“Sumergibles” se centra en el principio y final del noviazgo de un hombre y una mujer. Todo este trayecto refleja los juegos de poder que podrían suceder al interior de cualquier pareja; las culpas, los miedos y los secretos son los daños colaterales en esta batalla inconsciente por dominar al otro y dejarse dominar.
“Sumergibles” es un fenómeno curioso dentro de la cartelera porque se arriesga en mantener una temporada fuera de la Ciudad de México. Decide no quedarse en este centro cultural, después del éxito probado hace un poco más de un año, y estar en una gira con un apoyo financiero extraordinario para producciones ambulantes. “Sumergibles” se arriesga en presentarse fuera de las inmediaciones citadinas y generar nuevos públicos en el país.
Este obra tiene los elementos necesarios para ser un éxito. Los actores, la escenografía y la iluminación producen una atmósfera delicada, sutil y hermosa para contar una historia de desamor. La plástica cuidada y el tema doloroso satisfacen los ojos y oídos del espectador.
Pero al repensar la obra descubrí inconsistencias a nivel de estructura. “Sumergibles” se centra en el principio y final del noviazgo de un hombre y una mujer. Todo este trayecto refleja los juegos de poder que podrían suceder al interior de cualquier pareja; las culpas, los miedos y los secretos son los daños colaterales en esta batalla inconsciente por dominar al otro y dejarse dominar.
El gran problema de esta historia está en la falta de escenas para empatizar con los personajes y ver con claridad al desamor como el final irremediable de una lucha de poder. “Sumergibles” tiene una estructura débil que la hace una experiencia incompleta, una realidad poco verosímil.
Tiene grandes aciertos como la dialogación; el sentido de la cotidianidad y las sutilezas en el lenguaje producen una poética adecuada para el tema que se quiere revisar. El desarrollo de las escenas brinda dinamismo e interés. Los personajes tienen, en una forma potencial, todos los elementos psicológicos y circunstanciales para detonar el conflicto.
Pero todo esto no crece porque la estructura está incompleta. Esta falla se vuelve más evidente cuando existen alteraciones temporales que no ayudan a construir un armado consistente; ir a escenas del pasado se convierte en un recurso poco adecuado y extrañamente intermitente en el argumento.
La falta de elementos dramáticos se hace más grande en el episodio final de la historia. Cuando la pareja entra en la última fase de su relación, sus peleas no tienen una razón de peso que haya quedado clara en las escenas anteriores. Todos los motivos que en la historia se retratan son poco poderosos para conectarme con la lucha de poder, el desamor y la destrucción. Sin estos detalles, las discusiones del hombre y la mujer resultan un poco psicóticas y su separación inexplicable.
Por el contrario, el montaje es sólido en sus formas y estilo. La dirección se enfoca a un cuidadoso trabajo actoral; privilegia el uso de recursos lúdicos y dibuja trazos escénicos interesantes para la vista. Es muy efectivo el aprovechamiento del espacio con la cantidad mínima de elementos (una maleta, dos actores y el vestuario) e invitar al espectador a un permanente ejercicio de imaginación.
La participación de Daniela Zavala y Francisco Rubio como la pareja es convincente. Tienen el ritmo y tono necesarios para crear una atmósfera ligera y enigmática. Uno de los aspectos más sobresalientes es el cuidado en el fraseo y la dicción; es importante señalarlo porque en las obras de corte realista, como “Sumergibles”, a veces se pierde en la técnica vocal con el supuesto propósito de imprimirle más verosimilitud.
El desempeño corporal es preciso. Todo el tiempo llevan la energía hacia arriba para acabar en un clímax actoral adecuado. La interpretación de Zavala y Rubio le imprime más volumen a varias escenas. Su peso escénico le brinda al espectáculo cierta empatía.
La intervención de un músico en escena contribuye al ambiente y le ayuda a los actores a encontrar el tono. El único elemento a nivel de dirección que no funciona son demasiadas pausas entre escena y escena; éstas se tratan de justificar con movimientos estéticos de los actores pero, en un balance final, sólo enloda la incipiente acción dramática.
“Sumergibles” es un espectáculo digno. Cumple con la promesa de divertir al público pero nace una sensación de querer más para conectarse por completo con la historia. Si existiera una profundización en la estructura y menos adornos de montaje, se lograría una historia más impactante en forma y fondo.
Sin embargo, el verdadero acierto del proyecto está en sacar el fenómeno teatral fuera de la Ciudad de México y generar nuevas audiencias. El tesón de los productores por llevar el montaje a diferentes estados es de una admiración absoluta. Al final, pongo el twitter de “Sumergibles” donde pueden enterarse de las fechas de la gira y comprar un boleto para disfrutar, a pesar de las inconsistencias en la historia, de un ejercicio escénico vibrante.