La adaptación de este premio Pulitzer está a cargo de Guillermo Wiechers y Juan Torres (productores también de la puesta en escena). Tenían dos retos: el moldear la trama en los límites de la cultura mexicana sin perder profundidad en los personajes y líneas argumentales; por otro lado, hacernos olvidar el mal sabor de boca que dejó la versión cinematográfica estelarizada por Nicole Kidman y Aaron Eckhart. En ambas intenciones fueron exitosos.
En esta reinterpretación de la historia se logra una cercanía a la idiosincrasia mexicana a través de una justa medida del lenguaje coloquial. La construcción de los personajes es compleja, contradictoria, interesante desde cualquier arista; estos develan experiencias emotivas en su más pura expresión que empatizan con el público sin importar la nacionalidad.
Es un melodrama con una fuerte de dosis de comedia. La historia es un vaivén de momentos tensos y de humor involuntario; el sufrimiento se cuela por las risas y las lágrimas. La cotidianidad se vuelve el escenario perfecto para llevar a los personajes a situaciones límite donde no existe más alternativa que enfrentar el dolor.
La dirección de Iona Wiessberg está enfocada en lucir el trabajo actoral; se enfoca en el despliegue de los recursos del actor para demostrar la vida interna de sus personajes. Ludwika Paleta, quien interpreta a Sofi, da una cátedra de actuación; se ha vuelto una actriz madura, completa, con un extraordinario manejo de energía para el escenario. Se notan sus últimos dos años de experiencia teatral para sostener la obra en sus hombros sin desfallecer en el intento. Por otro lado, Mario Iván Martínez, como Alex, confirma por qué es uno de los mejores actores de su generación; con una simple mirada, con un pequeño gesto representa una serie de emociones evidentes para el espectador; como los grandes siempre trabaja a partir de la sutileza.
Es una enorme alegría ver en los escenarios a Isela Vega. Su trayectoria se puede identificar como la de una actriz extravagante, no obstante, es indudable su prestigio. Es interesante su caso porque el mayor reconocimiento de su carrera se encuentra en trabajos cinematográficos, a lado de grandes directores como Arturo Ripstein, pero no por su experiencia con otro medio y lenguaje se encuentra sin recursos y habilidades para trabajar en el teatro de manera excepcional . Ella representa a la madre despistada y divertida de Sofi; en su personaje recae la mayor cantidad de momentos cómicos del montaje, sin embargo, existe una escena con su
hija que es uno de las momentos melodramáticos más difíciles de interpretar; todo el montaje se complejiza a niveles insospechados por este escena.
Es digno de destacar el trabajo de Dominika Paleta como la hermana de Sofi. Es una gran revelación para la escena mexicana; muestra un sólido entrenamiento corporal y escénico. Con su participación en este montaje comienza un asegurado ascenso en su trayectoria teatral. Por último, Luis Arrieta, quien interpreta al joven que provocó el accidente automovilístico, es preciso en cada una de sus intervenciones; no desmerece ante el trabajo colosal de sus compañeros.
La escenografía y la iluminación son mesuradas en su despliegue técnico. No opacan en ningún momento el trabajo actoral, por el contrario, sirven de plataforma para darle más brillo. La única debilidad de la obra está en el manejo de la música; aparece en momentos donde la acción dramática habla por sí misma sin requerir de otro tipo de apoyo auditivo; se vuelve redundante.
“La Madriguera” es uno de los mejores montajes de la cartelera mexicana. Es una muestra del lugar dónde debe dirigirse el teatro contemporáneo occidental. El verdadero éxito de la obra de Lindsay-Abaire radica en provocar una experiencia escénica que nos lleva a una de las obsesiones humanas más reconocibles: la fragilidad de la vida, la irremediable fragilidad.
“La Madriguera”
De: David Lindsay-Abaire
Dirección: Iona Wiessberg
Teatro Rafael Solana (Miguel Ángel de Quevedo 687, colonia Coyoacán)
Viernes 20:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs. y domingos 18:00 hrs.