Hoy, con Sam

Las campañas de merolicos

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La mimetización que tiende a adoptar el constructo social, político y económico de nuestro país, deviene en gran medida de la muy imperante figura estadounidense.

Pareciera que el modus vivendi en México tiene cierta afinidad a imitar el de un habitante estadounidense. El sueño americano, que en buena parte radica en hacer de la existencia una sistematización en aras del capital, seduce a nuestros ciudadanos por su tendencia a exacerbar la riqueza.

Paralelamente, el gremio político de nuestro país desea de forma desmedida autodenominarse como una “democracia de vanguardia”; muy al estilo del bipartidismo americano. Dentro de este limbo político en el que se encuentran los candidatos independientes, se ha gestado la muy novedosa forma de recaudar fondos a través de la realización de cenas de etiqueta a las que acuden diversos personajes de la política, la industria y la cultura.

Sin embargo, este acto que lleva como estandarte descubrir “financiamiento” privado para impulsar su carrera por la presidencia nacional, resulta ser tan sólo un acontecer desesperado de mimetización factible para generarles resultados. Es decir, realizar una campaña política independiente con financiamiento privado, es una fórmula desgastada de la demagogia estadounidense y ahora de moda por antonomasia mexicana. “¡Ah, pero es de vanguardia!”

En México, estamos ante el certamen de modas de candidatos-actores más costoso del mundo; aquí todos llevan alta costura de diseñadores diversos. Agreguémosle que… si la tendencia de no tener partido, que si la tendencia de inculpar al otro, que si la tendencia del populismo, que si la tendencia de ser religioso….

Ahora, ¿qué sucedería si alguno descubre que el modelo europeo es más vanguardista? En Inglaterra y Francia, incluso Rusia, nos están demostrando que hay nuevas formas de llegar al destino presidencial.

Quedan tres meses y medio para descubrir al candidato ganador. En esta mimetización, ¿quién crees que lo logre?

Samuel Podolsky

@sampodol

spodolsky@elsemanario.com

¿El político del México actual, un advenimiento de los sofistas?

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La usanza oral, y en sí mismo el lenguaje dentro de las sociedades, tienen mucho más relevancia de lo que la historiografía de la democracia pudiese reconocer. Desde la época homérica, la tradición de los cánticos en las plazas públicas era de suma importancia para la preservación mitológica de la cosmovisión de la antigüedad griega. A través del discurso poético y lírico, los ciudadanos participaban de la vida religiosa y política de la ciudad.

A su vez, la tradición filosófica de occidente, específicamente en la época presocrática, tuvo su esplendor gracias a la oralidad que se gestaba entre los llamados sofistas. Estos personajes eran el arquetipo de la sabiduría de la cultura griega; sin embargo, con la esquematización de la filosofía consecuencia de la muerte de Sócrates, los sofistas fueron reducidos a un sequito de charlatanes que se ufanaban de manejar a la perfección la técnica de la oratoria.

Tal parece que la tradición sofista sigue permeando dentro de las sociedades contemporáneas. En el caso muy particular de nuestro país, podremos encontrar a esta especie parasitaria en personajes de la cotidianidad como los merolicos, los mercaderes o un porcentaje altísimo de los políticos activos.

Escucho, y presiento al escuchar a la casi absoluta mayoría de nuestros políticos, cuál actores sofistas de vanguardia, que hacen de la oratoria su arma más eficaz. A través del discurso bien estructurado, mejor dicho a través del recital de la diplomacia, tejen una red dialéctica que termina por enredar al ciudadano en una especie de urdimbre social que funciona de inicio a fin con discursos tautológicos, es decir, palabras que parecen ser verdad pero que no se adecuan a la realidad.

Como sucedió hace dos mil quinientos años, los sofistas no son capaces de mantener un dialogo ecuánime y objetivo que pretenda deconstruir el discurso. Con dicha técnica, Sócrates ridiculizó a sus adversarios. En el escenario político actual, los precandidatos a la presidencia de nuestro país, solicitan a pasos agigantados la oportunidad de lucir sus técnicas lingüísticas prefabricadas. Los debates no son más que sofismos vulgares.

Si uno, dos o tres candidatos no se aventuran en la odisea “democrática” del debate, es porque temen ser evidenciados. Tal o cual político se jacta de ser testigo de la verdad, vanaglorian de su sabiduría, se canonizan en el discurso. ¿Conoces a alguno de ellos que esté preparado para dialogar con la realidad y no con la conveniencia de mantener a su escucha en la oratoria de la nada o de la ofensa destructora de su contrincante?

¿Acaso no se asemeja al director general de una empresa sobre un cuadrilátero de box mientras la empresa sucumbe? Y de ganar, la empresa se desploma. ¿Entre beisbolistas y actores charros la corporación escoge a su dirigente? Toda enunciación se vuelve banal.

¿Quién de nuestros candidatos tiene estatura de ejemplo mundial, de estadista progresista, y se enfrenta a hablar y a retar su posición ante las diversas realidades?

Samuel Podolsky

@sampodol

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Depuración: urgente necesidad democrática

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¿Cuál es el deber ser de nuestros políticos y funcionarios públicos?

Desde la creación de la polis griega, el concepto de ciudadano, hacía corresponsables del bienestar de sus semejantes a todos los miembros de la sociedad helénica. Los ciudadanos anteponían el beneficio común antes del particular, comprendían que la búsqueda de bienestar colectivo beneficiaba inclusive al demos o pueblo, lo que tuvo como consecuencia el surgimiento de la democracia.

En todos los sistemas democráticos del mundo, incluido el nuestro, el bienestar ciudadano es la piedra angular en la legislación de las leyes; ergo, el deber ser de nuestros políticos y funcionarios es salvaguardar los intereses colectivos de nuestra sociedad.

Pese a que es claro el objetivo de la democracia, la estructura político-democrática de nuestro país ha transmutado a un sistema demagógico, en el cual, todos los implicados en el partidismo utilizan el engaño social como herramienta electoral. Las promesas de campaña solo son un bastión más de una red de mentiras que al parecer no ha recibido castigo alguno por parte de las instituciones, ni mucho menos, ha sido reprobada por el ideario colectivo.

Los ciudadanos debemos entender que los políticos y funcionarios públicos son electos para generar el bienestar ciudadano. Es por ello, que el uso descarado de la mentira resulta repulsivo, pues engañar al ciudadano, es traicionar los ideales mismos de una sociedad democrática.

Al embaucar al ciudadano, los funcionarios públicos están usurpando un puesto que no les corresponde. Aunque podemos asimilar esta premisa con facilidad, lo realmente alarmante es que no existen mecanismos públicos o privados que castiguen estas acciones. Y es que, el engaño al ciudadano no es una simple cuestión de moral; este acto lleva implícito un abuso para con el ingenuo, una farsa tal, que ha llegado al punto en el que los pobladores han entrado a un estado de alienación.

Por tal motivo, es menester y nuestra responsabilidad depurar el sistema actual, y quizá, la única alternativa es crear un organismo encargado de evaluar el desempeño de los políticos bajo una rúbrica de veracidad en sus actos. Si los funcionarios públicos no cumplen con sus promesas o, mejor dicho, compromisos para con la ciudadanía, deben ser destituidos de inmediato.

Depurar, significa coloquialmente: quitar lo no deseado, entre ello, lo que no responde, no funciona, sobra, etc. Debemos transformarnos de una sociedad pasiva a una activa, una población capaz de derogar a sus funcionarios falsarios, los cuales, prometen una serie de actos, productos y mejoras que jamás llegan.

¿Acaso es utópico pensar en un organismo ciudadano que lleve a cabo este acto?

Y además le agrego: ¿Y para qué hicieron nacer el fuero?

Samuel Podolsky

@sampodol

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El vuelo del helicóptero. ¿Revolución legitima en Venezuela?

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A través de la historia, los gobernantes han hecho uso de un sinfín de artimañas con tal de perpetuar su estadía en el poder. Desde descalificar a la oposición, hasta planear un auto-atentado que legitimase el uso de la fuerza pública. Lo ocurrido ayer en Venezuela, puede que sea un ejemplo de dichas prácticas autoritarias, muestra de que los pueblos solo tienen dos caminos para establecer el cambio de paradigma: el dialogo con los gobernantes o la revolución.

Desde los inicios del chavismo bolivariano, hace ya más de 18 años, el discurso populista siempre implícito en un dejo de militarización del Estado ha sido la estrategia perfecta para perpetuar de nueva cuenta una dictadura en Venezuela.

Si hacemos memoria, el 11 de abril del 2002, un grupo de oposición presidido por Pedro Carmona se sublevo frente al Palacio de Miraflores confrontándose con simpatizantes de Chávez, dejando más de una decena de heridos. Tras un singular rumor de que Chávez había renunciado a la presidencia, Carmona quizo tomar posición del cargo, lo que tuvo como desenlace que el 14 de abril de dicho año, Hugo Chávez retomara su papel como presidente, legitimando su posición hasta el día de su muerte en 2013.

El supuesto ataque golpista de ayer, junio 27 del 2017, vía sobrevuelo de helicóptero sobre el Palacio de Miraflores en Venezuela, parece una analogía de lo ocurrido hace 15 años. Para todos es bien sabido que la mayoría de los medios venezolanos se encuentran en un estado de estatización, por lo que un anuncio por televisión resulta sumamente tajante, ya que hasta ahora, no existe una versión ajena al intento del Golpe de Estado.

Maduro sabe que su gobierno tambalea, y, a diferencia de otras naciones que se han encontrado en una situación similar, por ejemplo, México, el gobierno venezolano no ha encontrado una alternativa ajena a la violencia para apaciguar a la muchedumbre. Por tal motivo, la vía más práctica para poder legitimar el uso de la fuerza pública parece ser el auto-ataque, una práctica que le puede otorgar a Maduro la legitimación de la dictadura.

Sin embargo, lo anterior solo es una especulación con base a la historia del chavismo. Si el pueblo en realidad ha tomado el uso de la violencia como respuesta a la dictadura, mucho me temo la legitimación del uso de la fuerza será igual de valida. Venezuela se encuentra en una encrucijada que ha dejado pocas alternativas, aunque el Golpe de Estado sea fidedigno, Nicolás Maduro ha encontrado la excusa perfecta para violentar al pueblo. El resultado: una inminente revolución.

Todo parece indicar, y tal vez, sin tener conciencia de la situación, que Nicolás Maduro podrá justificar su lucha. Sin duda, Venezuela se encuentra ante la inminente perpetuación del chavismo o ante una lucha digna de Bolívar.

Les comparto mi sentir. ¿Qué podrá suceder entonces si no es que haya más daño interno inmediato? ¿Cómo detener tanta locura del poder?

Samuel Podolsky

@sampodol

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La predicción de Hegel: ¿Qué esperar en Venezuela?

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Aunque la lectura de la concepción del denominado Dios-Estado hegeliano dio pauta a un sinfín de interpretaciones, por ejemplo, la de los ingleses, quienes destacan la razón como fundamento del Estado, o bien, la interpretación italiana que ven en los textos del hegelianismo el fundamento para crear autoritarismos como el fascismo y el nacionalsocialismo, lo cierto es que la magna obra del filósofo alemán, Fenomenología del espíritu, puede incluso en nuestros días seguir siendo un instrumento para el análisis de la condición de los Estados modernos. Aunque la estructura del mundo ha cambiado, se denota que la condición de los gobernantes y ciudadanos sigue siendo tan raquítica como en el siglo XVIII.

Si realizáramos una analogía entre la situación actual de Venezuela y lo descrito por Hegel hace tres siglos, descubriremos que el filósofo realizó una especie de predicción de la condición actual de este país. Hegel creía que un Estado debía salvaguardar siempre el principio de racionalidad, esto se puede traducir como garantizar las libertades de los ciudadanos; un Estado que no cumpliera este objetivo, estaba condenado.

Al no cumplirse este cometido, se daría pauta a una dialéctica entre gobierno y ciudadanía descrita por Hegel de la siguiente manera. La inevitable lucha entre gobierno y sociedad comenzará, se desatará la lucha de clases por alcanzar y dominar el poder estatal. El gobierno argumentará que desea elevar a la sociedad a un estado de igualdad; la sociedad reclamará a que ciertos individuos se subyuguen a la voluntad del pueblo.

Análogamente el gobierno de Maduro dice preservar los principios bolivarianos de libertad e igualdad, su canciller de Relaciones Exteriores argumenta que el país busca la estabilidad de la sociedad venezolana. Paradójicamente su pueblo se subleva y desea la destitución de su gobierno. Además, seguramente podrán juzgarlos por la nueva autoridad ciudadana resultante.

Pero las similitudes no terminan, Hegel habla de dos vías para la transformación del Estado: la reforma política y la revolución. Si los gobernantes optan por la reforma, el gobierno debe someterse a la voluntad de los ciudadanos y ratificar la igualdad social. Si el pueblo opta por la revolución es porque la clase dominante no accede a la reorganización y redistribución de bienes.

Durante la 47° reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, dijo que su gobierno no aceptará el rechazo a la Asamblea Nacional Constituyente propuesta hace años por la indignada ciudadanía venezolana y que hoy es rechazada. Con ello, denota que por ese rumbo no habría una reorganización del gobierno.

Para algunos intérpretes del hegelianismo como Lorenz von Stein, la revolución es el único método para generar un cambio substancial en las estructuras del Estado. La historia nos ha enseñado que los gobiernos autoritarios terminan por derrumbarse.

Tal parece que el destino llevará a Venezuela a una inminente revolución, y mucho me temo, como lo escribe Hegel y lo reitera Stein, tan pronto acabe la revolución es factible que los ciudadanos se encuentren con un nuevo enemigo: ¿Otra nueva revolución, agregada subsecuentemente? El tiempo lo dirá.

Cuánta crueldad trae consigo el poder autoritario. ¡Y cuánta complejidad trae un cambio de poder a través de la fuerza revolucionaria! Venezuela, un gran país de grandes personajes que han ilustrado al mundo y ciudadanos maravillosos, en una encrucijada basada en la ignorancia que le dio el voto al populismo.

Samuel Podolsky

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El legado intercultural de François Houtart

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François Houtart será recordado por su vasta obra en torno a la teología de la liberación y la sociología de la religión. El pasado 6 de junio falleció en Ecuador uno de los últimos vástagos del pensamiento católico latinoamericano, un hombre que legó una idea de interculturalidad entre los pueblos indígenas de la región. A Houtart se le reconoce entre otros actos, el de participar con el papa Juan XXIII como asesor de asuntos latinoamericanos durante el Concilio Vaticano II.

La trascendencia de su obra rebasa la fragmentación mundial que se suele dar entre las religiones. Su pensamiento se enfocaba en la idea de la interculturalidad, un axioma que postula a la ética como fundamento de toda convivencia armónica del ser humano, fundamentación que hace converger a las religiones y razas del orbe.

A diferencia de la transculturalidad, la cual se puede ejemplificar en nuestros tiempos como la inminente globalización, es decir, una convivencia que trasgrede los derechos, usos y costumbre de un pueblo distinto, la interculturalidad tiene el objetivo de salvaguardar la cultura y cosmovisión de todos los pueblos, ejerciendo una convivencia de respeto en común acuerdo para el intercambio y enriquecimiento cultural de todos los implicados.

François Houtart fue enfático en este punto. Su ideología marxista se contraponía de forma casi innata con las estructuras del capitalismo desvergonzado que va de la mano con la democracia. Apeló a un gobierno socialista en una época de tecnificación, no sólo del hombre en sí mismo, sino de la religión cristiana del cual era partícipe.

En esencia, la teología de la liberación es una corriente de pensamiento que predica los ideales de austeridad de una iglesia por y para el pueblo, lo anterior, inmerso en un discurso marxista que se opone a la noción de plusvalía y aboga por la dignificación del trabajo para contrarrestar los estragos de los mecanismos de dominación.

Percibir la interculturalidad como remedio a la devastación cultural que se da por parte de la globalización, aunque utópico, no deja de ser una idea de ensueño. Lamentablemente la sociedad se encuentra tan inmersa en un discurso de dominación del otro, que la idea del respeto a las ideas ajenas parece distante.

El legado de François Houtart versa sobre una ética universal que se aplique para todos los hombres, un constructo metafísico que no hable de una deidad, sino de la idea misma de que los hombres deben de respetarse unos a otros por el hecho de ser. Un discurso arriesgado no por su contenido, sino por su validez en la actualidad.

Con gran respeto y honorabilidad le dedico hoy este mensaje. Que el legado de interculturalidad de François Houtart impregne al resto del mundo moderno.

Samuel Podolsky

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China, Panamá, Taiwán

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Antes de la construcción del canal de Panamá a principios del siglo XX, la región comercial más importante de América Latina, hablando en términos de rutas marítimas, era el istmo de Tehuantepec. Esta región fue durante finales del siglo XIX y la primera década del siglo XX, un punto de convergencia cosmopolita, pues navegantes de todo el mundo tocaban puerto para redistribuir sus mercancías las cuales provenían de Europa y Asía con destino principalmente hacia Estados Unidos. Suceso que provocó que México estableciera relaciones bilaterales con diversas naciones.

La región comenzó a perder popularidad con la creación del canal de Panamá, este istmo era mucho más estrecho, lo que propicio que el comercio se enfocará en este paso para transportar mercancías de un océano a otro. Poco a poco Panamá fue estableciendo relaciones diplomáticas con diversos países del mundo, entre ellos Taiwán, a quienes los panameños reconocían como los herederos legítimos del territorio de China.

Tras años de amistad diplomática, anteayer 13 de junio, el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, decidió poner fin a la relación bilateral con Taiwán; lo que significó un duro golpe para el pequeño país, el cual, solo resguarda relaciones internacionales con 20 países del mundo, de los cuales, la mayoría se encuentran en la región de América Latina y el Caribe.

Cabe mencionar que el fin de la relación bilateral, se debió al pedimento del gobierno de China, ya que cualquier nación que desee relaciones diplomáticas con este país debe de terminar su vínculo diplomático con Taiwán.  Panamá justifico su acción como un acto responsable, agradeciendo a Taiwán por los años de amistad.

¿Responsable bajo qué criterios? Ahora sí que como dijera un famoso dicho, “vienes, comes y te vas”. Es de entender que China tenga los ojos puestos en Panamá, pues como la segunda economía más poderosa del mundo, su interés en la inversión de rutas de acceso marítimo era de esperar.

Por su parte Panamá, tomó una decisión económicamente prudente. En unos meses este país liberará una concesión para la inversión en infraestructura en terrenos a fines al canal. Y por supuesto, así como lo fue Estados Unidos hace más de un siglo, China es el inversionista más atractivo.

Panamá sabe que goza de un bien sumamente valioso para el comercio internacional, China sabe que puede aumentar sus ingresos y exportaciones, ¿quién resulta afectado? Taiwán. Esta nación sabe que no tiene el potencial para competir con lo que denominaron “la diplomacia del dinero”.

Ahora queda más que claro que en el juego de la política internacional monetaria no existen los amigos, solo el beneficio. El comercio y el crecimiento económico es hoy en día el sustento para la diplomacia; las relaciones bilaterales pareciesen solo son una ilusión del sistema capitalista deshumanizante de nuestros días.

Samuel Podolsky

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Dialéctica del populismo y el conservadurismo en México

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En últimas fechas la palabra populismo ha resonado con fuerza en el lenguaje de la política nacional. Dicho adjetivo se ha tornado como un vocablo para desacreditar partidos y personajes que se enfocan en el “supuesto bienestar del pueblo”. En términos generales podríamos definir al populismo como la política que pretende salvaguardar los intereses de la población.

Por su parte podemos referirnos al conservadurismo como la práctica política de preservar el actual estado de las cosas. Es decir, el gobierno imperante y el sucesivo sistema, digamos el partidismo, busca escudar la condición flagrante para su conveniencia; de este modo, no importa si el sistema es bueno o malo, ya que no es una cuestión de moral, lo importante es mantenerse vigente.

Desde el asentamiento de los Estados, el populismo y el conservadurismo se han manifestado de diversas formas. Por tal motivo, los gobiernos han tenido que recurrir a justificaciones epistémicas que validen su actuar.

En su obra Razón y Revolución, Heber Marcuse, da testimonio del declive del conservadurismo occidental tras la Revolución Francesa. Los Estados europeos como el antiguo imperio alemán de Federico Guillermo IV, pretendían justificar a través de corrientes de pensamiento como el positivismo estatal de Friedrich Julius Stahl, su gobierno tripartito que consistía en Dios-rey-autoridad.

El temor de que los ideales populistas de la Revolución Francesa terminaran con los beneficios de los señores feudales, era tal, que el gobierno instauró el discernimiento de Stahl como la doctrina de pensamiento oficial del imperio alemán. De este modo podría derogar los ideales populistas de la teoría del derecho natural.

La dialéctica que se ha gestado a través de los siglos entre populismo y el conservadurismo, tuvo su auge en los países latinoamericanos tras las guerras de independencia de las naciones de esta región. En México, posterior a la instauración de la joven democracia institucional, los líderes del partido luchaban porque el populismo que encarnó Francisco I. Madero en 1910, no resurgiera.

Durante el mandato de Lázaro Cárdenas, las reformas populistas como la repartición de tierras, la nacionalización de la industria petrolera y el proteccionismo sindical, dieron cuenta de un populismo sin precedentes en el país. Al mismo tiempo, Tomás Garrido Canabal, destruía iglesias, quemaba a los pobladores y proclamaba el trabajo como la principal fuente de progreso de Tabasco; muestra de un conservadurismo radical de izquierda.

A diferencia del conservadurismo, el populismo tiende a estar encarnado en un sujeto que personalice el arquetipo de la lucha, un portavoz que demande las necesidades del pueblo y que genere un sentimiento proteccionista. En la actualidad nacional, el populismo que fuese representado por un partido político vestido de color, denota una contradicción que muestra que el menester del populismo nacional es el preservar el sistema que le dio nacimiento.

El populismo y el conservadurismo en nuestro país es tan ambiguo que tal parece los conservadores hacen uso del discurso populista y los populistas desean conservar los mismos derechos que sus antagonistas. Ambas posturas terminan imponiendo una esclavitud a la población, reduciéndose a un mecanismo para preservar el poder y no generar bienestar.

Se vislumbra que el populismo y el conservadurismo no son más que una simple dialéctica hegeliana del amo y el esclavo, una disputa eterna en donde siempre alguien mandará y el otro obedecerá luchando por emanciparse. Una dialéctica confusa, que en nuestros días parece más una especie de simbiosis.

¿Qué nos espera para el 2018?

Samuel Podolsky

@sampodol

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