El miércoles de la semana pasada el director del IMSS, Zoé Robledo, hizo un anuncio que considero pertinente difundirlo y apoyarlo por la importancia que tiene no sólo para el IMSS, que de por sí es la institución más importante del país, sino para el actuar de todo el gobierno en general.
Se anunció que se removerán a los 35 delegados que actualmente dirigen sus respectivas delegaciones del IMSS, en los diferentes estados del país y en la Ciudad de México, y que los nuevos nombramientos se harán con base a un examen que se está convocando para que lo presenten todos aquellos médicos y enfermeras que tengan la aspiración de ostentar ese puesto.
El paradigma que se está rompiendo es que los delegados, desde que yo recuerde, han sido nombrados por el director a través del viejo mecanismo “del dedazo”, pues él tiene la facultad de hacerlo, pero siempre atendiendo a presiones políticas de todo tipo, peticiones y compromisos de gobernadores, senadores, diputados, y un largo etcétera.
Es claro que la gente normalmente se comporta de la manera en que es medida. Si para subir de puesto, hay que quedar bien con el jefe, romper las reglas y hacer lo que se nos dice, aunque sepamos que no es lo correcto, la probabilidad de que haya corrupción e ineficiencia es muy alta.
Si por el contrario, podemos subir de escalafón en nuestro trabajo, de acuerdo a un desempeño eficiente y medido con base a logros y resultados, nuestro comportamiento se enfocará en que todos los días busquemos hacer un mejor trabajo, ya que sabemos que seremos reconocidos en función a eso. Obviamente es relevante que los medidores sean muy claros y transparentes, pues como se dice, “el diablo está en los detalles”, y por supuesto la evaluación sistemática y programada es fundamental para que no sean esfuerzos que con el tiempo se diluyan.
El que el ascenso en los puestos de gobierno se modifique desde la meritocracia, deberá inducir a que se forme una cultura basada en el esfuerzo y los resultados obtenidos. Promoverán que poco a poco los funcionarios de gobierno sean más honestos y eficientes, pues tendrán la certeza de que si hacen bien su trabajo serán reconocidos, o expuestos a la evaluación si lo hacen mal.
La verdad es que por mucho tiempo hemos padecido de prepotencia e ineficiencia en muchas ventanillas de gobierno; acepto que en todos lados hay funcionarios ejemplares, pero el que la permanencia en el trabajo no dependa de la buena atención, del buen desempeño y, por supuesto, de los buenos resultados, ha permitido padecer en muchos casos de una burocracia que, por decir lo menos, deja mucho qué desear.
Ojalá que este ejemplo se propague a todas las demás instancias de gobierno y poco a poco se adopte la cultura de la meritocracia, para que en el mediano (o largo) plazo, todos los mexicanos estemos gobernados y atendidos por mejores funcionarios públicos.
En el ISSSTE aún no se da esta práctica, en particular en la Subdirección de Atención al Derechohabiente, en dónde el mérito para trabajar ahí, es que seas amigo de la subdirectora, que a su vez es “amiga” del Director General. Sin tener experiencia, pero ser su maestra de aerobics o su amigo de años, es suficiente para tener un puesto de mando medio, Por supuesto los resultados se maquillan, mienten en la información y no tienen idea de cómo hacer las cosas.