Se abre el telón para Pez de Oro. Éste será un espacio para el análisis y crítica de espectáculos teatrales. El fenómeno teatral es (y ha sido) uno de las eventos sociales más importantes para confrontar nuestros deseos y demonios, individuales y colectivos; cuando un espectador logra verse reflejado en la ficción para con-moverse, el escenario se inunda de magia y misticismo. El teatro es un inmenso mar donde llegan individuos parecidos a los peces: con un viaje anhelado, con una forma de viajar particular; cuando estos peces caen en la “red de la ficción” todos ellos se bañan con el oro de la reflexión y emotividad, para ayudarlos a continuar con su travesía llamada vida.
El poder (discreto) de las palabras
En los últimos tiempos, la sociedad le ha conferido un poder extralimitado a las imágenes visuales. La realidad ha sido traducida y multiplicada con fotografías, programas de televisión, películas, videos, carteles; los ojos se excitan con una oferta visual constante, cercana y cotidiana. De hecho, existen frases en el lenguaje coloquial para comprobarlo: “una imagen vale más que mil palabras”. La expresión visual, en esta circunstancia, pone en desventaja a otro tipo de lenguajes, por ejemplo, las palabras. ¿Es más importante enunciar algo o ver ese algo? ¿El mundo visual tiene límites? ¿Cuál es el poder de las palabras?
“Epitafio para un escritor” de Frederick Durrenmant se arriesga en hacer un juego, a enorme escala, entre las palabras y las imágenes para entender las posibilidades de lenguaje que ofrece cada una de ellas. La historia se cuenta a partir del éxito editorial de un escritor de cuentos de terror y sus métodos poco ortodoxos para inspirarse al momento de escribir; la crítica acusa a Federico Korbes de los más terribles crímenes, las experiencias más sádicas y perversas con el único propósito de plasmarlos en relatos. Además de ser un guiño a Edgar Allan Poe, la premisa es fantástica: cómo un escritor pone en palabras las imágenes más aterradoras. ¿Qué se dice y qué no se dice? ¿Cómo los ojos pueden conciliarse con la abstracción?
Durrenmant es brillante al recurrir al lenguaje radiofónico, a lo largo de la historia, para hacer más evidente esta relación. Después de cada acto funesto cometido por Federico Korbes, se puede escuchar la dramatización de los relatos hecha en la radio, un medio donde todo depende de la palabra. La situación se vuelve interesante cuando un fanático de estos relatos, Amadeus Hoffer, llega a la casa del escritor para pedirle que lo haga partícipe de su proceso creativo. El juego se eleva a dimensiones insospechadas y, por supuesto, se vuelve más suculento para el espectador.
Uno de los grandes aciertos del montaje es la iluminación porque reviste de un ambiente lfinal dencia de Hoffer y Korbes que, alfinal deiluminaciones insospechadas y, por supuesto, se vuelve mon una forma de viajar paúgubre la presencia de Korbes y Hoffer; la distribución de los elementos escenográficos asemeja un laberinto donde la tensión crece de forma proporcional a los conflictos de los personajes: el asesino se esconde y el fanático lo busca. El espectador se convierte en un invitado más de la casa y, por lo tanto, no hay posibilidad de que se escape de la acción dramática.
El trabajo de Roberto Sen y Willebardo López, quienes interpretan a Korbes y Hoffer, es cuidadoso en los detalles para hacer resaltar las patologías de sus papeles. Cabe mencionar la participación de Lourdes Garza, una actriz encargada de interpretar a todas las mujeres que han sido víctima o partícipe de los asesinatos del escritor; en ella recae la responsabilidad de dar las líneas de comedia más brillantes; su desempeño es impecable y preciso. En un balance final, los tres actores viven un tour de force para representar la pugna entre los personajes.
“Epitafio para un escritor” (en el Teatro Coyoacán, los jueves de mayo a las 20:00 horas) es un espectáculo donde el público se emociona al deleitarse con las posibilidades de las palabras y las imágenes. Lo increíble del montaje es encontrar la riqueza de cada uno de los lenguajes y darnos cuenta que la supremacía del mundo visual es un asunto ligado a la historia y la circunstancia social cambiante. Así, es probable que una imagen no siempre valga más que mil palabras.