Miller y el tesoro anhelado

Lectura: 3 minutos

En la historia del teatro, existen autores de “grandes ligas”. Merecen este título porque han escrito obras con un discurso capaz de rebasar las fronteras del tiempo y los valores sociales de un país en particular, para sacudir las conciencias de los espectadores al verse reflejados sin ninguna concesión, con todas sus virtudes y todos sus defectos.

Pero estos magníficos autores exigen a la compañía y al director que los interpretan un trabajo detallado en la técnica y el estilo; del actor se necesita el despliegue de una enorme experiencia sobre los escenarios o, por los menos, agudeza al momento de construir un personaje y al interactuar con sus demás compañeros en escena.

William Shakespeare, Molière, Oscar Wilde, Antón Chéjov, Tennessee Williams y Edward Albee son algunos nombres que se han coronado como los maestros de la dramaturgia occidental; son las preseas deseadas para cualquier actor porque llevan al límite sus capacidades y habilidades interpretativas; nadie podría resistir el encanto de sus textos y, sobre todo, de la enorme emotividad tatuada en cada uno de ellos. Arthur Miller, escritor estadounidense, se coloca en un lugar preferencial dentro de esta pléyade. No sólo por sus historias con una fuerte carga de denuncia social y crítica al sistema económico y social de occidente, sino por crear personajes repletos de contradicciones que los vuelven casi humanos, atrapados entre sus deseos y el “deber ser”, condicionados por sus pasiones secretas. Hacer una obra de teatro de Miller implica un gran compromiso de disciplina, en los actores y el director, para atrapar al público con una gran ola de reflexión y emotividad.

A principios de año, se llevó una de sus obras más célebres a México, “La muerte de un viajante”, dirigida por José María Mantilla en el Foro Cultural Chapultepec. Era un trabajo desastroso por todos los ángulos; no existía un cuidado en el detalle sino una exageración burda de las emociones; tanto la técnica y el estilo necesarios eran sustituidos por caprichos de los actores y el director; a pesar de esta situación, se podía percibir de una manera poco nítida la belleza del texto y cómo muy pocos de los integrantes de la compañía estaban a su altura.

En contraparte, este mes Jorge y Pedro Ortíz de Pinedo se arriesgan en producir otro texto magistral de Miller en el Centro Cultural Helénico: “Panorama desde el puente”. Un dato interesante es que esta obra estuvo en Broadway protagonizada por Liev Schreiber y Scarlett Johansson, como su debut en este circuito teatral, en el 2010.

En la superficie, cuenta la dolorosa situación de los inmigrantes en los suburbios de Nueva York en los años cincuenta; la condena social, la persecución de la justicia y el desapego cultural forman un huracán para poner en su centro a Eddie Carbone, un hombre maduro quien ha luchado por conseguir el sueño americano a pesar de estas adversidades, pero que además sufre por vivir una pasión desenfrenada por su sobrina de 17 años.

En el montaje del Helénico, se nota la guía magistral de José Solé, uno de los directores mexicanos más importantes, al conducir a los actores por todas las contradicciones de sus personajes. Mauricio Islas, protagonista del montaje, tiene el peso escénico para llevar la obra en sus hombros; interpreta a un Eddie Carbone con reminiscencias de la tragedia griega y con una absoluta dignidad en cada una de sus participaciones.

Es una gran sorpresa encontrar a Sara Maldonado, la amada sobrina, como una revelación en el teatro y digna representante del trabajo de Miller. Lumi Cavazos, Fabián Robles y Mauricio Martínez, como la esposa y los familiares políticos de Carbone respectivamente, muestran una gran disciplina escénica y una extraordinaria complejidad de sus personajes. El resto de la compañía presenta un consistente entrenamiento corporal y vocal.

La escenografía de David Antón es una adecuada combinación entre lo figurativo y abstracto con la ventaja de producir sorprendentes cambios de tiempo y espacio. Se percibe un trabajo de investigación minucioso en el diseño de vestuario para apegarse lo más posible al Nueva York de los cincuenta. La única falla radica en la musicalización de la obra; hay ciertos momentos de tensión que no necesitan ser reforzados por el ambiente musical, es más, les resta fuerza al convertirlos en una caricatura de ellos mismos.

“Panorama desde el puente” es una magistral puesta en escena interpretada por actores sólidos. Miller puede sentirse tranquilo al saber que se le hace justicia a su discurso y personajes.

montesinos
“Panorama desde el puente”
Autor: Arthur Miller
Dirección: José Solé
Centro Cultural Helénico (Av. Revolución 1500 Col. Guadalupe Inn)
Viernes 19:00 y 21:15 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs. y domingos 17:30 y 19:45 hrs.
0 0 votos
Calificación del artículo
Subscribir
Notificar a
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Danos tu opinión.x