Es posible decir atrevidamente que a mayor gasto público se ha tenido un menor crecimiento de la economía, lo cual no tiene lógica económica alguna.
El bajo crecimiento de la economía mexicana en 2013 fue asignado, entre otras causas, al bajo gasto público, en general. Para explicar el descenso de la dinámica de la economía, en algunos casos se confundió la temporalidad del ejercicio presupuestal con el monto del mismo, lo que en esencia impidió hacer un seguimiento claro del gasto. En efecto, el gasto público durante el primer semestre experimentó un retraso en su ejercicio, que vino a regularizarse prácticamente a partir del mes de septiembre, lo que hizo pensar que no se cumpliría con lo programado para 2013. Sin embargo, es posible decir ex-post que el gasto federal fue mayor a lo esperado, habiéndose generado, por lo tanto, una mayor deuda a la programada.
Así, en 2013 se esperaba que el gasto federal cayera con respecto a 2012, situación que no se dio, sino todo lo contrario, tal como se anunció con la iniciativa de Reforma Hacendaria. El gasto en 2013 no sólo resultó mayor al de un año anterior, tal como estaba autorizado, sino que resultó aún superior al presupuesto autorizado. Con ello, una vez más, se incrementó la deuda, como preludio de un crecimiento mayor de los pasivos públicos para 2014. Con este resultado, todo indica que se sigue la misma política de gasto, obteniéndose los mismos resultados de baja calidad del presupuesto, tal como lo evidencian las cifras oficiales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), presentadas en el análisis Las Finanzas Públicas en 2013, de David Márquez (http://www.jornada.unam.mx/2014/02/17/economia/034o1eco).
Para 2013 se autorizó un gasto de $3.927 billones de pesos, y finalmente se ejerció un monto de $4.182 billones de pesos, resultó con ello una mayor erogación federal. Este sobre giro implicó un incremento del gasto neto del orden de $255 mil millones de pesos, significando 7% por arriba de lo autorizado por el Congreso. Por lo que, de acuerdo a los ingresos presupuestarios de 2013 por $3.9 billones de pesos, se incurrió en un déficit primario superior a lo autorizado del orden de $60 mil millones de pesos, sin incluirse en tal monto el costo financiero de la deuda pública.
Las cifras históricas recientes ponen en tela de juicio el que el mayor gasto público tenga un efecto contra-cíclico y multiplicador sobre el conjunto de la economía.
Lo que estas cifras indican de manera mayormente simple, es que dado el déficit primario obtenido en 2013, el ingreso presupuestario descontado el gasto no permitió pagar los intereses de la deuda, por lo que el sector público tuvo que seguir endeudándose para atender el pago de intereses de la deuda anterior. Sin embargo, el gobierno no sólo se endeudó más para pagar los intereses de la deuda, sino también para seguir gastando por arriba de lo autorizado. Por otra parte, a pesar de haber obtenido mayores ingresos en 2013 con respecto a 2012, de un poco más de $200 mil millones, equivalente a un incremento de 4.3%, el gobierno federal ejerció un gasto mayor a lo programado de casi un cuarto de billón de pesos. Lo más grave, es que considerando al sector público federal en su conjunto, incluido otros pasivos, la deuda pública creció de $5.5 billones en 2012, a $6.2 en 2013, que derivó en un incremento neto del orden de $700 mil millones de pesos más.
De acuerdo a lo anterior, según las cifras oficiales, el peso de la deuda pasó de ser 34 % del Producto Interno Bruto (PIB) en 2012, a 36.3% en 2013. Un incremento a todas luces elevado, si se toma en cuenta que fue cercano a 3% anual, que es el límite que originalmente imponía la Unión Europea a sus países miembros. Además, de que el incremento resultó casi el doble del crecimiento anual del PIB, es decir de la suma total del valor de todos los bienes y servicios producidos en el año.
Esta tendencia creciente de la deuda pública es la que se ha observado desde el año 2000. De este modo, en tanto la deuda del sector público federal en 2000 era del orden $1.5 billones de pesos, para 2013 alcanzó casi $6.2 billones, casi 5 billones de pesos más. Un incremento porcentual de más de 300%. Incremento que es espectacular ante el magro crecimiento del PIB en los trece años pasados. Por lo que es claro observar que la deuda pública ha sido el resultado de un mayor gasto público ineficiente, al no haber impactado positivamente el crecimiento del PIB.
Es posible decir atrevidamente que a mayor gasto público se ha tenido un menor crecimiento de la economía, lo cual no tiene lógica económica alguna. En todo caso, como buena parte del crecimiento del gasto se ha financiado -vía la deuda pública- sin repercutir sustantivamente en una mayor producción y empleo, es lógico inferir que tal gasto ha significado económicamente un gran desperdicio de recursos. Indudablemente, el mayor endeudamiento público debió haber afectado, en toda lógica, la disponibilidad de fondos para financiar al resto de la economía, especialmente el sector privado, y en particular a las empresas. Limitando, con ello, la disponibilidad de fondos y la liquidez para el crecimiento de la economía.
El reto presupuestal inmediato para México es mejorar sustancialmente la calidad del gasto público federal, no sólo privilegiando la inversión física, sino también haciéndolo más eficiente.
Es obvio que el mayor gasto público de los dos lustros pasados, sin asociarse a un mayor crecimiento del PIB evidencia su mala calidad. Así, a pesar de que el gasto corriente disminuyó en 0.3% con respecto a 2012 y el llamado “gasto de capital”, es decir la inversión, creció espectacularmente en 14.3%, es posible sostener que en 2013 el gasto siguió manifestando baja calidad. Esto es porque la inversión física aumentó en 2013 únicamente 3.8%, en tanto la inversión en instrumentos financieros o no capitalizables tuvo un salto anual de 131%, fue de $120 mil millones por arriba de lo autorizado por el Congreso. Práctica común de la banca de desarrollo, cuyos excedentes financieros los usa para comprar Cetes, bonos del IPAB y otros instrumentos sintéticos.
Este absurdo manejo financiero significa que instituciones del propio gobierno federal terminan financiando la deuda pública, reproduciendo así artificialmente la deuda e inflando sintéticamente sus resultados financieros. Es como si un individuo pasará el dinero de una bolsa del pantalón a otra bolsa, generando con ello que una bolsa le deba a otra y terminar de esa manera incrementando la deuda del propio individuo y, consecuentemente, sus requerimientos financieros.
Con la Reforma Hacendaria por primera vez la SHCP puso de manifiesto que la mejor forma de saber cuál es realmente el monto total de los pasivos del sector público federal es considerar el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP). Este saldo integra los pasivos públicos federales directos y adicionales, como son los correspondientes al IPAB, la banca de desarrollo, entre otros. Bajo esta consideración, el SHRFSP resulta más elevado que la estimación de la deuda pública convencional. Así, de acuerdo a la Reforma Hacendaria, para 2014 se estima que el SHRFSP alcanzará el 40.5% del PIB, por un déficit fiscal de alrededor de 4% del PIB, lo que hace ver un escenario nada halagüeño para este año (Comunicado de Prensa, 062/2013, www.hacienda.mx). Esto porque el incremento de la deuda pública será el más elevado de los últimos años, no observado desde 1980 en el siglo pasado. En segundo lugar, porque la reducción de la inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, afectará las tasas de interés en pesos, incrementándose, por una parte, el costo de la deuda y, por otra, afectando el crecimiento del PIB.
De acuerdo a la Reforma Hacendaria, para 2014 se estima que el SHRFSP alcanzará el 40.5% del PIB, por un déficit fiscal de alrededor de 4% del PIB, lo que hace ver un escenario nada halagüeño para este año.
El reto presupuestal inmediato para México es mejorar sustancialmente la calidad del gasto público federal, no sólo privilegiando la inversión física, sino también haciéndolo más eficiente, como incentivo para que tenga efectivamente un impacto multiplicador sobre el resto de la economía. Las cifras históricas recientes ponen en tela de juicio el que el mayor gasto público tenga un efecto contra-cíclico y multiplicador sobre el conjunto de la economía. Tema de reciente y amplio debate en la Unión Europea y poco abordado en México.
Lo logrado en 2013 en materia de gasto público no sólo fue más de lo mismo, sino que generó un escenario de riesgo y de fragilidad financiera futura del país. El sustancial déficit público presupuestal para 2014, de alrededor de 4% del PIB, obliga a mejorar la calidad del gasto público, su transparencia, pero también la rendición de cuentas. Cierto es que el desperdicio de recursos públicos, la redundancia de plazas, los trámites innecesarios y relativamente la corrupción hacen que la maquinaria gubernamental generen más de lo mismo y se tenga a veces que escuchar, como en su tiempo lo dijo cínicamente el Presidente Ronald Reagan, republicano y conservador: “El gobierno no puede resolver el problema. El problema es el gobierno”. Hagamos que ello no sea así.