Arte y Dinero

SUBASTA DE LIBROS Y GRABADOS DE MORTON CASA DE SUBASTAS.

Lectura: 3 minutos

 

Los libros antiguos son un vicio, comprar una primera edición, tener un ejemplar autografiado por un escritor admirado o polémico es el fetichismo del sabio.

Buscar un volumen, perseguirlo por librerías, encontrar sus orígenes en la historia, hacer de su adquisición parte de su leyenda, hace de estos libros tesoros que llevan su valor más allá del monetario.

Las novelas sobre libros son apasionantes por lo que el objeto y el conocimiento que guardan significan, porque la creación de las ideas y su conservación en un objeto bello es una unión que obliga a la posesión, a tener ese libro con nosotros.

El miércoles 10 de julio es la subasta de libros, documentos y grabados de Morton Casa de Subastas.  Van a presentar mapas antiguos. Entre las rarezas está un ejemplar de El Libro Rojo de Manuel Payno y Vicente Riva Palacio, escrito en 1870, una crónica dramatizada de nuestro pasado prehispánico, con textos que cargados de emoción, lo que hoy es un canon para la novela histórica. Una primera edición de Pedro Páramo de Juan Rulfo, entre obras insignia de la cultura y reliquias.

Ir a esta subasta es una experiencia gratificante, y muy emocionante, no se trata únicamente de ir a comprar, le recomiendo que vaya por amor a las obras extraordinarias, al hallazgo que nos depara el destino. Recuerde que los libros antiguos están ahí esperando a su próximo dueño, nosotros no los escogemos, ellos nos eligen.

Estar frente a un libro que hemos leído decenas de veces y que tenemos en su primera edición es como encontrar a un amigo íntimo, como rescatarlo de un lugar y llevarlo al sitio que le corresponde, a nuestro librero.

La subasta también incluye grabados antiguos, la obra en papel es un vicio de los lectores y los editores.  La impresión cuidadosa de los grabadores, la obsesión con la aplicación de las tintas, el dibujo en la placa, el grabado antiguo retiene el tiempo, y deja obras que se coleccionan con obsesión.

Pasearse por la subasta para mirar los diccionarios, que son de las más increíbles materias, los libros de arte y los códices que harían de la biblioteca particular un pequeño museo.  La bibliofilia es un placer que surgió en el Renacimiento con la invención de la imprenta, por un lado los mecenas sabios querían rescatar los incunables y manuscritos que con la tecnología anunciaban su extinción y por otro, reunir lo que en Europa se estaba imprimiendo, eso incluía a los grabados.

Así contrataron cazadores de libros, que pagaban y mataban, si era necesario, por recuperar un volumen, y conseguían libros que además estaban cargados de simbolismo. Un libro es más que lo que contiene, es un objeto que representa a una época, a un movimiento cultural o a una historia.

Eso lo saben los bibliófilos, y por eso son capaces de lo que sea para tener una pieza fundamental. Con la invención del libro electrónico, que impone un intermediario invasivo para tener acceso al contenido de un libro, se acaba con la experiencia de tener un volumen real, antiguo y lo que este es y significa. Un libro electrónico no tiene primeras ediciones, no deja para nosotros la experiencia táctil del papel, la impresión de las letras que rastrean nuestros dedos y esa aventura de poseer un libro que ya es único, que no existe más que en ese ejemplar. Tener entre las manos las pastas forradas de tela, las ilustraciones en grabado eso lo ha destruido el libro electrónico. La pasión por los libros está en la presencia real que tienen, en que se pierden en el tiempo y aparecen para que los llevemos a casa y les demos una nueva vida.

 

Subasta de documentos, libros antiguos y contemporáneos, mapas, grabados y fotografías.  Miércoles 10 de julio, 19:00 horas.  Monte Athos 179, Lomas de Chapultepec. Morton Casa de Subastas.

RENOVARSE Y MORIR

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El cambio tiene la falsa apreciación de que siempre es para mejorar. No sé porque existe esta optimista inclinación que, además, carece de lógica real. Las autoridades de la Universidad de Guadalajara recientemente habían tenido la gran idea de entregar por completo el inmueble para el uso exclusivo de las exposiciones del Museo de las Artes. Con esta decisión llegó extraña orden de remover a la Licenciada Suny Ramírez que fue su directora durante 16 años. El trabajo de Suny Ramírez al frente de este museo mantuvo una coherencia hacia las artes plásticas que permitió la exposición de artistas muy sólidos y talentosos que existen en Jalisco. El mensaje está en las formas. Pedirle a Suny Ramírez un curriculum para integrar una terna es un insulto.

 

La Universidad debería saber tratar a sus colaboradores, un cambió no implica un mal trato. Y la nueva elección ¿es para mejorar? La actual directora Maribel Arteaga dice que va a innovar: “Innovar también para mí significa tener colecciones especiales de joyería, de moda, siguen siendo artes visuales, no solamente es pintura o escultura, se ha trabajado muy poco fotografía, por ejemplo, las artes digitales, sí hay donde innovar, el concepto de los happenings, instalaciones, cosas que sucedan hasta en el exterior del museo” e insiste en obras “novedosas como videos o instalaciones”. Un museo no está para seguir la moda, un museo, se supone, aporta conocimiento a través del arte. Si el criterio va a ser la “novedad”, lo llamativo y lo que tenga la atmósfera de contemporáneo, podemos temer que este museo se pierda para las artes plásticas y sea un recinto más para el arte VIP, video, instalación y performance o como anacrónicamente le llama la nueva directora “happenings”. Lo que sucede con estos cambios es que en el afán de la novedad que ya no es nueva (le informo a la Lic. Arteaga que estas expresiones “nuevas” tienen 100 años cumplidos), es que dejan a los museos en manos de los curadores, los artistas mediocres y se vacían de público.

 

En la Ciudad de México hay sobre población de museos que exponen arte VIP y todos, los de la UNAM y Bellas Artes, están siempre vacíos, y cuando “actualizan” una exposición como hace el MUNAL el público no asiste. Mi llamado es abierto y a la comunidad Universitaria: No expulsen a las artes plásticas de un recinto únicamente para satisfacer al mercado y a la moda. Jalisco tiene grandes pintores, grabadores y escultores con obra contundente que tienen derecho a exponer y no quedarse fuera a cambio de poner una novedad como un video. La exposición de obras debe ser equitativa porque la comunidad Universitaria debe tener acceso a arte de calidad no sólo a “novedades”.  El programa de la Lic. Arteaga lo único que tiene claro es la novedad, la instalación de una cafetería y una tienda. Con ese criterio, de verdad, no hay queda mucho optimismo para vivir un cambio. Espero por el bien del arte, que no dejen fuera a las artes plásticas, que es un deseo, casi en el vacío.

 

MUSEO DE LAS ARTES DE LA UDG
MUSEO DE LAS ARTES DE LA UDG

Los gatos de Foujita

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Pintaba y dibujaba con la más preciosista escuela japonesa y entre sus modelos estaban sus hermosos gatos y, además, diseñaba vestuario, se vestía con un escaso trozo de tela en la cintura y metía a Kiki de Montparnasse desnuda en una jaula para irrumpir en una fiesta.

 

Tsuguharu Foujita se graduó de en la Escuela Imperial de Bellas Artes de Japón en 1910, fue un revolucionario, un vanguardista pintor japonés que vivió el spleen del Paris de principios de siglo, amigo de Modigliani.

 

Fujita, Autoportrait au chat

 

 

Con un sentido de la belleza contradictorio, a veces austero y en otras ocasiones inclinado a excentricidades que, aun hoy, son imposibles de imaginar. Su obra es elegante, con esa sabiduría estética que han acumulado por siglos en Oriente. Sus tintas y pinturas de sus gatos son una creación concentrada en la observación y convivencia con estos hermosos seres.

Un gato nunca posa, ni se detiene acatando la voluntad de alguien, es libre, suave, indolente. Retratarlo es un ejercicio de la memoria y la constante presencia, de vivir juntos y al mismo ritmo, a la velocidad de sus juegos, al espacio de su sueño. Fujita los dibujó dormidos, mirando, cazando un insecto, persiguiendo la luz, y una vez conquistado este hermoso tesoro, descasando bajo un rayo del sol.

El arte no es el tema, es la aproximación, la visión que se pueda tener de ese tema. Fujita sabía ser un gato, sabía compartir esta realidad con ellos para tener la anatomía de sus cuerpos elásticos en la pluma, en el papel.

En los retratos de los animales hay un cuidado especial para que su personalidad no quede oculta tras el ejercicio pictórico o el dibujo. En los de Fujita se siente la camaradería, la complicidad de los que se entienden entre ellos y dominan sus códigos secretos. En Mi Sueño, una mujer duerme rodeada de felinos, pequeños zorros, y diferentes animales, todos guardan esa actitud decimonónica de parecer humanos, menos los gatos que se resisten a ser domesticados completamente, podríamos decir que ellos toleran que los integremos en nuestra sociedad.

La buena compañía radica en que los felinos son inteligentes y saben cómo dar a conocer sus rituales y sus preferencias, una vez que ellos nos educan a nosotros, podemos vivir juntos, como decía Montaigne, “no sé si yo juego con mi gato o él es el que juega conmigo”. En un autorretrato el pintor sostiene a su amigo que lo mira con devoción, en la otra mano tiene uno de sus delicados pinceles, se ve esa presión que se tiene que hacer para detener a un gato más allá del tiempo pactado. Fujita usa su fina línea para describir el pelo, los colores, sus blancos matizados, perlados, que eran resultado de sus mezclas personales con tintas japonesas de las que nunca reveló su fórmula.

El mundo es del artista que sepa observarlo, apropiarse de él con su mirada, interpretarlo y cambiarlo con la constante reproducción, porque esos gatos, a pesar de ser congruentes, verosímiles y auténticos, no son reales, son únicamente los gatos de Foujita.

 

Fujita, les-deux-chats

Gusto y apreciación estética

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El académico de la Universidad de Columbia y gran influyente en el posicionamiento de los diversos objetos que llaman arte contemporáneo, dice que el arte no es una cuestión de gustos, que no es como una botella de vino “me gusta o no me gusta”.

 

Continúa explicando que lo importante no es qué vemos, es lo que la obra significa y esto no tiene qué ver con la apariencia del objeto, por eso precisamente no tiene por qué gustar.

 

Es una opinión tendenciosa y mal planteada, porque en realidad una infinidad de los objetos del arte contemporáneo no son arte y sin embargo están hechos para agradar y gustar, son decorativos y se esfuerzan en ser simpáticos.

 

Un ejemplo son las obras realizadas con luz. Los trabajos descomunales de Jenny Holzer, realizados con tiras de luz Leds como las que usan en los conciertos de rock o en Las Vegas. Las obras reproducen palabras y frases. Son piezas impresionantes, gustan en el sentido estricto del hecho de estar, en primer lugar, ante la luz eléctrica que a todo el mundo agrada y con tecnología realizada para decorar, esa es la única función de los Leds.

 

Claro que Holzer gusta, a los turistas les encanta fotografiarse al lado de estas obras como lo hacen en una fachada de un hotel o en el escenario de un concierto de música pop. Pero eso no significa que sea arte, no hay factura, no hay creación y la obra existe y depende en su totalidad de un invento tecnológico, es prácticamente un readymade.

 

Entonces la opinión de Arthur Danto de que el arte ya no tiene que gustar porque su significado es lo primordial es incongruente con estas obras hechas para gustar, para ambientar, como son todos los objetos de Jeff Koons, sus perros rosas metálicos son props que podrían decorar un parque de diversiones.

 

Las pinturas de puntos de Hirst que podrían ser cortinas de baño, la obra de Murakami y son, paradójicamente, las grandes estrellas contemporáneas. El mismo Warhol, que es uno de los artistas más estudiados por Danto, hizo toda su obra para quedar bien con el espectador, de hecho en sus diarios escribe que con las serigrafías de los retratos tenía la ventaja de que los personajes siempre se veían mejor de lo que eran porque esta técnica hacía imposible que les mostrara las arrugas o los granos.

 

En estas obras no hay significado, lo único que existe es la apariencia. El arte obviamente va más allá del gusto, porque este es pasajero, es irracional e impulsivo. Una obra de arte es trascendente cuando es resultado de una búsqueda comprometida, no de la satisfacción inmediata de un capricho, como sucede con el gusto. El arte no se comporta como un refresco o una canción de moda, supera su momento histórico. Las obras de Koons, Murakami, Hirst, Holzer y miles de artistas, están realizadas para la satisfacción instantánea, tienen el nivel conceptual de un objeto de una tienda de regalos tipo Hello Kitty. Ni con esa avalancha filosófica que ampara a estas expresiones para ser llamadas arte dejan de verse como son: objetos de lujo.

Pintar con el corazón, Chagall

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Después del Holocausto la noción que tenemos de la humanidad, de nosotros mismos, no puede ser ni será la misma. Saber que en complicidad individuos y naciones persiguieron y exterminaron a millones de personas nos dice que la sociedad puede ser repugnante. ¿En qué se cree después de un horror así? Marc Chagall creyó en la belleza.

 

Su pintura es la rebeldía y una fuga a una dolorosa realidad para él y su familia. El pueblo judío, ya antes de la Segunda Guerra, fue acosado en Rusia, y con la persecución nazi esto se convirtió en una pesadilla sin límites.

 

El color está presente en la realidad, en la cotidianeidad, en la naturaleza, sus innumerables matices nos cubren. Verlo, percibirlo y entenderlo, sentirlo es una virtud del que se detiene a pensar en él, en conocerlo. Las guerras son negras, son grises, las explosiones, las nubes de los incendios, el frío, la tristeza de la violencia, es monocroma hasta que la sangre la invade con una mancha que se extiende, que se apodera del espacio de violencia.

 

Chagall se olvidó de la monocromía de la guerra, de ese manto espantoso que cubre días, años, y que se queda en la ropa, en la voz y en los ojos. Su pintura es emocional, lúdica, el color estalla.

 

Para mantener esta presencia de un color emancipado y brillante, reinventa la composición, deja el orden natural de las cosas y crea otros planos que narran lo que a él le interesa, sus personajes están no ubicados en un lugar, están en un estado de su sensibilidad y su memoria.

 

Sus pinturas se describen como narráramos un sueño, sin lógica, con el orden sensorial que designa el peso de cada imagen en la visión ficticia de lo que añoramos o imaginamos. Podemos decir: soñé un enorme pájaro, verde, azul y amarillo, un músico tocaba el violín, el pájaro era más grande que él. El pájaro bailaba al ritmo de la música que sonaba como una canción antigua. Tenía un reloj en la mano y una mujer bailaba en otro lado. Estaba en medio de la arena de un circo, el lugar es rojo, es de noche, otra mujer y un caballo miraban al pájaro y alguien caminaba con un ramo de flores blancas en las manos.

La historia carece de lógica, pero es coherente, dentro del mundo que Chagall inventa. Reúne en su obra las diferentes tendencias modernistas para crear un lenguaje ya canónico que ha sido imitado por cientos de artistas. La composición cubista, los temas fovistas, la aparentemente arbitraria utilización del simbolismo para aportar aspectos psicológicos y oníricos a la obra.

 

La Tormenta es una pintura inusual en su obra, un cielo negro con una enorme nube amenaza a los campesinos. Un árbol de hojas rojas se dobla ante en viento, uno de los hombres se inclina ante la fuerza del aire, grita, y otro sale con un paraguas en la mano. En un plano superior, con ese manejo de las distancias que recuerda a los rompimientos cubistas o tal vez en la ensoñación de un recuerdo, un campesino arrea a un chivo para llevarlo al establo. Un caballo rojo, cabañas ocres, amarillas, con luces blancas, ventanas verdes-azules, no hay un solo color definido, Chagall no respeta fronteras cromáticas, las mezcla, acentúa el hecho de que el color es una percepción engañosa, es un timo para nuestros sentidos.

 

Esta pintura a pesar de anunciar lo que podría ser una catástrofe, tiene la narración de las leyendas, de las historias que se trasmiten oralmente de una generación a otra. Esa continuidad de las historias, de la identidad de las personas a través de sus relatos, Chagall la idealiza en su obra: novias, enamorados, músicos, flores, circos, animales que son personajes, sobre fondos amarillos, azules, violetas. Es una pintura emocional, nostálgica, que necesita representar lo que ama. Su obra rechaza la intelectualización que se apoderó del arte, Chagall decía de él mismo que pintaba con el corazón.

 

Charles Marq, maestro especializado en la creación de vitrales y colaborador del artista por 28 años, que trabajó con él, entre otras obras, en la creación de los vitrales de la Catedral de Mainz, Alemania, recordaba que Chagall era un hombre extremadamente sencillo, profundamente sentimental, y decía “lo he visto llorar mientras trabajaba”.

 

Abordó diferentes técnicas, pintura, litografías, grabados y sus magníficos vitrales. La realización de los vitrales de la catedral de Mainz fue para Chagall un proceso de reconciliación entre Francia y Alemania, y aportaron algo más, la recuperación de él mismo, desde su visión mística, del doloroso proceso de la guerra. Los azules radiantes de Marc Chagall, provienen de su más intimo ser, “Nuestro mundo interior es una realidad más importante que el mundo exterior”, decía el mismo de su pintura. El crítico de arte, Lionello Ventury escribió “Chagall crea un arte para el alma, no para el intelecto”.

 

The Juggler
The Juggler

 

The Village Chagall
The Village Chagall

 

Chagall Rain
Chagall Rain

 

 

NUBES Y ÁNGELES EN LA T1.

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Viajar siempre es una experiencia emocionante, pero ir al aeropuerto es una pesadilla. Desde el servicio hasta las instalaciones, las dos terminales de la ciudad de México son un monumento a la fealdad, la ineficiencia y la pésima gestión. Esta deprimente realidad se ve trastocada por un detalle, por un área en la que la T1 ha ubicado un museo con las esculturas de Eduardo Olbes, un artista que conoce las maderas y las piedras de México con una profundidad que le permite unir estos materiales y crear esculturas bellas y serenas.

 

Mexicanos cruzando la Frontera con tennis
Mexicanos cruzando la Frontera con tennis

 

Las piezas de Olbes forman un espacio de silencio, armonía, y equilibrio en el caos dentro este monstruo de desorden arquitectónico y logístico que es la T1. La exposición se llama Cuerpos Celestes. La relación entre los aviones, el cielo como lugar de tráfico compartido con estos seres ficticios de alas de piedras pulidas, cuerpos de maderas finas. Un conjunto de nubes con formas sensuales, con curvas que puedes acariciar, suaves, lisas, con reminiscencias a la Venus Willendorf, de Lespugue. Son once piezas, entre ellas hay dos Mexicanos cruzando la Frontera con tennis, con penachos de breccia de Colima y zapatos tennis de travertino, cuerpos de madera de fresno, la dignidad de la pieza, la verticalidad recrea esa épica de la migración, del cruzar la frontera en busca de algo que no hay aquí.

 

Guan Yin mexicana
Guan Yin Mexicana

 

Ángel Piadoso
Ángel Piadoso

 

El Ángel Piadoso, es una escultura de madera de huaje y alas de mármol travertino, con el rostro pulido que podría ser un espejo, las manos unidas en oración.  La Guan Yin mexicana, es una pieza de curvas dinámicas que ondula de forma vertical, negra, de madera de madroño y penacho de obsidiana. Las esculturas parece que aterrizaron en la T1 para darnos un lugar de tranquilidad, y comprueban el arte le da sentido al contexto y al espacio, no al contrario, esa insistencia retórica de que el contexto hace a la obra.

Guan Yin mexicana

Si en lugar de estas piezas hubiera una instalación con cascajo y restos de una demolición, se integraría al desorden de la Terminal 1, a su constante deterioro por falta de mantenimiento y nunca pensaríamos que esos ladrillos rotos son arte, pesaríamos que el aeropuerto está en obras de remodelación. Es una gran idea montar exposiciones en los aeropuertos, pasamos demasiado tiempo ahí en espera, no hay nada qué ver o hacer, por eso acostumbro a llevar mi tapete de yoga y hago una sesión de asanas.

 

Con exposiciones como la de Eduardo Olbes, Cuerpos Celestes, este momento de cautiverio se convierte en una posibilidad de ver arte y además, les da la bienvenida a los turistas que llegan a una terminal destartalada que hule mal. En Miami cuando es la feria Art Basel montan exposiciones en el aeropuerto, en Dallas y en Atlanta tienen obra de arte permanentes, como muchos aeropuertos internacionales. Los aeropuertos no tienen que ser una mala experiencia, con una exposición el viaje es más amable. Los Cuerpos Celestas estarán en la T1 hasta el 21 de julio para acompañarlo en su viaje y darle un buen augurio a su trayecto.

 

Sumisos ante la realidad

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El proceso cognitivo del pensamiento abstracto nos permite la asimilación, interpretación y dominio de la realidad. Este pensamiento nos aleja de la literalidad, nos obliga a procesar y a implicar nuestra posición individual ante un todo que de otra forma nos tragaría y nos nulificaría como personas. La realidad es inabarcable y es gracias al proceso cognitivo de la abstracción que podemos separar un fragmento, exponerlo, desmenuzarlo, reinterpretarlo y darle sentido a la realidad misma. El arte es pensamiento abstracto.

 

De esta forma el ser humano pudo adueñarse de la realidad para un fin fundamental: darle su propio valor. Con el arte el individuo es el ser que le da sentido a la realidad y, además, tiene la libertad para decidir qué es lo real. Decide que sus emociones, que su interior más prohibido, las pesadillas, las perversiones, las ilusiones sean reales y que él posee el lenguaje y la capacidad para darles visibilidad y existencia dentro de las fronteras de papel, del lienzo, de la arcilla. El arte se convierte en el vehículo para crear una realidad paralela, y con esto surge la rebelión más grande a la que el ser humano tiene acceso: el arte cambia a la realidad. La destruye, la magnífica, la expande, la difama, la hace mejor o peor de lo que es. Dice Richter “Olvídense de los predicadores y los filósofos, los artistas son las personas más importantes en este mundo”. En un paisaje no está el terreno, está el aire de la atmósfera; en un retrato no está una persona, está el interior desnudo de una psique; y logra que la tragedia esté contenida en el color. La obra abstrae a la realidad y la trastoca, la hace suya.

 

Hasta que llegó la sumisión entreguista y cobarde del readymade; hasta que la retórica tomó por asalto al arte y un grupo de académicos sin capacidad creadora usurpó el lugar de los artistas y posicionó al objeto sin factura y sin pensamiento abstracto en un pedestal. El auto llamado artista medroso a la emancipación se puso de rodillas y claudicó ante la realidad, no pudo abstraerla y dejó de entenderla, se humilló ante el objeto de consumo prefabricado, plagió las obras de otros o las mandó hacer. Dejó de crear. Si quiere insultar imprime un letrero, si quiere denunciar interviene un periódico, abandonó al pensamiento abstracto para encubrir otro miedo: mostrarse a sí mismo a través de la obra.

 

Una mancha en el lienzo dice más que unos zapatos pegados, una pincelada furiosa dice más del ser humano que unos muebles desvencijados y un pato de goma gigante. El artista que es capaz de revelarse de la realidad reinventándola en la síntesis de un dibujo a tinta en blanco y negro, se muestra con cada obra, con cada decisión. Un grabado, una pintura dicen tanto de su creador que estremece estar frente a la intimidad expuesta, inquieta el valor, la audacia de alguien que expone a sí mismo. Colgar unos alambres enredados, intervenir animales disecados, o meter monedas en un frasco y llamarlo arte es someterse a la realidad, es la confortable oscuridad que evade del compromiso de descubrirse a través de la obra. Manifestarse, emanciparse a través de la creación es una misión ingrata, sin promesa de éxito, sin garantías de ningún tipo.

 

Estamos en la época de la comida prefabricada, del arte prefabricado, de los sabores artificiales, de los artistas artificiales ¿por qué ir en contra de eso? ¿Por qué no dejar que el arte sea pre hecho por las teorías y no por los artistas? Es más fácil dejarse llevar por el arrollador impulso de la mayoría, por el unificador grito de la masa y hacer arte obediente sin diferencias entre una obra u otra. Es una inmensa responsabilidad decidir cómo debe ser el mundo, inventar un lenguaje individual, único, alejado de la obviedad y la literalidad del arte enclavado y esclavizado en el estilo “contemporáneo”. Por eso lo más sensato es vivir en la tranquilidad de la obra sin implicaciones emocionales, racionales y emancipadoras. Conmover con un lienzo, marcar la realidad de otra persona con un dibujo, romper la tridimensionalidad espacial con un grabado, esa libertad, esa disyuntiva, es una carga que no pueden soportar los pusilánimes sobre sus frágiles hombros.

 

Florentijn Hofman’s Giant “Rubber Duck”
Florentijn Hofman’s Giant “Rubber Duck”

 

SUMISOS ANTE LA REALIDAD.

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El proceso cognitivo del pensamiento abstracto nos permite la asimilación, interpretación y dominio de la realidad. Este pensamiento nos aleja de la literalidad, nos obliga a procesar y a implicar nuestra posición individual ante un todo que de otra forma nos tragaría y nos nulificaría como personas. La realidad es inabarcable y es gracias al proceso cognitivo de la abstracción que podemos separar un fragmento, exponerlo, desmenuzarlo, reinterpretarlo y darle sentido a la realidad misma. El arte es pensamiento abstracto.

De esta forma el ser humano pudo adueñarse de la realidad para un fin fundamental: darle su propio valor. Con el arte el individuo es el ser que le da sentido a la realidad y, además, tiene la libertad para decidir qué es lo real. Decide que sus emociones, que su interior más prohibido, las pesadillas, las perversiones, las ilusiones sean reales y que él posee el lenguaje y la capacidad para darles visibilidad y existencia dentro de las fronteras de papel, del lienzo, de la arcilla. El arte se convierte en el vehículo para crear una realidad paralela, y con esto surge la rebelión más grande a la que el ser humano tiene acceso: el arte cambia a la realidad. La destruye, la magnífica, la expande, la difama, la hace mejor o peor de lo que es. Dice Richter “Olvídense de los predicadores y los filósofos, los artistas son las personas más importantes en este mundo”. En un paisaje no está el terreno, está el aire de la atmósfera; en un retrato no está una persona, está el interior desnudo de una psique; y logra que la tragedia esté contenida en el color. La obra abstrae a la realidad y la trastoca, la hace suya.

Hasta que llegó la sumisión entreguista y cobarde del readymade; hasta que la retórica tomó por asalto al arte y un grupo de académicos sin capacidad creadora usurpó el lugar de los artistas y posicionó al objeto sin factura y sin pensamiento abstracto en un pedestal. El auto llamado artista medroso a la emancipación se puso de rodillas y claudicó ante la realidad, no pudo abstraerla y dejó de entenderla, se humilló ante el objeto de consumo prefabricado, plagió las obras de otros o las mandó hacer. Dejó de crear. Si quiere insultar imprime un letrero, si quiere denunciar interviene un periódico, abandonó al pensamiento abstracto para encubrir otro miedo: mostrarse a sí mismo a través de la obra.

Una mancha en el lienzo dice más que unos zapatos pegados, una pincelada furiosa dice más del ser humano que unos muebles desvencijados y un pato de goma gigante. El artista que es capaz de revelarse de la realidad reinventándola en la síntesis de un dibujo a tinta en blanco y negro, se muestra con cada obra, con cada decisión. Un grabado, una pintura dicen tanto de su creador que estremece estar frente a la intimidad expuesta, inquieta el valor, la audacia de alguien que expone a sí mismo. Colgar unos alambres enredados, intervenir animales disecados, o meter monedas en un frasco y llamarlo arte es someterse a la realidad, es la confortable oscuridad que evade del compromiso de descubrirse a través de la obra. Manifestarse, emanciparse a través de la creación es una misión ingrata, sin promesa de éxito, sin garantías de ningún tipo.

Estamos en la época de la comida prefabricada, del arte prefabricado, de los sabores artificiales, de los artistas artificiales ¿por qué ir en contra de eso? ¿Por qué no dejar que el arte sea pre hecho por las teorías y no por los artistas? Es más fácil dejarse llevar por el arrollador impulso de la mayoría, por el unificador grito de la masa y hacer arte obediente sin diferencias entre una obra u otra. Es una inmensa responsabilidad decidir cómo debe ser el mundo, inventar un lenguaje individual, único, alejado de la obviedad y la literalidad del arte enclavado y esclavizado en el estilo “contemporáneo”. Por eso lo más sensato es vivir en la tranquilidad de la obra sin implicaciones emocionales, racionales y emancipadoras. Conmover con un lienzo, marcar la realidad de otra persona con un dibujo, romper la tridimensionalidad espacial con un grabado, esa libertad, esa disyuntiva, es una carga que no pueden soportar los pusilánimes sobre sus frágiles hombros.