agregada. Por lo que si el ahorro no hace nada para estimular el rendimiento probable, es decir hacerse productivo, tampoco lo hará para estimular el rendimiento de la inversión.

Así, si el capital se hace menos escaso, su rendimiento disminuirá, sin que se haya hecho menos productivo desde el punto de vista de lo que físicamente pueda generar. Por eso dijo Keynes “simpatizo con la doctrina preclásica de que todo es producido por el trabajo […]”, ayudado por la técnica, los recursos naturales, e incluyendo al empresario y sus colaboradores. Bajo esta visión, el capital es llanamente resultado del trabajo acumulado.

La visión keynesiana del ahorro y el capital puede decirse que está predominantemente enfocada a la economía real. Por lo que el análisis de la reproducción del capital y de la riqueza se centró esencialmente en la esfera de la producción, asumiendo con ello que la inversión fuese productiva. Por lo que a mayor abundancia de capital se esperaría un menor rendimiento, “r” en la nomenclatura de Piketty, igual que en condiciones de baja demanda agregada y caída en la producción, afectando la reproducción del capital y la riqueza.

Por ello ante las bajas expectativas de crecimiento de la demanda agregada y por la especulación actualmente buena parte del capital y la riqueza se reproducen por la vía financiera y no productiva. Se podría decir que hay una reproducción estéril del capital, cuyo rendimiento, “r”, se acumula al cómputo del Producto Interno Bruto (PIB), junto con el pago de los altos ejecutivos involucrados y otros servicios, sobre-apreciando el verdadero esfuerzo productivo de una sociedad realiza y agudizando la concentración del ingreso y la riqueza.

Para sorpresa de muchos, la explosión de la reproducción financiera del capital y la riqueza se ha agravado en las actuales circunstancias de “tasas de interés casi cero”, haciendo escaso el capital productivo, pero tal explosión tiene una vieja data. Se estima que las transacciones financieras han crecido a tasas más altas del comercio internacional y del PIB. De 1977 a 2007 “las transacciones internacionales en mercancías y servicios han aumentado 11 veces. En el mismo periodo, las transacciones financieras en los mercados internacionales han aumentado 175 veces y 281 veces, incluyendo los contratos derivados sobre cambios y tasas de interés, pero excluyendo aquellos sobre créditos, acciones y mercancías, que en los últimos años han crecido a las tasas más altas”. Así, es manifiesta la reproducción financiera del capital y la riqueza.

El análisis desarrollado por Keynes en el Teoría General considera dos momentos; uno relativo al comportamiento económico en un ambiente de laissez faire y otro en el que el gobierno induzca a que la tasa de interés baje efectivamente. En el primer caso los “artículos de capital” serían escasos y en el segundo abundantes, asegurándose en este último caso el pleno empleo de los recursos. Dada la desregulación financiera vivida desde 1980´s y el retraso de una nueva arquitectura regulatoria es obvio que el capital opera en una circunstancia de laissez faire.

Bajo la visión keynesiana es claro que la anomalía en la distribución “funcional” del ingreso, entre capital y trabajo, que ha generado una gran concentración de la riqueza, va más allá de su resolución paliativa por la vía impositiva. Por lo que el tema y la preocupación puesta en el debate internacional por Piketty bien pueden ser profundizados teniendo presente a Keynes, quien asumió que el especulador o inversionista no “tiene dominio ilimitado sobre el dinero a la tasa de interés del mercado”. Supuesto que en pleno siglo XXI ha sido relativizado con “instrumentos financieros exóticos”, imponiendo tasas de interés efectivas varias veces las de “mercado”, para asegurar la reproducción financiera rápida y elevada del capital y la riqueza.

Transitar del análisis de Piketty a la Teoría General de Keynes para analizar la lógica económica del capital y su reproducción ayudaría a entender cómo opera el capitalismo del siglo XXI en su fase de expansión financiera y porqué las políticas económicas vigentes dan resultados inesperados a los deseados. En tanto, mucho camino habrá que recorrerse antes de ver resuelta la crisis actual. Así sucedió en 1929 y esperemos así suceda ahora, si antes el trabajo no se rebela o el capital patrimonialista lo impide.

 

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