El gobierno federal revisó a la baja sus expectativas de crecimiento económico para este año. La crisis internacional y las limitaciones naturales de la propia economía mexicana impiden aumentos anuales del producto interno bruto (PIB) superiores al 3 por ciento. Es urgente revertir esta deficiencia estructural que condena al país al subdesarrollo permanente. Por esta razón, hoy más que nunca se necesitan impulsar las reformas estructurales que den mayor competitividad al país y la posibilidad de alcanzar tasas de crecimiento mayores al 5 por ciento.
El viernes pasado el INEGI dio a conocer el PIB al primer trimestre del 2013 de 0.8 por ciento tasa anual, menor al esperado y el más bajo desde la crisis financiera internacional de 2009. De inmediato la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ajustó de 3.5 a 3.1 por ciento su estimación de crecimiento económico para el año. Luis Videgaray, titular de la SHyCP, aclaró que “México no está en recesión” sino con una menor tasa de crecimiento. Incluso, el presidente Enrique Peña Nieto consideró “insatisfactorios” esos resultados y explicó que obedecen al menor dinamismo de la economía mundial, básicamente la estadounidense y europea.
En efecto, la economía mexicana ha perdido impulso por su alta dependencia de la economía estadounidense y por sus condiciones internas. Mientras Estados Unidos mantenga un lento y bajo crecimiento sus necesidades de productos mexicanos seguirán limitados. Además debe considerarse la improductividad que padece el país. Videgaray Caso precisó muy claramente que la economía mexicana se ha estancado en los últimos años, debido aque la productividad se ha reducido 0.7 por ciento promedio anual desde 1980.
Entre 1950 y 1980 la productividad de México creció de manera sostenida; sin embargo, de 1980 a 2010, la tasa de crecimiento anual es negativa. Este dato dramático explica por qué México a pesar de tener una economía estable, no está creciendo. Si queremos crecer y elevar el nivel de vida de la población para que los mexicanos tengan mayor poder de compra, es indispensable atender el reto de la productividad, que incluye el trabajo, el capital y los recursos naturales.
Qué hacer para elevar la productividad y darle mayor competitividad global a México? La respuesta es sencilla avanzar en las reformas estructurales (laboral, educativa, telecomunicaciones, financiera, energética y hacendaria entre otras). A través del Pacto por México y de los acuerdos y consensos que conlleva, el gobierno federal y los dirigentes de los tres principales partidos políticos (PRI, PAN y PRD) han avanzado en el proceso de reformas estructurales.
Sin embargo, los enemigos del Pacto buscan dinamitarlo:
De un lado las huestes de Andrés Manuel López Obrador tratan de boicotearlo a través de marchas y movilizaciones de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y pseudo estudiantes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. (UACM) y del CCH de Naucalpan, así como de otros grupos afines de Guerrero, Oaxaca, Michoacán y el DF.
Del otro lado legisladores calderonistas mantienen una postura divisionista y confrontativa, que se acentuó la semana pasada al interior del Partido Acción Nacional (PAN) y ha llevado a una abierto enfrentamiento entre el líder partidista Gustavo Madero y Ernesto Cordero, coordinador de los senadores panistas.
Defender el Pacto por México y el proceso de reformas estructurales es la opción viable para darle productividad y competitividad al país para poder elevar las tasas de crecimiento económico, generar mayores empleos y aumentar los niveles de vida a la mayoría de la población. Más allá de las posturas político-electorales y de la mezquindad política que lamentablemente caracteriza a la clase política mexicana, el país necesita avanzar por el camino del crecimiento para revertir las condiciones de pobreza que laceran a millones de habitantes.