En mi entrega pasada hablé de las virtudes de las tecnologías, específicamente me referí al caso de Eva Votavová, una mujer checa de 27 años que fue mantenida con vida artificialmente por más de 30 semanas a fin de que su hija Eliska pudiera nacer.
Reitero mi postura en el sentido de lo fascinante que puede ser la tecnología, misma que nos permite que sucedan cosas como la anterior. Gracias a estos avances biotecnológicos es que Eliska finalmente está en este mundo.
Sin embargo, un buen amigo mío el Dr. Patricio Santillán, me escribió para plantearme una diferente lectura de tal acontecimiento, la que me parece interesante como para compartir con ustedes.
Me preguntó el Dr. Santillán que, sin restar el valor del nacimiento de la bebé Eliska, lo interesante de la historia en términos de tecnologías de soporte vital, la pregunta fundamental era: ¿qué pasaba con la mamá mientras Eliska se encontraba en su vientre? Me preguntó si existía certeza de que Eva –la madre– realmente se encontraba en un estado de muerte por criterios encefálicos, o bien (planteando una duda razonable), si no sería el caso de un mal diagnóstico.
Para el Dr. Santillán, con los datos que aportaba mi artículo anterior, parecía más un diagnóstico incorrecto de la situación neurológica (de Eva). En opinión del Dr. Santillán, el estado neurológico de la madre parecía “corresponder a un estado vegetativo” y no a una muerte cerebral, lo que explicaría la posibilidad de mantener con vida a la paciente por un tiempo prolongado.
El Dr. Santillán me explicó que la mal llamada “muerte cerebral” –pues debería denominarse como “pérdida de la vida” por criterios encefálicos–, es una situación que sólo dura algunos días, y que en todo caso se aprovecha para explorar la posibilidad de obtener órganos en donación para trasplante. En su opinión, una situación de daño encefálico irreversible no puede mantenerse por 30 semanas seguidas.
El Dr. Santillán se cuestionaba que si bien festejamos “la felicidad de obtener un bebé sano, uno tendría que preguntarse ¿qué pasó con la madre?”, y concluía con una reflexión contundente: “Que la llegada de un bebé no debe distraernos de consideraciones igualmente importantes que atañen a la vida de cualquier persona, aun y cuando sea el final de la misma, y a pesar de la ganancia que sin duda hubo.”
Al Dr. Patricio no le quedaba claro “qué tanto se respetaron los derechos de la madre”. Destacando que bajo ciertas visiones Eva Votavová podría haber sido considerada como un vehículo para un milagro de dios, santificándose así a la bebé, pero cosificando indebidamente a la mujer.
Los cuestionamientos del Dr. Santillán son profundos y nos hacen pensar en los intereses ideológicos con los que puede ser usada la tecnología. No olvidemos que actualmente todavía, el único medio para gestar a un ser humano es mediante el embarazo de una mujer. El útero femenino no ha podido (hasta el momento) ser reemplazado por nuestras tecnologías.
Debo decir que aparentemente las dudas razonables planteadas por el Dr. Santillán parecen tener sustento, después de sus comentarios me di a la tarea de buscar más información sobre el caso de la bebé Eliska, y no encontré ninguna nota que hablara de la madre, en todos los casos el centro de la noticia era el nacimiento de la bebé. No queda claro qué ocurrió después de la cesárea de Eva, nada se dice respecto a si se continuó dándole (parece que no) soporte vital, o si simplemente una vez nacida la bebé, ella fue “desconectada”.
Por último, destaco que estos temas bioéticos son apasionantes precisamente por las múltiples aristas implicadas. Aristas que trascienden a la sola reflexión bioética, pues situaciones como las de Eva Votavová tienen una incidencia jurídica, social y en muchos casos familiar.