¿Cómo los géneros dramáticos han evolucionado?
En mi columna pasada analizaba el estado de supervivencia actual del teatro en esta pandemia pero, de forma irremediable, esto se transformará en una evolución del lenguaje escénico, formatos de producción y redefinición de audiencias. Dentro de la renovación del lenguaje escénico no podemos pasar por alto la experimentación y la evolución de los géneros dramáticos.
Un género, desde la crítica literaria del siglo XX, es una reflexión donde a partir de elementos estilísticos (manejo de lenguaje verbal), sintácticos (estructuras de composición) y semánticos (temas y significados) podemos hacer una clasificación de las obras. Existen quienes desdeñan la idea de categorizar la producción dramática (ya sea en el cine, la televisión o el teatro) porque consideran que son:
-Recursos mercadológicos y publicitarios.
-Canales efectivos de venta y distribución de la obra.
-Gustos académicos sin ningún impacto en el mundo de la producción.
Si nos quedamos con estos argumentos estamos perdiendo de vista la función principal de los géneros dramáticos: ser vehículos efectivos para lograr una experiencia emotiva y catártica en las y los espectadores. Sin estas categorías como guías podemos echar a perder el ejercicio de comunicación de la obra con las audiencias (sin importar el medio) y no podremos romper los paradigmas para establecer nuevas categorías de análisis.
Desde hace cuarenta años, con la supremacía del cine y la televisión en la oferta mediática, los géneros dramáticos vivieron una nueva conceptualización al no sólo considerar principios literarios sino incluir estilos que surgían en los medios audiovisuales. Con la sofisticación tecnológica del internet, los videojuegos y las plataformas interactivas, estas categorías reencarnaron en una mixtura de narrativas sin precedentes en la historia de contenidos dramáticos.
Si hoy analizáramos los contenidos de ficción en internet, la televisión y el cine serían extraordinarios los casos de un solo género. El formato más recurrente es tener un género dominante combinado con elementos de otro. Así podemos encontrar las grandes categorías dramáticas por excelencia (tragedia, comedia, pieza, farsa, tragicomedia y melodrama) mezcladas con otras formas de expresión.
¿Cómo el teatro en México ha vivido la evolución de los géneros dramáticos?
El teatro en México se ha quedado rezagado frente a la evolución de lenguaje de los diferentes medios y los géneros híbridos. Los únicos lugares donde se han podido ver esbozos de esta nueva voz de ruptura son los laboratorios teatrales en su mayoría financiados por presupuestos del Estado para instancias culturales o universitarias (pienso en la UNAM o la Universidad Veracruzana).
Los esfuerzos que se han hecho se relacionan con los cambios de tiempo en la misma historia o con la inclusión (en los últimos cinco años) de diversidad ante los arquetipos de personajes más usados para la idiosincrasia mexicana. No obstante, todavía falta camino por recorrer en cuanto a estructura, ritmo, dialogación, semántica y sintaxis.
Netflix, el anime, las Instagram Stories o Quibi, a modo de ejemplo, están muy lejos de la escritura teatral. Después de un año de un cierre total y parcial de los teatros, es necesario considerar la oferta mediática para, como creadores teatrales, cuestionarnos cómo hacemos la experiencia escénica más vital, relevante y cercana.
En este sentido, aquí expongo cinco provocaciones para repensar los géneros dramáticos desde su enseñanza formal y manejo en la vida profesional en las producciones que dependen del dinero de la taquilla para existir. De hecho, en varios puntos han existido ya búsquedas en la cartelera de años pasados y las pongo de referencia para seguir esos caminos:
1. Tragicomedia como género cercano a las audiencias contemporáneas
El género por excelencia en este país es el melodrama. Como mexicanas y mexicanos nos produce sentido esta forma de interpretar la realidad en cuanto a la exacerbación de las emociones y las reminiscencias del romanticismo del siglo XIX. Sin embargo, las películas más taquilleras en la última década son tragicomedias entendidas como historias donde un “héroe” rechaza cumplir la misión a la que está destinado. Los grandes ejemplos tragicómicos en el cine son todas las películas de “Harry Potter” y “Los Vengadores”. Tal vez, en el renacimiento teatral este género sería una apuesta efectiva con las y los espectadores porque están acostumbrados por el cine a su narrativa.
2. La diversidad de personajes como motivo de relevancia
La inclusión diversa de personajes es uno de los caminos más seguros para quitarle al teatro este halo de solemnidad y academicismo. Pienso en series televisivas como “I May Destroy You” de Michaela Coel o “Veneno” de Javier Calvo y Javier Ambrossi donde se representan grupos que generalmente no se representan en la ficción comercial. La multiplicidad de versiones de sexualidad, color de piel, religiones, razas, clases económicas y hasta de identidad de género abren un camino inmenso en el teatro mexicano. Recuerdo un destello de esta aproximación con la obra “Arrepentidos” protagonizada por Margarita Sanz y Alejandro Calva en el Teatro Helénico sobre la reasignación de sexo.
3. Interactividad como elemento para potenciar la escena
El mayor reto para la dramaturgia contemporánea es integrar la experiencia interactiva. Ésta es la primera condicionante de productos de internet y de los videojuegos. El futuro va a requerir experiencias donde las audiencias puedan decidir en tiempo real sobre una experiencia en vivo. Uno de los grandes ejemplos de esta búsqueda fue “The Shakespearean Tour” de Mariano Ruiz.
4. Integración tecnológica como espectáculo híbrido
La pandemia abrió un sinfín de posibilidades tecnológicas para contar historias. Por ejemplo, el año pasado hubo una oferta creciente de espectáculos hechos en Zoom. Sin embargo, después de meses de haber hecho los primeros intentos con este formato, la pregunta queda pendiente: ¿cómo integrar la tecnología al teatro para brindar una experiencia relevante a audiencias en un formato presencial y a distancia con un mismo espectáculo? Todavía queda mucha investigación en cuanto a la sintaxis y semántica porque este tipo de proyecto se sale de los principios de video o televisivos. Una pieza clave para resolver el rompecabezas está en la idea de la interactividad en tiempo real apoyada en la tecnología. Un modelo depurado de este trabajo es la plataforma de contenidos de FicStream de Luly Garza.
5. Experiencia en vivo como una experiencia VIP
La gran explosión tecnológica para comunicarnos tendrá un pendulazo. Poco a poco, revaloraremos la conversación en vivo como una experiencia VIP. En este sentido, la otra veta por la cual el teatro puede acercarse a las audiencias es encontrar estructuras dramáticas donde se origine un conversatorio entre las y los espectadores. Por supuesto, este tipo de experiencia sería para audiencias que no sean tímidas por participar en el hecho escénico. Es importante pensar y hacer obras como pretextos para hablar de un tema importante en el (in)consciente colectivo. Una muestra de esta exploración fue “Nuestro Cuaderno Rojo” de Claudia Romero y dirigida por Alejandra Ballina.
Los creadores teatrales necesitamos cuestionarnos la importancia de los géneros dramáticos en nuestros proyectos como impulsos de renovación a la escena teatral o, de manera más cautelosa, como ganchos a lo que sea hacía antes de la pandemia.
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