Paul Gauguin

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Sus primeros cuadros sombríos lo desilusionan profundamente, su vida familiar es un desastre. Paris lo abruma con la “cacofonía que se siente en cualquier ciudad cosmopolita” y como el escribe: “París es un basurero para el hombre pobre”.

Ciudad de México.- Me encuentro sentada en un avión, rumbo a Europa. Junto a mi, un arquitecto húngaro leyendo la biografía de Frida Kahlo. ¡Esto me genera una idea! me pregunto si puedo escribir algo sobre la creatividad y el arte.

Muchos artistas son difíciles de descifrar, pero para mi, Paul Gauguin es tal vez de lo mas difícil, por su sentido filosófico de la vida, su deseo de aislamiento en el momento en que varios impresionistas trabajaban en grupo, su enorme melancolía que paradójicamente transforma en cuadros calientes y llenos de color.

Nace en 1848 mitad francés y mitad peruano, vive seis años en Lima, imbuido por el misticismo inca. Parte a Panamá donde se alista en la marina mercante, le toca ser parte de la Guerra Franco Prusiana, y acaba en Paris convirtiéndose en corredor de bolsa dentro de un banco.

Con la crisis económica de 1882, es que empieza a pensar que podría hacer algo con la pintura, ya que su trabajo se vuelve muy inestable y sobre todo, por la influencia de Gustavo Arosa un coleccionista de arte impresionista y cliente del banco.

Sus primeros cuadros sombríos lo desilusionan profundamente, su vida familiar es un desastre. Paris lo abruma con la “cacofonía que se siente en cualquier ciudad cosmopolita” y como el escribe: “París es un basurero para el hombre pobre”.

A pesar de saber (como el confiesa) que tiene talento como pintor y que está en buenas relaciones con otros artistas, Cezanne, Van Gogh, Degas, Pizarro, Manet, etcétera, busca una vida mas sencilla.

Parte a Panamá, pero no es solamente la pobreza y la búsqueda de aventura lo que lo aleja del mundo, es la búsqueda mas profunda dentro de su alma incansable, de la razón de su existencia.

De Panamá y Martinica huye hacia lo que ahora conocemos como Vietnam del Norte, para adentrarse en Tahití y poder averiguar los hechos mas esenciales de la vida.

Imagina ver a Gauguin sentado; acaba de terminar su cuadro mas grande y mas importante, sabe que morirá pronto, agotado por varios ataques al corazón debidos a su avanzada sífilis. Consigue cianuro, sube a una montaña decidido a suicidarse. Esa mañana se entera además que su hija murió en París de neumonía debido a su desnutrición.

Buscando aún la razón de su existencia no se atreve a suicidarse, pero mata su pintura, convirtiéndose en estibador por un sueldo diario totalmente miserable.

Gauguin habría de concluir que sus pinturas no son una respuesta, son una serie de preguntas: ¿De dónde venimos? ¿Porqué y para qué estamos aquí?

El arte nos ayuda a pensar cómo pensamos pero las intrincadas distorsiones de la mente y las metáforas en que se basa cualquier disciplina artística no nos ayuda a entender ontológicamente al Ser. Desafortunadamente no sirve para comprender quiénes somos y a dónde vamos.

Edward Wilson, premio nobel explica muy simplemente y profundamente el problema:

“Creamos una cultura de Star Wars con emociones prehistóricas, instituciones medievales y nos creemos dioses con la tecnología (…) por eso somos tan peligrosos para nosotros mismos y para las otras especies”.

Tal vez por esto pareciera que en este 2015 el artista, el filósofo, están dispersos en un vacío intelectual sin respuesta a sus preguntas.

Después de todo, ¿Quién quiere padecer el sufrimiento de Gauguin cuando nos damos cuenta que la ciencia está entendiendo cómo estamos hechos, pero esta tan lejos de explicar qué somos?

¿Qué somos?

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