Fraude Fiscal Internacional

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El fraude fiscal internacional no es nuevo. Se trata de un tema añoso, desarrollado, en una primera etapa, en torno a los llamados paraísos fiscales.

Ciudad de México.- En años recientes, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) ha liderado el combate al fraude fiscal internacional. Esta moción ha sido secundada por el G-8 y, sobre todo, por los Estados Unidos de América con la llegada del presidente, Barack Obama. Nuestro país se ha sumado a ese esfuerzo. Los logros a la fecha son destacables, lo que evidencia que la estrategia va por buen camino.

El fraude fiscal internacional no es nuevo. Se trata de un tema añoso, desarrollado, en una primera etapa, en torno a los llamados paraísos fiscales, no sólo utilizados para dicho fin, sino también para ocultar dinero proveniente de actividades delincuenciales -tráfico de drogas, armas y personas; corrupción de funcionarios públicos, etcétera-, para lavado dinero y para financiación del terrorismo.

Los paraísos fiscales se caracterizan por su baja imposición tributaria. Su principal rasgo, sin embargo, es su falta de transparencia que impide que autoridades del resto del mundo, conozcan el tipo de operaciones y los depósitos e inversiones que ahí se efectúan. Esto debido a una infranqueable secrecía bancaria y fiscal.

Con el tiempo, los paraísos fiscales se han apuntalado con una creciente red de tratados para evitar la doble tributación internacional, incentivando así la creación de complejos entramados de empresas, que a lo largo del tiempo han permitido que las trasnacionales y personas de alto perfil socio-económico, redujesen de manera significativa los impuestos a su cargo, o incluso los dejasen en ceros. Las autoridades fiscales de distintos países, entre ellos el nuestro, califican estas prácticas como abusivas y, en ciertos supuestos, como constitutivas de delitos fiscales.

El discurso internacional en contra de los paraísos fiscales es equívoco y hasta contradictorio. La OCDE y los Estados Unidos los han satanizado con especial énfasis. Sin embargo, ha sido inexplicable que países como Luxemburgo no estén incluidos en el catalogo de paraísos fiscales, no obstante que la imposición sobre regalías e intereses apenas llega al tres por ciento (el pretexto es que el ISR corporativo del 29 por ciento es compatible con estándares internacionales). Otro caso emblemático es el Reino Unido, con una ristra de paraísos fiscales a cuestas -sus territorios dependientes, como la Isla de Man y las Islas Caimán-, que por décadas han sido protegidos con impudicia por la Corona Inglesa. Por su parte, es conocida la resistencia histórica de Suiza, Andorra y Liechtenstein para eliminar en sus jurisdicciones los secretos bancario y fiscal.

Son varios los ejes sobre los que se ha construido el combate contra el fraude fiscal internacional. Operados en conjunto, sus objetivos son fracturar el secreto bancario, incluso en países que lo tienen protegido en su constitución, y avanzar hacia el intercambio mundial -automatizado y por medios electrónicos- de información relevante para efectos fiscales. México está en esa frecuencia.

Una herramientas de probada efectividad ha sido el FATCA (Foreign Account Tax Compliance Act), impulsada por los Estados Unidos de América para fiscalizar a sus contribuyentes, pero que de manera colateral ha potenciado, con efectos a partir de 2015, las facultades del SAT para revisar depósitos e inversiones de mexicanos en aquel país. Otro instrumento es el Convenio Multilateral sobre Asistencia Mutua en Material Fiscal, al cual se han adherido 51 países -México lo hizo en 2011-, que operará a plenitud en 2017 y en función del cual desaparecerán gran parte de los paraísos fiscales (Inglaterra, al igual que Suiza, Andorra y Liechtenstein, terminaron doblando las manos).

El nuevo escenario de fiscalización internacional permitirá que el SAT se allegue información precisa y completa sobre depósitos e inversiones en el extranjero, a la que hoy tiene acceso de manera incipiente. Es un hecho que los contribuyentes mexicanos que, respecto de esos depósitos e inversiones no pagaron impuestos, afrontarán contingencias importantes. Algunos, incluso, ya las sufrieron. Contribuyentes de otros países también las han padecido por similares motivos, y si no pregúntenles a la familia Botín (Banco Santander) y a Lionel Messi, para quienes el fisco español se ha convertido en una pesadilla.

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