De misógino a misógino

Lectura: 5 minutos

“The hand that rocks the cradle

[Is the hand that rules the world”

William Ross Wallace

“… Je suis l’origine

[Je suis toutes les femmes

[Tu ne m’as pas vue

[Je veux que tu me reconnaisses

[Vierge comme l’eau

[Créatrice du sperme”.

Deborah de Robertis

París, 17 de marzo de 2015.

Ha quedado muy empolvado en mi memoria el recuerdo de aquel día en que le pregunté a mi padre cuál era su palabra preferida. Él estaba sentado en una sala de un rancho que él tenía y que luego le expropiaron -poco importa- mirando hacia el jardín, mientras unos borregos se comían el pasto contra la voluntad de mi madre, que lo había mandado sembrar, y contra la voluntad del pasto, que había venido creciendo alegremente y lleno de sol hasta ese trágico momento. Me contestó sin pensar un instante. Como si hubiese estado esperando ese momento desde el principio. Su palabra castellana favorita era “mujer”. Naturalmente que en castellano, porque no conoce un idioma distinto al español. Pero ahora pienso: si pudiera yo plantearle cinco palabras en tres distintos idiomas, escondiendo entre las diferentes opciones la traducción de la palabra mujer, dudo que escogería woman por encima de consciousness; o donna antes que purtroppo, o femme antes que Villeneuve. Consciousness, purtroppo y Villeneuve, a mi parecer, tienen más resonancia que woman, donna y femme, respectivamente. Sé que encontrándose ante semejante cuestionamiento, mi padre se vería en la obligación de pensar en qué le sonaba mejor, pues no tendría manera de enfocarse en los significados de cada palabra. Esto me lleva a concluir -fortaleciendo la conclusión que tiré luego de reflexionar sobre lo de aquel día- que a mi padre le interesaba “mujer” no como palabra, sino como concepto.

Tracey Emin, Woman on Bed
Tracey Emin, Woman on Bed

A mí hay una palabra francesa que me gusta particularmente. Se trata de la palabra caffard, que significa cucaracha. Caffard es una palabra bien contundente, bien sonora, bien musical. La cucaracha no tiene nada de contundente – salvo su presencia maldita y constante – ni de sonoro – es más bien sigilosa – ni de musical. Mi padre, decididamente, no había entendido mi pregunta.

Una amiga mía siempre se ha sentido fascinada por la palabra bogavante. Le gusta a tal grado, que me ha confesado en más de una ocasión que quiere ponerle así a un hijo. Y eso que un bogavante no es ni un Sebastián ni un Romualdo, ni siquiera un Hernán, sino más bien un deportista que rema en el río Hudson vestido con una camisa hecha para mostrar los músculos, y un animalito que nos comemos cuando tenemos dinero para comprarlo pensando en destinarlo a la olla de agua hirviendo, en contra de su voluntad, igual que el pasto que es devorado por los dientes torcidos de los borregos.

Mi amiga no se interesaba en el significado de la palabra, sino en su sonoridad.

Mi padre no reflexionaba sobre la sonoridad de la palabra mujer. Él pensaba en mujer como receptáculo de su masculinidad; en mujer como objeto capaz de proporcionar placer a un miembro erguido; en mujer como compañera – más bien sumisa – ideal para el goce horizontal (la jouissance entre les cuisses), quizás en la medida en que el personaje de la última novela de Houellebecq terminó viendo en la mujer un ser inferior.

Maître Jean. Asmodée
Maître Jean. Asmodée

En la historia del arte nos hemos acercado a la mujer de forma casi siempre misógina. No digo que con desprecio, sino simplemente con afán cosificador (Pliego Rincón Gallardo dixit, pensando en Rousseau).

En un conocido museo de París que antes fue estación de tren, entre las paredes de un marco dorado, vive una sección anatómica femenina que resulta interesante. El cuadro ese, que pintó un señor Courbet, escandalizó por explícito en su momento. Sigue haciéndolo. Yo lo paso a ver cada que puedo. Sobre todo porque me encanta el nombre: L’origine du monde.

Gustave Courbet. L’origine du monde
Gustave Courbet. L’origine du monde

Y me pongo a pensar: ¿estaba Courbet siendo misógino? ¿Estaba queriendo escandalizar? ¿Estaba queriendo retar a los cánones, revelarse contra la Academia? ¿O estaba verdaderamente queriendo hacer poesía al denominar a la pintura con ese nombre que resulta tan acertado?

Mujeres artistas, en la contemporaneidad, tienen sus respuestas. Julia Fullerton-Batten, en su trabajo Unadorned, reflexiona sobre la representación del cuerpo de la mujer a lo largo de la historia del arte. Quiere recordarnos que, desde Tiziano hasta Rubens, los artistas vieron la belleza femenina en los cuerpos más bien rollizos, redondos, a veces incluso desbordados, sin regímenes gimnásticos ni sufrimientos dietéticos que les impidiesen evoluciones naturales. Con una misma idea en mente, Jenny Saville nos pone enfrente mujeres de mórbida obesidad. Si bien el trabajo de la Fullerton-Batten es más fino, y el de la Saville sin duda más sórdido, no por ello ambas quieren que entendamos lo mismo; ambas quieren que nos enteremos de que los modelos cambian con las épocas, y de que hoy no es bella una gorda rubenesca, mientras que una Paris Hilton de Lachapelle hubiera hecho pensar en miseria a los contemplativos del diecisiete.

Julia Fullerton-Batten. Donna, de la serie Unadorned
Julia Fullerton-Batten. Donna, de la serie Unadorned

Pero todo, en cada caso, con la mujer como núcleo cosificado de un semejante análisis. En todo caso seguimos dando vueltas, como mayates entorno a un foco pelón, a la idea de ver en la mujer sólo una sección de su entera relevancia.

Y sí: en una vuelta de tuerca, las aseveraciones de Jenny Saville, las reflexiones de Julia Fullerton-Batten, las confesiones de Tracey Emin, siguen haciéndonos pensar en que la mujer es un objeto, aunque quieran que entendamos lo contrario.

Jenny Saville. Plan
Jenny Saville. Plan

Wallace hizo un poema en el que llenó de loas a la mujer. Aseveró al final de cada párrafo que la mujer dominaba el mundo. Cuando dijo esto, Wallace pensaba en la capacidad de la mujer de regir el mundo porque controlaba al hombre. Cuando pintó Courbet lo que pintó, reflexionaba sobre la capacidad de la mujer de ver surgir la vida de entre sus piernas, y la capacidad de sus piernas de capturar y cautivar al hombre en todas las acepciones del concepto. Pensar en la mujer como regenta porque recibe un cetro de poder en su capacidad anatómica, y porque porta en su seno un rey, sigue siendo lo mismo: ver a la mujer como una cosa. Sea esta gorda, flaca, tierna o burda.

Al defender uno castiga. Saville, Emin y Fullerton-Batten por supuesto que hablan de otras cosas: de los problemas de la mujer en la contemporaneidad, de los vicios, los dolores y las depresiones, de las adicciones y de los complejos. Pero en cada caso terminan por volver a tratar el tema de la mujer objetualizada.

Marina Abramovic’. Luminosity
Marina Abramovic’. Luminosity

Y siempre estaremos coqueteando con la misoginia. Siempre nos hablaremos de misógino a misógino. Vamos a ver en qué acaba la historia, si es que acaba, o si es que de pronto se desarrolla de manera distinta. Porque acá entre nos, de misógino a misógino, yo creo que esto nomás no tiene llenadera.

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