En el año 2015 se adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el seno de Naciones Unidas (ONU). Todos los estados miembros de este gran foro de diálogo internacional convergieron en el establecimiento de una nueva agenda de compromisos para el progreso, la cual tiene un período de aterrizaje de 15 años; es decir, del 2015 al 2030. Esta nueva agenda contiene 17 objetivos debidamente desglosados en 169 metas, todas ellas debidamente redactadas como una máxima cimentada en principios y valores de la propia ONU, pero sobre las cuales todas las instituciones pertenecientes a este gran foro mundial desarrollarán sus planes de trabajo. De igual forma, toda mediación y conciliación en las que intervenga este organismo líder, estará basada en los ODS y sus respetivas metas.
Los ODS vinieron a enriquecer aquellos que les antecedieron, los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), mismos que aún perviven aunque sobredimensionados por los que fueron aprobados recientemente en el seno de la ONU en Nueva York, en noviembre de 2015. El informe rendido por el Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), titulado “Nuevas Alianzas para el Desarrollo”, refiriéndose a los ODS, señala: “… que a lo largo de la historia humana nunca se ha registrado un debate tan amplio e incluyente como el relativo a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. Esta aseveración resalta el carácter extraordinario de este gran acuerdo global.
El fin de la pobreza, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, energía asequible y no contaminante, trabajo y crecimiento económico, reducción de las desigualdades, industria, innovación e infraestructura, acción por el clima, paz y justicia, e instituciones sólidas, son algunos de los temas adoptados en los ODS.
México participó activa y destacadamente en el proceso de integración de esta nueva agenda en todos los niveles, aportando ideas y enriqueciendo los temas propuestos por grupos de expertos. La Declaración de Guadalajara sobre la transversalidad de las políticas públicas en favor de los grupos vulnerables, los talleres sobre desarrollo social y económico, inclusión y medición del progreso, la consulta temática sobre energía en unión con los gobiernos de Tanzania y Noruega, así como las consultas y foros sobre temas trascendentales como igualdad de género y derechos de las mujeres, constituyen una muestra inequívoca del dinamismo con que la representación nacional aportó su concurso en la integración de la nueva agenda 2030. Sería indigno negar esta valiosa contribución.
El establecimiento de los ODS reviste un reto formidable desde todos los puntos de vista. Sería verdaderamente ingenuo si pensáramos que con sólo haberse integrado este documento con la buena vibra de sus redactores y la solemne firma de todos los jefes de estado y de gobierno de los países participantes, todas esas grandes aspiraciones se fueran a cumplir. Tristemente podemos comprobar en la sección de noticias internacionales de cualquier periódico que pareciera que los líderes del mundo, al plasmar su firma, se han comprometido justamente a todo lo contrario. Esto definitivamente resulta paradójico. ¿Qué organismo los audita? ¿Cuáles son los indicadores de referencia? ¿Cómo podemos hacer que cada país active programas eficientes con indicadores o determinar criterios de convergencia para alcanzar mejores escenarios de vida?
Resulta que auditorías como tal no existen, pero hay indicadores que publican los organismos regionales de la ONU en los que reconocen los avances y evidencian retrocesos de los países miembros. De igual forma, dichos organismos promueven la adopción de la Agenda 2030, es decir, los ODS y sus metas, y de alguna forma convocan a redoblar esfuerzos a quienes no están precisamente construyendo los andamiajes para alcanzarlos, compartiendo experiencias sólidas de otros países. Los informes periódicos de estos organismos posiblemente constituyan una especie de acicate para emplearse a fondo.
Sin embargo, pudieran surgir mecanismos internos mediante los cuales todos quienes tienen poder de decisión se alineen para lograr su cumplimiento. Entonces, ¿qué podríamos hacer los mexicanos para amarrar compromisos que remonten los entreverados caminos del lobbying de los grupos más poderosos, los debates internos de los partidos políticos, las grandes empresas y sus intereses que transitan por los pasillos del poder? Hay quienes opinan que no hay nada qué hacer, sin embargo, creo que podríamos explorar métodos mediante los cuales los avances sean efectivos y debidamente documentados.
Ciertamente en nuestro país se han activado programas multinivel de desarrollo claramente enfocados a abordar temas muy similares a los ODS y sus metas, por lo que quizá tendríamos todos los argumentos para señalar que estamos cumpliendo con la palabra empeñada en este compromiso adquirido ante los países miembros de la ONU. No obstante, aún echamos en falta un documento exprofeso que referencie esta vinculación.
Tenemos al INEGI, cuya transparencia de datos se presume sesgada, pero en general aceptable. Existe otro organismo que también nos ayuda a medir, sobre todo la eficiencia de nuestras políticas sociales, el CONEVAL; podemos instrumentar mecanismos e insertarlos en las leyes presupuestarias, principalmente aplicando criterios de presupuesto basado en resultados; en las disposiciones normativas de desarrollo social y en las convocatorias destinadas a la consolidación y desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas; o bien, en las leyes de planeación tanto federales como estatales, que podrían adoptar los ODS con toda la Agenda 2030, e instruir que los planes de desarrollo de los tres niveles de gobierno eslabonen sus programas hacia el cumplimiento de estos objetivos. Yéndonos hasta la cocina, podríamos adicionar a nuestra propuesta que, los partidos políticos, en sus documentos básicos, sobre todo en la declaración de principios y enfáticamente en sus plataformas electorales, impulsen la adopción de dichos objetivos haciendo mención de los mecanismos para poder cumplirlos.
Más temprano que tarde, los tiempos de la política se desatarán para definir a los abanderados de sus partidos y conformar una lista enorme de cargos de elección popular. Podría darse el caso de que algunos aspirantes desconocieran la existencia de los ODS y sus metas, y quizá también hayan pasado por alto que nuestro país, como muchos otros, adquirió el compromiso de adoptarlas, pero también de hacerlas efectivas.
Datos, instituciones, disposiciones normativas, presupuestos, partidos políticos; suena como un coctel poco apetitoso y se antoja un sinuoso camino para las legítimas aspiraciones de los mexicanos. Sin embargo, estamos a tiempo de poder forzar las circunstancias para que alguien empiece a dar los primeros pasos y esgrimir sus más avezados argumentos con miras a conquistar la simpatía de los electores o atraer la atención de los medios de comunicación, enarbolando estas causas. Misión planteada sólo para valientes.
ENRIQUE ARIEL ESCALANTE ARCEO
escalantearceoenrique@gmail.com
Abogado, político e investigador