Pez de Oro

“Hoy no me puedo levantar”: “La ventana opaca de Mecano”

Lectura: 3 minutos

“Hoy no me puedo levantar” es y será un éxito a pesar de sus detractores. Es una gran paradoja que este trabajo tan bien logrado en escena tenga enormes carencias en el argumento.

Ciudad de México.- “Hoy no me puedo levantar” es un fenómeno extraño. Escribo esta reseña sin entender bien a bien por qué hay muertos y heridos para conseguir un boleto, por qué la gente sale tan entusiasmada o por qué muchos querrían repetir la experiencia. A veces un éxito es inexplicable y, más que buscar tres pies al gato, sólo vale la pena reconocer el nivel de impacto en la gente.

Me queda claro que yo no soy la audiencia de este musical de las canciones de Mecano. Sin duda, este grupo tiene uno de los mejores catálogos de la música pop en español, porque resiste adornar una historia larga, inverosímil y predecible en todos los sentidos. Dramáticamente la anécdota fracasa con personajes básicos y, por momentos, antipáticos.

“Hoy no me puedo levantar” cuenta las aventuras del grupo Rulé para conquistar la industria musical en la España de los ochenta. Es la típica historia donde cuatro individuos, que empiezan con un profundo amor a la música, se olvidan de sus ideales por la fama, las mujeres y las adicciones. Todo esto aderezado por el recién ambiente liberal de la sociedad española, después de la represión y conservadurismo de la dictadura franquista.

La anécdota se ha contado millones veces en diversos medios y formatos. En este caso, el lugar común se vuelve superficial y, en un sentido dramático, frívolo. Y, para colmo de males, la obra es más larga que la Cuaresma. Las escenas no son efectivas para contar la historia, los personajes se desdibujan a lo largo de las casi tres horas del espectáculo y, tal vez ésta sea su mayor debilidad, tiene un tono cómico forzado.

El lenguaje español de los ochenta es adaptado de una forma torpe, porque se maneja un vocabulario y localismos que bien podrían suceder en la colonia Narvarte. Por esto, se rompe la convención, las situaciones se vuelven inverosímiles y los pocos momentos donde pueda existir un interés dramático se pierden.

He de reconocer que existen episodios extrañamente conmovedores por las canciones de Mecano, no por el conflicto de los personajes. De hecho, llega un momento donde la historia es lo de menos, sólo importa meter a calzador cualquier canción del grupo para crear un momento vocal y coreográfico.

A diferencia del primer montaje en México, en 2006, ahora tiene un poco más de cohesión. Redistribuyeron el orden de las canciones o quitaron algunas a favor de “agilizar la historia” con muy pocos resultados. Mi hipótesis es que la gente sale tan extasiada de la sala porque “Hoy no me puedo levantar” le da al clavo de la nostalgia; produce sentido por las canciones extraordinarias y la mal lograda recreación de los ochenta. A nadie le importa realmente Rulé y sus avatares para conseguir la fama.

Lo que yo vi en el escenario, toda la producción para contar esta historia es fuera de serie. Alejandro Gou, el productor, orquestó al mejor equipo de escenógrafos, iluminadores, vestuaristas e ingenieros de audio para hacer un espectáculo sumamente disfrutable. El despliegue técnico de esta obra no se ve todos los días en México y, mucho menos, la enorme inversión económica.

Hay una preocupación para que cada cuadro sea interesante al ojo y oído. Todos los recursos técnicos están aprovechados de la mejor manera. Y, gracias a este impactante despliegue audiovisual, entiendo un poco más la fascinación de la gente por el montaje. El mejor momento llega con el número de “Perdido en mi habitación”; es sorprendente la precisión y destreza para manejar un monstruoso aparato multimedia.

El elenco es notable en cuanto a su pericia técnica y la resistencia para cargar un musical de tres horas. Su habilidad vocal es justa para este catálogo de música pop. Todo el tiempo son brillantes y vibrantes y, gracias a esto, los personajes son un poco más amables con el público.

“Hoy no me puedo levantar” es y será un éxito a pesar de sus detractores. Es una gran paradoja que este trabajo tan bien logrado en escena tenga enormes carencias en el argumento. Mecano maquilla cualquier defecto porque, a pesar del tiempo y las modas, su música es entrañable y cualquiera se puede emocionar con las letras y melodías. El espectáculo se vuelve accesible cuando lo piensas como un pequeño concierto y evitas todas las referencias a un musical.

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“Hoy no me puedo levantar”

Libreto: David Serrano

Director: Federico Barrios

Teatro Aldama (Rosas Moreno 71, colonia San Rafael)

Jueves 20:00 hrs., viernes 18:00 y 21:30 hrs., sábados 17:00 y 21:00 hrs., domingos 13:30 y 18:00 hrs.

“Madre Coraje y sus hijos”: “Las ruinas de lo que algún día llamamos Patria”

Lectura: 4 minutos

El resto del elenco trabaja en una sincronía deliciosa para ofrecer una obra energética todo el tiempo.

Ciudad de México.- Éste es el último fin de semana de unos de los trabajos más entrañables de todo el 2014: “Madre Coraje y sus hijos”. La adaptación de la historia de uno de los grandes hitos del teatro occidental, Betolt Brecht, al hablar sobre cómo se capitaliza la destrucción, impacta a las conciencias mexicanas en el turbulento momento social que vivimos.

En esta versión, dirigida por Iona Weissberg y Aline De la Cruz y traducida por Juan Alberto Alejos, la historia se aleja de la anécdota original, la Guerra de los Treinta Años en Alemania, para situarnos en la época revolucionaria de nuestro país. Aquí encontramos a una vendedora errante quien tiene que sortear a los diferentes frentes de la revuelta para no caer prisionera, muerta o amenazada.

Esta mujer saca partido de la miseria humana para ganarse la vida y mantener a sus tres hijos que la acompañan en el camino. Aprende rápidamente cuáles son los mecanismos de la corrupción, para sobrevivir en un mundo amenazante. Ha convertido su familia en su única patria, porque el país y sus instituciones le han fallado reiteradamente.

Brecht, con una crítica severa al nazismo, hace un retrato irrefutable de un sistema político roto, que hace de sus ciudadanos seres igual de rotos. El individuo se pervierte porque es la única manera de salir adelante en un mar de dobles discursos, hipocresía, violencia y asesinatos. La vida se convierte en una contingencia en donde no importa a quien tenga que pisar por hacer escapar a los míos. “Madre Coraje y sus hijos” es dolorosa de ver en un México enfermo e injusto.

Cada escena y diálogo, amén del extraordinario trabajo de adaptación que se hace con el lenguaje y referentes, conectan con los mexicanos por abordar el lado más oscuro de la experiencia humana. Nos hace recapacitar sobre las manifestaciones en las calles, los crímenes y los abusos de autoridad para encontrar nuestro lugar en todo este caos.

Lo mejor de este montaje es que nos pone a todas luces cómo el Estado impacta en nuestras vidas privadas, queramos o no. El narcisismo consensuado en nuestra sociedad se desmitifica: si quieres trabajar por ti, después por ti y luego por ti, será un esfuerzo en vano porque la desgracia del otro te arrastrará y no dejará salir a nadie del fango. A pesar de una esencia alemana, “Madre Coraje y sus hijos” empata con la idiosincrasia del mexicano, sobre todo en sus falacias y mecanismos de control disfrazados de corrección política.

El primer acierto en la dirección es que quita cualquier vestigio de solemnidad enfermiza por trabajar uno de los textos más emblemáticos de la dramaturgia del siglo XX; se ve a una compañía al servicio de una obra, con la intención de conectar con el público y no para demostrar su superioridad intelectual o calidad de élite.

El tono y estilo tan desenfadados hacen un contraste necesario con un tema doloroso. Los guiños al cabaret, la carpa y el vodevil encajan perfectamente con la estructura y aumentan la intensidad del espectáculo. La inserción de números musicales es una decisión atinada porque se vinculan con la tradición del corrido y hacen una experiencia más empática con las audiencias.

Alejandra Ley, como Madre Coraje, hace una de las mejores interpretaciones del año a pesar de no contar con la edad que se requiere para el papel; su desenfado y, sobre todo, ganas de arriesgarse en el escenario, la vuelven una actriz poderosa. Rodrigo Murray, al interpretar el acompañante-mancuerna de la protagonista, se posiciona como uno de los mejores actores del país con habilidades superdotadas para la comedia.

El resto del elenco trabaja en una sincronía deliciosa para ofrecer una obra energética todo el tiempo. Las interpretaciones caen en un lugar justo porque no chantajean la sensibilidad del público y respetan la poética del trabajo de Brecht.

“Madre Coraje y sus hijos” es uno de los trabajos que ponen en un lugar sumamente vulnerable al espectador. Nos hace voltear al horror que está sucediendo en nuestro país, con una de las partituras dramáticas más emotivas. Tal vez el mayor acierto de esta reinterpretación de Brecht, en el México de hoy, es su llamada de atención a no caer en la indolencia ante las heridas de nuestra sociedad.

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“Madre Coraje y sus hijos”

De: Bertolt Brecht

Dirección de Iona Weissberg y Aline De la Cruz

Traducción: Juan Alberto Alejos

Teatro Juan Ruiz de Alarcón (en el Centro Cultural Universitario – Insurgentes Sur 3000)

Jueves, viernes y sábados 19:00 hrs., domingos 18:00 hrs.

“Rock of Ages”: “El poder de la lejanía”

Lectura: 3 minutos

 El supuesto homenaje a Bon Jovi, Foreigner, Journey y Guns N´Roses, por decir algunos, es lamentable. 

Ciudad de México.- No entiendo por qué siguen trayendo a México obras que no conectan con nuestros referentes y cotidianidad. Los productores de musicales creen a ciegas en la universalidad de las historias de este género, sin considerar a la audiencia y su circunstancia específica. Es una necedad disfrazada de “buenas intenciones”, traer a México espectáculos del extranjero, aburridos y sin producir sentido.

Me sorprende que un productor como Gerardo Quiroz, con varios éxitos a cuestas y una carrera sensata con los proyectos echados a andar, haya traído a México un musical como “Rock of Ages”. La anécdota se reduce a la lucha de un mesero por triunfar en la farándula como cantante en Los Ángeles de los ochenta; esto es un pretexto para hacer un tributo a la power ballad y hard rock.

El musical simula en dos horas y media (¡demasiado tiempo!) un concierto que, poco a poco, hace ver a la historia anodina e inverosímil. En un momento del espectáculo piensas que deberían seguir cantando y ahorrarnos la trama bobalicona, de este hombre con ganas de triunfar con sus respectivas peripecias amorosas.

El supuesto homenaje a Bon Jovi, Foreigner, Journey y Guns N´Roses, por decir algunos, es lamentable. No existe una verdadera cohesión entre los personajes, el conflicto y las canciones. Todo es forzado y sus supuestos momentos cómicos no tienen impacto. Un grave problema es que la versión mexicana descontextualiza varias situaciones prototípicamente estadounidenses y esto hace más difícil seguir y conectar con el musical.

La adaptación de Quiroz es chabacana en el lenguaje, y la combinación de letras en inglés y español, de los temas musicales, resulta extraña. La tropicalización es fallida porque su intención es ser empática con la audiencia mexicana, pero no logra reinterpretar la idiosincrasia estadounidense. Más que Los Ángeles parece Rockotitlán y en cualquier momento parece salir Álex Lora para cantar un tema de Scorpions.

Quiroz invirtió millones de pesos en cada elemento de escenografía e iluminación y, para su suerte, se hacen notar. La pirotecnia visual sirve de distractora ante las grandes carencias dramáticas. Es una pena que esa producción no pueda servir de plataforma para una historia digna.

Las actuaciones son acartonadas. Todos los que están sobre el escenario tienen el entrenamiento vocal y corporal para lucirse, a pesar de los inconvenientes ya explicados, sin embargo, no lo logran. El tono no está parejo: cada quien está en su propia versión de la obra y eso provoca grandes irregularidades en el ritmo. Ver a figuras como Ernesto D´Alessio y Laura Cortés desperdiciadas, es increíble.

“Rock of Ages” es un espectáculo que dará un gran aprendizaje a Gerardo Quiroz en cuestión de formatos y análisis de audiencias. El problema de raíz está en la historia: no hay forma que el público pueda sentirse conectado, porque todo el tiempo se interpone la lejanía cultural y la poca congruencia escénica.

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“Rock of Ages”

De: Chris D´Arienzo

Centro Cultural Teatro 2 (Avenida Chapultepec y Avenida Cuauhtémoc, delegación Cuauhtémoc)

Viernes 21:00 hrs., sábados 17:30 y 20:30 hrs., domingos 13:00 y 17:00 hrs.

“Más pequeños que el Guggenheim”: “El retorno de los perdedores”

Lectura: 3 minutos

“Más pequeños que el Guggenheim” es un claro ejemplo del trabajo de la nuevas generaciones de dramaturgos mexicanos.

Ciudad de México.- Cuatro hombres atormentados por los constantes fracasos en su vida, se unen para hacer una obra de teatro; cuatro vidas abandonan el pesimismo de su circunstancia, para creer en la posibilidad de encontrar el camino hacia la felicidad. Ésta es la premisa de “Más pequeños que el Guggehheim”.

Con este texto, el escritor Alejandro Ricaño fue ganador del Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido, en el 2008; su montaje tuvo una primera temporada en el Centro Cultural del Bosque, con gran aceptación del público y de la crítica dos años después. La reputación de la compañía y su director, el mismo Ricaño, los impulsó a retomar el proyecto con un aparato de producción y difusión más grande y sólido.

Y no es para menos. Hace muchos años no veía una historia 100 por ciento mexicana, que fuera un reflejo tan fiel de nuestra realidad social; en ciertos momentos este reflejo es escalofriante, porque nos enfrenta con la decadencia cotidiana y los (siempre vivos) deseos de salir de ella. “Mas pequeños que el Guggenheim” aborda la tristeza del mexicano: éste amanece cada día impulsado por sus sueños, pero la noche lo regresa a la cama para dormir con sus derrotas.

El argumento inicia con el conflicto de Gorka, un escritor asfixiado por un matrimonio fallido, declina sus esfuerzos por la literatura, para trabajar en un supermercado transnacional; está obligado a laborar en un lugar tóxico para sus deseos, pero conveniente para sus necesidades económicas.

Gracias a un fallido intento de suicidio de Sunday, Gorka retoma su amistad con este actor, para descubrir cómo la vida se ha comido el ánimo de ambos, para cumplir su mayor deseo en la vida: hacer teatro. En la juventud hicieron todo lo posible para alcanzar su objetivo: Gorka desde la escritura y Sunday desde la actuación, trataron de comerse un mundo que finalmente se los comió a ellos.

Ahora, uno, en un trabajo miserable, y el otro, al borde de la muerte, deciden regresar a lo abandonado, armarse de valor para enfrentarse a la vida, y montar una obra de teatro que hable de sus fracasos. Para tal empresa convocan a Jam, un hombre con el ímpetu del actor primerizo, y Al, el introvertido que canaliza su vulnerabilidad ante el mundo, mediante enfermedades en la piel. Los cuatro tratan de volverse más ligeros al tirar sus cargas en las aguas sanadoras del teatro.

El argumento, una comedia entonada en melodrama, tiene una adecuada progresión dramática de los personajes; la forma de entrelazar sus vidas es verosímil en todo momento. El trabajo de dialogación es formidable; al hablar de la esperanza es muy fácil caer en maniqueísmos, pero Ricaño siempre es sutil al entrar en el tema. Al principio, los cambios de tiempo son complicados de entender, pero todo se resuelve con efectividad hacia el final de la historia; no se dejan cabos sueltos.

La dirección propone movimientos coreográficos, para hacer rompimientos escénicos en el transcurso de la historia. Hay una notable preocupación por caracterizar a cada uno de los cuatros personajes, en un sentido físico y, al mismo tiempo, ayudar con esto a sus respectivas psicologías.

La escenografía tiene los mínimos elementos para incitar la imaginación del espectador y, en su cabeza, recrear ciertas atmósferas sin recurrir a espacios figurativos. El planteamiento de la iluminación es básica, no existe una búsqueda creativa; en ciertos momentos existen contrastes de luz para apoyar las coreografías. El uso excesivo de oscuros resulta cansado y, por lo tanto, se puede perder el interés del público fácilmente.

El equipo de actores es espectacular. Tiene una adecuada conciencia del espacio y detallado uso del cuerpo, en los episodios vertiginosos de la historia. Su entrenamiento vocal es preciso en cuanto a la técnica; pueden caracterizar la voz sin tener pérdidas en la dicción y volumen. Las rutinas cómicas mediante el cuerpo enaltecen ciertos parlamentos, y brindan claridad para entender situaciones simultáneas o alteraciones temporales difíciles de comprender.

“Más pequeños que el Guggenheim” es un claro ejemplo del trabajo de la nuevas generaciones de dramaturgos mexicanos. Es un teatro ágil, muy divertido y con profundidad para abordar su premisa. Pero, el verdadero éxito de Ricaño es incidir en la conciencia del público mexicano, para enfrentarlo a su desgarradora realidad y, a pesar de todo, brindar un oasis de esperanza.

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“Más pequeños que el Guggenheim”

Autor y director: Alejandro Ricaño

Foro Shakespeare (Zamora 7, colonia Condesa)

Sábados 22 y 29 de noviembre a las 20:00 hrs., domingos 23 y 30 de noviembre a las 18:00 hrs.

“Vaselina”: “Cuando el rock cayó en el iPhone”

Lectura: 3 minutos

Estoy seguro que para muchos leer esta columna sobre “Vaselina” es rebajarse (…) otros como un guilty pleasure.

Ciudad de México.- Cualquiera pensaría que hacer “Vaselina” es de lo más fácil del mundo. Tantas veces se hace en la cartelera mexicana (y muchas más en festivales de niños de primaria), que nadie podría atribuirle un alto grado de complejidad. Todo mundo se sabe las canciones del musical: se usan para fiestas de adolescentes histriónicos o para animar una boda a las tres de la mañana. La cercanía con la historia nos hace verla como algo fácil, bobalicón o hasta, para algunos, muy pedestre.

Estoy seguro que para muchos leer esta columna sobre “Vaselina” es rebajarse. En el gusto, en el nivel cultural. Otros consideran su fascinación por Dany Seco y Sandy Tontales (en la versión mexicana) como un guilty pleasure. A muy pocas personas las veo felices, convencidas y determinadas al externar su fanatismo por el musical (y mucho menos si es en la interpretación hecha por Timbiriche).

Pero al ver la última reposición de la obra puedo decir que hacerla requiere de habilidades y recursos que pocos tienen. Da la apariencia de ser fácil pero, sin duda, no lo es. Cualquiera puede saberse los pasos icónicos de las canciones pero muy pocos pueden sostener un espectáculo de dos horas donde el público espera energía y un ritmo vertiginoso.

Sin embargo, las audiencias actuales necesitan algo más. Hacer lo mismo que se hizo con el exitosísimo montaje con los Timbiriche o cualquier otro de los últimos años no puede funcionar ahora. Los espectadores son más demandantes, con una enorme necesidad de pirotecnia visual y con un gran sentido de la urgencia.

Los productores Julissa, Alejandro Ibarra, Ari y Jack Borovoy saben que hacer “Vaselina” en el 2014 requiere de una nueva visión del montaje. Y más aún cuando quieren cautivar principalmente a un público infantil; compiten con internet, juegos de video, iPhone; todos los musicales de Disney hechos para la televisión o hasta con las estrellas de YouTube.

El primer gran logro de este montaje es que se acopla a las nuevas necesidades comunicativas de la audiencia. Esta producción es la más cara y atractiva que cualquier otra versión de “Vaselina”. Destaca el impecable trabajo con las pantallas para proyectar partes de la escenografía y el de algunos efectos especiales con la intención de llevar a escena un lenguaje más televisivo.

Los arreglos son más cercanos a la música pop que se escucha en la radio sin que se pierdan las estructuras musicales de dominio público. El trabajo de vestuario es interesante porque combinan elementos de los sesenta, con elementos icónicos de la película donde los niños y jóvenes puedan sentirse identificados y, al final de la función, querer vestirse como sus personajes favoritos.

El cuerpo de actores tiene la destreza técnica tanto en la voz como en el cuerpo. El primer problema actoral para hacer “Vaselina” es tener la energía necesaria para nunca dejar caer la obra; el ensamble logra cumplir el cometido.

La única irregularidad del montaje está en el ritmo. A veces se pierde, se atora. Esto me sorprende porque este tipo de problemas son lógicos en el estreno o en las primeras funciones pero el espectáculo se presentó en otro teatro durante, mínimo, dos meses. No debería presentar tales problemas.

Roxana Puente, quien interpreta a Licha, personaje mejor recordado por cantar “Freddy, mi amor”, es un talento fuera de serie. Tiene una energía, precisión y destreza vocal poco vistas en la escena mexicana. Por último, Irán Castillo sorprende con su encanto y experiencia; su reinterpretación de Sandy es más adecuada que la de hace varios años.

Sí vale la pena ver “Vaselina” porque es un trabajo que se acomoda al ojo y al oído de las audiencias actuales. Aunque no cualquiera puede hacer este musical, aunque no sea nada fácil, es un espectáculo a prueba de balas. Les deseo llenos totales en lo que resta de la temporada porque también se están arriesgando a llegar a un público del estado de México. Al final, la nostalgia y el cariño por las canciones y los personajes conmueven al público.

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“Vaselina”

De: Jim Jacobs y Warren Cassey

Teatro del Parque Interlomas (Av. Jesús del Monte #41 , Col. Jesús del Monte, Estado de México)

Sábados 17:00 y 20:30 hrs. y domingos 13:00 y 17:00 hrs.

“Mentiras”: “El defecto se vuelve virtud”

Lectura: 4 minutos

Las extraordinarias medidas de producción y difusión para atraer espectadores a las salas deben estar solventadas por una dignidad escénica.

Ciudad de México.- En las colaboraciones anteriores he hablado de las condiciones adversas en las que se encuentra el teatro mexicano. Y no me cansaré de analizar el fenómeno porque en un país como el nuestro, con sus lados más brillantes y más oscuros, es muy sintomática esta situación: refleja el pulso nacional, los miedos culturales, el grado de sanidad social. En este momento, turbulento y difícil, deberíamos exorcizar todos los demonios en el teatro pero no sucede en la frecuencia y cantidad deseadas.

Por otra parte, las extraordinarias medidas de producción y difusión para atraer espectadores a las salas deben estar solventadas por una dignidad escénica; nada tendría sentido si el teatro no logra impactar al público desde las historias y sus respectivos montajes.

A veces una obra es extraordinaria pero no cuenta con la infraestructura financiera para accionar una considerable máquina de publicidad; en otras ocasiones el montaje es irregular (o francamente deficiente en muchos sentidos) pero es apoyado por grandes olas de capital para invertir. En algunos momentos la historia es magnífica pero no alcanza los requerimientos mínimos de realización. En fin, lograr un balance justo entre todos los elementos de una obra de teatro es una tarea difícil para cualquier compañía y equipo de producción. Y la misión se complica aún más cuando se trata de sostener durante un tiempo prolongado este equilibrio.

Debido a esta razón, es interesante cuando en la cartelera mexicana se encuentra un título con más de un año de existencia y respaldado por la gran aceptación del público. Esta semana hablaré de “Mentiras, el musical” que ejemplifica esta situación a cabalidad. La semana pasada fui al Centro Cultural Manolo Fábregas, sede de esta producción, y me sorprendió cómo se forma una enorme fila en la taquilla para conseguir un boleto de este espectáculo.

Este fenómeno no sucede de manera frecuente en el teatro de nuestro país; existen producciones que a duras penas pueden conseguir entre quince y veinte personas por función en espacios de cien o quinientos asistentes. Y todo se vuelve difícil de creer cuando “Mentiras” ha estado en cartelera con éxito desde el 2009. Para varios montajes, una temporada de un mes con una función a la semana es algo dificilísimo de sostener.

¿Qué tiene “Mentiras” para mantenerse en la cartelera con favorables circunstancias? Alguien me podría decir, en primera instancia, que tienen todo el apoyo financiero de OCESA para la producción y la difusión. Es cierto, OCESA es uno de los grandes emporios de entretenimiento en México pero no todo lo patrocinado por él ha sido exitoso; este aparato no es sinónimo de llenos totales, ni mucho menos ha asegurado una larga vida a todas sus producciones.

“Mentiras” tiene el éxito que tiene por la historia. Su argumento es muy simple y repetido en varias ocasiones: en el funeral de Emmanuel llegan cuatro mujeres con quienes sostuvo una relación amorosa de forma simultánea. A partir de aquí, se desata una avalancha de emociones para cada uno de los personajes femeninos al descubrir la verdadera personalidad del fallecido. ¿Qué tiene de novedoso esta obra? ¿Qué podría reinventar? La respuesta está en la forma: la línea argumental se cuenta mediante el formato de un musical con canciones de las estrellas pop de los ochenta en México.

Ya lo había comentado, los musicales viven una severa crisis de formato y estilo. Si un musical no está perfectamente hilvanado, todo podría parecer ridículo, inverosímil. El reto para sus hacedores es encontrar las canciones perfectas que puedan contar la acción dramática. En arrebatados intentos por seguir sosteniendo al género, existe una moda por llevar canciones pop a este tipo de montajes y, esperar, una empatía con el público; en el 80% de los casos los intentos han sido inútiles.

Sin embargo, es sorprendente cómo José Manuel López Velarde, el autor y director del espectáculo, logra el objetivo de manera magistral. Es increíble que López Velarde haya sido también el creador de “Si nos dejan, el musical” y en este caso el resultado final sea deficiente. ¿Cuál es la diferencia entre “Mentiras” y “Si nos dejan”? “Mentiras” aprovecha la ridiculez de un musical mal escrito y la lleva al extremo; y aquí se descubre la genial comedia.

“Mentiras” nunca se vuelve solemne, se burla de ella misma todo el tiempo, a diferencia de “Si nos dejan” que tuvo un argumento débil y llevado al terreno del musical se volvía inverosímil. López Velarde no tiene ningún empacho en mostrar sus deficiencias argumentales porque al combinarse con la música todo resulta un trabajo interesante. Gran parte del éxito del montaje se debe a la nostalgia del público al recordar sus canciones favoritas de los ochenta.

El ritmo, como buena comedia, es enloquecido, vertiginoso. En ningún momento el público se siente hastiado por los chistes tan obvios, al contrario, los celebra para pedir más. Aquí la estrella es la obra y se entiende porque el elenco ha cambiado tantas veces y la taquilla sigue teniendo el éxito hasta ahora.

Es un musical para actrices sólidas en su entrenamiento actoral y musical. Todas ellas tienen el encanto de crear personajes empáticos y carismáticos a pesar de trabajar con arquetipos poco flexibles; su caracterización es detallada en un sentido corporal. La dirección, del mismo López Velarde, tiene propuestas de movimiento interesantes a partir de una plataforma giratoria; en ningún momento se llega a la vanguardia pero se logran composiciones visuales interesantes para el ojo. Con una clara referencia a los ochenta, la escenografía, el vestuario y la iluminación tienen como su mayor logro convertir todo el escenario en un ambiente kitsch, le viene bien con el argumento.

“Mentiras” es un delicioso espectáculo. Entiendo porque se ha sostenido en cartelera con tanto éxito; tiene un justo balance entre todos los factores que la llevan a escena. Es interesante cómo la demanda ha modificado la oferta porque éste, sin duda alguna, ha sido uno de los pocos espectáculos de OCESA con la mayor cantidad de promociones y descuentos en taquilla. Hay momentos donde los boletos están a mitad de precio. Punto interesante a seguir. Las “Mentiras” de López Velarde convierten a los errores en empatía, éxito y diversión.

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“Mentiras, el musical”

Autor y dirección: José Manuel López Velarde

Teatro México (Velásquez de León 31, colonia San Rafael)

Jueves 20:00 hrs; viernes 20:00 hrs; sábados 17:00 y 20:30 hrs. Domingos 13:30 y 18:00 hrs.

“La parafernalia de hacer cabaret”

Lectura: 3 minutos

 Una de las situaciones más difíciles de lograr en el teatro mexicano es la consolidación de compañías independientes

Ciudad de México.- Una de las situaciones más difíciles de lograr en el teatro mexicano es la consolidación de compañías independientes. En las condiciones de la escena mexicana un grupo de directores, actores, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, entre otros más, se reúnen para la culminación de cierto proyecto; cuando éste se acaba, el equipo se disgrega y vuelve a la búsqueda de otro trabajo con personas y objetivos distintos.

Si alguien tuvo un buen sabor de boca de trabajar con cierto grupo, es una suerte compartir de nuevo el trabajo con quien participó de esa magnífica experiencia. La falta de continuidad en las compañías teatrales provoca una ausencia de propuestas escénicas contundentes, un juego perverso de la oferta y la demanda en el terreno profesional y una saturación de espectáculos con cierto perfil.

El factor económico es determinante para llegar a estas consecuencias: la gente del medio se va donde haya dinero y quien tiene dinero puede dominar la cartelera con ciertas obras. El verdadero problema viene cuando esta concentración de producciones no puede dar cabida a una pluralidad de voces, a diferentes maneras de pensar y entender el teatro.

Al no encontrar variedad en la cartelera, ciertas audiencias no se ven reflejadas ahí y descartan al teatro como una oferta de diversión y entretenimiento real y contundente. En México tenemos miedo a la pluralidad; en otros países existe un montaje de “Romeo y Julieta” representado por diversas compañías con diferentes montajes al mismo tiempo, en cambio, aquí los productores pegan el grito en el cielo cuando se enteran que su obra se está representando por otro grupo en la misma cartelera.

El teatro, como fuente de sanación social, debe fomentar la expresión de diversas voces; provocar contrastantes miradas de un mismo fenómeno para hacer una mejor sociedad y mejores seres humanos.

Es cierto que la ausencia de compañías independientes se debe a un aspecto cultural: en México estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre, en la contingencia, en la perversión y, frente a esto, nos da miedo confiar en el otro. Es más fácil confiar en uno mismo porque si confío en el otro se necesita apelar al diálogo, entendimiento y acuerdos. De forma evidente, México necesita aspirar a estos tres lugares.

Por ello, encontrarse con voluntades reunidas para y por una compañía independiente siempre es digno de celebrarse. Esta colaboración está dedicada a Parafernalia Teatro: un grupo de tres actores dispuestos a buscar nuevas audiencias, dar cuerpo a diferentes expresiones escénicas y comprometerse con el momento social que les toca vivir para convertirlo en un horizonte mejor.

Erica Islas, Ana Laura Ramírez y Mariano Ruiz son tres jóvenes actores quienes encuentran en el cabaret su voz para, irónicamente, dar voces que en México generalmente se callan u ocultan. Construyen espectáculos donde sus temas principales van desde el amor hasta el complicado panorama del narcotráfico, pero siempre lo hacen con la consigna de lograr catarsis mediante la risa.

Con presentaciones ya sea en el Teatro de la Ciudad o en El Vicio, cumplen a cabalidad el género de la comedia porque las carcajadas del público nos hacen mirarnos con nuestros defectos y virtudes a gran escala. Logran la crítica social. Cada sonrisa le da a los espectadores la lejanía necesaria para hacernos conscientes de quiénes somos sin ningún tipo de mentira. A nivel individual y colectivo, Parafernalia Teatro nos enfrenta a la parte más reflexiva del teatro pero, a la vez, a la parte más lúdica.

Con títulos como “La Novia” y “Del amor al odio sólo hay una canción” se presentan espectáculos con un ritmo vertiginoso, diálogos agudos en forma y fondo pero, sobre todo, con una gran complicidad con el espectador. El cabaret les da las herramientas necesarias para hacer propuestas escénicas que apelan a la imaginación y redefinen los espacios para privilegiar el trabajo actoral, a veces compartido con intérpretes invitados.

En estos tiempos debemos reír y Parafernalia Teatro ofrece un gran número de motivos. Nunca busca la risa gratuita, provoca aquélla que desemboca al mar de la reflexión. Aplaudo cómo Ana Laura, Erica y Mariano conjugan sus voluntades para pisar el escenario y, al mismo tiempo, contribuir a la construcción de un teatro fuerte, sólido. Ellos son una invitación para el medio profesional a apostar más por los grupos, a olvidarnos del miedo y dejarnos seducir por los encantos del cabaret.

“Wicked”: Conjuros color Esmeralda

Lectura: 4 minutos

La canción más memorable de “Wicked” suena cuando Elphaba, una joven rechazada por su aspecto verde y pensamiento revolucionario, decide no seguir al máximo líder: el Mago de Oz.

Ciudad de México.- La canción más memorable de “Wicked” suena cuando Elphaba, una joven rechazada por su aspecto verde y pensamiento revolucionario, decide no seguir al máximo líder de su región: el Mago de Oz. Ella, al cantar “Defying gravity”, se declara fuera del sistema y reafirma su posición de lucha para acabar con el creciente fascismo de Ciudad Esmeralda.

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Este momento es indeleble en la memoria de los espectadores. La escena representa mejor que ninguna otra el lado oscuro y perverso de esta precuela del conocido cuento de “El Mago de Oz” escrito por Frank Baum. Se aleja de la inocencia infantil para trazar anécdotas y relaciones adultas.

Por otro lado, “Defying gravity” compuesta por Stephen Shwartz es una de las canciones más entrañables de toda la historia del teatro musical. A la altura de “Maybe this time” de “Cabaret” o “I don´t know how to love him” de “Jesucristo Superestrella”, la pieza impacta el oído y las emociones del espectador.

El aparato escénico hace que una mujer de color verde vuele sobre un escenario repleto de los habitantes de Ciudad Esmeralda. Todo el artificio es preciso y sofisticado para generar la ilusión de estar dentro de una realidad alucinante y alejada de nuestra cotidianidad.

Cuando este momento se reproduce en el Teatro Telcel, se comprueba que “Wicked” es el mejor musical escrito en los últimos quince años. Tiene personajes complejos, una efectiva estructura dramática pero, sobre todo, conflictos reconocibles. El arquetipo del “héroe” funciona porque se proyecta en una mujer ordinaria con un don capaz de vencer un conflicto extraordinario. Esto, para cualquiera, es emocionante.

El montaje mexicano no tiene falla. La supervisión de los creadores originales y el equipo de producción de Broadway hizo un ejercicio escénico riguroso y un artificio de producción preciso. El trabajo en escena y detrás de telones es como un reloj suizo; hacer la función cada noche necesita de una efectividad extrema para que el público pueda creer esta convención.

La franquicia funciona. Cuando se compra un boleto para “Wicked” se compra una experiencia Broadway. El mayor éxito de la producción radica en los detalles; las texturas de los vestuarios, la calidad de los prostéticos, las sutilezas de iluminación y los explosivos efectos especiales forman un espectáculo donde todo mundo saldrá complacido de cierta forma.

El trabajo de traducción y adaptación de la obra, hecho por Marco Villafán, logra un 75 por ciento de sentido al pasar del inglés al español. Se pudo tropicalizar una historia, hasta el tuétano estadounidense, sin caer en localismos baratos o salidas fáciles de lenguaje. En algunas ocasiones se pierden palabras o se fuerzan versos para encuadrarlos en la melodía pero nada agrede al oído.

La obra depende de la fuerza y precisión técnica de las dos actrices que interpretan a Elphaba, la bruja mala del Oeste, y Glinda, la bruja buena del Norte; toda la anécdota se sostiene en su amistad y rivalidad ideológica. A mí me tocó ver a Danna Paola y Cecilia de la Cueva interpretar estos papeles (porque existen alternantes).

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Su trabajo en escena convence y conmueve. Para Cecilia de la Cueva es el papel de toda su carrera después de una larga trayectoria de trabajar para OCESA; su destreza vocal y corporal hacen una Glinda más encantadora que la escrita en el libreto.

Danna Paola, como Elphaba, es todo un descubrimiento para el teatro musical. A pesar de la polémica por dudar de sus capacidades histriónicas y entrenamiento teatral, ella defiende su lugar en la obra con una disciplina notable. Cada movimiento, cada nota, cada gesto está perfectamente medido; hace un desempeño calculado de principio a fin sin torpeza.

Sorprende que, al tener sólo 18 años, logra un nivel que tendría una actriz con más horas de vuelo. Danna Paola trabajó como nunca para armar y construir a Elphaba, no obstante, su carisma (natural) en el escenario la vuelve entrañable para el público.

El trabajo de todo el ensamble merece una ovación. Hacer dos funciones (cada una de tres horas) requiere de una resistencia que pocos tienen. Convencen por su minuciosa caracterización para darle vida al espectáculo. El juego con sus voces es extraordinario. El manejo de energía es el necesario para mantener el interés y conmocionar.

De todo corazón les deseo un buen final de temporada (hasta diciembre de este años). El espectáculo debe estar en la cartelera mínimo dos años más pero las necesidades comerciales imperan sobre lo escénico. “Wicked” conmueve en todos sentidos; pocos musicales tienen alma como éste al combinar la pirotecnia y una historia que conecta con los asistentes a través de la valentía de creer quiénes somos.

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“Wicked”

Libreto: Winnie Holzman

Música: Stephen Shuwartz

Dirección: Lisa Leguillou

Teatro Telcel (Lago Zurich 245, colonia Ampliación Granada)

Jueves 20:00 hrs., viernes 20:30 hrs., sábados 17:00 y 20:30 hrs., domingos 13:00 y 17:30 hrs.