Pez de Oro

“Duele”: “La belleza no cansa”

Lectura: 4 minutos

Llegar al Teatro López Tarso es una experiencia sui géneris. Está situado en una de las zonas más bonitas de la Ciudad de México, San Ángel, pero no tiene una ubicación privilegiada y, para colmo de males, está más escondido que Drácula al sol. Entiendo la necesidad de convertir este lugar en una casa de cultura pero ¿por qué para llegar a la taquilla en los fines de semana hay cientos de puestos de comida orgánica? ¿Por qué nadie ha puesto la señalética para indicar dónde está la taquilla? ¿Por qué no existe un módulo bien establecido de valet parking?

Sólo los realmente interesados por ver una obra encuentran este lugar; cualquier otro se va cuando hay demasiadas pruebas de resistencia. Después de estar desorientado, un buen samaritano te hace el favor de decir dónde puedes comprar los boletos; entras al edificio y te encuentras con una galería de pinturas y esculturas sin una referencia al foro. A nadie le importa tener un teatro. Lo más triste es que cuando te sientas en la butaca reconoces la comodidad y lo acogedor del lugar: ¿por qué el viacrucis para estar en un teatro? No debe ser manda.

En fin, con todos los obstáculos, el López Tarso tiene el estreno más importante del mes de abril: “Duele”. Lo más sonado de la obra a nivel mediático es la participación de Ludwika Paleta y Osvaldo Benavides. Para el gremio teatral la dirección de Diego Del Río y la escenografía de Jorge Ballina hacen del montaje algo imperdible.

Aplaudo al productor ejecutivo, Pedro Ortiz de Pinedo (hijo de Jorge), por no tener miedo de llamar a estrellas para tener visibilidad mediática y un gancho en la venta de boletos. Hay personas incapaces de llamar a famosos de televisión para estar en su obra por considerarlos una profanación al rito teatral. Nadie tiene fórmulas aseguradas y la presencia de estrellas tampoco  determina el éxito; se aplaude el riesgo económico con esos actores que se han preocupado por incrementar su músculo actoral.

“Duele” cuenta la historia de una pareja durante treinta años: desde la infancia conectan por ser las únicas personas que conocen las heridas del otro. Con el paso de los años se perciben como un refugio ante la soledad, las exigencias sociales y las compulsiones. Amar implica sanarse mediante el otro. Rajiv Joseph, el autor, hace el hincapié de mostrar el cuerpo herido como una metáfora de las emociones; cuando estos niños, adolescentes y adultos comparten las cicatrices y enfermedades en realidad se simboliza lo roto que están por dentro.

Mi primer problema con el texto está en la falta de contundencia dramática: en la hora y media de función yo no veo una toma de conciencia de los personajes y mucho menos momentos de poner en duda su Fortuna. Los niños atormentados se convierten en adultos súper atormentados; no hay conflicto  que propicie una empatía en el espectador. Falta profundizar en la motivación de los personajes, en sus resortes como individuos y pareja. La virtud de la historia está en el desarrollo de momentos entrañables y su extraordinaria capacidad de síntesis en la dialogación.

No entiendo por qué la estructura tiene alteraciones temporales: de los niños se brinca a los adultos, de los adultos se brinca a la adolescencia y, finalmente, se regresa a los adultos. Percibo que esta decisión obedece más a una imposición de estilo que a una precisión dramática. La forma de llevar el planteamiento resta complejidad en los personajes y dificulta el seguimiento de la historia.

En esta columna he alabado en innumerables ocasiones el talento de Diego Del Río de conducir a actores en la creación de personajes y establecer relaciones en escena. En “Duele” demuestra estas habilidades una vez más, sin embargo, el concepto del montaje yo no lo pude seguir en fondo y forma. Hay una ligera alusión infantil en la escenografía y el vestuario que no me permitió sentir el drama de los protagonistas; yo no tengo problema con esta idea donde los problemas del adulto son el signo de los problemas del niño pero si esto se lleva a una plástica naive le resta peso a los personajes. Sobre todo, esta decisión deja al descubierto la falta de tensión dramática desde el texto.

La escenografía de Jorge Ballina es una hermosura (no en balde él es un prócer del gremio teatral) pero, en varios momentos, se desconecta del rumbo de la obra. Por otro lado, las transiciones de las escenas elongan el montaje; se musicalizan en vivo y este tiempo “muerto”  le da la oportunidad a los actores de cambiarse el vestuario a vistas del público. ¿Es necesario? ¿Si no se cambian de ropa la historia no se cuenta? La música es coherente pero no fundamental. Todo el tiempo me perturbaba cómo Osvaldo y Ludwika corrían para cambiarse la falda o la camisa.

Diego Del Río cayó en blandito por tener a Paleta y Benavides en este montaje. En muy pocas ocasiones me he topado con actores tan carismáticos; son hipnóticos, demasiado guapos y verlos como pareja es un dulce a la vista. Su calidad de estrellas es orgánica y esto le otorga al montaje la empatía que le falta al texto. No todo sale a flote por este halo de celebridad: veo a dos actores disciplinados, contundentes y sutiles con una necesidad de salirse del lugar común. En lo particular, Ludwika Paleta está en su mejor momento como actriz y lista para enfrentarse a historias más complejas de autores titánicos, tal vez algo de Chéjov o del realismo estadounidense.

El espectador no saldrá defraudado de la sala. La ventaja de tener este texto es hacer un montaje políticamente correcto con episodios conmovedores. Sin duda sus intérpretes cargan las carencias; si no fuera por ellos la obra se perdería en sus propios cuestionamientos y en la  falta de datos, momentos y, por sobre todas la cosas, complejidad.

Traspunte

¿La preventa de boletos de un estreno, con descuentos y beneficios, realmente será efectiva para atraer más público?

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“Duele”

De: Rajiv Joseph

Dirección: Diego Del Río

Teatro López Tarso, Centro Cultural San Ángel (Avenida Revolución esquina Fco. I. Madero, colonia San Ángel)

Viernes 19:00 y 21:00 hrs., sábados 18:00 y 20:00 hrs., domingos 17:30 y 19:30 hrs.

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“Wenses y Lala”: “Mis historias que escribieron otros”

Lectura: 3 minutos

El texto es un prodigio gracias a su ritmo, las peripecias y la duración de las escenas; el proyecto es de una gran economía dramática.

 

Hace dos años murió mi padre y hace uno mi abuela. La muerte tomó para mí un sentido al más puro estilo de Paul MacCartney en The end of the end: At the end of the end, it´s a start of a journey to a much better place. Al ver Wenses y Lala me topé con una obra capaz de sacudir estas sensaciones en torno a “morir”.

A Chéjov le obsesionaba la muerte y la trascendencia: ¿qué pensarán de nosotros dentro de cien años? ¿Dirán que hicimos las cosas bien o mal? ¿Nos recordarán por nuestros hechos? ¿Nos recordarán? Y es en esta línea chejoviana donde puedo ubicar el texto de Adrián Vázquez.

Wenses y Lala habla sobre la historia de vida de una pareja: desde que se conocen en la infancia hasta sus muertes a destiempo. En una primera línea podemos ver el duelo como la columna vertebral de la anécdota, sin embargo, Vázquez no se conforma con regodearse aquí y se aventura a recordarnos que siempre estamos caminando sobre nuestros muertos.

Dos personajes en escena anuncian desde un principio que han muerto para iniciar un viaje hacia sus genealogías y herencias familiares. Ellos están armados de tal manera que son capaces de recrear melancolía; por un momento las fronteras temporales se desvanecen para vivir exclusivamente en su universo.

El lenguaje de los personajes es una mezcla de diferentes acentos mexicanos para hacer referencias a nuestra historia colectiva. Wenses y Lala es un gran homenaje a la mexicanidad pero, sobre todo, a sus elementos primigenios. La historia de amor es innegable y no dudo que muchos se interesen sólo por esta línea, no obstante, en mi caso no dejaba de conectar a ese hombre y a esa mujer con los hombres y las mujeres en mi familia dadores de mi herencia emocional.

En una sencillez apabullante, Vázquez logra sorprendernos más allá de la pérdida amorosa. Sólo de esta manera puedo explicarme el alto grado de vulnerabilidad de todos los presentes al acabar la función: lloramos al mismo tiempo, respiramos con el mismo ritmo y nuestras risas estallaron donde debieron. El texto es un prodigio gracias a su ritmo, las peripecias y la duración de las escenas; el proyecto es de una gran economía dramática.

La dirección del mismo Vázquez sobresale por hacer partícipe al público de la acción dramática. Al depender todo de la actoralidad y un peculiar juego de luces, el espectáculo propone que el espectador no sólo se adentre en este cosmos sino que se sienta observado por los actores todo el tiempo. Se hacen miles de referencias en el diálogo y ejercicio escénico a esta condición para hacer potente la experiencia en vivo.

Esta obra es el reflejo de una dramaturgia pertinente a nuestras circunstancias. La idea y sensación de estar sobre nuestros muertos por momentos me estremece y por otros me llena de esperanza. Sólo sentir que en mi historia familiar, como la de todos, hay un Wenses y hay una Lala me regresa a esa noche, a esa función, a ese teatro; y sólo hago un voto de confianza como lo hace McCartney, como ya lo hacen mi padre y abuela.

Wenses y Lala. La Teatrería
Wenses y Lala. La Teatrería

Traspunte

La combinación de Verónica Merchant y David Olguín en “Pasión” en el Teatro Helénico no puedo perdérmela. ¡Qué ganas de que llegue mayo!

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Wenses y Lala

Dramaturgia y dirección: Adrián Vázquez

Teatro Banamex Santa Fe (Lateral Autopista México-Toluca 1235, colonia Lomas de Santa Fe)

Martes a las 20:30 hrs.

 

 

“Esto no es Daisy”: “SOS”

Lectura: 3 minutos

Sólo por ver qué hacen con sus cuerpos Esto no es Daisy adquiere una sensación de peligro, de audacia.

 

Desde la reseña pasada hago una campaña en contra de las etiquetas para justificar cualquier barrrabasada escénica. Había comentado ya el “espacio alternativo” como sinónimo de “no-me-alcanzó-el-prespuesto” o ” éste es mi capricho y me vale el público”. Otro de los términos que se han prostituido es el de “teatro posdramático” que, desde la parte académica, se entiende como una forma de hacer teatro mediante la performatividad, el uso equívoco y simultáneo de signos, la saturación de referentes de la vida cotidiana y el uso exacerbado del cuerpo.

Cuando me encuentro con espectáculos con esta etiqueta me da miedo que en realidad sea charlatanería con altos vuelos intelectuales. Hay una necesidad en la mayoría de quienes deciden hacer esta teatralidad de impactar por impactar, de ser pirotécnico por el mero hecho de ser pirotécnico. Exhibicionismo, pues, que en la mayoría de los casos, esconde una falta de técnica o poética.

La burra no era arisca: después de ver una mayoría de espectáculos con este calificativo y sus enormes (y evidentes) carencias estoy curtido. Por eso, cuando me topo con una obra de teatro que cumple a cabalidad con el posdrama me callo para aplaudir y celebrar. Esto me pasó en Casa Actum con Esto no es Daisy. La propuesta cumple en la experimentación escénica con todas las de la ley y, sobre todo, tiene la intención de hacer un viaje, una experiencia para el espectador.

Esto no es Daisy trata sobre la intoxicación que vivimos en el mundo contemporáneo. La comida, las imágenes, la edad, las relaciones interpersonales y la tecnología se convierten en agentes tóxicos para nuestros ojos, oídos, cabeza y cuerpo. ¿Hasta qué punto podemos vivir sin estar dopados? ¿Estamos realmente despiertos? El silencio se condena y la alienación se convierte en el patrón a seguir. ¿Hay posibilidad de redención en este mundo? ¿Dónde está la verdad ante tanto ruido?

Uno de los grandes aciertos de Rodrigo García, el autor, es cómo rompe con la linealidad de la historia para dejar a una mujer como hilo conductor del espectáculo. Con ella se desarrollan diferentes estampas de esta enajenación autoimpuesta mediante imágenes confrontativas. No sólo las palabras se vuelven golpes sino también los significados que cargan. Hay una fuerte necesidad de hacer una crítica a la comodidad de la vida cotidiana y capitalista.

Los detalles ordinarios se vuelven extraordinarios; las palabras cómodas se vuelven incómodas; los sueños perdidos vuelven a nuestras cabezas. García pone los momentos donde deben de ponerse para hacer del montaje una llamada de auxilio. Nos confronta con esta vida tóxica que no puede ser reconocida por estar inmersos en ella. Por momentos me recordó la crudeza de Raymond Carver en sus textos. Esto no es Daisy es un canto a la conciencia y a la libertad; le restituye el valor original a palabras usadas a diestra y siniestra.

Este texto, y cualquier experiencia posdramática, no tendría sentido sin una dirección valiente. Paulina Orduño, la directora del montaje, decide explotar la sensorialidad de las palabras para hacer una experiencia sorprendente en recursos y soluciones. A partir de elementos escenográficos sencillos y un video, recrea dinámicas saturadas que propician una atmósfera congruente con el espíritu del trabajo de García. Orduño sorprende por la manera de resolver puntos climáticos, convertir los momentos descriptivos en juegos del drama y, sobre todo, diseñar un arco dramático interesante de principio a fin.

El ensamble actoral conformado por Belén Mercado, Isaí Reveles, Edgar Landa y la misma Orduño vive en cada una de las funciones una verdadera prueba de fuego en cuanto a la corporalidad. Al verlos sólo podía pensar en lo difícil que es la aplicación de las técnicas donde el cansancio se transforma en energía; a pesar y en contra de la demanda física de los movimientos mantienen el punto medio donde el espectador los puede seguir con los ojos y el oído. Sólo por ver qué hacen con sus cuerpos Esto no es Daisy adquiere una sensación de peligro, de audacia.

Reconozco a la compañía Mil Grullas Teatro tener los cojones de montar un texto de este calibre sin caer en el exhibicionismo, hacerlo desde una parte honesta y preocuparse por invitar al espectador a un viaje con cuestionamientos que sólo él será capaz de responder al final de la función.

Esto no es daisy

Traspunte

Cecilia de la Cueva está en el musical Verdad o reto. Su estrellato en el mundo de los musicales no podrá levantar este proyecto en el aspecto escénico (ni ninguna otra estrella).

Esto no es Daisy

De: Rodrigo García

Dirección: Paulina Orduño

Casa Actum (Héroes del 47 número 9, colonia San Diego Churubusco)

Lunes a las 20:30 hrs.

 

“Carrie El Musical”: “Terror light”

Lectura: 5 minutos

Carrie… necesita corregir el tono para cumplir con esta promesa de ser una experiencia oscura a pesar y en contra del libreto tan carente.

A pesar de ser la obra peor reseñada y recibida en Broadway, Carrie El Musical, a ojo de buen cubero, es una opción adecuada para montarse en México. Conjunta dos elementos taquilleros: el musical y el terror; une a audiencias en apariencia distintas, aprovecha a los espectadores que tienen ambos gustos y, tal vez sea el mayor atractivo de ventas, hace uso de la nostalgia por la película de 1976 dirigida por Brian de Palma.

Carrie El Musical es una apuesta confiable para cualquier productor a pesar de su reputación. Cuando me enteré que estaría en el Teatro NH entré en pánico porque mis últimas experiencias ahí fueron desastrosas. Ese galerón no puede ser considerado un espacio escénico por el diseño del escenario, la distribución de butacas y la escasez de equipo técnico. Un salón de un hotel con pretensiones teatrales es absurdo. Sobre todo pensaba en la atmósfera: siempre me sentía asfixiado, incómodo.

Cuando llegué al teatro me topé con una sorpresa: la remodelación del Hotel NH ayudó a mejorar la infraestructura del foro en la medida posible. Tampoco se pueden hacer milagros; la distribución de las butacas sigue siendo lamentable, la visión de los espectadores se limita gracias a unas columnas en medio del espacio y todavía hay una ligera sensación de incomodidad. No obstante, es evidente una inversión en mejorar el espacio en cuanto la imagen y el equipo técnico; el “teatro” no se ve descuidado.

Al no estar mi atención en el foro pude centrarme en la historia. Carrie es una adolescente que se consideraría freak en un típico high school; es tímida, religiosa, se viste fuera de los estándares de la moda y tiene hábitos fuera de lo común. Esta mujer lucha por sobrevivir en la jungla del salón de clases donde todo el tiempo sufre agresiones, burlas y abusos.

Y por si no fuera suficiente Carrie tiene una madre obsesionada con la religión, fundamentalista y prejuiciosa. Este entorno la lleva a una vida solitaria que la hace descubrir poderes “oscuros” de magia. Se acerca el día del baile escolar donde sus compañeros quieren hacerle una broma a Carrie, sin embargo, ella poco a poco se empodera en las artes ocultas y está lista para cobrarse todas las agresiones.

El gran problema de “Carrie…” es una historia carente de fuerza dramática que a calzador trata de cumplir con el formato del musical. No entiendo por qué si la anécdota es tan conocida o, por lo menos, tan a la mano en Internet, cambian la premisa básica: Carrie tiene fuerzas diabólicas, vamos, se convierte en un instrumento del infierno y en el montaje es como una Harry Potter muy muy muy mala.

Entiendo el brinco del cine al teatro (los arreglos para adecuarse al lenguaje de cada medio y el replanteamiento de los puntos climáticos) pero Carrie sin el Diablo no tiene sentido y más porque en su plan de marketing tienen como referente a la película. Sin la presencia de fuerzas infernales yo tengo muchas dudas sobre por qué Carrie se comporta como se comporta o tengo la impresión de estar frente a una anécdota inverosímil todo el tiempo. Hay una necesidad de generar una experiencia terrorífica sin tener las razones para generarla desde el texto.

Por otro lado, esta compulsiva necesidad de hacer canciones a la menor provocación sin fundamentos dramáticos es desesperante. Ninguna canción es memorable y en la mayoría de los casos estorban para sentir el drama de la protagonista; en otro sentido la atmósfera de la música no te da una experiencia de terror sino como de un programa bobalicón de Nickelodeon. No entiendo por qué en la mayoría de los musicales de los últimos años, los musicales ven a las canciones como un fin y no como un medio para contar la historia.

Estos son serios problemas para conectar pero a decir verdad tampoco es el peor musical que he visto; su mala fama en Broadway se debe porque le tocó ser el chivo expiatorio con una gran mala publicidad. La adaptación mexicana acentúa estos conflictos porque no se nota un esfuerzo por tropicalizar las letras y los argumentos; hay un alejamiento cultural en el lenguaje y el modo de usar las palabras.

La dirección cumple con trazos funcionales y aprovecha las condiciones adversas del escenario a favor de las necesidades técnicas del montaje. El dispositivo escénico soluciona muchas transiciones complicadas y se preocupa por darle dignidad al lugar donde se ubica la orquesta. Aplaudo los efectos especiales cuando Carrie descubre sus poderes sobrenaturales porque en ningún momento se rompe la ficción debido a trucos mal logrados.

En contrapartida esta misma dirección se pierde en el tono que pide a los actores. No hay una nota clara sobre cómo llegar a los puntos climáticos (y oscuros); algunos actores están en comedia, otros en melodrama y unos cuantos en la película de Seven con Brad Pitt. El montaje tiene ritmo pero no tiene atmósfera para acompañar los momentos más comprometidos con el terror.

El ensamble actoral tiene un serio problema de manejo de energía; yo sé que en todas mis reseñas hablo de este punto cuando me meto en la actoralidad porque no concibo a un intérprete sin conciencia de cómo usar esas fuerzas invisibles más allá de su cuerpo y voz. Veo a jóvenes con muchas ganas y comprometidos con cumplir con las notas del director pero en un nivel superficial; hay muy poco trabajo interno y demasiada impostación. La propuesta está en una energía poco canalizada.

Laura Cortés quien interpreta a la madre está donde debe de estar. Su colmillo se nota a kilómetros de distancia y construye un personaje lúgubre que le va muy bien al espíritu de la obra. Hay un claro trabajo energético y una construcción de la vida interna de este personaje, amén de su pericia para apuntalar a sus compañeros a lugares más certeros en ritmo y tono.

Toda la campaña de publicidad tiene a Daniela Luján, alias Carrie, como gancho. No dudo de su capacidad para llevar en sus hombros todo el peso de la obra pero igual de efectiva es la alternante del personaje: Daniela Neach. Ella es un talento fuera de serie y en lo personal toda una revelación; su técnica vocal es admirable y el trabajo energético está a la par de Laura Cortés. Tal vez lo más impactante de ver es cómo construye con mucha dignidad un personaje en estas condiciones tan deficientes en cuanto al texto. Le saca provecho al montaje de donde difícilmente se le puede sacar provecho.

Carrie El Musical posicionará a Neach en el radar de los grandes productores de musicales; espero de todo corazón que también en la memoria de los espectadores. Sólo para terminar este punto les suplico que chequen la voz de esta mujer en Unsuspecting Hearts (no sé cómo se llama en español porque no me dieron programa de mano); es la canción que canta con la maestra (también magistral voz) antes del baile escolar.

La inquietud de los espectadores por ver en escena el matrimonio de la música y el terror lograrán entradas considerables a la sala. Carrie… necesita corregir el tono para cumplir con esta promesa de ser una experiencia oscura a pesar y en contra del libreto tan carente. Mi única reflexión al final de la obra está en combatir esta idea contagiosa en donde cualquier historia puede ser un musical.

Carrie El Musical
Carrie El Musical

Traspunte

Hablando de musicales el siguiente paso está en Hamilton; se acabaron las rocolas o adaptaciones de películas. Aquí una muestra:

https://www.youtube.com/watch?v=Ap9JWCFeNUI

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Carrie El Musical

De: Dean Pitchford

Dirección: Alecks Valdés

Teatro NH (Liverpool 155, colonia Juárez)

Viernes 20:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 18:00 hrs.

“Puras cosas maravillosas”: “El descubrimiento de Georgia (por Pablo Perroni)”

Lectura: 4 minutos

La honestidad de Perroni hace de Puras cosas maravillosas un golpe certero a la sensación y conciencia.

 

Aunque no es de su autoría, Ray Charles popularizó Georgia on my mind en 1960. Rápidamente llegó al número uno en la lista de Billboard, fue adoptada como himno del estado de Georgia y sirvió de instrumento pacificador en conflictos civiles de los sesenta. Más allá de su simbolismo, más impuesto y menos orgánico, esta canción es un verdadero poema que conmueve a cualquiera.

Other arms reach out to me, other eyes smile tenderly, still in peaceful dreams i see the road leads back to you” canta Ray con una voz que está en la frontera de la dulzura y nostalgia. “Georgia” es el hogar, el lugar donde se toca base para volver, una verdadera casa que protege.

Así como Ray encontró su canción que lo inmortalizó, sin temor a equivocarme, Pablo Perroni descubrió en Puras cosas maravillosas esa obra capaz de darle un lugar de por vida en la historia del teatro mexicano. No sólo como un actor comprometido y arriesgado, sino por convertir un montaje en un “hogar donde se puede tocar base”.

Puras cosas maravillosas es un reto para un solo actor quien interpreta a un hombre que desde un principio, al ser sobreviviente de una depresión, añora la infancia. Desde niño, al saber que su madre intentó suicidarse, comenzó a hacer una lista de las razones por las cuales vale la pena vivir para ayudarla en su recuperación. Así como en “Georgia” de Ray Charles, el personaje de Perroni está al borde de perderse.

En el escenario vemos a un adulto que narra su primer encuentro con la muerte pero, en realidad, escuchamos la voz de un niño asustado. La muerte mata la inocencia; el miedo se apodera de la realidad. Los autores, Duncan Macmillan y Jonny Donahoe, no caen en la obviedad de hablar sobre la muerte sino del miedo a vivir; hay una clara intención de cuestionar a una sociedad donde la felicidad se confunde con la realización de TODOS nuestros deseos. Libre de cualquier dolor.

El “niño” de Puras cosas maravillosas nos da tremendas sacudidas al desmitificar la felicidad reiterada en los anhelos individuales, los medios de información y el inconsciente colectivo. La vida también es muerte, dolor, duda, fragilidad. ¿Y esto con qué se come cuando siempre aspiramos a vivir la mejor versión de la realidad? Puras cosas maravillosas es un canto a la vida real-real, aquélla con seres de carne y hueso, a la oscura, a la luminosa.

El conflicto de este hombre está en digerir el miedo y aceptar la vida como viene. Por cada sombra, hay luz, hay algo maravilloso por lo que seguir. A veces, y en la mayoría de los casos, se esconde en las sutilezas. Esta necesidad de creer en lo extraordinario se vuelve absurda frente a lo ordinario y cotidiano; ahí transcurre la verdadera vida, ahí, en lo pequeño, en lo imperceptible por ser tan cercano y común. El texto es una proeza por ser contundente y manejar una poética sutil en este sentido.

El mayor acierto de la historia es nunca caer en maniqueísmos o en discursos de superación personal sino centrarse en la acción del personaje por escapar del miedo a la muerte y, en cierta manera, de él mismo. La adaptación de Pilar Ixquic Mata es congruente con nuestra semántica y logra empatía con el espectador en cada palabra.

La dirección de Sebastián Sánchez Amunátegui es un experimento porque orilla a Pablo Perroni a romper la barrera que hay con el escenario. Somos el interlocutor, el consejero, el padre, el amigo, el hermano; la experimentación resulta en integrar al ejercicio escénico las respuestas del espectador.

Nunca se violenta a los observadores ni mucho menos se les pone en una situación de ridículo; hay un cuerpo teatral entre el actor y sus testigos; se transgrede esa solemnidad teatral para jugar a ser un “niño con miedo”, un “adulto perseguido por la muerte”.

Desde el acomodo y el número de butacas se nota el interés de convertir toda la sala en el escenario. La cercanía del actor con los espectadores le da volumen a las palabras y a la anécdota. Hay un interés que crece cada minuto; una sensación de peligro como ver el acto principal de un malabarista en un circo y aplaudirle porque nunca se cae a los quién-sabe-cuántos metros de altura.

Para Pablo Perroni es su prueba de fuego como actor. Siempre valoro en un intérprete, amén de su técnica y el perfeccionamiento de la misma, su capacidad de arriesgarse. Nunca había visto a Pablo Perroni en el borde. Siempre está al servicio de la historia y el público; sus niveles de concentración son altísimos por las improvisaciones que hace con los espectadores. Las transiciones son orgánicas y aplaudo de pie que Perroni nunca empuje la acción dramática (evidencia de su crecimiento actoral).

Esto es lo que Sánchez Amunátegui sabe hacer con gran pericia: desnudar al actor para que pueda pasar la historia por él; contar una obra en corto sin artificios ni obstáculos. La honestidad de Perroni hace de Puras cosas maravillosas un golpe certero a la sensación y conciencia. El personaje, las palabras y la anécdota aparecen como moretones días después para cuestionarnos nuestra fragilidad y necesidad de vivir.

En alguna parte del montaje se puede escuchar alguna canción de Ray Charles como un testigo de lo que sucede entre Pablo Perroni y esta obra. Es indudable lo que le pasa al público: esa conmoción, esas vibraciones; sin embargo, lo que se lleva Pablo cada noche es un tesoro que vivirá de manera insospechada (y brillante) en su corazón. Tal vez haya encontrado ese hogar invisible al que siempre se regresa. Tal vez haya llegado a “Georgia”.

Puras Cosas Maravillosas. Foro Lucerna
Puras Cosas Maravillosas. Foro Lucerna

Traspunte

¡Qué mejor que celebrar estos tiempos políticos con “¡Silencio, pollos pelones, ya les van a echar su máiz!” de Emilio Carballido!

Puras cosas maravillosas

De: Duncan Macmillan y Jonny Donahoe

Dirección: Sebastián Sánchez Amunátegui

Foro Lucerna (Lucerna 64, colonia Juárez)

Martes a las 20:45 p.m.

“Annie” / “Anita La Huerfanita”: “Mañana, mañana, siempre mañana”

Lectura: 2 minutos

Me parecía una obviedad reseñar Annie, alias Anita La Huerfanita, porque la efectividad de la producción ha sido comentada en varios medios. No obstante, aquí están nueve puntos interesantes después de haber visto una función:

  1. Tina Galindo, Claudio Carrera y OCESA siempre hacen riesgos calculados al producir los montajes del Teatro De Los Insurgentes. Conocen tan bien a su audiencia que saben con qué historias complacerla y cómo contárselas.
  2. El Teatro De Los Insurgentes es uno de los pocos teatros de primer mundo de esta ciudad. Se nota una preocupación por atender al público desde el valet parking, los baños, las acomodadoras, la dulcería, hasta las butacas. Tina Galindo y Claudio Carrera saben que el teatro es una experiencia integral y no sólo el espectáculo.
  3. Aunque el precio de los boletos oscila entre 1290 y 500 pesos, la audiencia del Teatro De Los Insurgentes está dispuesta a pagar lo que vale el espectáculo sin regatear, quejarse o echar pestes por ello. Anita La Huerfanita no puede costar menos. Es cierto, para la economía de este país este tipo de entretenimiento es caro, por otro lado, la inversión de los productores se necesita recuperar.
  4. Anita La Huerfanita tiene una estructura vieja, se le nota la edad frente a otros musicales de los últimos quince años que han llegado a México, sin embargo, nadie, absolutamente NADIE, se puede resistir a niños en escena. Y vale la pena decirlo, algunas canciones son francamente entrañables.
  5. La dirección Keith Batten tiene una enorme conciencia del ritmo. Logra poner los acentos adecuados para hacer más fuerte el melodrama y mantener el interés en una anécdota que se acaba en media hora.
  6. La producción es impecable de principio a fin. El precio del boleto está reflejado en cada elemento de la escena. Toda la plástica merece un reconocimiento especial por ser innovadora frente a otros montajes del extranjero.
  7. Regina Orozco, quien interpreta a Miss Hannigan, se lleva la obra. Su timing e interacción con las niñas del orfanato provocan las carcajadas más fuertes del público en las dos horas y media del espectáculo. Aparte de Tomorrow que todo mundo ama o conoce, Little girls es el punto más alto de la historia.
  8. Mariana Treviño, Lily en Annie, la mujer que quiere aprovecharse de la bondad de la niña al hacerse pasar por su madre, es una de las mejores actrices de este país. Sólo espero que no la encasillen en este tipo de personajes de comedia porque desde Mentiras hay una línea de repetir el patrón de ser la mujer simpaticona, unidimensional e impostada.
  9. Al terminar de ver la función de Annie sólo pude pensar: ¿Qué sigue después en el Teatro De Los Insurgentes? Con La Huerfanita tendrán un éxito insospechado y superar esta marca será difícil.

annie_teatro

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Traspunte

¡Qué ganas de ver “Escocia” con Sonia Franco en el Foro Shakespeare!

 

Annie (Anita La Huerfanita)

Libreto: Thomas Meehan

Música: Charles Strouse

Dirección: Keith Batten

Teatro De Los Insurgentes (Insurgentes Sur 1587, colonia San José Insurgentes)

Viernes y sábados 17:00 y 20:00 hrs., domingos  13:00 y 17:30 hrs.

@ANNIEelmusical

 

“Enamorarse de un incendio”: “Fuego dentro de Fuego”

Lectura: 4 minutos

Me encanta comparar  la experiencia en vivo con la mediatizada sin la barrera de una cámara.

Cuando entras al Foro Shakespeare para ver Enamorarse de un incendio y te topas con un grupo de actores que preparan el escenario a vistas del público, dos cámaras de vídeo con dirección a una escenografía al más puro estilo de un set de televisión y una pantalla en la parte superior de la sala donde anuncian las llamadas sabes que se cocina algo interesante y digno de verse.

La experiencia en vivo posibilita y diferencia de otro medio al teatro. No obstante, con el dispositivo escénico de Enamorarse de un incendio, reaparecieron preguntas que me han inquietado en los últimos dos meses: ¿cómo reacciona el público actual con el teatro?, ¿qué siente?, ¿qué piensa?, ¿cómo los estímulos sirven para conducir las emociones? Esta puesta se antojaba interesante no sólo por el tema, una variación libérrima de Romeo y Julieta de Eduardo Pavez Goye, sino por desafiar esa frontera entre el escenario y el espectador para formar un solo cuerpo.

Cuando das el primer paso en la sala hay atmósfera; el público se contagia (tal vez sea correcto decir “se relaja”) ante lo que va a ver pero, sobre todo, se genera una expectativa. En lo particular disfruté mucho la espera de la función porque una de las cosas más hipnóticas en este mundo es ver a un actor prepararse para su función y, tal vez en un mayor grado de asombro, descubrir el artificio teatral expuesto desde las entrañas: sus participantes, trucos y mecanismos.

Al dar la tercera llamada, Romeo y Julieta se convierten en un grupo de escritores de telenovela que tienen una junta para discutir la historia de su nuevo proyecto. Aquí hay una vuelta de tuerca poco vista y moderna de la anécdota de los Montesco y Capuleto con base en las mismas reglas y estilo de Shakespeare: el metateatro. Estos guionistas harán una obra dentro de la obra; ellos cuentan e interpretan la historia, la plantean y ejecutan, la narran y dramatizan.

Enamorarse de un incendio. Foro Shakespeare
Enamorarse de un incendio. Foro Shakespeare

El autor es muy hábil para esconder este pequeño tributo a las tantas veces que Shakespeare hacía lo mismo con sus obras y al espíritu teatral de la época isabelina. Pronto Romeo y Julieta se convierte en el pretexto para hablar de distintas formas de amor a pesar de ubicarlas en cuestionamientos alejados y fuera del contexto original: el amor filial, clandestino, el pasional.

El planteamiento dramático, las juntas creativas de los escritores para hablar de la telenovela con su respectiva interpretación, es congruente con la dirección al ver un set de telenovela que simula el departamento donde trabajan los guionistas y los diferentes lugares de la historia que ellos escriben. Todo el tiempo la escena está siendo grabada para transmitirse en esta pantalla colgada en la parte superior del escenario.

Sin embargo, la idea llega a ser contraproducente. Ver todo el tiempo a los camarógrafos sobre los actores para captar sus ojos, rostros o detalles corporales llega a ser cansado. La idea está increíble: conjuntar el lenguaje televisivo y teatral en un solo espectáculo asombra pero tener a los camarógrafos entre el público y el escenario obstaculiza la conexión.

Me encanta comparar  la experiencia en vivo con la mediatizada sin la barrera de una cámara. Estoy casi seguro que dejar una comunicación directa entre el escenario y el público será más eficiente para potenciar momentos de intimidad y energía interna. La ventaja del texto es borrar estos cortos circuito en la comunicación al espectador; el final poético e implacable me hizo olvidar la incomodidad de la grabación en tiempo real.

El aspecto más conmovedor de todo el montaje es la actoralidad; se nota un bordado fino al habitar el personaje, los parlamentos y las escenas. Me deshago en halagos para Verónica Merchant quien me vuelve a sorprender después de No se elige ser un héroe; Itari Marta tiene una de las mejores interpretaciones de lo que va del año por su gran honestidad (es imposible no llorar con ella en la escena de El regreso de la hija); Luis Miguel Lombana y Hamlet Ramírez convencen por una técnica depurada y una construcción de personaje limpia.

Me encanta el riesgo de Enamorarse de un incendio a nivel de dramaturgia y dirección; la valía de este trabajo radica en el carácter experimental del montaje. Pavez Goye tiene muy claro qué regalo quiere dejar y, sin duda alguna, el espectador lo recibe a cabalidad. Tal vez éste sea el verdadero Incendio, lo que se provoca después de estar en la sala, en la intimidad del cuarto, días después.

Enamorarse de un incendio. Foro Shakespeare
Enamorarse de un incendio. Foro Shakespeare

Traspunte

¿Aracely Arámbula e Ignacio López Tarso en el San Jerónimo? ¿Sus nombres en la marquesina asegurarán la taquilla en este teatro?

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 Enamorarse de un incendio

Dramaturgia y dirección: Eduardo Pavez Goye

Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa)

Viernes 20:45 p.m.

Hasta el 15 de abril

“Locos por el té”: “Susana Alexander: la valentía de ser actriz”

Lectura: 4 minutos

Este montaje vale la pena verlo por Susana Alexander quien su colmillo y años de oficio mejoran al personaje de la “diva” de la compañía. Ella supera los problemas de la dramaturgia y dirección.

 

Cualquier obra en la que esté Susana Alexander merece la pena verla. Ella es una mujer con una técnica fuera de serie y una experiencia emblemática en la vida artística de este país; si no fuera por Alexander varios capítulos de la historia del teatro mexicano no se pudieron haber escrito.

Su tenacidad y perseverancia por apoyar las “tablas” es un ejemplo para todos los que nos dedicamos a este negocio. Ahora Alexander se presenta en un proyecto producido por OCESA llamado Locos por el té; esta obra pertenece al área de teatro de cámara de la productora y, como si fuera una norma, vuelve a ser una comedia amable para el público.

No estoy convencido si la inclinación de OCESA por producir historias de este género sea la mejor porque, a excepción de La caja que se montó como hace dos años en el Centro Cultural Manolo Fábregas, ninguna ha logrado un impacto relevante en el público; entiendo la facilidad de la estrategia de marketing para mover este tipo de obras, sin embargo, pongo en duda su conexión y trascendencia.

En fin, más allá de mis inquietudes operativas, Locos por el té es una obra que habla de cómo se vive el teatro por parte de quienes lo hacen. La anécdota la hemos visto millones de veces en otros montajes (y hasta películas) en donde podemos adentrarnos en la preparación de actores para llegar a un montaje: sus miedos, intrigas, éxitos, maledicencias para lastimar a sus compañeros.

No necesitas ser un experto del medio ni mucho menos trabajar en él para identificarte con las situaciones porque lo que importa, al final del día, es cómo este grupo de trabajo se desquicia para llegar a la meta: el estreno. Locos por el té intenta ser una comedia de rutina física donde el público no deje reír durante las dos horas del espectáculo. Los personajes dependen de los enredos de la acción dramática y, por supuesto, de las peripecias que afectan su integridad corporal.

A todas luces, hay guiños a la última parte de Sueño de una noche de verano de Shakespeare donde unos pueblerinos deciden hacer una obra de teatro sin tener conocimiento de la profesión y experiencia; las gracejadas producto de la inocencia e inexperiencia se vuelven hilarantes para la audiencia sin importar en qué lugar del mundo se monte. Ahora bien, Locos por el té tiene una gran irregularidad que reside en la adaptación.

Me sorprende demasiado que la dramaturgia resida en los ganadores del premio Molière (premio nacional de teatro de Francia) del 2011, Patrick Haudecoeur y Danielle Navarro Haudecoeur, porque tres cuartas partes de la historia tienen intentos fallidos de chistes. El problema, intuyo, también está en la adaptación: los diálogos están forzados y los personajes todo el tiempo se justifican con sus palabras; esto provoca que el público pueda pensar en las motivaciones de todos en escena y se pierda el efecto de la comedia.

La dirección tiene un problema de encasillar en arquetipos a los personajes y esto impide fluidez y verosimilitud. La acción dramática por sí sola tendría que demostrar, por ejemplo, el personaje de una actriz neurótica y abusiva sin la necesidad de hacerlo obvio. Si estuviéramos en otro género, como la farsa, se permitirían estas licencias pero Locos por el té es estrictamente una comedia.

El grupo de actores se ve atado de manos por cumplir una dirección acartonada y un texto redundante. La última parte de la obra es chistosa por sí sola y cumple el cometido con el público, sin embargo, esto tendría que suceder desde los primeros diez minutos.

No obstante, este montaje vale la pena verlo por Susana Alexander quien su colmillo y años de oficio mejoran al personaje de la “diva” de la compañía. Ella supera los problemas de la dramaturgia y dirección para hacer una creación refrescante, verosímil y llamativa. No devalúo el trabajo de sus demás compañeros, están en lo que están y se nota su precisión por cumplir órdenes, pero la presencia de Alexander los lleva a un nivel de energía fuera de serie.

La obra cae en el ritmo y tono en los últimos veinte minutos. Susana Alexander es una fiera que no le teme a nada y, tal vez, la siguiente aseveración sea el valor más importante de la obra: ver una actriz enfrentarse al toro y tomar todos los riesgos del mundo.

Imagen: Twitter
Imagen: Twitter

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Traspunte

 

Anastacia Acosta trae otra vez el “Retrato de la artista desempleada”, quien lo hiciera Rebecca Jones hace como 10 años, ahora con el nombre de “Hasta el tope”: 40 personajes hechos por una sola actriz es digno de verse.

 

Locos por el té

De: Patrick Haudecoeur y Danielle Navarro Haudecoeur

Dirección: Vanessa Vizcarra

Teatro Fernando Soler (Velásquez de León 31, colonia San Rafael)

Viernes 20:00 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 13:30 y 18:00 hrs.