¡Viva Boris Schoemann!

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Pocas historias pueden modificar la forma de vivir y hacer teatro. Una de ellas lleva el nombre de Boris Schoemann; este director, actor y sobre todo maestro no sólo destaca por su agudeza y genialidad para desestabilizar las fórmulas ya probadas, sino por una enorme entereza para continuar con un proyecto que lleva tatuada su visión del mundo.

Este año Schoemann regresa a los escenarios mexicanos con la reposición de “Tom en la granja”. El teatro Santa Catarina le abre las puertas a una historia que es el punto más alto de la carrera de esta importantísima figura, porque exalta todos los valores de su estilo, de sus obsesiones y de su maestría al momento de dirigir.

tomenlagranja

“Tom en la granja” habla sobre el duelo, la pérdida física; de cómo la verdadera desgracia al perder a un ser querido es recordarlo en momentos felices cuando los que le sobreviven se hunden en la infelicidad. Cuando Tom se enfrenta a la muerte de su amante decide ir al entierro; él conoce por primera vez a su familia política y ésta lo trata como un amigo más del difunto.

Tom se enfrenta a una serie de mentiras familiares para ocultar la homosexualidad de su amado. La madre y el hermano están alejados de la verdad y se convencen de una personalidad poco real del fallecido. Aman la idea, la noción, el recuerdo; desconocen por completo al sujeto complejo, real, poco apropiado para su marco moral.

Este simulacro de amor se deshace ante la pérdida. Las mentiras hechas verdades se convierten en ese bálsamo para resistir, para sobrellevar la asfixiante cotidianidad. Tom y su cuñado, Francis, conocen la verdad y, cuando deciden nunca revelarla, inician una relación para sanar sus heridas y olvidar a sus muertos: al amante y al hermano.

El autor Michel Marc Bouchard plantea una estructura dinámica e interesante en todo momento. La madre, el hermano, el amante y una mujer que simula una relación con el fallecido son personajes tridimensionales y con una clara progresión dramática. No existen puertas falsas ni mucho menos momentos desperdiciados.

El único aspecto a nivel de dramaturgia que funciona a medias y por momentos obstaculiza la acción es cómo Tom, el protagonista, dialoga con los demás personajes; hace referencias a un monólogo interior, explicativo, sin ningún impacto en las escenas. Narra situaciones mejor asimiladas en la acción.

La dirección de Boris Schoemann es soberbia. El espacio invita al espectador continuamente a usar la imaginación; los elementos lúdicos facilitan las transiciones entre las escenas y la cercanía del escenario con el público convierte a los trazos escénicos en movimientos dinámicos y con una exquisita violencia.

La escenografía de Jorge Ballina en 45 grados le otorga volumen a un espacio repleto de puertas y pisos replegables que se convierten en los lugares del argumento. El verdadero triunfo de Schoemann es compaginar las necesidades del  montaje y sus obsesiones como director.

En cada función, el director se deleita en mezclar los principios en los cuales se rige su forma de hacer teatro. El dinamismo y el interés crecen minuto a minuto para conformar un espectáculo vivo; la visión de Schoemann de la historia se agradece porque deja a un lado los panfletos y maniqueísmos para privilegiar la anécdota, los personajes y la acción mediante el trabajo actoral.

Todos los actores involucrados en el proyecto tienen un gran sentido del ritmo; la interpretación de cada uno de ellos consigue un tono adecuado. Es necesario aplaudir su gran trabajo de contención, en cuanto a una energía externa e interna, para conseguir personajes verosímiles y alejados de lugares comunes. Una mención especial para Leonardo Ortizgris, quien interpreta al hermano del fallecido, por hacer gala de un trabajo de cuerpo y voz detallado.

Con “Tom en la granja”, Schoemann celebra su vida y amor en el teatro; se pone la difícil tarea de reinventarse que la logra con creces. De nuevo nos sorprende por sus formas tan profundas y complejas de vivir la experiencia escénica, la experiencia en vivo. Su colmillo hace un espectáculo sin precedentes capaz de competir con cualquier otro medio del 2013.

Esta obra de teatro vale la pena no sólo por la historia que cuenta, sino por su interpretación en el montaje, con cada uno de los actores y los recursos escénicos. El público no sale defraudado porque empatiza con los personajes, se conmueve con ellos. A “Tom en la granja” le quedan pocas funciones; no se pierdan la oportunidad de vivir este gran espectáculo con el sello inconfundible de Schoemann: el director, el actor y, sobre todo, el maestro.

 

“Tom en la granja”

De: Michel Marc Bouchard

Dirección: Boris Schoemann

Teatro Santa Catarina (Jardín Santa Catarina 10)

Jueves 19:30 hrs., viernes 19:30 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

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