A finales del año pasado hablaba de la importancia de montar obras mexicanas. No quería emprender una campaña de compasión por nuestra dramaturgia, ni mucho menos valorarla sólo por su carácter nacional, sino considerar al teatro mexicano como una fuente de identidad (y sentido) para reflexionar sobre nuestra circunstancia.
La cartelera está dominada por títulos extranjeros; la dirección, en un circuito apoyado por grandes capitales, emula a trabajos de los grandes del teatro a nivel internacional, se somete a las reglas de lo convencional o se limita a cumplir con los estándares de una franquicia. Esta situación le otorga muy poco espacio a una expresión teatral propia de México desde nuestras referencias, idiosincrasia y forma de sentir.
Más allá del origen nacional de los textos, nos hacen falta historias capaces de hablar de nosotros, de reflejarnos. Al asistir a la semana de estreno de “Made in Mexico” en la Sala Chopin, agradecí el encontrarme con una propuesta que podía dar cabida a nuestra voz, temperamento y pensamiento.
La emoción de estar sentado en la butaca para presenciar personajes, diálogos y escenas propios de nuestra cultura era infinita y un alivio ante la desbordada atención a obras extranjeras.
El tema de “Made in Mexico” es la pérdida de identidad en un país donde le ha bloqueado la oportunidad de crecimiento integral a las personas. México es el escenario perfecto para hablar sobre las injusticias económicas, la carencias sociales y la reducida esperanza.
El “Negro” y Yoli representan una familia mexicana con un largo historial de proyectos fallidos debido a un clima social que excluye y propicia una pobreza espiritual. Esta pareja entra en conflicto cuando Marisela, la hermana de el “Negro”, y Osvaldo, su esposo, regresan de Estados Unidos después de no haber visitado este país durante treinta años.
Marisela y Osvaldo tomaron la decisión de abandonar México para encontrar mejores oportunidades de crecimiento. Su desarraigo a este país cuestiona la forma de vida de el “Negro” y su esposa al dejarles al descubierto sus mínimas condiciones para salir de su precaria situación social, económica y política.
El punto de quiebre entre las dos parejas, sus valores tan contrastantes y sus recursos para enfrentar la vida resulta fascinante en nuestro contexto social tan convulsionado. En ningún momento la obra es maniquea; no da por sentada la bondad de la sociedad, ni hace verdugos a los poderosos; sólo entiende a la miseria (en el sentido más amplio de la palabra) de este país como resultado de nuestra incapacidad personal y colectiva.
“Made in Mexico” habla sobre cómo las grandes instituciones sociales fallan pero, sobre todo, cuando los individuos se fallan a ellos mismos con falsas esperanzas y deseos ridículos por conseguir. El arraigo del “Negro” y la Yoli a este país así como el desarraigo de Marisela y Osvaldo no son formas efectivas para solucionar nuestros problemas como sociedad. La respuesta está en el individuo y su potencial capacidad de decisión y acción.
Al investigar más sobre Nelly Fernández Tiscornia, la autora de “Made in Mexico”, me llevé una gran sorpresa: su origen argentino. Esta obra se había montado en su país con gran éxito y a partir de su buena reputación llega a nuestra cartelera. Lo más sorprendente del texto es la empatía con nuestra cultura y situación actual. Cualquiera podría decir que fue escrita por un mexicano de esta década.
Las escenas retratan la cotidianidad mexicana de una manera sorprendente. Los diálogos son líneas expresivas infinitamente sofisticadas a partir de un lenguaje sencillo y coloquial. Los personajes están dibujados al maestría al ser congruentes con su circunstancias y tener una justa progresión dramática. Lo más increíble (y escalofriante) del caso es que “Made in Mexico” recuerda a las grandes figuras de la dramaturgia mexicana como Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández y Emilio Carballido.
La estructura dramática es poderosa porque el conflicto evoluciona en cada momento. La cantidad de escenas es la adecuada. El ritmo es propio para las audiencias actuales; apela a la expresión teatral más depurada al privilegiar la palabra mediante diálogos sagaces e irresistibles. Los tonos de comedia son perfectos para romper con los momentos de mayor tensión dramática y así darle un respiro al público.
Doblemente sorprendido me quedé al enterarme de la nacionalidad argentina del director del montaje Manuel González Gil. Éste entiende la cultura mexicana y en la actoralidad dibuja ademanes, referencias y hasta rutinas físicas que conectan con nuestra realidad. Hace lucir a los intérpretes y propone un trazo escénico sencillo pero funcional.
La única deficiencia radica en la saturación de canciones para adornar el espectáculo; tratan de fungir como transiciones, sin embargo, restan efectividad dramática. La escenografía y la iluminación son convencionales; logran conducir la atención del público al detallado trabajo actoral.
El elenco conformado por Rafael Inclán, Socorro Bonilla, Rocío Banquells y Juan Ferrara hacen una experiencia escénica sin precedentes. Todos son titanes de la actuación y logran conseguir un ritmo y tempo funcionales. Todos hacen lucir los diálogos y le otorgan un volumen formidable a los personajes. La obra descansa sobre Rafael Inclán y Socorro Bonilla quienes hacen un trabajo magistral.
Ellos logran una actuación convincente y conmovedora al interpretar al “Negro” y Yoli. Pocos son los intérpretes que logran hacer respirar al público con su propio pulso y, en este caso, ese fenómeno ocurre. Su trabajo es sorprendente, emocionante, indestructible. Su experiencia técnica y poética son de ligas extraordinarias.
Por favor, no dejen de asistir a ver esta magnífica obra de teatro. Con su boleto recibirán a cambio una experiencia fuera de serie, impactante. En efecto, todo esto es sorprendente al tener una manufactura argentina pero qué importa cuando esta historia conecta con nuestra realidad como mexicanos. Seguiremos aplaudiendo cualquier esfuerzo en la dramaturgia mexicana así como trabajos que sean capaces de hacernos vibrar como lo hace “Made in Mexico”.
Anexo: Aprovechen que ésta es la segunda semana de la temporada para conseguir sus boletos, porque después habrá muertos y heridos para entrar a la Sala Chopin. Por favor.
“Made in Mexico”
De: Nelly Fernández Tiscornia
Dirección: Manuel González Gil
Sala Chopin (Álvaro Obregón 302, colonia Roma)
Jueves 20:30 hrs., viernes 19:15 y 21:15, sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 17:00 y 19:00 hrs.