Razones para vivir de una ilusión

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En las últimas semanas, he visto una drástica disminución de público en las salas de teatro. Éste no es un tema nuevo entre sus hacedores: todos quisieran lograr más asistencia durante una larga temporada. Desde principios de año el problema se ha agravado. No quiero caer en los argumentos que todo mundo dice para explicar la situación: el tráfico, el costo de los boletos, las lluvias, la inseguridad, el dónde estacionar el coche; sin embargo, hay una circunstancia propia de este año importante para señalar: las elecciones.

El ambiente social es denso; no hay duda, las disputas partidarias para determinar el futuro político afectan el ánimo y el interés del público en el teatro. En contrapartida, es curioso cómo los cines están a reventar; las filas para conseguir un boleto en las taquillas son enormes y las dulcerías trabajan a marchas forzadas; en cierta semejanza se encuentran otras opciones de entretenimiento, por ejemplo, el fútbol.

Todos los que nos dedicamos a hacer teatro creemos en su efecto terapéutico; esta premisa se ha dicho desde la teoría hasta los panfletos más horribles; pero más allá de cómo se encuentra plasmado en los discursos, el fenómeno teatral, sin duda, ayuda a exorcizar los demonios sociales.

No es presunción: hace mejores personas y, por lo tanto, mejores ciudadanos. ¿Por qué en un ambiente de crisis social la gente corre hacia otras opciones de diversión? Si el teatro tiene un poder curativo, ¿por qué la gente le huye? En este momento preciso, las salas deberían estar llenas y la gente pediría a gritos un boleto para entrar a cualquier función.

Eventualmente, la guerra entre Peña Nieto, Vázquez Mota, López Obrador, Quadri y quienes se quieran sumar acabará; habrá un presidente electo, se desencadenarán conflictos postelectorales y el orden de las cosas poco a poco se instalará. Las elecciones sólo representan una circunstancia para observar, a gran escala, si el teatro cumple su destino. Es ahora cuando debemos redoblar esfuerzos para que la gente vaya al teatro.

Deberíamos profundizar en la idea de competencia. El fenómeno teatral ahora compite con el cine, la televisión, el internet, entre millones de opciones de entretenimiento. El teatro debe abrirse a estas experiencias en términos de lenguaje; cuando uso la palabra competencia, aclaro, está fuera de un contexto económico; prefiero la idea de “enriquecimiento expresivo” a partir de lo que están haciendo otros medios. Si es así, la identidad del teatro se hará más fuerte y podrá explorar con mayor claridad su propio lenguaje. ¿Qué está haciendo la televisión para atrapar a cierta audiencia con un programa de ocho temporadas? ¿Cuáles son los recursos cinematográficos conductores de la emoción en el espectador? ¿Cuál es el gancho expresivo de internet?

Y, por supuesto, debe estar abierto a los temas que inquietan a las personas de nuestra época. Si el fenómeno teatral escucha y observa se volverá más vivo, más emocionante, más impactante. El teatro dejará de ser museo y sólo para un circuito con ciertas posibilidades culturales y, en este caso, la gente mataría por conseguir un boleto en momentos de crisis social o no. Este preludio me ayudará a hablar de la obra de teatro de esta semana: “La Ilusión”.

El montaje está basado en la comedia del francés Pierre Corneille: un hombre, quien vive atormentado por la ausencia de su hijo, busca la manera de reencontrarse con él por medio de un mago; éste le promete volver a verlo en diferentes episodios de su vida como un simple espectador; sin poder interactuar con él, el hombre se conforma con el trato para aliviar la pérdida. A partir de esta línea argumentativa, se concibe una versión libre escrita por el dramaturgo estadounidense Tony Kushner donde se concibe al amor como una ilusión. ¿A qué llamamos amor? ¿Todo lo percibido cuando estamos enamorados es real? ¿El amor se acaba? Si se acaba, ¿en qué se convierte?; son algunas preguntas lanzadas al público.

A pesar de un ritmo lento en el texto, la historia logra impactar al público por situaciones reconocibles cuando se vive un enamoramiento. Existen ciertos recursos narrativos usados en el cine que ponen de manifiesto la comunión de expresiones mediáticas al servicio de una historia. Los personajes reflejan tanto la parte más luminosa como la más oscura en las fases de una pareja. Cuando vivimos en tiempos tan turbulentos como los que vivimos, es necesario replantearnos la idea del amor; y cuando el teatro lo hace se pueden exorcizar los demonios y lograr un efecto terapéutico. Es aquí cuando asistir a una sala se vuelve urgente y necesario para reflexionar sobre mí y el entorno.

Todo esto se alza sobre un montaje capaz de competir con cualquier medio; uno de sus aciertos es la cercanía entre el actor y el público; es imposible no ser partícipe del evento cuando el personaje vive su circunstancia a centímetros de tu butaca; la empatía se hace sólida y es posible reflexionar sobre mí a través de la historia que me están contando; de hecho, la escenografía integra al público como parte de ella y el efecto de ser testigo se potencializa.

Sin duda alguna, “La Ilusión” cuenta con uno de los mejores diseños de vestuario vistos en este año; sintetiza la complejidad de los estilos del siglo XVII y Antigüedad para darle un toque de vanguardia con elementos reconocibles de la moda de hoy en día.

La dirección de Mauricio García Lozano permite lucir los recursos de sus actores y lograr un tono cómico constante a lo largo de la función. No existe en ningún momento personajes pequeños; los intérpretes entienden su función en el entramado de la historia y construyen situaciones hilarantes para el espectador; la retórica en el lenguaje les permite construir personajes más detallados y con mayor dimensionalidad para lograr momentos verosímiles.

“La Ilusión” pone de manifiesto cómo se debe tratar un texto clásico ante la sociedad mexicana del 2012. La compañía se compromete a redoblar esfuerzos para atraer a un público más grande y plural. Privilegia la acción en vivo como uno de los activos más importantes del teatro frente a otros medios. Subraya el tema del amor como una manera de orientar al individuo y la sociedad en medio del huracán. Y seguir orientándolos cuando se acabe.

“La Ilusión”
Versión libre de Tony Kushner
Dirección de Mauricio García Lozano
Teatro El Milagro, Milán 24 colonia Juárez
Sábados y domingos a las 13:00 hrs.
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