Los discursos de dos mujeres en la política de los Estados Unidos me son particularmente apreciados. Condoleezza Rice y Michelle Obama Sin duda Michelle en la reciente Convención Demócrata dijo cosas, más en sus gestos y en su aplomo, en su búsqueda de piso, en la transparencia de sus emociones que en su afán político por posicionar a Hillary Clinton.
La Primera Dama habló de educación, de la educación de sus hijas para la inclusión y la memoria, de la educación de los jóvenes norteamericanos. La otra persona es alguien que hizo, defendió y ofreció cierta dignidad al gobierno de los Estados Unidos, en momentos difíciles de la administración Bush, Condoleezza Rice, a quien invité hace unos años, en su calidad de Secretaria de Estado, para dirigir un mensaje a jóvenes Iberoamericanos reunidos en la plataforma Vanguardia Latina, que animamos por mas de una década en sociedad con Televisa y el Banco Interamericano de Desarrollo. La improbable visita de un Secretario de Estado al BID, produjo una animosidad particular entre los 250 jóvenes reunidos en esa ocasión, cuando en su mensaje habló fuerte y consistente de los retos del populismo y la necesidad y el compromiso de la región para enfocarse en la educación para resolver buena parte de los problemas que aquejan en materia de democracia y desarrollo, a los países de Latinoamérica.
Mas allá del lugar común y de lo políticamente correcto que significa apoyar la educación, caben algunas reflexiones sobre ese valor y abrir espacio a algunas ideas que en el convulsionado estado de cosas en México parecen obviarse.
La educación no es un tema de escuelas, infraestructura, ni de maestros o alumnos, tampoco de políticas educativas o de reformas estructurales, por lo menos no aisladamente de cada uno. La educación es tema de sociedad, es asunto de todos sin excepción.
Hace unos años en París, en el marco de la reunión ministerial de la OCDE, el Príncipe Haakon Magnus, de Noruega, glosaba sobre su inicial oposición a a la hoy famosa prueba PISA (program for international student assesment) que se realiza cada tres años y se enfoca en evaluar el rendimiento de estudiantes de 15 años mas allá de las matemáticas y la lectoescritura, para saber si el alumno es capaz de de aplicar los conocimientos adquiridos en la escuela, a problemas y situaciones de reales de la vida.
No convencía a las autoridades noruegas el hecho de comparar a sus estudiantes con otros jóvenes extraídos de realidades muy diferentes en distintos espacios del planeta. La oposición cesó, dijo el Príncipe, cuando se percataron que el resultado les había sido particularmente favorable.
Encontramos aquí un paradigma interesante: ¿Qué hay en esa prueba que vincule los conocimientos de jóvenes noruegos a la resolución de problemas de la vida real?. Extrapolemos a los jóvenes shanghaianos o a muchachos de Seúl o Canadá, por mencionar a los punteros de la prueba. Hay, reconozcámoslo una sociedad no sólo similar étnicamente, sino particularmente meritocrática en todos los casos. Justo lo opuesto a lo que ocurre en nuestra realidad latinoamericana y particularmente en la mexicana racista, supremacista, oligarca y excluyente, donde como dice Fernando Benítez (1966) “… En América lo únicos totalmente colonizados eran y seguían siendo los indios. Los blancos latinoamericanos, durante las remotas batallas por la independencia habían luchado contra la enajenación política; los africanos y los asiáticos habían podido luchar contra la enajenación política, racial y económica. Ellos se sentían miembros de una gran comunidad homogénea y solidaria, herederos de una misma tradición, hermanos de sangre y de cultura. Las luchas de las otras colonias influían en su lucha, la estimulaban, en tanto que los indios, aislados en sus pueblos, sumidos en la ignorancia, se mantenían al margen de las corrientes libertarias que fueron y continúan siendo patrimonio exclusivo de los blancos…”
Cuando una jovencita de Chicoutimi en el Canadá profundo, sube al autobús que la lleva a la secundaria, puede intercambiar con el conductor algunas ideas sobre la matemática con que será examinada mas tarde, la afanadora de su salón de clase, puede darle algún consejo y la cajera del autoservicio donde compro el sábado su peanut-butter, comentar del que también fue su profesor…
Hablar de educación es hablar del compromiso del total de la sociedad. No es el conjunto de instituciones sociales, un elemento diferenciador sino el elemento unificador por excelencia. Esa es la enorme diferencia con nuestras realidades poco conectivas y profundamente segregativas.
La historia de Lang Lang, el virtuoso pianista chino menos facineroso que divertido, es clara y reveladora del afán de los chinos por proveer una educación de élite a esos pequeños mandarines que suelen ser los niños del imperio del medio. El padre que sacrifica un mejor trabajo por estar cerca del centro de formación del hijo, la madre que se ofrece en cuerpo y alma a su cuidado, los abuelos que renuncian a ciertos beneficios para apoyar la formación del genio en ciernes… La vida de las madres coreanas es también ejemplo del que Andrés Oppenheimer, habla ampliamente
En el pueblo de Munerachic, en la baja Tarahumara, donde produjimos un documental en 1984, asistimos a varias sesiones educativas, la una en la escuela rural donde los niños se forman de manera bastante aleatoria combinando el trabajo de pastoreo con períodos de educación formal infinitas veces interrumpido por educadores que tienen que atender necesidades de subsistencia. La otra, cuando observamos la formación de los niños en rituales de inducción, donde no existe la posibilidad de un no, de una reprobación o de un bullying. La formación a la danza, al canto, al ritual, al juego, al trabajo de la tierra, son maneras de aprehender la cultura y de aplicar los conocimientos adquiridos en la vida, de una manera muy práctica, tan práctica como lo recomienda la OCDE. Bailar es entender el ritmo de una sociedad, cantar es acercarse a los valores de la tradición, aprender el espacio, sentir el tiempo, vivir el presente, compartir la vida. Pastorear es conocer la tierra, sus variaciones. Esto es parte de la educación, allí cabe la ciencia, la matemática y la filosofía.
Hace pocos años compré para uno de mis hijos, apasionado por la matemática un texto sobre la historia de Pi, ∏, en que se cuenta cómo el rey de Babilonia, unos dos mil años A.C. después de una crecida del río tuvo que enfrentar a un pueblo enardecido por haber perdido sus tierras. El rey, reflexivo, convoca a su consejo de sabios que después de meditar el problema procura la solución de sembrar una estaca en el centro del lecho del río y extender una cuerda hasta el extremo del pueblo, de allí caminar en torno a la estaca y dividir la superficie en el número de parcelas correspondientes a cada una de las familias reclamantes: 360. La cuerda fue posteriormente utilizada para medir el entorno del círculo, la cuerda podía extenderse tres y pico veces en el entorno del círculo. Nace ∏, se hace ciencia y se resuelve un problema práctico.
Ayotzinapa, la Escuela Normal Rural de que tanto se ha hablado es sin duda un centro de educación práctica. Referirla así sin embargo, causa escozor en muchos círculos convencionales. La motivación que allí dejaron Lucio Cabañas, Genaro Vázquez y otros líderes sociales, motiva aún a los estudiantes a una formación rigurosa y práctica. Alejémonos de las valuaciones puramente ideológicas para adentrarnos en una evaluación de la eficacia educativa y sus consecuencias en la vida práctica y encontraremos valor en donde hoy sólo vemos ideología. Estudiar en Ayotzinapa significa ver a México desde la perspectiva no sólo de la lucha social sino desde la óptica de la marginación activa de las oligarquías. Mucho hay que escuchar en esta escuela donde existe otra visión de la historia de México y sin duda una forma de educación diferencial, analítica y vinculada a realidades particulares.
En el mundo profundamente discriminatorio, racista, sectario en que nos hemos acostumbrado a vivir en México, privan sin lugar a duda las prenociones, los juicios enquistados y los lugares comunes en el análisis de la educación. Es fácil asustar así con lo Oaxaca, lo Michoacán, lo CENTE, o lo Sección veintidós o lo Ayotzinapa, a las clases ciegas, altas o medias del país.
Pensar la educación, es pensar la historia también, pensar la justicia y el estado de derecho. Mas allá de las reformas y los discursos vacíos (porque hechos desde la nada o desde un presente continuo sin porvenir a vistas ni pasado a cuestas) el país reclama un ministerio de la igualdad de posiciones para alcanzar la igualdad de oportunidades. La instrucción es esencial sin duda pero la instrucción sin educación, sin paideía, sin saber ser y sin saber hacer no va muy lejos. La construcción del hombre y de la mujer pasa por la instrucción en las ciencias pero también en las artes, la filosofía y la ética.
Nuestro trabajo en Tajín fue un trabajo educativo en la medida que buscó (y busca en cada oportunidad que tenemos para dialogarlo…) el compartir la visión de la vida entre las identidades fuertes establecidas por las comunidades y las identidades débiles derivadas de la vida urbana en los países coloniales como el nuestro. Crear, como lo hicimos, un espacio para la cohabitación, el diálogo y la reciproca curiosidad por el otro, es ofrecer una ficción materializable, una utopía vivida y un producto de la convivencia para traducir en acciones del cotidiano las vivencias y el aprendizaje de una sensibilidad bien enmarcada.
Estos espacios de alta identidad (o parques temáticos de convivencia) los hemos sugerido para varias regiones del país, como lugares en donde lo popular se hace singular y la artesanía una práctica de vida, donde se asocia lo emocional con lo racional, donde se forma a la mexicanidad posible y sencilla que confiere identidad. De esto tuve ocasión de hablar (aunque sin resultados) con Rafael Tovar, nuestro flamante y hoy alegre y saludable Secretario de Cultura, muy al principio de esta administración.
Con Rafa (así, cariñoso porque el diálogo con él mueve a afecto) pude discutir el tema, aunque debo reconocer que sólo superficialmente en la media-horita que el protocolo de la administración pública otorga por lo general a los funcionarios que reciben en sus despachos a los amigos: Rafa me despachó rápido “….“. Nos hemos visto como amigos, en mi casa, en el teatro, en algunas convivencias inauguraciones y eventos protocolares y coincidimos en nuestras apreciaciones literarias, musicales y estéticas pero no en nuestra visión de la educación, la cultura y la ingeniería social necesaria para el país que compartimos. Deberé esperar a nuevas administraciones para continuar con esta propuesta menos terca que necesaria. Ya fuera de su cargo quizá hasta con el mismo Tovar podré glosar con mas tiempo el tema.
Y aunque como dice Francisco el Bueno: Quien soy yo para juzgar… y para proponer una manera de abordar la educación. Mi atrevimiento es tanto mas grande cuanto inmensa es la problemática, que cuando se mira desde la óptica obtusa de las administraciones parece resolverse en las nimiedades protocolares de una burocracia sumamente densa.
Si Condy, si Michelle, Focus on Education, para que nos nos pase lo que en la ignominiosa guerra del 46, cuando libramos esa que Enrique Krause califica con Ulyses S. Grant la guerra mas perversa jamás librada. Aquella en que perdimos el 50% del territorio y la que hizo ondear las barras y las estrellas sobre Palacio Nacional.
La educación -desde el mestizaje, la inclusión, desde la historia, la tierra, el diálogo y el propósito teleológico del país posible y mejor que hay en el horizonte de los jóvenes- es el mayor reto de México. Si, Foco en la Educación.
Por Gastón T. Melo Medina.