¿Cuántas veces despertamos, nos vemos al espejo y no nos reconocemos? Observamos el paso del tiempo en nuestro rostro, el cansancio de una o varias semanas, alcanzamos a ver los profundos laberintos de las emociones que a veces –o siempre– nos invaden y que se han vuelto, en ocasiones, expresiones de dolor indeleble. Nuestro semblante nos sorprende en un breve instante. Así, de repente, sin darnos cuenta.
Esa es la guía de la exposición Viacrucis. 90 días para despertar de la joven fotógrafa mexicana Gabriela Morales, quien en su primera exposición individual nos muestra, con una valentía que asombra, imágenes de ella misma, justo al momento de despertar en las que se pregunta: “¿Qué es un viacrucis en la época contemporánea?”
Viacrucis, una palabra que asociamos a cuestiones religiosas y que nos hace preguntarnos: ¿Podemos hoy evocar ese camino que recorrió Jesús hacia su muerte, hace más de dos mil años? Hoy, ¿cómo lo vivimos? O, más bien, ¿lo vivimos? O ya es algo lejano, que no nos dice nada…
Morales nos responde: “Deseo expresar el camino por el que transita la mente humana, el Viacrucis de la existencia, de la vida, de la desesperación de la desolación de las palabras, de las ausencias escritas en papel que sólo quedan marcadas como vestigios del ser, una mano, un pie, un rostro… Huellas de un trayecto lleno de emociones, dolores y contradicciones.”
La concepción del autorretrato así, tal cual despertarse, es lo que atrapa. Nos muestra una mujer valiente, que se enfrenta a ella misma, con miedos, pero sin dejarse vencer por el temor. Se exhibe para salir triunfante, para “vivir en plenitud” –como el propio Jesús enseñaba que había que hacerlo, que había que “vivir en el Reino”–, y Morales lo logra a través de su obra.
Una serie de 90 fotografías, que van del blanco y negro al color. Algunas a través de filtros, pero no para “verse bonita”, sino para exaltar aquello que, a veces, no queremos ver: nuestras debilidades, pero a la vez, nuestras fortalezas. Porque siempre despertaremos y tendremos esperanza. Esperanza de que todo saldrá bien.
En su obra se observan varias influencias derivadas de las corrientes de los primeros fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX que, a través de la lente, intentaron mostrar imágenes en construcción de realidades visibles: de la “Nueva Visión”, derivada de esas imágenes Sin título de Laszlo Moholy-Nagy que refieren expresiones profundas, convicciones, ideas, pero siempre a través de la realidad visible de la lente: como una certeza de su objetividad. Pero, también de la “Nueva objetividad”, que a manera de reportaje gráfico –en este caso, de todas las mañanas al despertar–, nos muestran el uso lúdico de la cámara para mostrar cruentas imágenes, reflejo de la realidad del momento, siempre con un profundo contenido emotivo.
El dadaísmo también tiene una presencia importante en el sentido de violentar los cánones establecidos. Y qué decir del híperrealismo, pero sobre todo del realismo de Francis Bacon, quien, al distorsionar la figura, nos muestra las mil caras que podemos llegar a tener.
Morales nos muestra su propio rostro. A veces desfigurado por el clic de la cámara que no alcanzó a enfocar la imagen. Todos, conjugados en una sola representación: su rostro, multiplicado 90 veces, que nos recuerda las más de 90 caras que tenemos para enfrentar la vida. Siempre.
Y, al mismo tiempo, otras obras que, más elaboradas, nos reflejan su nueva imagen, donde las combinaciones, a través de técnicas mixtas (fotografías intervenidas con hoja de plata, hoja de oro y acrílico), nos muestran sus otros semblantes, los que mostramos al mundo, donde si bien, hay distorsión, también se muestra un análisis de la realidad que que mostramos y demostramos a través de nuestras acciones.
La exposición también se acompaña de una video instalación con textos de Antonin Artaud, realizada por la propia artista en 2014.
La muestra Viacrucis. 90 días para despertar de Gabriela Morales se exhibe en el sur de la Ciudad de México, en un espacio que no termina de consolidarse, la Galería de Arte del Multiforo Tlalpan (Avenida San Fernando s/n esquina Benito Juárez, muy cerca del centro de Tlalpan). El lugar resulta poco favorecedor para las exposiciones, aunque, en este caso, refleja la realidad de la cultura en México: el viacrucis que deben transitar los promotores culturales para poder difundir la obra de los artistas mexicanos. La entrada es libre. De martes a domingo, de 10 a 20 horas. Hasta el 20 de mayo de 2018.
Mientras escribo esta columna, escucho las piezas del compositor francés Erik Satie (1866-1925), obras breves para piano que se han interpretado incontables veces, como parte de bandas sonoras de películas de todos los tiempos y que son, representativas de cómo, a través de breves recursos musicales –casi minimalistas–, pueden resultar evocadoras de emociones tan profundas.
Escuchemos a la pianista francesa France Clidat interpretando, en un disco compacto titulado Erik Satie. Obras para piano, sus conocidas Gymnopedias, sus Nocturnos y sus Gnossiennes.