Cuando Simba hizo sonar el río

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El Rey León merece todas las funciones llenas y, puedo asegurarlo, el montaje mexicano será impecable en todos los sentidos.

Ciudad de México.- Con la preventa de boletos de El Rey León se ponen de manifiesto muchos de los conflictos en el circuito teatral de este país. Se armó el alboroto cuando un numeroso grupo casi estaba a punto de poner su queja en Profeco (ja) porque este espectáculo tiene los boletos más caros de toda la cartelera; superó a los de la temporada de Wicked que terminó hace dos meses (los boletos más caros eran de mil 500 pesos aproximadamente, entre cargos extra de famosa boletera) y dejó muy atrás a los de Los Locos Addams en el Teatro Insurgentes, con los números más altos de la oferta actual, mil 100 pesos la zona preferente de la sala.

Ver una función de El Rey León en la primera sección del Teatro Telcel cuesta dos mil 90 pesos, sin contar con la intervención de la boletera (se suman 440 pesos de cargo). Unos cuantos salieron a la defensa de estas tarifas: argumentos como “es más barato que ir a Londres o Broadway” o “toda la producción es igual a la del extranjero” se pudieron leer por redes sociales de teatreros con buenas intenciones de defender el trabajo de OCESA, productora que trae este musical.

A decir verdad, El Rey León no puede costar menos; las tarifas son las adecuadas para que el negocio sea redituable. OCESA no vive de la subvención estatal y mucho menos de la caridad de patrocinadores; varios en contra de los números tan elevados, se me pueden ir a la yugular porque me acusarían de no mencionar las alianzas de OCESA con varias empresas para hacer un plan de negocios más fuerte.

Hay muchas organizaciones “amigas” con esta productora, para hacer un desarrollo sustentable de las finanzas, sin embargo, la ganancia sigue estando en la taquilla. Es fácil: si no se venden boletos, la gente que trabaja en esta producción no gana. No hay un dinero de respaldo, ni en el colchón de los productores hay miles de pesos por si las cosas salen mal. Y ganar dinero con una producción de estos vuelos no es ningún pecado.

El Rey León es carísima por todos los frentes que quieran revisarla; por otra parte, con la experiencia de Wicked, producida por la misma OCESA, se hizo evidente una audiencia capaz de sostener una temporada de un año como mínimo. No en vano la residencia de Simba y su pandilla será el Teatro Telcel, regido por los límites de Polanco. Nadie y mucho menos en las ligas de Disney se arriesgaría a invertir dinero y prestar su nombre si el negocio no estuviera asegurado; la primera semana de funciones está totalmente agotada y, a forma de pronóstico, en un mes encontrar un boleto será imposible.

Aquí el problema excede el precio de los boletos y cae en el terreno de la percepción: de cómo los teatreros vemos al teatro en un plan de negocios y nuestra incapacidad para crear alternativas de producción fuera del amparo de transnacionales. Las familias que pagan tres boletos (mamá, papá, hijo) por ver “El Rey León” están pagando por tener una experiencia Disney (equivalente a ir al parque de diversiones) y, bajo esta óptica, no hay ningún argumento en contra de la tarifa. Ver la botarga hecha por la gran directora Julie Taymor pero licenciada, a final de cuentas, por Mickey Mouse hace justificable la cotización, la demanda y la compra.

Si se hiciera una versión mexicana libre de El Rey León en teatro sin la marca Disney ¿el público estaría dispuesto a pagar dos mil 90 pesos? ¿se agotarían los boletos en una preventa? La verdad yo lo dudaría. A los teatreros mexicanos se nos achaca la mala fama de no tener “perspectiva de negocios” y eso es un gran problema a resolver: ¿cómo lograr una estrategia de venta adecuada para esa obra en un foro de Coyoacán que a duras penas puede llenar la mitad del teatro una vez a la semana? Si no ofrecemos la marca Disney, ¿qué estamos ofreciendo? ¿Contra qué estamos compitiendo? ¿Qué experiencia estamos dando? ¿Es equiparable a un concierto o un partido de fútbol?

Evidentemente, en el caso del foro de Coyoacán, no se puede seguir la misma fórmula de OCESA, Disney y El Rey León, porque está en una liga con presupuestos y audiencias diferentes. El Rey León con sus boletos tan altos no se está comiendo el público de nadie ni desprestigia al gremio por hacer del teatro un negocio: está claro qué está vendiendo y quién es su público. Lo único que queda expuesto para todos los demás es una falta de estrategia de mercadeo, para sostener diferentes formas de hacer teatro en este país donde la subvención estatal se ve amenazada (casi aniquilada) y la crisis educativa se vuelve recalcitrante.

El Rey León merece todas las funciones llenas y, puedo asegurarlo, el montaje mexicano será impecable en todos los sentidos (aunque para mí el mejor momento de la obra está en los primeros quince minutos). El público no saldrá defraudado de la sala. Pero este “León” se irá y los teatreros seguiremos con muchas asignaturas pendientes para resolver el “cómo” atraer el público a la sala con obras que no sean musicales de gran escala. Apuesto por modelos de producción alternos a los de todos (en el gremio) porque, en una dimensión más grande, pagar por un boleto de teatro es muy diferente a pagar por la última versión del Iphone.

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