Parece que algunos aspectos trascendentales de la política interior de nuestro país están quedando en un segundo plano en las portadas de los rotativos mexicanos, para dar paso al análisis y difusión de los pormenores que surgen de momento a momento en la relación de México con Estados Unidos, y del arrebato de nacionalismo mexicano sobre el que estamos transitando para nuestra buena fortuna.
Podríamos afirmar que la visionaria relación construida con nuestro vecino país del norte, contada desde mediados de los años 50 del siglo pasado, de cuya evolución positiva devino en un tratado comercial dinámico y sobresaliente, está dando un giro inédito, centrándose en los mensajes en redes sociales que propina el presidente Trump. Es una relación devaluada por el gobierno de Estados Unidos, aunque contamos con aliados que se abren paso para influir en un nuevo tono de diálogo entre ambas países.
Los analistas internacionales frecuentemente coinciden en que los petardos lanzados por el presidente de Estados Unidos son una estrategia para medir el poder de respuesta de las autoridades mexicanas y de ahí definir el tenor de la relación bilateral por los próximos cuatro años, por lo menos. Otros más consideran que el tenor de los mensajes de twitter acusa claras características de un perfil psicológico nada esperanzador.
Esta nueva relación debe ser diagnosticada desde toda perspectiva para modelar la forma en que responderemos al presidente Trump, pero que ello no distraiga nuestra capacidad para contemplar las oportunidades y las capacidades que tiene México en otras latitudes.
La relación con la Unión Europea y sus principales líderes debe mantenerse activa, dinámica, creciente y fructífera. Los acuerdos comerciales con Asia y Latinoamérica debidamente aceitados, funcionando y adquiriendo mayor fuerza.
Ya el secretario de economía, Ildefonso Guajardo, ha desatado operativos en distintas latitudes del orbe. Nuestro diálogo con la comisaria de comercio de la Unión Europea va recobrando dinamismo y adquiriendo conciencia de que este lazo renovado tiene mucho más fondo que el intercambio comercial y la colaboración económica. En esas latitudes España siempre se ha situado del lado de México en la mesa de negociación, la cual es una ventaja confiable. Debemos concretar un acuerdo inédito, casi como si fuéramos el primer país no europeo en tener los mismos privilegios que cualquiera de los socios de este poderoso bloque económico.
Nuestro Acuerdo de Complementación Económica con los países del Mercosur debe ser un ejemplo sólido de liderazgo iberoamericano y de diversificación de nuestros canales de comercialización. Es menester sentarse a la mesa y hablar de los temas que hemos dejado encorchetados para definir nuestras posturas respecto al intercambio de bienes, servicios y capitales. Ese acuerdo debe constituir una plantilla sobre la que debemos transitar en nuestra relación comercial con nuestros países hermanos.
Todo lo que sea rescatable en el tambaleante Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, mejor conocido como TPP, debe ser ampliamente aprovechado por México y revisado desde una visión de intercambio comercial, pero también desde una perspectiva estratégica de seguridad económica para recibir inversión, principalmente de nuestros socios asiáticos. Esta misma semana nos sorprendía gratamente el anuncio del gobierno de Hidalgo sobre una importante inversión en el sector automotriz proveniente de una poderosa alianza empresarial donde destaca la empresa china JAC Motors. Detrás de ella tienen que asomarse más.
Es muy importante tejer fino todas esas líneas de acción, y rematarlas con doble nudo, con energía renovada y con impulso olímpico. Cada paso debe ser bien conciliado y demostrar que más se obtiene construyendo puentes que abriendo trincheras mediáticas, porque estas últimas tienen graves consecuencias, y los puentes generan intercambios con beneficios perennes.
En este sorpresivo resurgir del amor patrio es necesario abrir a debate algunos temas en los que nunca podemos coincidir del todo, tales como: consolidación institucional en materia de seguridad pública, seguridad interior, defensa, crecimiento regional e infraestructura; así como en materia de acuerdos de desarrollo interestatales y mecanismos para erradicar la pobreza.
A esta plataforma de unidad nacional debemos subir temas importantes como el replanteamiento de nuestras alianzas internacionales y la ratificación de nuestros principios constitucionales en materia de relaciones exteriores. Que nuestro voto e influencia tenga un altísimo precio para el gobierno de Estados Unidos. Sería un error desprestigiar la fórmula de intercambio comercial y diálogo político con nuestro vecino del norte, pero no podemos esperar a que Trump se le pase la inaguantable etapa de la adolescencia.
Construyamos puentes en lugar de cavar trincheras.