Arte y Dinero

LA SUBASTA LÓPEZ MORTON DE ARTE LATINOAMERICANO

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El día 16 de mayo se realizará la subasta López Morton de arte Latinoamericano que tiene mucha pintura excelente. En la selección hay muchas obras interesantes y otras para las que no tiene sentido que tire su dinero. El arte es conocimiento y es placer, una obra, al margen de ser una inversión, se integra a nuestra vida, convivimos con ella. Hasta las obras que las colecciones adquieren para museos o espacios públicos, se integran a un acervo que adquiere un lenguaje y una vida propia. Antes de mencionar mis recomendaciones, le sugiero que se deje llevar por sus sentidos y por la emoción que le provoca la obra. Una colección no se hace con nombres, se hace con obras, y estas hablaran de usted como coleccionista y como persona. Le doy precios de salida en pesos. Entre las piezas que destacan como una opción para su acervo privado están: Rodolfo Morales, Ofrenda con sandias, óleo sobre tela, 700 mil. Dos bellas piezas de pequeño formato, El hambre del pintor y la muerte de Egon Schiele, de Arturo Rivera, óleo sobre madera, 120 mil. David Alfaro Siqueiros. El Guardián de la paz, piroxilina aguada sobre tela, 2 millones y medio de pesos. Alberto Gironella, La Noche Fantástica, óleo sobre tela, 320 mil.  Miguel Ángel Garrido, Toño, óleo sobre tela, 45 mil. Herlinda Sánchez Laurel, Erupción, óleo sobre tela, gran formato, 270 mil. Fernando Pacheco, 077, mixta sobre madera, políptico, 90 mil. Rodolfo Nieto, Animal, óleo sobre masonite, 250 mil. Fernando García Ponce, Sin título, acrílico y madera sobre tela, 500 mil. José Reyes Meza, Alcachofas, óleo sobre tela, 45 mil. Carmen Chami, Cuidadora de Sueños, óleo sobre tela, 60 mil. Santiago Rebolledo, Árbol I, óleo sobre tela, 70 mil. René Freire, Paisaje de oro y plata, óleo sobre hoja de oro sobre tela, 70 mil.  Hay piezas históricas muy interesantes que valdría la pena que las vieran los de adquisiciones de Bellas Artes, en vez de comprar tanta basura. Para no comprar también hay, por si usted compra por nombre, hay piezas de mucho nombre y poco valor estético. Está por ejemplo un Sofia Bassi pintado junto con el pintor sueco Asger Jonr; la Bassi nunca aprendió a pintar, pero su nombre adorna más que el cuadro, así que si le sobran 400 mil pesos, pues cómprelo. Entre lo que es tirar el dinero: Miguel Calderón, foto de señales de tránsito, en estilo “conceptual” es decir sin belleza, 120 mil. Joy Laville, tiene tres piezas, óleos sobre tela, entre los 100 mil y los 75 mil, ninguna vale la pena. Roberto Turnbull, sin título y sin talento, óleo sobre tela, 75 mil. Gustavo Montoya, pinturas que deberían estar en una tienda de suvenires, no de arte, Niña de azul con guaje, óleo sobre tela, 100 mil y Niño huichol, 100 mil. Si se acerca a la subasta podrá ver las piezas en vivo, cosa que es muy importante, para saber qué le atrae, qué le seduce. Y si compra por nombre, no tiene que ir, puje por teléfono y adquiera sin ver, ya sabe que eso es la moda.

 

Alcachofas-1999
Alcachofas-1999

 

Orbaneja-1996
Orbaneja-1996

 

Ofrenda de sandias-1997
Ofrenda de sandias-1997

 

El Hambre del pintor
El Hambre del pintor

 

 

Las apariencias, asúmanlo, son lo que cuenta

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Vivimos en una ilusión, en una ficción que inventan nuestros abotagados sentidos. Vamos a Zona Maco y el público finge que la pasa bien en una feria que ofrece arte internacional y nacional de segunda y tercera clase. En este mundo cruel de clases y castas, aquí las hay y muy marcadas.

Nada del ranking mundial de las subastas, nada de estrellas de los grandes museos, nada de la excitación de los dólares virtuales que se derrochan en Suiza y Hong Kong. Con esta triste perspectiva los galeristas gruñen los precios y se escandalizan con la crítica a sus obras en venta, “Te voy a denunciar para que te saquen de la feria” me grita furiosa una galerista que vende de Teresa Margolles unas fotocopias encuadernadas de un periódico amarillista de Ciudad Juárez y validadas como arte por Cuauhtémoc Medina, 5 mil dólares, nada comparado con lo cotizan muchos falsos artistas que han pisado los prestigiados pasillos de la Bienal de Venecia.

La pintura sobresale y se distancia de esta colección de pretensiones, Daniel Lezama, Javier Peláez, Armando Romero, esculturas de Chillida, la Galería de Enrique Guerrero con una selección valiosa e inusitada para este espacio, y un Diego Rivera en 2 millones 200 mil dólares en la galería AAMD de Miami. Pero es que fingir es lo que más se da en este mundo de mentiras. Afirmar que es una feria “de clase mundial” con un centro de prensa paupérrimo que entrega las acreditaciones tarde.

Es imposible que un mercado que no figura internacionalmente tenga una feria que se jacte de estar en niveles de la Sao Paulo y otros ejemplos desproporcionados. A los organizadores de esta feria se les olvida que en lo que si somos famosos a nivel internacional es en el melodrama, que para engañar el tirón sentimental es un recurso que sabemos explotar muy bien. Necesitan, como preámbulo a su lanzamiento, un Zona Maco reality show con los valores artísticos nacionales haciendo sus complicadas obras con llantas de bicicleta ponchadas, demostrando que los becarios FONCA no malgastan los impuestos y les implica un gran esfuerzo hacer un fotomontaje y un rompecabezas.  El melodrama mexicano ha sacado del anonimato a muchas nulidades y del olvido a glorias del pasado, ahí está el clan Cuevas para demostrarlo con su telenovela La Ruptura: una madrasta, hijas que nunca han destacado en lo poco que hacen y huérfanas-abandonadas a sus más de 50 años; un artista-padre-marido jaloneado, violencia intrafamiliar, herencias malditas, vestuario con sombreros folklóricos, diálogos de arrabal, todo lo que exige el público del horario con más rating.

Estos personajes apuestan su vida emocional, sin ningún pudor, y la ofrecen al mundo sediento de dramones. No tendrán la tragedia y el genio de los Mann o los Wittgenstein ni el glamour, el dinero y la belleza de los Kennedy, pero es lo que nos toca presenciar por acá al sur de la frontera. El performance-culebrón debería formar parte del programa de apoyos de CONACULTA, que tanto ha sabido explotar esta familia, porque les darían becas permanentes. Propongo que para el próximo Zona Maco se lleven al clan Cuevas a vivir dentro del recinto de la feria, oficina notarial y unidad de terapia intensiva incluida, para que podamos seguir día a día sus miserias. Les garantizo que impactarían a nivel mundial y venderían la instalación con los restos de su estancia, muy al estilo de Beuys.

Y como el drama genera más drama, cada año podrían comisionar el área y lanzar nuevos performances-culebrones sin censura. Con lo adictivo que son los folletines, el público iría todos los días a la feria y no se quedarían con la decepción de ver pegatinas en el piso cotizadas en 250 mil dólares y, además, fingir que les encantan las naderías de los stands y aguantar la mala cara de los galeristas. Es una feria, es un evento social para divertirse, gastar dinero y ponerse guapo, están es su oportunidad de brillar en sociedad ¿por qué ese ánimo de guardianes de museo solitario y fracasado como el Arte Alameda? Pero fingir, ser pretencioso, creerse lo que no son, tiene su punto: la mala cara ya es sinónimo de estatus, vean a los cadeneros de los antros, que son el canon de esta conducta. Por eso necesitamos a los Cuevas exhibiéndose y regalando con generosidad lo único que no tiene precio: la intimidad.

 

Obra de Teresa Margolles. 5 mil dólares.
Obra de Teresa Margolles.  Cinco mil dólares

 

SERGIO GARVAL Y LA MISERIA HUMANA

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POR AVELINA LÉSPER.

En la obra de Garval no existe la utopía, ni un camino optimista, su obra es para una sociedad que se destruye con sus propios vicios. Su cuerpo de obra es una acusación y un juicio en el que nadie es inocente, en el que todos somos susceptibles de culpa. Su análisis es cruel pero es capaz de cautivarnos, de seducirnos la mirada, nos deja presenciar largamente lo que somos y de lo que debiéramos estar avergonzados. Este fenómeno sucede porque Garval tiene un dibujo extraordinario y una paleta pictórica abultada, rica, decidida, que nos obliga, nos ata al lienzo. En el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara se expone su obra grafica, grabados en placa de cobre de gran formato. Las piezas tienen una factura rebelde, furiosa, las placas están rayadas, maltratadas, las tintas aplicadas con preciosismo y con dolor. Son escenas que podrían continuar la serie de los grabados los Caprichos y los Disparates de Francisco de Goya. Parias que se ahogan en una sociedad delirante y enloquecida, derrotada por su propia violencia y decadencia. Escenas inusitadas, gente que pelea, otros que defecan y orinan creando un rio de excrementos que se chorrea por el papel. Las tintas de color están aplicadas en diferentes placas, la línea dibuja con certeza rostros, cuerpos, personas que cargan su pasado y su locura en maletas. En una pieza se pelean, y golpean, podrán salir disparados del dibujo y correr por el pasillo del museo, pero no es necesario, esos seres somos nosotros, basta que reconozcamos nuestras propias miserias, que aceptemos que ese estado de degradación no está lejos, al contrario, convivimos en él, los habitamos. La museografía es impecable, sin esas distracciones visuales que imponen muchos curadores que no comprenden a las artes plásticas. Al fondo de la exposición hay una pieza de gran formato, bella y misteriosa, un Minotauro que porta una maleta, con la ropa desgarrada, poderoso y solitario. Se va del laberinto de Dédalo, se va y deja sola a Pasifae, deja abandonada su historia de canibalismo y sacrificios. Esta pieza lleva al espectador a recorrer lentamente la sala, a buscar a esa cabeza de toro, a interrogarlo. Algunas piezas escultóricas, bronces de leyendas que se quedan estáticas, que suspenden su locura en el infinito del arte. La obra de Garval hace décadas que sufrió una transformación estética portentosa, hizo de su propia misión pictórica algo que marcara la existencia de él como artista y de la obra como objeto de trascendencia. Este cambio trajo piezas comprometidas con el artista, que no tenían porque complacer fácilmente para llegar al espectador, al contrario, es con un enfrentamiento visual y humanista con el que está respondiendo a su propia presencia. Ver esta serie de grabados es un espectáculo, no sólo por las escenas que describen, es la experiencia de contemplar trabajo que no mide los riesgos, que se deja ir en la necesidad de crear.

La reproducción mecánica de la irrealidad

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El arte crea expectativas casi míticas. Negando la arbitraria e infundada suposición de Walter Benjamin, de que el arte pierde su aura en la época de la reproducción mecánica, la obra vista en vivo por primera vez deja una impresión que se queda depositada en la memoria, que nos acerca con impacto a la experiencia estética. Podemos ver mil cromos de los paisajes de Tuner pero esa ocasión en que pudimos verlo a unos pasos de distancia, de presenciar la escala real, captar su pincelada, de apreciar los verdaderos colores sin la adulteración del proceso de reproducción, ese día no se escapa de la memoria. La tecnología permite que una obra pueda ser reproducida miles de veces pero no ocupa el lugar de un original. La autoría y la unicidad de la obra no se ponen en peligro con la reproducción ya que no sustituye al objeto mismo, una copia es un documento, es información, no es la obra. El espectador no es ajeno a la realidad, sabe que tener una impresión digital de una pintura no es tener a la pintura misma. La reproducción mecánica no le ha afectado ni un ápice al gran arte, al verdadero.

A las exageraciones de marketing que llaman arte contemporáneo, al arte VIP, video, instalación, performance, al readymade, a la apropiación, y demás objetos vacíos de inteligencia y rellenos de retórica académica, a esos, la reproducción mecánica les dio su razón de existir. Gracias a que se puede tomar cualquier objeto industrial, robarse cualquier trabajo o hacer copias de obras artísticas y llamarlas arte, existen decenas de miles de obras y miles de museos que las exhiben. La experiencia estética ante la presencia viva de la obra original va más allá de las modas, y de la publicidad, porque es un contacto personal e íntimo de nuestras emociones y nuestra inteligencia en el que no puede entrar una influencia exterior, ahí no hay lugar para retórica.

No existe, hasta la fecha, ningún tipo de impresión digital que se acerque, ni de lejos, a la monumentalidad y el misterio de Las Meninas de Velázquez. La presencia del original impacta aunque sepamos que existen , millones de reproducciones. El aura del original, retomando la errónea idea de Benjamin, no puede ser tocada por la posibilidad de una reproducción, al contrario, ver una impresión despierta la curiosidad de conocer el original. Lo mismo sucede con la música: la posibilidad de escucharla grabada, y llevarla con nosotros, no se equipara a la sensación de estar en un concierto en vivo y participar de ese acto ritual de la interpretación musical, sentir de cerca los golpes de los instrumentos, las pulsaciones de los artistas, compartir la emoción que ellos sienten.

lasmeninas

Otra cosa es si la obra es una montaña de escombros o es la documentación de “algo” en proceso, da lo mismo si lo vemos impreso porque el aspecto del supuesto original no se altera con la reproducción. Esto hace que la presencia de la obra misma marque una diferencia abismal entre el arte verdadero y el arte VIP: que al arte verdadero hay que verlo en vivo, hay que conocerlo, y mantener con él una relación personal. El resto de las cosas se ven beneficiadas en su apariencia dentro de las páginas de los catálogos, acompañadas con decenas de folios explicativos, lejos de la observación objetiva que pueda analizarlas y desmontar su presencia como arte. Si la obra es de arte verdadero crece con la contemplación en vivo, en directo, y si es de arte VIP, se viene abajo, indefensa ante la visión sin filtros y en su exacta dimensión. La retórica del plagio que toma las obras de otro y las reimprime es la ilusión irracional del autoengaño, esa acción ni los convierte en creadores, ni cuestiona algo, y mucho menos acaba con la autoría, descubre a un plagiario y no disminuye al creador.

 El temor desproporcionado, superficial y sin fundamentos de Benjamin dio la vuelta sobre su propio eje y propició una excusa para que surgieran miles de falsos creadores que encontraron en la industrialización del objeto artístico y en la velocidad de la copia una forma fácil de ser parte de un discurso artístico sin creación y sin obra. Una idea con aspiraciones filosóficas unida a obras con aspiraciones artísticas y todo al margen de la lógica y la realidad.

Museo de las artes de la u de g

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Los museos nacieron con vocación social. La creación del primer museo, con el modelo que aun existe, es una de las victorias de la Revolución Francesa y su decisión trascendental de acercar los tesoros del rey a los ciudadanos. Habilitando el palacio de las Tullerias como museo nació, como ejemplo del triunfo de la ilustración, el Museo de Louvre.

Recientemente la Universidad de Guadalajara, ha decidido dedicar por completo como museo al edificio de la Rectoría, una hermosa construcción de principio del siglo XX realizada en estilo Renacentista. El edificio ya albergaba en su primera planta el Museo de la Artes, pero gracias a las arduas gestiones de su directora Suny Ramirez y a la visión del Rector el Doctor Marco Antonio Cortés Guardado, ahora todas las áreas estarán abocadas a la exhibición de exposiciones de arte.

Esto, que evidentemente es una excelente decisión, no fue fácil de conseguir. Para algunos rectores y funcionarios, de las administraciones anteriores, era más importante que ellos tuvieran una oficina a la altura de su “investidura” que darle más espacio al arte. El cargo ocupaba más lugar que la persona y más lugar que el arte. Es obvio que una oficina puede instalarse en cualquier edificio, y en cambio, un museo si tiene requerimientos especiales.

Con un museo en ese edificio la arquitectura misma adquiere otra relevancia, no es lo mismo el valor social de un conjunto de oficinas que el de un espacio que alberga expresiones creativas, que aportan conocimiento y cultura a la Universidad.

Espero que la vocación del museo mantenga la mística de exponer obras de calidad, como la extraordinaria muestra de grabados de Sergio Garval de la que hablaré la próxima semana. Es una pandemia que abre un museo y lo toman los promotores de las cajas de cartón y los contenedores de basura, y dedican el espacio a “expresiones multidisciplinares” y vemos, como en la sala Siqueiros de la ciudad de México SAPS, orines en el piso regados con cerveza o videos fuera de foco con la cámara fija en un terreno baldío.

Sunny Ramírez ha manejado el museo con acierto y ética, creo que con este recinto Guadalajara verá exposiciones interesantes y propositivas, no modas y fenómenos de marketing. Los museos no son para los caprichos curatoriales de un grupo, ni para hacer alarde de sociedades oscuras con coleccionistas y galerías, un museo es uno de los medios más directos de hacer que la sociedad tenga acceso al arte y al conocimiento que este aporta.

Guadalajara tiene y ha tenido grandes artistas y hoy más que nunca es necesaria una pluralidad en la administración de los espacios museísticos, y que no suceda como en la UNAM que ya han oficializado la imposición de una sola corriente artística en sus cinco museos, expulsando de sus salas expresiones que no puedan ser manipuladas por un curador.

Felicito a la Universidad de Guadalajara por este museo y espero que la vocación por el arte verdadero sea la línea de pensamiento y trabajo que habite sus salas.

Exitosos, ricos y mediocres

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El éxito y la felicidad son parte de las imposiciones proselitistas del neoliberalismo, del capitalismo y de los regímenes totalitarios. El adoctrinamiento sucede en conferencias multitudinarias, con oradores que predican las fórmulas para alcanzar la abundancia, lograr negocios y coronar los sueños o en campos de reeducación para que se convenzan de las bondades del régimen. Los ideales publicitarios y los propagandísticos conviven con promiscuidad ideológica. La mirada al futuro optimista del realismo socialista o la portada en la revista del corazón.

Martha Rosler, Garage Sale

Ser feliz y exitoso en el arte es un despropósito. La creación no es infalible, el arte no es una sucesión de éxitos, es un historial de fracasos. Cada obra lograda tiene tras de sí más tropiezos, más dolor, más renuncia que lo conseguido. No existe trayectoria artística sin obras fallidas. Las obras abandonadas, que el artista dejó inconclusas porque no logró lo que buscaba, son fragmentos indiscretos de una batalla pérdida. Por cada artista rico y famoso que expone sus obras en museos como el Guggenheim o la Tate Modern de Londres, hay miles que nunca alcanzaron el reconocimiento que merecían. La insatisfacción y la frustración que muchas veces implica crear arte contradicen a la quimera de vivir como personajes de una serie de televisión. Es terrible porque esta sociedad depredadora estigmatiza los fracasos y, en cambio, válida al crimen si este acarrea éxito. Presentarse con las manos vacías de triunfo es una pesadilla que ha empujado a cientos de artistas al suicidio.

© 2012 Scott Rudd www.scottruddphotography.com

Pero para aniquilar a esta tragedia y transitar por los caminos luminosos y alfombrados del éxito y la felicidad llegó el arte contemporáneo materializando el paraíso en la Tierra: se puede ser exitoso, rico y famoso y no tener un gramo de talento, inteligencia o sensibilidad. Los artistas del radymade, que no hacen su obra, montan sus “estudios” en el museo para que seamos testigos de cómo la alegría inunda la sala y “cada día hace una obra de arte”: una botella de plástico, un tinaco o su orina con cerveza derramada en el piso. Otro artista documenta con cientos de fotografías la excitante actividad de cómo le crecen el cabello y la barba. La exultante Martha Rosler expone una venta de garaje en el atrium del MoMA y el público vive una experiencia estética gozosa comprando cojines y trastes viejos, pagando decenas de veces más que si los adquirieran nuevos en una tienda.

Wilfredo Prieto cerveza y orina

 

Wilfredo Prieto saps

Estas obras instantáneas proporcionan felicidad instantánea y hacen que Rilke y sus Cartas a un Joven poeta se queden en las mazmorras de la amargura. Integrar al arte en los movimientos de autoayuda aplaudiendo cualquier ocurrencia por fin espantó a la sombra traumática de culparse a sí mismo por no alcanzar la esencia de la propia creación. La dicha llena el pecho, la sonrisa es incontenible ante la posibilidad de consagrarse en un museo dejando en la sala un montón de grava y pedazos de ladrillos, varillas y crear “esculturas amorfas” “con restos de la remodelación de la casa que él mismo habitará”. El éxito es motivo de felicidad, crea un aura que hace que esa persona resplandezca a su paso. El regocijo de no enfrentarse con la obra: ya no hay que “explorar las profundidades de donde mana la vida” como sugiere el necio de Rilke. La facilidad es parte de la comodidad, de ese sillón mullido que significa poner unos luchadores de plástico y cajas de cartón en la sala. El artista cuenta con la guía de un líder para lograr este estado de beatitud. El curador le da su bendición con una cédula saturada de adjetivos. El dichoso artista realiza las obras con comités de “saberes y expertos interdisciplinarios”, y además, le asignan un apoyo económico y lo mandan a la Bienal de Venecia para que se suba a un árbol y hable por un bote vació atado a un cable. Ante tanto dolor que hay en el mundo, ante las tragedias que cada día aparecen en las noticias es un motivo de embeleso que exista una corriente del arte dedicada a hacer felices a las personas. Habrá obcecados que escucharan a Rilke y “cargarán con su destino”, que se empeñen en hacer su obra y en experimentar el fracaso en esa lucha, siempre desigual, con la creación. Allá ellos. Para los optimistas ahí está la mágica escalinata para que suban sus dorados peldaños hasta la realización absoluta y demuestren que entre más mediocres, están más cerca del cielo del éxito.

Pedro Reyes Venice Biennale 2003 aPedroReyesVeniceBiennale2003

Videoclip y videoarte

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Desde que los Hermanos Lumiére inventaron el cine la imagen en movimiento no ha dejado de evolucionar. La demanda del mercado del cine y la publicidad oscila entre el trabajo puramente comercial y de nula calidad hasta obras de arte que revolucionan la noción que tenemos de la narración en línea continua.

La calidad buena o mala no es exclusiva de los trabajos comerciales o de los artísticos, hay anuncios publicitarios realizados por cineastas que tienen más calidad que muchas películas que se presentan en festivales y bienales.

Lo mismo sucede con el uso del video como soporte en el rubro de videoarte, ahí vemos piezas que carecen ya no digamos de calidad en su realización, además son pretenciosas y con un nivel intelectual y de imaginación penosos. El video arte ha establecido un canón de la infra realización como sello de su provenance, de su identidad.

Por otro lado está la industria del videoclip musical con obras de intenciones puramente mercantiles, se trata de vender discos y a un cantante, y tiene piezas con mucho más nivel que otras que se exponen en museos.

En una exposición vemos un video de una señora que barre y se supone que es arte, un plano secuencia eterno, con la luz mal pensada, con una toma sin propuesta estética, sin más acción que la monótona y anodina de barrer. Este fenómeno se da porque el espectador del video clip, así como los que comisionan estas obras, son infinitamente más exigentes que los curadores y artistas que trabajan con el mal llamado videoarte.

La industria sabe el valor que tiene ante el público la realización de estos trabajos y que muchas veces una producción musical depende de que el video esté realizado con creatividad, calidad técnica y que sea innovador.

En cambio en el videoarte nunca se cuestionan si la imagen de una mujer gritándose a sí misma en el espejo, diciendo naderías y lugares comunes tiene de verdad una aportación que rebase lo que el cine, la televisión y la publicidad han hecho con la imagen en movimiento.

La industria exige un estándar de calidad visual impecable, quiere lo mejor y paga por eso, si el video es horrendo asumimos que el artista es mediocre, sin importancia y es un producto que desechamos. En un museo hacen de las carencias del video parte del lenguaje, y en una situación completamente abusiva, muchos creadores de videoarte toman anuncios publicitarios, películas y videoclips y los depredan mutilándolos y plagiándolos para sus obras, con el agravante que son trabajos que ellos mismos están incapacitados para realizar.

Los videos de William Kentridge que son piezas de gran belleza, realizados con sus propios grabados y dibujos que filma él cuadro por cuadro, son una rareza en este rubro del arte que se empeña en su mala calidad. Los videos de Kentridge son parte de sus montajes de ópera y expanden su obra gráfica, pero para los curadores del MoMa de Nueva York o de la Bienal de Venecia son trabajo obsesivo que no entienden y obra pensada para llamar la atención.

Crucificar a una mujer

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El castigo más exhibicionista y poderoso es la crucifixión, y es exclusivo de los hombres. Desde que la cruz se incorporó como parte de la simbología monoteísta, una condena para criminales aplicada en un hombre es religiosa, devocional y santifica, pero si en esa cruz está colgada una mujer la imagen es una incitación y una ofensa sacrílega.Es el abismo entre la compasión y la estigmatización. La crucifixión del hombre lleva a la salvación, la de la mujer a la insatisfacción.

Albert von Keller  Im Mondschein - 1894

Felicien Rops y Albert von Keller retan a este prejuicio y hacen de este suplicio un acto de promiscuidad, de entrega y cuelgan mujeres con los brazos extendidos, desnudas y dispuestas. Rops afirmaba que amaba los placeres brutales y vivió años en un triángulo amoroso con las hermanas Aurelie y Leonine Dulac a las que fusionó en un solo nombre “Aureleon”.

La crucifixión de Rops está dibujada a lápiz, es la Tentación de San Antonio, la mujer usurpa el lugar de la fe, la cruz se erige sobre el reclinatorio de Antonio. Él tiene la ropa hecha andrajos, la mira horrorizado, y ella ríe divertida de la escena, de causar esa impresión en un hombre que se supone inmerso en meditación y sin embargo bastan unos instantes para que su atención se disperse y el miedo se haga un sitio en donde sólo debería entrar la fe. Despojada de su connotación religiosa, esta tortura traspasa la noción del dolor y se adentra en el placer y el crimen. La mujer simboliza a la provocación, a la depravación y merece ser castigada pero con una pena que exacerba el libertinaje.

MMT220028

Las pinturas de Albert Von Keller están creadas bajo un erotismo siniestro y culpable. Obsesionado con el oscurantismo, ocultismo y los fenómenos “paranormales”, seducido por las emociones inmediatas que ofrece la superstición, buscaba un estado de peligro mental o neurosis para alimentar a su propio imaginario.  Sus obras contienen el estado febril del pánico, de la fantasmagoría de seres que entran por los orificios de sus víctimas incitando histerias. Las mujeres que pinta deliran entre lujosos encajes, posesiones y trances.

En su pintura El Claro de Luna una hermosa joven atada de pies y manos a una cruz de grandes maderos, iluminada por una luz fosforescente, es la conclusión de una terrible ceremonia, los pies le sangran, descansa agotada por el dolor, por la violencia del suplicio. El espacio es una abstracción, no sabemos en dónde está. Von Keller era amigo y admirador del psiquiatra forense e hipnotista Albert von Schrenck-Notzing, investigador de los fenómenos paranormales, que influido por las ideas de Krafft-Ebing sobre las patologías sexuales se especializó en el tratamiento con hipnosis de estas desviaciones. Si la mujer crucificada de von Keller, está exhausta después de una sesión hipnótica -psiquiátrica o espiritista, la unión del erotismo femenino como enfermedad, condena o castigo, y la posesión anormal como representación del deseo sexual, hace de la escena un estado de transgresión y demencia. El deseo sexual se exhibe como anomalía ejemplar, se coloca en una estaca, en una prisión para ser observado, analizado. Esta visión deja de ser clínica, es perversa, la pena es parte del deseo. El castigo no depura, corrompe. La consagración del instinto se castiga con un ritual que lo detona, no hay distancia entre el pintor y la escena creada, hay una clara búsqueda en las propias patologías.

FELICIEN ROPS, ANTONIUS

Keller o Rops dan su veredicto: si el deseo es culpable, ellos piden ser verdugos; si el deseo es inocente, ellos se encargarán de pervertirlo. Estas pinturas dejan un diagnostico irrefutable: el deseo, la implicación de la entrega, el juego desbordado no inicia con el cuerpo, este siempre está atado, con las extremidades inmóviles, es la rebelión de la imaginación la que va más allá de lo que el cuerpo puede, la que rompe los límites. En la crucifixión de Rops, la tentación está sometida, no ha sucedido acción alguna, a Antonio le basta pensar, imaginar para que su frágil fe se desvanezca. En la de von Keller el cuerpo permanece preso, ella duerme o está muriendo, su indefensión es conclusión. Detener al cuerpo no detiene a una imaginación que resurge indomable. Castigar a la carne no evita lo que le mente produce.