De cuna humilde, Rafaelillo escapó adolescente de su casa ubicada en la colonia Libertad en Tijuana, poniéndose a trabajar de todo.
Logró irse de aventón al Distrito Federal y se relacionó con la gente del toreo recorriendo la geografía mexicana en camiones de carga. En 1969, harto de no torear, se le lanzó de espontáneo a Joselito Huerta en la Monumental de Monterrey, con tal acierto, que el propio apoderado de Joselito lo fue a sacar de la cárcel y además le regaló un par de tenis nuevos porque a los suyos, de tan palmados les metía cartones para tapar los hoyos de la suela.
Rápidamente se convirtió en matador de toros y años más tarde se marchó a España sin conocer a nadie, con un boleto de ida que le obsequió el recordado Rafael González Chabola (posteriormente apoderado en México del Niño de la Capea) años antes, tomó la alternativa el 25 de diciembre de 1971 en San Luis Potosí, de padrino Manolo Martínez, atestiguando Francisco Rivera “Paquirri”, con ganado de San Martín.
En la feria de Texcoco en la plaza Silverio Pérez, un hecho memorable será la despedida del matador Rafael Gil “Rafaelillo”. Bohemio se llamó su primer toro y toreó con pinturería con la capa y tras brindar al empresario Marco Castilla, “Rafaelillo” levantó las mejores ovaciones con una serie de manoletinas, mal en la suerte suprema y un aviso le mandó el juez.
El torero gitano es un torero artista, un torero que hace el toreo como lo siente y así fue Rafaelillo, a quién le deseamos parabienes después de hacer a su modo y manera historia en el toreo.