Los cataclismos naturales a lo largo de la historia

Lectura: 4 minutos

Me resistí a escribir esta columna. Me causó suma dificultad trabajar en ella. Leo en los periódicos que se empieza a hablar tanto de reconstrucción como del stress post-traumático que implican las experiencias que hemos vivido en las últimas semanas.  A pesar de todo, me alienta la empatía que siento en numerosas personas. Al atravesar la calle o ir de compras en el supermercado, nos cruzamos con personas que, sin conocerlas, brindan un saludo o una sonrisa. Crecer ante la adversidad, si nos lo permitimos, nos puede hacer más fuertes.

Percibo la esperanza. Esperanza en nuestros jóvenes que muchas veces llegaban a una clase de historia del arte de una manera por demás indolente, soberbia –puedo decir que hasta mal educada–. Confío que varios de ellos, ahora estén ayudando (o más bien, sigan ayudando) a innumerables personas. Espero que se den cuenta de lo que significa perder todo y lo valioso que tienen en su cercanía. Ahí es donde puede ocurrir un cambio, un nuevo camino. No se conforman con estar en sus casas, impávidos, insensibles.

En 1985, yo iniciaba mis estudios universitarios. Viví un cambio que, sin duda en algunos de mis contemporáneos, se olvidó. Confío, una vez más, que mi generación esté volviendo a experimentarlo como una nueva oportunidad que nos ofrece la vida. Que una vez más, se planteen una transformación. Que los Carlos y los Ricardos (por mencionar dos nombres al aire), recapaciten; no por el acontecer de fenómenos naturales –que son impredecibles y que seguirán sucediendo–, sino en su accionar hacia la violencia de género que aplican a su alrededor (que, sin duda, se asemejan a terremotos de la naturaleza, pero sin darse cuenta que es lo más lamentable).

Que hoy mujeres profesionistas, estudiantes, trabajadoras –llámense Mara o María–, dejen de ser dobles víctimas: de la violencia de un acto sin nombre y de la violencia en los medios ante el juicio que se hace de ellas, pero también del hostigamiento que se hace en algunos lugares de trabajo. En estos momentos, las hemos olvidado, ante algo que nos desborda, pero que seguirán ahí, omnipresentes.

Y eso me lleva a recordar innumerables culturas que padecieron momentos delicados debido a las fuerzas de la naturaleza. Cito dos casos del mundo antiguo: Mesopotamia y Roma.

Mesopotamia –una de las primeras civilizaciones en la historia de la humanidad– enfrentó una gran inundación. Un gran torrente de agua –provocado por un fenómeno natural– arrasó con todo a su paso pero que, de forma sorprendente, no acabó con los pueblos de la región, sino que los fortaleció. Este cataclismo se perpetuó en grandes dos narraciones del mundo Antiguo: el Poema de Gilgamesh y el libro del Génesis del Antiguo Testamento. En ambos casos, el mensaje fue de esperanza y reconstrucción de un mundo mejor.

El otro caso fue la erupción del volcán Vesubio hacia el 79 d.C. que provocó la desaparición de dos importantes asentamientos de la época romana: las ciudades de Pompeya y Herculano, sitios preferidos por los patricios –la aristocracia– del Imperio Romano para ir a descansar en un clima a nivel del mar.

Ambas localidades poseían hermosas calles de piedra, rectas y espaciosas, con especies de banquetas para que, en caso de lluvia intensa, pudieran estar a salvo del agua. Las casas (domus) estaban construidas con un pequeño jardín rodeado de columnas que daba paso a un patio interior de forma cuadrangular que poseía un pequeño estanque (el impluvium), que servía para recoger el agua de lluvia. Alrededor del patio se encontraban las habitaciones. Además, había termas (los baños públicos de los romanos) y hasta panaderías (donde la gente podía comprar pan caliente todas las mañanas).

La erupción causó daños en pocas horas. Hoy diríamos que no hubo medidas de prevención –tan importantes de seguir y que mucha gente no consideraba dignas de atender, debido al olvido que suele pasar con este tipo de fenómenos naturales–. Ambas ciudades desaparecieron, pero el impulso del Imperio Romano continuó. Incluso un año después se concluyó el llamado Coliseo Romano de la mano de Vespasiano y su hijo Tito, los dos primeros emperadores de la dinastía de los Flavios. A la muerte temprana de Tito, gobernaría su hermano Domiciano con poca fortuna, pero después de él vendría Trajano, emperador que concluyó el Foro Romano y que triunfó en importantes batallas que continuaron con la gloria del Imperio.

Las ruinas de Pompeya y Herculano fueron descubiertas en el siglo XVIII, en plena época de la Ilustración. Su descubrimiento influyó de forma notable en las artes de ese momento que configuramos lo que conocemos como el arte neoclásico.

Hoy podemos caminar por esos restos que prevalecen, lo que nos permite asomarnos a una pequeña parte de lo que fue la riqueza del Imperio Romano. Gracias a estudios interdisciplinarios, en el que la ciencia se entrelaza con el arte y el diseño, podemos imaginar cómo fue ese momento. Ejemplo de ello es la animación realizada con fines educativos por el Museo Victoria de Melbourne, Australia. Una sorprendente recreación de las últimas horas de Pompeya:

  • “La erupción del Vesubio. La destrucción de Pompeya”, Animación con fines educativos. Museo Victoria de Melbourne, Australia:

https://www.youtube.com/watch?v=LjiJvpLoyt4

Las generaciones jóvenes están frente al cambio. Mis generaciones confío sinceramente que también lo estén (de nuevo). Mi deseo que hagamos una mejor sociedad, un mejor país, un México en el que se cante el himno con orgullo, sobre ruinas, sí, pero con esperanza… Que #FuerzaMéxico se demuestre desde el corazón y no se pierda. Ése es mi deseo.

0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
1 Comentario
Más viejo
Nuevo Más Votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Sergio moreno

Mucho me temo que la igualdad de género no se pueda dar hasta que no exista un pleno respeto por uno mismo, agredir al otro es sin duda una muestra de minusvalia, es actuar en contra directamente de quién ejerce la agresión.
Me uno a la reflexión hacia mis terremotos internos, a la Ciudad de México que ha quedado destruida dentro de mi.

1
0
Danos tu opinión.x