Contraste Económico

¿Cómo nos ven?

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Hace unos días comentábamos lo complicado que se ve el panorama para el crecimiento de nuestro país. Señalamos que habría de reconocerse que después de la devaluación de finales de 1994, México tuvo la capacidad de mantener los equilibrios macroeconómicos, y esta cualidad permitió que el país pudiera afrontar con mayor fortaleza los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense de 2008.

A la luz del magro crecimiento de los últimos años se puede concluir que la estabilidad macroeconómica es una condición necesaria pero no suficiente para crecer. Hacía falta algo más. Durante 2012 y 2013, se aprobaron diversas reformas estructurales que sentaron las bases para un mayor crecimiento económico en el largo plazo; desafortunadamente, estas reformas tardaron mucho en llegar y cuando lo hicieron el mundo se encontraba haciendo esfuerzos importantes para salir de la recesión que ocasionó la crisis subprime en Estados Unidos. Esto limitó el impacto positivo de las reformas estructurales e impidió que el país lograra mayores tasas de crecimiento.

De esta forma, la tasa de crecimiento promedio de México en la administración anterior fue cercano a 2.3%, similar al promedio de los últimos 25 años, lo que en sí es una muy mala noticia si se considera que en el mismo lapso el bloque de países emergentes se expandió 4.5% y China y la India 8.3%.

Desafortunadamente, se avizora una gran cantidad de nubarrones en la esfera del crecimiento económico tanto en el presente año como para el 2020, que harán que esta historia de crecimiento aletargado no sólo no mejore, sino que se profundice. El impacto de la decisión de cancelar los trabajos del aeropuerto en Texcoco, el hostigamiento frontal al sector bancario, entre otros eventos, han mermado la confianza de los inversionistas y esto se traducirá en un menor crecimiento y en una menor generación de empleos.

economía
Foto: Ciudad y Poder.

A la pérdida de confianza habrá que sumarle algunos elementos externos que podrían limitar aún más el avance de la economía mexicana. Uno de los más importantes es la franca desaceleración de la economía estadounidense, con un crecimiento esperado de 2.6% en este 2019, frente a la expansión cercana a 3% de 2018 y de tan sólo 1.8% en 2020. Siendo aún nuestro principal socio comercial, es claro que su desaceleración tendrá un impacto importante en la actividad productiva de nuestro país.

De hecho, el menor crecimiento económico ya se empieza a manifestar en los indicadores de empleo. De acuerdo con el INEGI, la tasa de desempleo en México avanzó hasta 3.6% en diciembre de 2018, cifra superior al 3.3% del mes anterior y el mayor registro de los dos últimos años, lo que augura una disminución en el consumo, así, los dos motores de la economía, el externo y el interno, tendrán un comportamiento flojo.

La tendencia alcista en las tasas de interés en todo el mundo, las tensiones comerciales a nivel global que ya empiezan a tener un impacto significativo en el volumen de comercio internacional, las tensiones geopolíticas, el impacto del shutdown decretado por el presidente Trump, se suman a la cadena de factores que anticipan un escenario externo que poco contribuirá al crecimiento de México.

En la última encuesta de Citibanamex, formada por 24 analistas, se observa un crecimiento esperado para el PIB de México de 1.8% para 2019 con un rango de entre 1.0 y 2.1%, y 2.0% para 2020 con un rango que va de entre 0.8 y 2.4%. Pero no sólo los analistas locales tienen proyecciones desalentadoras para la economía mexicana, desde afuera también nos ven con rigideces que impedirán, de acuerdo con su perspectiva, la expansión económica de México, en los próximos años.

el crecimiento de nuestro país
Foto: Más Noticias.

La semana pasada, el Banco Mundial (BM) revisó a la baja las estimaciones de crecimiento para México en 2019 y 2020, como resultado de la incertidumbre en torno a las políticas que imperan en nuestro país. De acuerdo con el BM, la economía mexicana crecerá 2.0% en 2019 desde una predicción de 2.5% que se tenía anteriormente, mientras que para 2020 también se observó una reducción en el crecimiento del PIB de 2.7 a 2.5%.

Con respecto al presente año, el organismo internacional destacó que se prevé que la incertidumbre en materia de políticas públicas y la perspectiva de una inversión aún escasa, mantengan el crecimiento económico en una tasa moderada a pesar de las menores dudas comerciales tras el anuncio de los acuerdos alcanzados en torno al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.

Más recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) también ajustó a la baja sus expectativas de crecimiento para el mundo y para nuestro país, tanto para 2019 como para 2020. Para el año en curso, el FMI recortó el pronóstico de 2.5 a 2.1% debido a la expectativa de una menor inversión privada como resultado de las políticas que está implementando la actual administración.

Para 2020, las previsiones son igualmente conservadoras toda vez que se observa una disminución de un nivel de 2.7% que se tenía en octubre a 2.2% en su última actualización. El argumento detrás de una menor expectativa de crecimiento económico de México es que prevalecerá, de acuerdo con el FMI, un ambiente incierto para la inversión.

Uno de los aspectos más relevantes para impulsar el crecimiento económico es la inversión privada, local y extranjera, y ésta se materializa o no en función de la rentabilidad de los proyectos y de la confianza que se genere en torno al funcionamiento de los mismos. Hoy se tiene como gran reto seducir a los inversionistas para que canalicen muchos más recursos a nuestro país, de manera tal que se catapulte el crecimiento económico y la generación de empleos.

¿Crecerá México algún día?

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Después de años y años seguimos en lo mismo, no solamente no encontramos la fórmula para que el país crezca, sino que pareciera que nos empeñamos en hacer las cosas para que esta condición de mediocridad económica se perpetúe sin generar los empleos que se necesitan y provocando que los inversionistas, locales y extranjeros, quienes detonan la actividad productiva, simplemente pierdan la confianza en el país.

Si revisamos el pasado, observamos que los periodos de recesión en nuestro país han sido una constante. En materia de crecimiento económico, la historia de México se puede dividir en cuatro épocas: 1) el periodo de Porfirio Díaz, es decir, los últimos años del siglo diecinueve hasta la primera década del siglo veinte; 2) el periodo revolucionario y la postrevolución; 3) el llamado desarrollo estabilizador, 4) la crisis de las devaluaciones que incluye la década perdida, básicamente con Miguel de la Madrid en la presidencia; y, 5) la crisis de 1995 y 2008.

El periodo de Díaz, 1876 a 1911, estuvo marcado por grandes y notorios altibajos desde el punto de vista económico. Díaz fue un profundo defensor del progreso como medio para impulsar un mayor bienestar de la población, siendo uno de sus principales logros la expansión de la red ferroviaria del país. Durante el porfiriato se registraron algunos años de fuerte crecimiento económico y estabilidad política que permitieron emprender proyectos de inversión de largo plazo.

La presidencia de Díaz sólo se interrumpió entre 1880 y 1884, cuando ocupó el cargo Manuel González. A partir de su regreso, Díaz ejerció la presidencia de manera continua a través de elecciones constitucionales que ganó obteniendo la mayoría de los votos. A pesar de haber obtenido logros importantes, estos tuvieron costos económicos y sociales principalmente sobre las clases menos favorecidas.

presidentes de México
Porfirio Díaz (1830 – 1915) (Imagen tomada de: The Happening).

De acuerdo con información oficial, durante el porfiriato se registró la tasa de crecimiento más alta en la historia del país: 11.04% en 1903, mientras que en 1905 el país creció 10.34%. No obstante, en este periodo también se registraron fuertes contracciones de la actividad productiva como en 1899 (-5%) y en 1902 (-7.23%). A pesar de avances relevantes en el país en materia administrativa y económica, como la emisión de la Ley Ferroviaria y la Ley General de Instituciones de Crédito, el país creció a una tasa promedio de tan solo 2.9%.

Aunque el movimiento revolucionario expulsó a Díaz en 1911 y dio paso a la presidencia de Madero, el 6 de noviembre de 1911, no existe un verdadero consenso respecto a la fecha exacta que marca la finalización de la revolución mexicana. Algunos historiadores ubican 1917 como el fin de la Revolución mexicana con la promulgación de la Constitución mexicana; algunos otros, sitúan el fin del conflicto en 1920 con la presidencia de Adolfo de la Huerta; unos más en 1924, con el inicio de la administración de Plutarco Elías Calles, y otros aseguran que el movimiento se extendió hasta los inicios de la década de los cuarenta.

Lo cierto es que después del exilio de Díaz el país continuó registrando periodos de extrema convulsión. En la lucha por el poder, fueron asesinados los principales líderes revolucionarios, Emiliano Zapata en 1919, Carranza en 1920, Pancho Villa en 1923 y Álvaro Obregón en 1928. Esta inestabilidad se vio reflejada en fuertes vaivenes de la economía que se vieron magnificados con la crisis bursátil de Estados Unidos en 1929.

Así, por ejemplo, el PIB se expandió 6.4% en 1925, para después contraerse 3.6% en 1929 y 6.6% en 1930. Los eventos en Estados Unidos se agravaron y dieron origen a una profunda depresión económica, no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo. De hecho, en 1932 la economía mexicana observó una caída de 14.8%, lo que representa la peor caída del PIB en toda la historia de México desde que se tiene registro.

revolución mexicana
Francisco Villa -en la silla presidencial- y Emiliano Zapata -a la derecha-, tras la entrada de los ejércitos zapatistas y villistas a la Ciudad de México, 1914 (Tomada de: Eje Central).

Después de varias décadas de turbulencia económica y política, México adoptó un modelo económico conocido como desarrollo estabilizador y que abarcó desde 1940 hasta 1970; consistió en buscar sentar las bases para que la economía creciera de manera sostenida con estabilidad de precios.

Durante este lapso, también conocido como el milagro mexicano, el país creció a una tasa media de 6.56%, registrándose incluso tasas de expansión del PIB de 11.01% en 1964, que fue el segundo crecimiento más alto de la historia económica de México y crecimientos cercanos a 10% en 1941, 1950, 1954 y 1968, con una inflación promedio de 2.5%

Si bien el desarrollo estabilizador tuvo grandes resultados, lo cierto es que también se incubaron algunos desequilibrios que terminaron por explotar en diferentes momentos. Uno de los antecedentes más relevantes fue la devaluación del peso conocida como “sábado santo”, ya que se realizó el 17 de abril de 1954 cuando la cotización del peso pasó de 8.65 pd a 12.5 pd en virtud de que durante los dos años anteriores las exportaciones mexicanas (entre 1951 y 1953) cayeron 10%, con el consecuente impacto sobre la balanza de pagos.

La paridad de 12.50 pd se mantuvo sin cambios durante 22 años, hasta el 31 de agosto de 1976, cuando se asumió el esquema cambiario de libre flotación, llevando a la cotización hasta 22 pd al final del gobierno de Luis Echeverría, lo cual significó una devaluación de casi 80%. En los primeros años del gobierno de López Portillo el tipo de cambio se mantuvo estable, hasta que se presentó la “currency crisis” que ocasionó que el Instituto Central volviera a decretar la libre flotación de la moneda mexicana el 18 de febrero de 1982, llevando la cotización a 46 pd, es decir, una devaluación del 72%.

economía mexicana
José López Portillo (1920 – 2004).

Las condiciones económicas se agravaron y el gobierno mexicano anunció que no podría seguir cubriendo el servicio de su deuda externa, por lo que la administración del presidente López Portillo estableció el control del mercado de divisas y la estatización del sistema bancario. De esta forma, al cierre de 1982, ya bajo el gobierno de Miguel de la Madrid, el tipo de cambio se ubicó en 149 pd, una devaluación de 470%.

Durante los siguientes seis años, México estuvo sumergido en crisis recurrentes y en un profundo letargo económico. Al cierre de 1988 la cotización del peso ya se encontraba en 2,300 pd; esto significa que la relación peso-dólar se multiplicó por 15 veces, ocasionando un incremento importante en los niveles inflacionarios y caídas en la actividad económica

En este lapso de seis años, la inflación mantuvo un paso galopante hasta alcanzar un nivel de 160% en 1987, el mayor nivel en la historia, mientras que la economía cayó 3.5% en 1983 y 3.1% en 1986. Durante los seis años que van de 1982 a 1988 el PIB de México creció en promedio sólo 0.3%, es decir, para todos los fines, la economía permaneció estancada.

Con la firma del Pacto de Solidaridad Económica, el 16 de diciembre de 1987, inicia una nueva etapa de cambio estructural que consistió en atacar frontalmente el crecimiento desmedido de los precios bajo la premisa de fortalecer las finanzas públicas y generar condiciones de certidumbre a través de la fijación de algunos precios claves de la economía como el tipo de cambio, origen de muchas de las crisis anteriores.

El aspecto más relevante de la política cambiaria fue la instrumentación, el 10 de noviembre de 1991, por primera vez en la historia económica de México, de un esquema de bandas de flotación del peso, así como la abrogación del control cambiario vigente desde diciembre de 1982. Este esquema consistió en dejar que el tipo de cambio flotara libremente dentro de una banda que se ensanchaba diariamente.

nuevos pesos mexicanos
Imagen: DEM.

El esquema dio certidumbre a los diferentes agentes económicos y contribuyó a abatir la inflación, desafortunadamente, una serie de eventos internos y externos exacerbaron el nerviosismo y la volatilidad del mercado cambiario, razón por la cual, ante la cuantiosa pérdida de reservas internacionales la Comisión de Cambios decidió adoptar un régimen de libre flotación el 22 de diciembre de 1994, lo que dio lugar a una fuerte devaluación del peso y a una caída del PIB de 6.3% en 1995.

La última gran contracción de la economía mexicana se presentó en 2009 (-5.3%) cuando el mercado crediticio en Estados Unidos se debilitó significativamente ante el deterioro de la cartera vencida del sector hipotecario, lo que provocó mayor incertidumbre, restricciones de liquidez y fuertes caída en el precio de las viviendas.

Habrá que reconocer que después de la devaluación de finales de 1994, México ha tenido la capacidad de mantener los equilibrios macroeconómicos, y esta condición permitió que el país pudiera afrontar con mayor fortaleza los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense; a pesar de esta solidez macroeconómica, México no crece.

Durante 2012 y 2013, se aprobaron diversas reformas estructurales que sientan las bases para un mayor crecimiento en el largo plazo, aunque, desafortunadamente, estas reformas tardaron mucho en llegar y, cuando lo hicieron, el mundo se encontraba haciendo esfuerzos importantes para salir de la recesión que ocasionó la crisis subprime en Estados Unidos. Esto limitó el impacto positivo de las reformas estructurales e impidió que el país lograra mayores tasas de crecimiento.

De hecho, la tasa de crecimiento promedio de México en este sexenio que termina fue de 2.3%, similar al promedio de los últimos 25 años, mientras que para 2019, ya estando en funciones la nueva administración, se espera un crecimiento de entre 1.5 y 2.0%; el impacto de la decisión de cancelar los trabajos del aeropuerto en Texcoco y otros más, han mermado la confianza de los inversionistas y esto se traducirá, al menos el próximo año, en una menor generación de empleos. Ojalá pronto podamos encontrar la fórmula para crecer.

Salto a la oscuridad

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Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y si el gobierno entrante no quiere ver que la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco tendrá implicaciones negativas para México en los siguientes años, simplemente seguirá tomando decisiones que minen el prestigio del país, y que claramente comprometerán el crecimiento económico, limitando la verdadera capacidad de crear empleos y aumentar el bienestar de la población, lo que supuestamente era el objetivo del presidente electo.

Es triste, vergonzoso y lamentable el espectáculo que está dando la administración entrante con esta simulación de Consulta y, más aún, dándole validez a un resultado que lo único que hace es justificar una decisión que de forma obcecada ya estaba tomada, desconociendo opiniones técnicas, la posición del sector empresarial y la del mismo sector aeronáutico.

Adicionalmente, y casi a manera de mofa, desestimó la reacción de los mercados financieros, olvidando que sí existen, que son reales, que forman parte esencial de la vida de cualquier país y que todos los días emiten sus resultados sobre “encuestas verdaderas”. El resultado de la inflación, la evolución del PIB, el balance fiscal, etc., se escrutan por los mercados financieros y estos emiten un veredicto en función del impacto que dichos indicadores o eventos de corte económico o político tengan sobre el devenir del país.

En este caso, hay una opinión real, verdadera e inobjetable: los mercados financieros, particularmente el mercado de divisas y el accionario, desaprobaron la improvisada e inapropiada propuesta de ampliar la base de Santa Lucía. Aún no son gobierno y ya tenemos los primeros indicios de que la gestión de quienes próximamente tendrán a su cargo el destino del país seguirá un derrotero que dejará a México más empobrecido y con instituciones de papel.

Las agencias calificadoras más prestigiadas del país también han emitido su punto de vista respecto a la “Consulta” del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. Moody`s, Fitch y HR Ratings, modificaron la perspectiva de la deuda soberana de México de estable a negativa, reflejando una clara preocupación por el futuro económico como resultado de lo que parece ser una forma de gobierno que privilegiará los caprichos por encima de los verdaderos intereses de la nación.

HR Ratings destaca de manera contundente el porqué de su decisión de poner en perspectiva negativa la deuda soberana de México: “Esto debido al deterioro inmediato en la percepción de inversión y riesgo del país, lo que ha llevado a una depreciación en el tipo de cambio que pondrá presión al alza sobre la cifra de deuda neta al cierre del año…”.

¿Ignorarán en la administración entrante que el cambio en la perspectiva del país es la antesala para el recorte de la calificación? Si esto último sucede, grandes inversionistas institucionales globales abandonarán México, detonando una mayor depreciación del peso, presionando los niveles generales de inflación y obligando al Instituto Central a adoptar una política monetaria restrictiva.

nuevo aeropuerto
Maqueta de proyecto NAIM (Foto: Gobierno de México).

Hay que tener claro que el camino será tortuoso. Desde hace muchos años no me tocaba observar movimientos tan abruptos en los mercados financieros como resultado de algún acontecimiento político/económico. Mientras avanzaba la presentación del presidente electo, veíamos en los monitores financieros cómo se profundizaban las pérdidas, reflejando un claro desencanto y pesimismo por el futuro que se avecina.

La última vez que percibí un ambiente con tanto desánimo fue a finales de 1994, cuando resultado de una serie de acontecimientos externos e internos me tocó ver cómo las pantallas se teñían de rojo, anticipando la fuerte caída de la economía (-6.2% en 1995).

Ese año arrancó con el levantamiento de un grupo armado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, autodenominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que tomó además de San Cristóbal, cuatro cabeceras municipales y otros pueblos, un movimiento que buscaba deponer al gobierno y avanzar a la Ciudad de México para tomar al país.

Más adelante, el 23 de marzo, el candidato a la Presidencia de la República por parte del PRI, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado en un evento dentro del marco de su campaña electoral, lo que enturbió el ambiente político y económico de México. A estos acontecimientos internos se sumaron otros tantos, además de que en el ámbito externo la Reserva Federal de Estados Unidos decidió poner en marcha, desde principios de 1994, una política monetaria restrictiva a la luz del dinamismo mostrado por la economía y con la intención de evitar el surgimiento de presiones inflacionarias, política que impulsó las tasas de interés de 3 a 5.5% al cierre del año, reforzando así la fuga de capitales.

Aunque hoy las condiciones macroeconómicas son diametralmente diferentes, hay una lección que no puede olvidarse: la pérdida de confianza en una economía abierta y de libre mercado, se traduce en una fuerte salida de capitales y en la afectación del tipo de cambio con el consecuente impacto negativo en el crecimiento económico, en este sentido, ya tuvimos como muestra un botón.

No se puede ignorar el comportamiento de los mercados, estos le dan vida una economía, y funcionan con base en mensajes que fortalecen la confianza o la destruyen, con el agravante de que esto último puede suceder muy rápido, pero lo primero, recuperar la confianza suele tomar mucho tiempo, incluso años. Un proverbio popular dice: “la confianza se gana con mil actos y se pierde con tan sólo uno”.

Hoy han surgido nuevas dudas sobre lo que esta forma de hacer gobierno a través de “consultas” significa, y si esto abrirá las puertas a la ampliación del mandato del nuevo presidente, a la utilización indebida de las reservas internacionales o si el país incurrirá en un mayor endeudamiento y a la ampliación del déficit fiscal para poder cumplir con las múltiples promesas de campaña. Ojalá el país no haya dado un salto a la oscuridad.

Inflación a la vista

Lectura: 5 minutosRecientemente me vino a la mente la imagen de una persona caminando por las calles de Harare, la capital de Zimbabue, empujando una carretilla de construcción “copeteada” de fajos de billetes, el tipo con una sonrisa comentó que ese dinero le alcanzaba tan sólo para comprar un café.

No existen cifras oficiales recientes de la economía de este país africano pero las estadísticas del Banco Central indican que la inflación alcanzó un nivel estratosférico de 231 millones por ciento en 2008. En aquella época, Zimbabue decidió abandonar su moneda, el dólar zimbabuense, cuando cotizó a una paridad de 35,000 millones de millones por un dólar estadounidense.

Ahora, el Banco Central se encuentra retirando los billetes de 100 trillones de dólares (100 millones de millones como lo manejamos en México), que equivalen a 5 dólares de Estados Unidos, tras haber perdido todo su valor. Estas cifras son simplemente incomprensibles y reflejan el desastre de esa economía que en 1998 registró una inflación de 30%, lo que destaca la importancia de contener este fenómeno de la escalada de precios desde sus inicios, con decisión y con todos los mecanismos disponibles de política fiscal y monetaria.

Cuando pensábamos que estos procesos de hiperinflación en el mundo, más allá de Zimbabue, habían quedado atrás, nos encontramos con un caso mucho más cercano, real y actual: Venezuela. Este país que llegó a tener un gran potencial de crecimiento por sus altas reservas petrolíferas, hoy se encuentra en un estado de desastre derivado de años de políticas económicas populistas e irresponsables.

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Crisis en Venezuela, febrero 2018 (Foto: AFP).

Estas medidas han implicado la afectación del Estado de Derecho vía la expropiación de compañías privadas para ser entregadas a los trabajadores y posteriormente cerrar sus puertas. Esto ha ahuyentado la inversión y fomentado la paralización de la actividad productiva, lo que ha derivado en desabasto y una inflación galopante.

El FMI (Fondo Monetario Internacional) estima que el PIB registrará una contracción de 18% en 2008 con una inflación de 1,000,000%. En abril, el mismo organismo financiero internacional estimaba que la inflación sería de 13,800%, lo que acentúa la velocidad con la que se está deteriorando la economía venezolana. En este mismo sentido, cabe destacar que el salario general es de 1.5 dólares al mes, cerca de 5 millones de bolívares, lo que no alcanza ni para comprar un litro de leche o una hogaza de pan.

El dinero se ha convertido prácticamente en basura, a tal grado que los artesanos usan los billetes para tejer bolsas, que es lo único que le da cierto uso al dinero en ese país. Durante la época de Maduro el PIB ha caído 50%; es decir, el país vale la mitad de lo que valía cuando murió Chávez, quien dejó igualmente una economía ya mermada.

No hay servicios públicos ni sanitarios y los hospitales han dejado de operar, no hay empleo y la gente no puede obtener lo mínimo indispensable para subsistir, lo cual ha desatado un éxodo de proporciones bíblicas. La crisis humanitaria en Venezuela es ya un factor de riesgo a nivel mundial y las posibilidades de lograr una salida pacífica se aleja ante la necedad de la clase gobernante de aferrarse al poder.

De acuerdo con el Banco de México, la inflación a la primera mitad de agosto fue de 4.81%, por encima del objetivo de 3% +/- un punto porcentual. Las autoridades financieras mexicanas han sido muy estrictas en cuanto al control de la inflación se refiere, no sólo porque la experiencia a nivel global ha sido catastrófica en términos del impacto regresivo de la inflación sino también porque internamente ya vivimos un fenómeno de incremento en precios que amenazó con convertirse en hiperinflación.

Al cierre de 1987, y como resultado de una serie de desequilibrios macroeconómicos, el crecimiento anual del Índice Nacional de Precios al Consumidor fue de 159.2%, el mayor incremento en la historia de México, lo que puso en evidencia el peligro de que nuestro país se enfilara a una hiperinflación que hubiera puesto en entredicho la viabilidad de la economía mexicana.

Los últimos años de la década de los 80 fueron difíciles no sólo para México sino también para muchos países alrededor del mundo. En Latinoamérica se registraron severos casos de hiperinflación que dejaron como enseñanza lo peligroso de los componentes inerciales y los costos de no actuar con rapidez en el combate a este fenómeno que amenazaba el desempeño de la economía de la región.

En Brasil, por ejemplo, se registró un incremento anual de los precios cercano a 300% a principios de 1986; posteriormente, aumentó a casi 500% en 1987, para finales de 1988 la variación anual superó 1,000% y en abril de 1990 la inflación anual rebasó 6,500%.

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Mercado de Sao Paulo, Brasil (Foto: Paulo Whitaker/Reuters).

En el caso de Argentina, el incremento fue aún más explosivo: la inflación anual alcanzó niveles de 1,000% en mayo de 1985. En 1989 se incrementó a 10,000% y en marzo de talla para lograr un mayor 1989 la inflación anual superó 20,000%. Sin lugar a duda, la batalla para lograr un mayor progreso económico tenía que darse en el terreno de la lucha contra la inflación.

México aprendió la lección, y después de la instrumentación de una serie de programas que se conocieron como Pactos de Solidaridad Económica y sus versiones subsecuentes, pudo revertirse la tendencia de los precios hasta lograr una inflación de 7% en 1994.

Es cierto que en 1995 tuvimos un severo rebote en los precios derivado de una serie de eventos que afectaron el patrimonio de las Reservas Internacionales del país, situación que obligó a transitar del régimen cambiario de bandas de flotación a uno de libre mercado en donde la oferta y la demanda de dólares determinaran el precio de la divisa.

El tránsito a un esquema de libre flotación ocasionó una devaluación de 100% del peso frente al dólar, y esto a su vez derivó en una variación en los precios de 50% al cierre de 1997. Más allá de este episodio, México ha tenido la virtud de mantener bajo control y en niveles de un solo dígito la variación de los precios.

Desde hace muchos años, la inflación en México ha dejado de aparecer en las primeras planas de los periódicos, por lo que podemos decir que es una prueba superada. Sin embargo, esto no quiere decir que no deba atenderse con oportunidad; lo que está sucediendo en Venezuela es un recordatorio de que no debe bajarse la guardia, toda vez que la inflación es el impuesto más regresivo que puede enfrentar una sociedad.

Hoy Banco de México es una institución autónoma y con un mandato constitucional claro: proteger el poder adquisitivo de la moneda nacional, ésta es su principal contribución al crecimiento económico del país.

Nogales: Ver para crecer

Lectura: 5 minutosPasadas las elecciones, ahora lo realmente importante es cerrar filas y trabajar en la construcción de un mejor país. La administración entrante tiene múltiples retos: inseguridad, violencia, corrupción, comercio exterior, disminución de la pobreza y crecimiento económico, entre otros.

De todos ellos, me parece que el reto fundamental es generar las bases para un crecimiento económico más elevado y sostenido, ya que esto supondrá mayores niveles de empleo, un consumo creciente y aumentos en la producción. Por consiguiente, este círculo virtuoso daría lugar al incremento de ingresos de los distintos económicos, más inversión, mejor infraestructura y la modernización y eficiencia del aparato productivo.

El objetivo de lograr un mayor crecimiento económico es muy claro, la pregunta es cómo hacerlo. A propósito de esta gran incógnita, me gustaría comentar un libro titulado Por qué fracasan los países, de los economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson, el primero profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y el segundo de la Universidad de Harvard, a quienes concedo mi más amplio reconocimiento por las ideas que retomaré en los siguientes párrafos para enmarcar el gran reto que implica para nuestro país crecer.

Quizá lo primero que me enganchó de Por qué fracasan los países, fue la cercanía del argumento central de este texto, y que se refiere al hecho de que Nogales, Sonora, y Nogales, Arizona, son tan diferentes (una pobre y otra rica) a pesar de tener la misma situación geográfica.

Actualmente, las ciudades de Nogales están divididas sólo por una alambrada, mientras que la separan una realidad económica abismal. Nogales, Arizona, tiene un PIB per cápita de 35 mil dólares al año, la mayoría de los jóvenes van al colegio, la población es sana, cuentan con una esperanza de vida elevada y tienen acceso al programa de asistencia sanitaria (medicare).

calle de Nogales
Crawford Street, centro de Nogales, Arizona (Foto: http://www.americansouthwest.net).

Pero Nogales, Arizona, no sólo se distingue en el tema económico; hay marcadas diferencias en cuanto a la ley y el orden que imperan en esta parte de Estados Unidos. Los habitantes realizan sus actividades diarias sin temer por su seguridad y no tienen miedo de ser robados, tampoco les preocupa la alteración del Estado de Derecho en cuanto a que se presenten expropiaciones o incautaciones arbitrarias que pudieran poner en peligro sus negocios o su patrimonio.

En Nogales, Sonora, las cosas son diferentes. El PIB per cápita es de apenas 10 mil dólares, existe un alto índice de mortandad infantil, las condiciones de salud pública son deficientes y existe una gran carencia de servicios públicos. Las carreteras en Nogales, México, están en malas condiciones y la ley y el orden son temas que generan gran preocupación, además de que el acontecer diario gira alrededor de la corrupción e ineficiencia de la clase política.

Acemoglu y Robinson lanzan una primera pregunta para empezar a entender el fenómeno de las dos Nogales: ¿cómo pueden ser tan distintas las dos mitades de lo que es, esencialmente, la misma ciudad? No hay diferencia en el clima, ni en la situación geográfica y la dotación de flora y fauna es la misma.

Se podría pensar que la explicación a tan grande diferencia entre las dos Nogales son los habitantes. Pero la gente de Nogales, Arizona, no es descendiente de europeos; los orígenes de las personas de ambos lados de la frontera son los mismos. Después de que México logró su independencia de España en 1821, la zona de Nogales formaba parte de Vieja California y continuó así incluso después de la guerra entre México y Estados Unidos de 1846. Fue después de la compra de Gadsden, en 1853, que Arizona amplió su frontera hasta Nogales.

De esta forma, el análisis en términos de las grandes diferencias en cuanto prosperidad económica se complica ya que estamos hablando de condiciones iguales. Los habitantes de Nogales, Arizona, y Nogales, Sonora, tienen los mismos antepasados, disfrutan la misma comida y música, tienen la misma religión y, en general, tienen la misma cultura.

México
Nogales, Sonora (Foto: http://www.unafotoaldia.com).

De acuerdo con los autores de Por qué fracasan los países, la explicación es muy sencilla. La gente en Nogales, Arizona, tienen acceso a instituciones económicas estadounidenses que generan fuentes de trabajo, que les permiten elegir libremente en dónde laborar, adquirir formación académica y profesional de calidad, y animar a sus empleadores a invertir en tecnología de punta, todo lo cual redunda en mayores sueldos. También tienen acceso a instituciones políticas que les permiten participar en procesos democráticos transparentes, elegir a sus representantes y sustituirlos si no realizan su trabajo de manera adecuada.

En Nogales, Sonora, las cosas son distintas. Las instituciones son diferentes y crean incentivos muy dispares para sus habitantes. En general, no existen estímulos para los emprendedores y las empresas que desean realizar inversiones en favor de la productividad y la generación de empleos. Las instituciones de seguridad no hacen su trabajo para garantizar el Estado de Derecho y salvaguardar la integridad de los diferentes agentes económicos.

Las instituciones influyen en el comportamiento y los incentivos en la vida real, y son las que forjan el éxito o fracaso de los países. De acuerdo con los autores, incluso el talento individual requiere de un marco institucional que le permita transformarse en una fuerza de cambio y de valor. Bill Gates, Steve Jobs, Jeff Bezos, entre otros grandes emprendedores, tenían un gran talento, pero en última instancia, ese talento se potenció gracias a los incentivos proporcionados por las instituciones.

Las instituciones educativas permitieron que estos emprendedores adquirieran habilidades que complementaron su talento, además, las instituciones económicas estadounidenses brindaron la posibilidad para que estos hombres crearan empresas con facilidad, sin enfrentarse a obstáculos infranqueables y les ofrecieron acceso al financiamiento para echar andar sus ideas.

De acuerdo con Acemoglu y Robinson, estos emprendedores confiaban en las instituciones y en el Estado de Derecho que éstas generaban y no se preocupaban por la seguridad de sus derechos de propiedad, a la vez que las instituciones políticas garantizaban que no había ningún riesgo de que un dictador llegara al poder y cambiara las reglas del juego, expropiara la riqueza de los emprendedores o amenazara sus vidas o su trabajo.

El libro que he citado abarca con mucho detalle las acciones que causan pobreza y prosperidad en las naciones, y brinda un marco conceptual muy importante para nuestro país por el momento de transición que estamos viviendo. Ojalá tengamos la visión de fortalecer las instituciones del país, para que éstas sean garantes del Estado de Derecho y promotoras del crecimiento económico.

Grandes retos

Lectura: 4 minutosDurante meses, quienes nos dedicamos al fascinante mundo de la economía y las finanzas, vimos cómo la incertidumbre con respecto a quien sería el próximo Presidente de México se traducía en volatilidad en los mercados financieros.

Y no era para menos, dos razones explicaban el desánimo de los inversionistas locales y extranjeros: experiencias anteriores que hacían recordar que los cambios de administración son trances que pueden derivar en profundas crisis económicas y la posibilidad, hoy una realidad, que llegara por primera vez en la historia de nuestro país un candidato de izquierda a la titularidad del Poder Ejecutivo.

Con respecto al primer elemento de preocupación, las crisis transexenales, habrá que decir que durante muchos años el cambio de administración significó entrar en una espiral de devaluaciones, inflación y contracción de la actividad productiva. Es cierto que los tres cambios de administración anteriores se han realizado sin mayores sobresaltos, pero aún ronda el fantasma de 1994, cuando el peso se devaluó 100%, la inflación repuntó de 7% en 1994 a 52% al cierre de 1995, y el PIB registró la segunda caída más profunda de su historia (-6.2%).

Claramente, hoy las condiciones son muy diferentes, sobre todo porque el tipo de cambio se encuentra bajo un régimen de libre flotación y el país ha podido consolidar los fundamentos macroeconómicos como lección de aquella traumática experiencia; no obstante, más de uno adoptó la estrategia de “pagar por ver”.

Esto último nos lleva a elaborar una reflexión relacionada precisamente con el impacto económico de lo que significa tener un presidente de izquierda. Y es que nadie en su sano juicio podría oponerse a luchar contra la corrupción o de no buscar condiciones de inclusión y prosperidad social.

Las dudas surgen al momento de tratar de cuantificar cómo se lograrán los objetivos planteados durante la campaña y, lo más importante, cómo van a financiarse estos esfuerzos y el posible impacto que podría observarse. Esto último es de particular importancia toda vez que al país le ha costado sangre, sudor y lágrimas, alcanzar la solidez de los fundamentos macroeconómicos.

En este sentido, hay algo que me parece digno de destacar, y es que el pasado lunes, para sorpresa de muchos por la rapidez con que se organizó y llevó a cabo, el equipo económico de la nueva administración realizó un ejercicio de comunicación y acercamiento con diferentes inversionistas institucionales para comentar sobre el proceso que habrá de efectuarse y las políticas económicas que se instrumentarán a lo largo de la siguiente gestión.

En esta conferencia participó Carlos Urzúa, quien será el Secretario de Hacienda y Crédito Público, Doctor en Economía por la Universidad de Wisconsin, catedrático del Colegio de México y Director fundador de la Escuela de Graduados en Administración Pública del Tecnológico de Monterrey.

equipo AMLO
Carlos Manuel Urzúa Macías (1955).

También estuvieron en la conferencia Gerardo Esquivel y Arturo Herrera, quienes asumirán roles de liderazgo dentro de la Secretaría de Hacienda de acuerdo con lo estipulado por Urzúa. Ambos son economistas de la UNAM con maestría en Economía por el Colmex y con Doctorado en Economía, el primero en la Universidad de Harvard y el segundo por la Universidad de Nueva York.

A lo largo de mi vida profesional he tenido la oportunidad de conocer la excelencia académica del Colmex, sé de la capacidad intelectual, responsabilidad y trayectoria de quienes estarán a cargo del proyecto económico de la próxima administración, particularmente de Arturo Herrera, con quien tuve la oportunidad de coincidir y elaborar diversos proyectos de manera conjunta por nuestro paso por Ixe Grupo Financiero.

En este sentido, el primer apunte que quisiera hacer es que conociendo la capacidad de quienes estarán en la Secretaría de Hacienda, me siento tranquilo sabiendo que la finanzas públicas serán manejadas de manera responsable y prudente.

De hecho, durante la mencionada comunicación con inversionistas, Urzúa destacó que la administración entrante respetará estrictamente la autonomía de Banco de México y que el régimen de libre flotación se mantendrá, toda vez que ha demostrado funcionar a lo largo de los años. Señaló, además, que habrá una administración de políticas macro, fiscal y de deuda extremadamente responsable.

Carlos Urzúa y Arturo Herrera puntualizaron que, en el mediano y largo plazo, es necesario comenzar con más inversión, al menos 5% del PIB en inversión pública. Señalaron y se dará la bienvenida a cualquier inversión privada, nacional y extranjera, para lo cual se generará un entorno amigable para los inversionistas de todo el mundo.

Otro de los temas relevantes es el relacionado con la intención de generar un ahorro de 2% del PIB a través de la centralización de las compras del gobierno y por el combate a la corrupción. Finalmente, se comentó que el gobierno buscará reducir programas sociales redundantes o ineficientes y que concentrarán algunos de ellos en ayudar a personas mayores y a los jóvenes.

Habrá que destacar que los retos hacia adelante son formidables y podemos englobarlos básicamente en tres temas: a) generar confianza en los inversionistas y en las agencias calificadoras, b) mantener los equilibrios macroeconómicos, de manera destacada, la inflación, el balance fiscal y la deuda pública y, c) generar las condiciones para un mayor crecimiento económico.

Desafortunadamente, la economía es una ciencia disonante con respecto a las fuerzas que la mueven dada la escasez de recursos. Gastar más en pensiones y apoyos sociales es altamente loable, pero implica distraer recursos de otros proyectos como la inversión en infraestructura, salud, educación o seguridad, al tiempo que se busca crecer más aceleradamente.

La ecuación siempre es complicada cuando se tiene la irrenunciable restricción de mantener el equilibrio macroeconómico; por esta razón es indispensable una buena dosis de talento, paciencia y mesura a la hora de instrumentar la futura política económica. Estoy seguro que, si se actúa de manera responsable, tendremos la capacidad de construir un México más fuerte, más competitivo y un mejor lugar para vivir.

Abróchense los cinturones

Lectura: 5 minutosDentro de pocos días se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en nuestro país, y el resultado de las mismas es de pronóstico reservado. El candidato que resultará ganador, cómo se conformará el nuevo gabinete y qué tipo de modelo económico seguirá en los próximos años, son factores de incertidumbre que causarán volatilidad en los mercados financieros.

Los mercados, y quienes nos dedicamos al análisis económico y al manejo de inversiones, estamos preocupados por la forma en la que se generará un mayor dinamismo de la economía, ya que éste es el único camino para crear más empleos y mejor remunerados.

Existen varios temas de política económica que en el pasado han demostrado no sólo ser un lastre para la economía, sino también un verdadero caldo de cultivo para el estallamiento de crisis. Algunas de estas medidas de política económica fallidas fueron el establecimiento de precios de garantía y las políticas de sustitución de importaciones con el objetivo, equivocado, de producir todo internamente.

En la medida en que no existe la posibilidad de competir con productos provenientes del exterior, los productores no encuentran incentivos para ser más productivos y abatir costos, por lo que los consumidores son los que pagan las consecuencias de este tipo de políticas al enfrentar una menor disponibilidad de productos y servicios, baja calidad y a mayores precios.

Este escenario ya lo vivió el país en los años 70, cuando en el entorno de una economía cerrada, la escasez de mercancías fue notable, desatándose un fenómeno de crecimiento en los precios que amenazó en convertirse en una hiperinflación.

Adam Smith, considerado como el padre de la economía moderna, describió en La Riqueza de las Naciones ‒su obra maestra publicada en 1773‒, varios aspectos que le dieron rigor científico al estudio de la economía, como es el concepto de demanda agregada,  la especialización del trabajo, el precio de los bienes, la renta de la tierra y el concepto de la “mano invisible”, que hace referencia al equilibrio que logra una economía cuando cada individuo busca mejorar sus condiciones de vida en un marco en el que los gobiernos no intervienen con medidas proteccionistas, como pudieran ser los subsidios.

La noción de especialización del trabajo tiene que ver, a nivel de naciones, con que cada país produzca aquellos bienes para los que tiene condiciones favorables y que, por lo tanto, los hacen más competitivos a través de una mayor calidad y menores precios. Si un gobierno decidiera producir alguna mercancía en condiciones menos favorables de las prevalecientes en otro país, se obligaría a los consumidores locales a comprar dichos bienes con una calidad inferior y a un costo excesivamente alto.

El caso de la producción de alimentos en Estados Unidos y México es sobresaliente para visualizar este razonamiento. Estados Unidos tiene geográficamente condiciones propicias para ser el granero del mundo. Cuenta con amplias planicies y nevadas que abarcan gran parte del territorio y que, al llegar la época de deshielo, proveen de un riego natural y profundo a la tierra, lo que hace que Estados Unidos sea el principal exportador de alimentos del mundo, destacando productos como el maíz, la soya y el trigo.

mexico mapa

México, por su parte, tiene un suelo extremadamente accidentado caracterizado por un gran número de sierras, montañas, colinas, cordilleras, que hacen materialmente imposible el cultivo de algunos productos. Pretender producir internamente todo lo que se consume en el país representaría, en el caso de algunos productos agrícolas, desabasto y altos precios que tendrían que pagar los consumidores mexicanos. No obstante, el tipo de ecosistemas locales, el clima y el tipo de suelo que pueden encontrarse en el país, nos otorgan ventajas para la producción y exportación de productos en condiciones privilegiadas como el aguacate, el chile verde y la caña de azúcar.

Lo que debe privilegiarse es el bienestar de los mexicanos a través del apoyo a sectores prioritarios en los que somos competitivos y complementar la oferta de mercancías, aprovechando los acuerdos comerciales que se tienen con el resto del mundo y que garantizan calidad y bajos precios gracias a los convenios arancelarios.

Pero hay otros temas que preocupan desde el punto de vista económico. La injerencia del Estado en la actividad económica ha demostrado ser terrible para el país, y es que el gobierno es un mal administrador. La idea de las expropiaciones es, sin lugar a dudas, un atentado al estado de derecho, pero también un sinsentido desde el punto de vista económico, como señala Adam Smith, que termina por destruir empleos y aumentar la carga fiscal del gobierno.

Una de las expropiaciones más dañinas en México fue la de los bancos privados el 1 de septiembre de 1982 y que causó el atraso tecnológico del sector, ineficiencias y desintermediación en perjuicio de la inversión, el crecimiento y la generación de empleos, razones por la que se tuvo que revertir diez años después, aunque el impacto fue devastador.

En México, la historia de un gobierno paternalista e injerencista tuvo consecuencias altamente nocivas para la economía bajo el argumento de que el Estado debía no sólo regir sino también participar directamente en la actividad productiva. En 1982, el Estado era propietario de 1,155 empresas, la mayoría, por supuesto, no eran rentables y necesitaban de amplios recursos públicos para medianamente funcionar. Dentro de las empresas estatales de aquella época se podían encontrar cines, cafeterías y boliches, que al no ser administrados de manera eficiente requerían de la continua inyección de recursos fiscales.

Esta miopía en cuanto al verdadero papel del Estado en la economía tuvo consecuencias atroces para el país. Fue una estrategia que distrajo recursos de actividades y sectores prioritarios como obra pública, salud, educación, comunicaciones, etcétera, para tirarse a la basura, en un espejismo de respaldo económico que resultó todo lo contrario, además de que contribuyó a mermar las finanzas públicas.

No hay que olvidar que lo política de subsidios y de participación excesiva del Estado fueron elementos que contribuyeron a ampliar de manera desmedida el déficit fiscal del gobierno y que fue, junto con el crecimiento de la deuda externa y el déficit comercial, origen de las múltiples crisis económicas que el país enfrentó en la década de los setentas y ochentas.

Efectivamente, la expansión del gasto público junto con la caída de los ingresos, provocaron un aumento galopante en el déficit público que aumentaba año con año. Así, por ejemplo, en 1981 el déficit financiero del sector público se incrementó 137% en términos reales respecto a 1980, y se ubicó en 11.2% como proporción del PIB, y en 1982 esta relación aumentó aún más a 13.2%.

Los desequilibrios macroeconómicos que se presentaron en el pasado ocasionaron un aumento en la inflación y en las tasas de interés, una contracción del PIB y un aumento en la tasa de desempleo. De manera tal que la incertidumbre respecto al modelo económico que seguirá el país en los próximos años, causará nubarrones y turbulencia, por lo que hay que abrocharse el cinturón de seguridad.

Impacto cambiario

Lectura: 4 minutosRecientemente, el tipo de cambio se presionó por una serie de elementos, tanto de origen externo como interno, que llevaron la cotización de niveles mínimos, de 17.94 pd el 17 de abril, a 19.20 pd el día 25; tan sólo en esta última fecha la fluctuación fue de 40 centavos, reflejo de una incertidumbre que seguramente se acrecentará en los siguientes meses.

Estimar puntualmente el nivel máximo que podría alcanzar el tipo de cambio, en este 2018, es un ejercicio complicado por ser una variable altamente volátil y dependiente de la interacción de diferentes factores, sin embargo, un análisis de las variables fundamentales que inciden en su comportamiento puede ser valioso para determinar la tendencia de este indicador.

Hay que tener presente que el tipo de cambio, es decir, la relación de intercambio del peso contra el dólar, representa el precio de una mercancía particular que es el dólar, y dado que actualmente se encuentra bajo un régimen de libre flotación, el precio de esta mercancía se determina, como cualquier otra, por la interacción de la oferta y la demanda. La oferta y la demanda de divisas se contabilizan dentro de la Balanza de Pagos, por lo que el equilibrio o desequilibrio de la misma determina fundamentalmente la tendencia de largo plazo del tipo de cambio.

En contraposición, existen elementos coyunturales que pueden ocasionar reacciones bruscas del tipo de cambio de manera temporal. Las medidas de política monetaria y cambiaria que regularmente instrumenta el Instituto Central para hacer frente a fluctuaciones extremas del tipo de cambio dependen precisamente del carácter que tenga el movimiento cambiario, es decir, si las reacciones del tipo de cambio tienen su origen en desequilibrios fundamentales del sector externo o si responden a cuestiones temporales.

Bajo condiciones normales, cuando los ataques al tipo de cambio corresponden a presiones transitorias, la Comisión de Cambios puede optar por hacer uso de las reservas internacionales para mitigar la volatilidad cambiaria, aunque esta acción tenga un costo fiscal. Si, por el contrario, las presiones del tipo de cambio responden a desequilibrios fundamentales, es necesario asumir una política fiscal y monetaria restrictiva.

Esto quiere decir que, a través de la generación de menores déficit, o incluso superávits fiscales, así como de mayores tasas de interés, se busca aminorar la demanda agregada, y, de esta manera, contribuir a corregir parte de dichos desequilibrios. En el caso de desequilibrios fundamentales, pretender sostener al tipo de cambio mediante el uso de las reservas internacionales sería infructuoso, por lo que las presiones continuarían hasta que se corrigiera el desequilibrio que dio origen a las presiones cambiarias.

Los ataques sobre la paridad suelen darse bajo condiciones de alta incertidumbre por lo que en ocasiones es difícil diferenciar la fuente de las perturbaciones y, por otro lado, siempre existe el riesgo de que un ataque transitorio, si no se corrige a tiempo, pueda derivar en desequilibrios más profundos que generen inflación y contracción económica.

Con este marco conceptual, se pueden identificar elementos que explican las presiones recientes del tipo de cambio. En el ámbito externo, el elemento clave ha sido la fortaleza del dólar, no solo frente al peso sino frente a una amplia canasta de monedas de países emergentes ante la perspectiva de mayores tasas de interés en Estados Unidos.

cambio moneda

La tesis de una política monetaria más restrictiva por parte de la Fed deriva de la posibilidad de que en nuestro vecino del norte se registren mayores presiones inflacionarias, no sólo debido al fortalecimiento del mercado laboral y su impacto en un mayor dinamismo de la economía, sino también al reciente incremento en el precio de los energéticos, principalmente el petróleo así como por el choque que registrarán los precios ante la imposición reciente de aranceles a la importación de múltiples insumos utilizados en el proceso productivo estadounidense.

Por otro lado, la recientemente aprobada reforma fiscal en Estados Unidos, que tuvo como eje el recorte de impuestos, tendrá una repercusión sobre el estado de las finanzas públicas estadounidenses, obligando al gobierno a conseguir más financiamiento a través de la emisión de bonos públicos. Los puntos anteriores han alimentado la expectativa de que la Reserva Federal incremente, al menos en tres ocasiones, las tasas de interés en 2018, fenómeno que podría seguir causando volatilidad en el mercado cambiario.

En el ámbito doméstico, hay que destacar el hecho de que la economía mexicana cuenta con sólidos fundamentos; el fortalecimiento de la actividad económica global ha contribuido a que las exportaciones y producción manufactureras continúen su proceso de recuperación, el balance primario es superavitario, lo que ha disminuido el riego de un recorte en la calificación crediticia, y la deuda pública como proporción del Pib ha empezado a disminuir.

No obstante, hay dos temas que cada día pesan más en el ánimo de los inversionistas: el resultado de la renegociación del TLC, que, aunque se estima tendrá un desenlace positivo, el proceso de revisión se cuestiona con cada tweet del presidente Trump, además de que aún quedan puntos álgidos por resolver, como el incremento salarial en la región y el contenido regional dentro del sector automotriz.

El otro tema de extrema relevancia es el proceso electoral en nuestro país que se intensifica todos los días y que presumiblemente se hará más acalorado en la medida en que nos acerquemos a la fecha de las elecciones. Dos fechas claves serán el 20 de mayo y el 12 de junio, cuando se celebren los siguientes debates presidenciables con formatos diferenciados: el segundo con la presencia de público en Tijuana y el tercero en Mérida con la interacción de redes sociales.

A los riesgos anteriores hay que añadir un posible giro hacia un mayor proteccionismo a nivel mundial que afecte el intercambio comercial, la volatilidad en los precios del petróleo y otras commodities, la posible aceleración del ritmo de normalización de la política monetaria en Estados Unidos y Europa, y el posible surgimiento de tensiones geopolíticas, de las cuales Estados Unidos ha sido protagonista recientemente, al enfrentarse, política, comercial y militarmente a Rusia, China, Corea del Norte, Siria, etc.

Ante este escenario, es altamente probable que, en el corto, continúen las presiones sobre el tipo de cambio que podría llegar a niveles de 20 pd en la medida en que se acerque el 1 de julio. En el mediano plazo, habría que ver qué tipo de modelo económico se seguirá; si hay un cambio de rumbo se podría presentar un fenómeno de fuga de capitales que podría llevar la cotización a niveles superiores. Sin duda, la prudencia es la mejor estrategia de inversión en estos momentos.