Fórmula eficaz contra el desencanto

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“Il n’y a qu’un problème philosophique vraiement sérieux: c’est le suicide.”

Albert Camus

Se asoma por una ventana con ojos de azoro.  Por aquella, más arriba, se ve la cabeza de él mismo con expresión furtiva y pelos lacios que bailan al aire.  Sale por la puerta de enfrente el cuerpo del mismo hombre, sin ganas de llegar a ningún lado.  Pero también – y al mismo tiempo – camina con aire desgarbado por un puente levadizo que luego se convierte en una serpentina que abraza el palacio; acá se le ve con ojos cubiertos por lentes; allá, protegiéndose del sol con una visera como la que usaba para acomodar los azulejos del mural de la biblioteca de la Universidad.  Ahora, si uno se fija, puede llegar a notar que de la ventana se ha desaparecido, pero sigue presente de alguna otra forma, porque mientras uno lo busca de este lado, por allá se le ve caminar equilibrado sobre la cornisa aquella de la torre del lado izquierdo.  Vive en ese palacio imposible.  Vive él todas las veces en ese palacio ideal.  Vive ahí en la multiplicidad de sus personalidades.  Todo él, reafirmándose cada vez entre más veces existe, si es que, cada vez que existe, existe más veces, y se logra reafirmar en su presencia por la repetición propia de su propia imagen.

 

Juan O'Gorman.  Ruinas de la Torre de Babel(Juan O’Gorman.  Ruinas de la Torre de Babel)

Pero algo ha pasado.  Ahora, aunque uno se fije bien, tratando de escudriñar cada detalle meticuloso de la imagen del imposible edificio, ya no se le ve más.  Parece que ha desaparecido.  Ahora está escondido en una cueva.  Una cueva imposible, también, que ha generado para que sea su madriguera.  Ahí piensa, dibuja, pinta, reflexiona, hace planos, pero sobre todo tristea, juega al melancólico y se queja de aquello en lo que el mundo se ha convertido.  De pronto decide que ya no quiere reafirmarse en su repetición.  Mejor sería desaparecer del todo.  Eso: de forma inexorable, terminante, contundente.

Pero antes desaparecerá la madriguera.  Será vendida y luego derruida.  Y el hombre múltiple se reducirá a convertirse en la concentración solidificada de su propia conmiseración.  “¿Por qué?”  Exclamará desairado.  ¿Por qué?  Pues ya se verá.  Uno se imagina a alguien que grita “por qué” con las manos deteniéndose el cráneo, con la mirada de ojos saltones fija en el interés de atravesar un objeto no contemplado, con las mandíbulas tensas y el desconsuelo y la rabia mezclados en un mismo sentir dándole un sabor amargo a la saliva que no chorreará hasta que no sea tiempo.

 

Juan O'Gorman.  Autorretrato(Juan O’Gorman.  Autorretrato)

Juan O’Gorman dibujante.  Juan O’Gorman pintor.  Juan O’Gorman hombre entusiasta de la historia como su hermano Edmundo.  Juan O’Gorman debatiéndose en la adopción de ideologías políticas contrarias.  Juan O’Gorman decidiéndose como arquitecto funcionalista, como discípulo de Le Corbusier, como amante de los castillos increíbles, como creador de esquemas de construcciones irrealizables.  Juan O’Gorman habitante de cuevas subterráneas, de adaptaciones contemporáneas de arquitecturas prehispánicas que han funcionado, de fabricante de cajas simples para vivir complicadamente.  Juan O’Gorman repetido en sus pinturas de caballete, en sus murales, en sus dibujos.  Juan O’Gorman el de muchas firmas plasmadas por otros para él, y a veces por él mismo también para él y un poco para los demás también.  Juan O’Gorman legitimándose en un mundo que daban ganas de conocer, y luego Juan O’Gorman pensando cómo hacerle para borrarse de la faz de un mundo al que resulta mejor no pertenecer.

Contradicciones.  Dicotomías.  Simpleza frente a rebuscamiento.  Socialismo frente a capitalismo.  Casa en San Ángel frente a caja de zapatos en algún lugar que se olvida.  Riqueza frente a pobreza.  Juego de Tenis frente a tirar rayuela.  Granada frente a chico zapote.  Zopilote frente a Ave Fénix  ¿Se entiende a sí mismo?  ¿Cabe en él mismo tanta dicotomía repetida?  Si se es muchas veces y al mismo tiempo, como quien es dueño del don de la ubicuidad y de la facultad de la duplicación, seguramente sí.

Variedad de ideas y de oficios, de métodos y de fórmulas.  Temple y carbón.  Mosaico y gis.  Cemento y ladrillo.  Varilla y piedra.  Tezontle y pintura amarilla.  Pintura blanca.  Pintura deslavada.  Piedra volcánica.  Madera.  Ingeniería que ya no es arquitectura.  Arquitectura compleja que puede prescindir de la ingeniería en su irrealidad.  Ángeles que no tienen que sostenerse de nada, y banderas que ondulan en contra de los caprichos del viento que da órdenes.  Hombres en harapos que se pondrán overoles; overoles que significarán prosperidad y trajes de sastre que significarán traición.  Perros que ya no muerden.  Pulques que ya no embriagan.  Barbas ralas.  Bigotes tupidos.  Maldad y bondad.  Bondad mala.  Generosidad victimizante.  Victimización generosa.  Papel que no se puede rayar.  Rayas que no se pueden trazar derechas.  Curvas obligadas.  Confusión de personalidades.  Necesidad múltiple de existencia reconfortante que desconcierta al confirmarse.

 

Juan O'Gorman.  La Ciudad de Meìxico(Juan O’Gorman.  La Ciudad de México)

Todo es demasiado insoportable, pero muchas cosas ya están hechas.  Muchas otras han sido destruidas.  Otras no tardarán en hacerse añicos.  El panorama no puede ser tolerado.  Hay una única solución.  O en realidad son tres.  Si uno está pintado por sí mismo por triplicado en un mural dedicado al crédito y luego, tiempo de por medio, uno no quiere más estar ahí y tampoco en la versión encarnada de esas imágenes, se deben seguir claras instrucciones al pie de la letra.  Las instrucciones, para lograr el óptimo resultado, deben atenderse como sigue – el orden se impone obligatoriamente –: se ajusta una cuerda de ahorcar en torno a una viga maciza, y abajo se coloca un banco o silla que pueda fácilmente perder el equilibrio; se carga (con plomo, metal y pólvora) un revólver cuyo martinete no corra riesgo de fallar al percutir, y se prepara algún tipo de veneno para su ingesta (el cianuro funciona bien).  A continuación (el orden, insisto, se impone) se ingiere el veneno, se toma el revólver, se trepa uno al banco o silla susceptible de perder el equilibrio, se coloca uno el aro anudado de la cuerda de ahorcar alrededor del pescuezo, y (acá está el truco), con indispensable coordinación, se acomoda el cañón del arma a la altura de la sien, preparando al tiempo el tambaleo de la silla o banco, para que al momento en que la cuerda se tienda (habiendo la silla o banco perdido su horizontalidad merced de brusco estímulo) y el nudo de la cuerda de ahorcar apriete el cogote, el dedo índice preparado previamente apriete el gatillo para provocar la salida de un pedazo de plomo y una ración de pólvora en dirección del núcleo de la genialidad: el espacio indescifrable en que el optimismo se fraguó, el horror se comprobó, y el desencanto maduró.

Hay que quedar tablas.  Para que la existencia se anule y el sufrimiento se olvide, es mejor ser matemático.  Por cada tanto se borrará un tanto, de modo que si fueron tres las creaciones, tres aniquilaciones deberán realizarse para que todo quede en la cómoda nada.  La nada es mejor.  La existencia borrada se lleva en su inexistencia provocada todo vestigio de momentos vividos cuando era mejor no vivir.  Se vive y se desvive, se come y se descome, se cansa y se descansa, se existe tres veces y se desexiste otras tantas, and that way you’re always even.

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