Lo más emocionante que puede sucederle a alguien cuando asiste al teatro es conectarse con la historia. Llorar, reír, asustarse, compadecerse, enojarse o cualquier tipo de reacción en el espectador se necesitaría vincular con la escena. El único camino para lograr esta magia es la autenticidad.
¿Qué es algo auténtico en el teatro? Encontrar una justa medida entre el contenido y la poética, entre la interpretación de los actores y las señales del texto, entre los deseos del director y las necesidades del público. Siempre apelar al punto medio de los extremos de la cuerda.
Cuando encuentras un montaje con estas características, surge la magia en el teatro. Esta semana pude vivir esta experiencia gracias a “Los constructores de Imperios o el Schmürz” en el Teatro El Granero. Esta historia es auténtica y, sin duda alguna, se conecta con el público.
El argumento es concebido por Boris Vian quien es una de las mentes más vanguardistas de la primera mitad del siglo XX; mediante diversas facetas (literario, músico, periodista, entre otras) logró experimentar con las estructuras clásicas e impregnar a sus obras un gran espíritu filosófico.
En “Los constructores de imperios o el Schmürz”, Boris Vian convierte la acción dramática en filosofía (o la filosofía en acción dramática) para entregarnos un teatro poderoso, vivo y emocionante. Su tema es la pérdida de identidad del hombre en la sociedad.
La moral, las convenciones sociales, la carrera económica y el deber ser se alimentan de la identidad para dejar al hombre sin sentido de su existencia. La vida es retratada como una constante autoimposición de estándares que asfixian, agotan.
¿Toda esta explicación filosófica se puede llevar al teatro? ¿Puede ser auténtico y emocionante? Boris Vian contesta con un sí rotundo y, para ello, usa personajes con un diseño perfecto en circunstancia y psicología: un padre, una madre, su hija y la criada se sienten amenazados ante una fuerza mágica, superior y extraña al interior de una casa; escapan de ella al subir las escaleras y llegar, poco a poco, a los siguientes pisos; extrañamente nunca pueden descender.
En este viaje angustiante los acompaña un personaje alegórico del caos, de lo impredecible, del miedo: el Schmürz. Pareciera ser invisible ante ellos pero, poco a poco, la familia descubre su presencia y se cuestiona si esa fuerza amenazante proviene de él, si escapan de algo de lo que nunca podrán escapar.
La representación simbólica es fantástica. La casa donde vive esta familia simula una sociedad llena de presiones, reglas y códigos que enajenan a las personas. Esa fuerza extraña los persigue para confrontarlos ante sus verdaderos deseos. Lo más aterrador de la historia es cómo todos los personajes escapan de ellos mismos.
El autor impregna un tono de comedia aguda y sagaz. La estructura es dinámica, el tiempo de las escenas adecuado y los diálogos de una sutileza extrema. El golpe filosófico llega hasta el final de la obra y, es ahí, donde las risas que se escucharon durante la hora previa saben amargas y se produce la crítica social. En ningún momento la historia es aburrida.
Tiene ciertos rompimientos donde los actores salen de la ficción y dialogan con el público sobre la obra de teatro. Usar este recurso tiene sentido porque celebra el espíritu vanguardista del autor y hace crecer el interés sobre los personajes y lo que está sucediendo en escena. Había visto otros espectáculos con estos rompimientos pero nunca me había topado con uno donde se lograra efectividad dramática al usarlos.
La dirección de Mario Espinosa desnuda el trabajo actoral. Le quita cualquier tipo de amaneramiento a la interpretación para ser claros en la historia y los diálogos. Un director con una poca capacidad de análisis de la historia puede convertir a “Los constructores de imperios o el Schmürz” en un montaje barroco, inentendible, difícil.
Espinosa quiere atraer la atención del público con complicadas rutinas físicas. La presencia de una escalera en forma de un sube y baja pone en peligro el trazo de los actores; gracias a esto, los intérpretes están concentrados en contar una historia con limpieza y efectividad que con una inútil emotividad.
Toda la compañía tiene la fuerza y energía necesarias para el montaje. En ningún momento se sienten irregularidades en su trabajo corporal y vocal. Imprimen en cada escena un ritmo vertiginoso para no quedar empantanados en la complejidad del argumento.
La escenografía y la iluminación es congruente con toda la propuesta vanguardista de Boris Vian. Apela a formas poco convencionales de estilo; la utilería está cuidada al extremo y, con ésta, se inician dinámicas lúdicas para el público. Toda la experiencia escénica es sólida en forma y fondo.
Es cierto, “Los constructores de imperios o el Schmürz” es una obra con un alto tratamiento experimental, sin embargo, no dejen de pasar la oportunidad de conocer el trabajo de este maravilloso y valiente equipo actoral para representar una obra cargada humor, ironía y reflexión.
“Los constructores de imperios o el Schmürz”
De: Boris Vian
Director: Mario Espinosa
Teatro El Granero (Centro Cultural del Bosque. Reforma y Campo Marte s/n)
Jueves y viernes 20:00 hrs., sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.