Irresistible paisaje

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No me cansaré de repetirlo y repetirlo: una historia lo es todo. Para conmover al público, para emocionarlo, para hacerlo empatizar con la circunstancia de los personajes se necesita de una sólida estructura dramática que haga del conflicto una bomba de tiempo. El teatro no diserta, mucho menos teoriza sobre algún tema, al contrario, lo vuelve acción.

Y es en este punto, el de accionar, donde la segunda característica más importante de una obra surge: su relación con el público. Ningún texto dramático se hace sólo para leerse desde la comodidad de la casa; se escribe para que alguien lo interprete y ese alguien sea visto. La interacción entre el público y el espectáculo permite descubrir si a la historia se le hace justicia, si se logra complejizar o existen pérdidas de contenido.

Los actores, directores, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, en fin, la gente de teatro trabaja para que en una hora y media o dos horas de función el público se logre con-mover. Todos los esfuerzos se dirigen al público para conectarlo con una experiencia. Existe un profundo vínculo entre el texto dramático y se quehacer en vivo.

Esto me lleva a reseñar “Paisaje marino con tiburones y bailarina” dirigida por Bruno Bichir en el Foro Shakespeare. Todo mundo comenta el espectáculo por el regreso a la dirección y actuación del hermano menor de los Bichir. Sin duda, él es un intérprete comprometido con su trabajo; tiene un amplio rango actoral y ha destacado por guiar trabajos poco convencionales contra las expectativas del medio.

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Salí maravillado de la sala porque la obra es un ejemplo de una intervención profunda y compleja de un director para hacer brillar un texto. Bichir no sólo cumple con contar una historia de forma organizada y con los elementos adecuados, sino brinda un concepto integral donde todo lo que se ve y escucha está revestido de una hermosa poética.

Cuando se da la tercera llamada, el Foro Shakespeare se pone a disposición de un viaje a una realidad con reglas específicas y circunstancias extraordinarias. Es fascinante estar ahí; alucinante. Sin embargo, después de haber digerido tanta emoción, de celebrar una experiencia en vivo sin precedentes, descubrí cómo la historia tiene serias fallas y deficiencias.

“Paisaje marino con tiburones y bailarina” cuenta el ciclo vital de una pareja.  Cuando Ben rescata a Tracy de ahogarse en el mar, inician una relación amorosa que retrata cuál es nuestra finalidad al enamorarnos. El argumento es contundente: buscamos el amor para satisfacer nuestras necesidades y nunca las del otro. Desde el principio hasta el fin de su relación, Ben y Tracy se cuentan verdades a medias para satisfacer sus deseos con serios daños colaterales en su interacción.

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En términos dramáticos, no existe una progresión contundente de los personajes. Por momentos, las escenas son redundantes y no accionan el conflicto. Los diálogos son interesantes para el espectador y la construcción de personajes es soberbia pero ninguno de estos factores es compatible con la débil estructura que sostiene a la obra. El final no hace moverse demasiado a los personajes de su circunstancia inicial.

Por el contrario, la dirección de Bichir es exquisita y emocionante en cada momento. Todo el escenario tiene un suelo de arena para simular la playa donde se conocen Ben y Tracy, sin embargo, el espacio en realidad representa la casa de Ben. La constante yuxtaposición de realidades, el ambiente marino y hogareño, hace una composición visual sin precedentes.

Muchos libros, un refrigerador, comida son algunos accesorios donde los actores pueden jugar y seguir con la metáfora que hace de la vida en pareja un mar: incierto, impredecible, peligroso. Los elementos lúdicos se hacen presentes en cada momento.

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 El trazo escénico es abstracto pero cargado de un significado claro y profundo. Bichir es osado en exponer el trabajo actoral a una serie de rutinas físicas demandantes para enfatizar el conflicto; en todas las decisiones que toma es exitoso para darle la vida al espectáculo. La participación del mismo Bruno Bichir como Ben y Tato Alexander como Tracy requiere de una enorme energía pero, sobre todo, de una justa dosificación de la misma.

El desempeño corporal y vocal de Bichir es impecable; sus matices y manejo del ritmo le imprimen solidez a, sin temor equivocarme, la mejor interpretación de su carrera. Tato Alexander tiene el mismo rigor corporal de su compañero pero en ciertos episodios su voz se apaga y es imposible seguirla. Esta pequeña irregularidad tampoco es grave porque Bichir siempre logra sacarla adelante.

Después de haber vivido la cruda de emoción que me provocó el montaje, de darme cuenta de la deficiencia del texto, mi conclusión apunta a aplaudir de pie el trabajo de Bruno Bichir. Sí, la obra tiene inconsistencias; su historia no es lo suficientemente fuerte para brindar magnificencia, sin embargo, vale la pena ver “Paisaje marino con tiburones y bailarina”, por vivir ese viaje y descifrar al teatro desde la irresistible y seductora experiencia en vivo que hace mucho no veía en los escenarios mexicanos.

“Paisaje marino con tiburones y bailarina”

De: Don Nigro

Dirección: Bruno Bichir

Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa)

Viernes 20:30 hrs., sábados 19:00 y 21:00 hrs., domingos 18:00 hrs. 

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