Internet Junkie, Parte 2.

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 Los videojuegos son símbolo de estatus, tener el último juego, la mejor consola es un plus social.

Ciudad de México.- Con las nuevas tecnologías tenemos nuevas adicciones, o variaciones de las que siempre han existido. Entre las mejores descripciones que se han hecho de un adicto al juego está la de Dostoievski que describe con dramatismo la implacable urgencia de la satisfacción, la conducta que está fuera de control, es un testimonio autobiográfico de su propia adicción. El juego tiene una mezcla formidable de aventura, azar y resistencia, el jugador tiene la certeza, infundada, de que puede ganar y que esto le va a cambiar la vida.

Los juegos actuales son de video, los jugadores son adolescentes. Los estudios de esta adicción apenas comenzaron en el 2008. Web Junkie (2013) es un documental de Shosh Shlam y Hilla Medalia sobre la adicción a los juegos de video en China. En este país no hay dudas, la adicción a los jugos es una patología, el tratamiento es bastante alejado del proteccionismo psicológico, a estos chicos los internan en centros de reeducación y les aplican un régimen militar, medicamentos y terapia. El documental revela el día a día de los internos, y cómo viven el síndrome de abstinencia. Nada de condescendencia de los centros recreacionales que existen en occidente para tratar a las adicciones, lo tratan con disciplina. Cuando estos juegos comenzaron a inundar el mercado tenían argumentos psicológicos para señalar sus virtudes, que paradójicamente, hoy son sus problemas: desarrollaban la velocidad de reacción, la relación con la tecnología, exaltaban a la imaginación, impulsaban en sentido de competencia y lo mejor, liberaban a sus padres de la carga de convivir y jugar con sus hijos. Se suponía que eran casi una escuela y ahora son un vicio.

Los doctores del centro en China dicen que los jóvenes no estudian, usan pañales para no levantarse de su lugar y seguir jugando. Esta adicción en gran parte es una consecuencia de la soledad, y el juego virtual permite tener emoción sin estar con alguien. Los juegos impactaron porque son más excitantes que la televisión, lo único que sucedió es que emigraron y esos niños que tenían a su niñera en la televisión ahora tienen a su consola de juegos. Los padres con la excusa de la inseguridad, el trabajo etc., dejaron a los niños crecer con el juego hasta que se engancharon. Esto se integró de tal forma a la educación familiar que los juegos son un premio y el castigo está en no dejarlos jugar. Las compañías de tecnología dicen que los niños pueden divertirse sin alejarse de la comodidad de sus casas, es cierto, y además pueden hacerlo en cualquier momento, mientras que en la televisión se acaba la programación, los juegos duran lo que el jugador quiera.

Son nuestras nuevas enfermedades sociales, las hemos provocado, alentado y lo peor, son símbolo de estatus, tener el último juego, la mejor consola es un plus social. En nuestra sociedad capitalista asumimos que el progreso tiene un precio, la rehabilitación en Estados Unidos cuesta 14 mil dólares, y como todos estos tratamientos, no hay garantía.

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