“Más pequeños que el Guggenheim” es un claro ejemplo del trabajo de la nuevas generaciones de dramaturgos mexicanos.
Ciudad de México.- Cuatro hombres atormentados por los constantes fracasos en su vida, se unen para hacer una obra de teatro; cuatro vidas abandonan el pesimismo de su circunstancia, para creer en la posibilidad de encontrar el camino hacia la felicidad. Ésta es la premisa de “Más pequeños que el Guggehheim”.
Con este texto, el escritor Alejandro Ricaño fue ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido, en el 2008; su montaje tuvo una primera temporada en el Centro Cultural del Bosque, con gran aceptación del público y de la crítica dos años después. La reputación de la compañía y su director, el mismo Ricaño, los impulsó a retomar el proyecto con un aparato de producción y difusión más grande y sólido.
Y no es para menos. Hace muchos años no veía una historia 100 por ciento mexicana, que fuera un reflejo tan fiel de nuestra realidad social; en ciertos momentos este reflejo es escalofriante, porque nos enfrenta con la decadencia cotidiana y los (siempre vivos) deseos de salir de ella. “Mas pequeños que el Guggenheim” aborda la tristeza del mexicano: éste amanece cada día impulsado por sus sueños, pero la noche lo regresa a la cama para dormir con sus derrotas.
El argumento inicia con el conflicto de Gorka, un escritor asfixiado por un matrimonio fallido, declina sus esfuerzos por la literatura, para trabajar en un supermercado transnacional; está obligado a laborar en un lugar tóxico para sus deseos, pero conveniente para sus necesidades económicas.
Gracias a un fallido intento de suicidio de Sunday, Gorka retoma su amistad con este actor, para descubrir cómo la vida se ha comido el ánimo de ambos, para cumplir su mayor deseo en la vida: hacer teatro. En la juventud hicieron todo lo posible para alcanzar su objetivo: Gorka desde la escritura y Sunday desde la actuación, trataron de comerse un mundo que finalmente se los comió a ellos.
Ahora, uno, en un trabajo miserable, y el otro, al borde de la muerte, deciden regresar a lo abandonado, armarse de valor para enfrentarse a la vida, y montar una obra de teatro que hable de sus fracasos. Para tal empresa convocan a Jam, un hombre con el ímpetu del actor primerizo, y Al, el introvertido que canaliza su vulnerabilidad ante el mundo, mediante enfermedades en la piel. Los cuatro tratan de volverse más ligeros al tirar sus cargas en las aguas sanadoras del teatro.
El argumento, una comedia entonada en melodrama, tiene una adecuada progresión dramática de los personajes; la forma de entrelazar sus vidas es verosímil en todo momento. El trabajo de dialogación es formidable; al hablar de la esperanza es muy fácil caer en maniqueísmos, pero Ricaño siempre es sutil al entrar en el tema. Al principio, los cambios de tiempo son complicados de entender, pero todo se resuelve con efectividad hacia el final de la historia; no se dejan cabos sueltos.
La dirección propone movimientos coreográficos, para hacer rompimientos escénicos en el transcurso de la historia. Hay una notable preocupación por caracterizar a cada uno de los cuatros personajes, en un sentido físico y, al mismo tiempo, ayudar con esto a sus respectivas psicologías.
La escenografía tiene los mínimos elementos para incitar la imaginación del espectador y, en su cabeza, recrear ciertas atmósferas sin recurrir a espacios figurativos. El planteamiento de la iluminación es básica, no existe una búsqueda creativa; en ciertos momentos existen contrastes de luz para apoyar las coreografías. El uso excesivo de oscuros resulta cansado y, por lo tanto, se puede perder el interés del público fácilmente.
El equipo de actores es espectacular. Tiene una adecuada conciencia del espacio y detallado uso del cuerpo, en los episodios vertiginosos de la historia. Su entrenamiento vocal es preciso en cuanto a la técnica; pueden caracterizar la voz sin tener pérdidas en la dicción y volumen. Las rutinas cómicas mediante el cuerpo enaltecen ciertos parlamentos, y brindan claridad para entender situaciones simultáneas o alteraciones temporales difíciles de comprender.
“Más pequeños que el Guggenheim” es un claro ejemplo del trabajo de la nuevas generaciones de dramaturgos mexicanos. Es un teatro ágil, muy divertido y con profundidad para abordar su premisa. Pero, el verdadero éxito de Ricaño es incidir en la conciencia del público mexicano, para enfrentarlo a su desgarradora realidad y, a pesar de todo, brindar un oasis de esperanza.
****
“Más pequeños que el Guggenheim”
Autor y director: Alejandro Ricaño
Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa)
Sábados 22 y 29 de noviembre a las 20:00 hrs., domingos 23 y 30 de noviembre a las 18:00 hrs.