Pez de Oro

A quien honor merece

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En las últimas colaboraciones he descrito el panorama del medio teatral desde los formatos de producción y difusión hasta las propuestas escénicas durante el 2012. En ninguno de los casos hablé de obras en específico porque todavía no hallaba la mejor forma de hacerlo. Seleccionar un trabajo como lo mejor de cierta categoría era un criterio injusto porque quedarían fuera montajes que, sin ser magistrales o extraordinarios, eran dignos de considerarse.

Por lo tanto, evité escoger “el mejor” para hablar de “lo mejor”. Los principales criterios que rigen estos reconocimientos son la ejecución técnica y la búsqueda de mejores posibilidades expresivas con el público. Mi intención con esta lista tiende, sin duda, a destacar actores, directores, textos y montajes capaces de hacer un teatro más vivo, brillante e interesante para los espectadores y, como consecuencia, atraer a más gente a las salas.

En el único caso que sólo presentaré un ejemplo de la categoría será en el mejor montaje, porque en éste se manifiesta cuál fue la corriente que mejor pudo sintetizar un enriquecimiento en el lenguaje teatral y, por lo tanto, lograr un impacto enorme con el público.

La primera categoría es trabajo escenográfico. Sin duda, la propuesta más detallada en su parte técnica y más funcional a las necesidades del montaje fue la de “Oscuro” de Philippe Amand. También sobresale por su impecable elaboración la escenografía de “La pequeña habitación al final de la escalera”.

Es interesante ver cómo en los musicales existe una preocupación constante por este rubro. Es lógico porque en este formato tiene una influencia determinante para el desarrollo del espectáculo. Dentro de este grupo de obras encontramos trabajos valiosísimos como el de “Mary Poppins”, “Si nos dejan”, “Despertar de primavera” y “Placer o no ser”.

El mejor diseño de iluminación es para “Mary Poppins” de Natasha Katz; las atmósferas recreadas en cada cuadro son precisas para las canciones y el estilo del montaje, además es muestra de una gran capacidad técnica del equipo de producción. Este trabajo es sinónimo de rigor. Otras muestras interesantes de este apartado son “Tío Vania”, “Despertar de primavera”, “La pequeña habitación al final de la escalera”, “Temporal”, “Pasiones peligrosas” y “Si nos dejan”.

En este año, el reconocimiento al diseño de vestuario se puede dividir en dos grupos. El primero privilegia un rigor histórico a favor de un texto con una época determinada; en este caso destacan “Pasiones peligrosas”, “Tomar partido”, “Si nos dejan”, “Tennessee en cuerpo y alma” y “Panorama desde el puente”.

El segundo busca un vestuario con líneas expresivas más arriesgadas que nunca se aparta de la visión del espectáculo, de hecho, lo engrandece y hace brillar más la historia; aquí encontramos a “Temporal”, “Oscuro” y “I love Romeo y Julieta”.

Como los musicales es uno de los formatos superestrella de este país es importante hacer una valoración de la parte actoral. La mejor actriz de este formato, por mucho, es Bianca Marroquín; su capacidad técnica en el cuerpo y la voz es precisa y exacta. No obstante es necesario mencionar a la extraordinaria Maru Dueñas por “Placer o no ser” (merece una ovación de pie porque hizo un monólogo con las reglas del musical), Laura Cortés por “Mary Poppins” y Gicela Sehedi por “Despertar de primavera”.

Por otro lado, dentro del grupo de actores de musical destaca, de manera predominante por su entrenamiento corporal y vocal y las exigencias físicas de su personaje, Mauricio Salas por “Mary Poppins”. También sobresalen Alan Estrada por “I love Romeo y Julieta” y “Despertar de primavera”, Ernesto D´Alessio y Mariano Palacios por “Si nos dejan” y Cristóbal García- Naranjo por “Despertar de primavera”.

Dentro del rubro de interpretaciones femeninas encontramos, por su dificultad técnica, a dos menciones especiales: en primer lugar a Mónica Dionne por “Afterplay” ya que el espectáculo constaba de una pieza y comedia donde se ponían al límite todos los recursos expresivos de la actriz.

En segundo lugar, sin ninguna disparidad técnica con la anterior, está Laura Zapata por “Los efectos de los rayos gamma” con su interpretación de Beatriz, uno de los papeles más difíciles de sostener en una obra de dos horas debido a las exigencias corporales y de tono.

Cabe mencionar también a Itatí Cantoral por “Tennessee en cuerpo y alma”, Karina Gidi por “La pequeña habitación al final de la escalera”, Lumi Cavazos por “Panorama desde el puente”, Jacqueline Andere por “Pasiones peligrosas”, Silvia Pinal por “Amor, dolor y lo que traía puesto”, Alejandra Ley por “Venenos Cotidianos”, Ludwika Paleta e Isela Vega por “La Madriguera” y Laura Almela por “Tío Vania”.

En cuanto a las interpretaciones masculinas, el trabajo más impactante durante el año fue el de Mauricio Islas por “Panorama desde el puente”. Ejecutó la obra de Arthur Miller con el tono necesario y con un justo trabajo corporal y vocal. Su personaje fue, sin duda, el más complejo del 2012.

En contrapartida, también destacan Arath de la Torre por “Las obras completas de William Shakespeare”, Plutarco Haza por “Oscuro”, Hernán Mendoza por “Tennessee en cuerpo y alma”, Ricardo Polanco por “La caja”, los Mascabrothers por “El Tenorio cómico” y Mario Iván Martínez por “La madriguera”.

El 2012 fue testigo de varias revelaciones actorales. Las dos más importantes son Alex Durán de “La caja” porque hace muestra de una gran maestría para manejar esta comedia difícil desde todos sus ángulos, y Adriana Llabres por “Rudo” debido a un nivel de energía justo para cargar un demandante montaje experimental. Estos dos actores son promesas de la escena en México.

En términos de dirección haré alusión a José Solé por “Panorama desde el puente” y Marco Vieyra por “Oscuro”; en ambos casos explotaban al máximo la experiencia en vivo para ofrecerle al público un espectáculo emocionante en cada escena. Lograban que sus actores tuvieran la energía necesaria para contar la historia.

 Con Solé podemos encontrar una dirección clásica con muy pocas decisiones experimentales, a cambio, hallamos un ritmo y tono perfectos para abordar el texto de Miller. Mientras tanto, Vieyra destaca una experimentación de movimiento y una constante abstracción en el trazo escénico; el montaje de “Oscuro” es  una gran evolución del lenguaje teatral mexicano.

Por último, el mejor montaje del año es “Oscuro” de Édgar Chías y dirigida por el antes mencionado Marco Vieyra. Esta obra representa una corriente que vitaliza al teatro y busca atrapar al público en cada segundo. Su naturaleza experimental hizo mucho más complejas las líneas expresivas para dejar al desnudo un trabajo actoral impecable y una historia conmovedora en todos los sentidos. “Oscuro” es la síntesis de un esfuerzo por buscar vida en los personajes, en los conflictos y en la relación con el público.

Es así como transcurrió el 2012. Aplaudo de pie a todos los que hicieron teatro para con-mover al espectador.

Sobre lo aprendido y lo que falta por conocer

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En la parte escénica, el 2012 fue año un contrastante para la escena en México. En primer lugar, se montaron textos de grandes vacas sagradas como Arthur Miller, Ánton Chéjov y William Shakespeare con una gran dignidad. Los equipos actorales fueron, en la mayoría de los casos, sólidos en su entrenamiento y experiencia para cargar consigo obras de una gran dificultad técnica.

 Historias contemporáneas, con gran éxito en el extranjero, llegaron a la cartelera mexicana para enriquecer la oferta y exigir a los productores un altísimo compromiso creativo de sus compañías. De nuevo, los actores no se hicieron menos frente a los retos y desplegaron sus mejores recursos para divertir al público.

En ambos casos, con los textos consagrados o los importados, los trabajos de dirección fueron tibios, sin una propuesta de ruptura capaz de explorar otros caminos del teatro mexicano. Si pudiéramos revisar todas las reseñas de esta colaboración, veremos cómo en una gran incidencia los directores se apegaron a formatos probados sin ningún tipo de riesgo.

En esta idea de competencia mediática (porque, insisto, el teatro compite con todos los medios que tienen a su alcance las audiencias) el teatro tuvo pocas oportunidades de hacerse un lugar preferente; su ventaja más grande sobre otras formas de diversión es la experiencia en vivo y muy pocos directores la supieron aprovechar al máximo.

 Aquéllos osados que buscaron nuevas formas, recursos alternativos, experiencias más vivas para el público tuvieron dos destinos: lograban obras  poco claras, confusas y, por momentos, molestas o se rebasaban los límites de la disciplina teatral para caer en  espectáculos de otra naturaleza.  Los autores superestrella o consagrados no pudieron encontrar en nuestros directores lecturas más interesantes, atrevidas y modernas de su trabajo.

Entonces, sin estas apuestas escénicas, el teatro queda atrapado en la pieza de museo, en el gusto exquisito de personas triplemente exquisitas. Aunque ya hay destellos de un cambio cercano con el uso de espacios alternativos o textos más arriesgados en su narrativa, el grueso de la cartelera es muy tibia para volverse mucho más atractiva a los espectadores.

 Un aspecto muy preocupante para el medio teatral es el poco reconocimiento a los textos mexicanos contemporáneos. En el 2012, se ha demostrado cómo las compañías tienen el nivel técnico y poético para interpretar a autores extranjeros pero todavía no hemos conocido qué necesitamos para hacer frente a la dramaturgia mexicana.

En la cartelera, no hay un equilibrio entre la fuerza de los títulos de otros países y los mexicanos. La grandes productoras se gastan millones de dólares (es importante recalcar millones de dólares) para comprar los derechos de obras extranjeras pero son totalmente ajenas a los autores de nuestro país. Es necesario importar pero igual de necesario es crear un teatro desde nuestro lugar para mirar al mundo.

Y con esto no estoy tratando de hacer una campaña de conmiseración para el teatro en México, ni mucho menos invitar al público a comprar un boleto de una obra nacional como un acto de lástima. Al contrario, hablo de una apertura a las voces mexicanas y, por supuesto, de un rigor por parte del público para acceder a ellas. Lo que importan son las historias y necesitamos más historias donde se hable de quiénes somos, nuestra idiosincrasia, nuestras formas de vida.

 Este año también se acabó el gran mito donde una estrella puede ser capaz de vender boletos con su solo poder de estrella sin importar la historia, los compañeros en escena, la dirección, en fin, sin considerar el montaje. Hubieron obras que fracasaron a pesar de ser interpretadas por estrellas; la gente iba al principio a ver a su ídolo pero su fuerza no era la necesaria para sostener una temporada de un mes.

 El teatro es trabajo en equipo, su guía es la historia que cuenta. Ella, mediante el esfuerzo de la compañía, conmueve, deleita. El verdadero poder se da entre el público y el montaje; todos los elementos son importantes para lograr tal efecto. Nadie sobresale.

 El 2012 dejó grandes aprendizajes para las personas que se dedican al teatro. Hoy las oportunidades están al alcance de la mano y el crecimiento se hace necesario. Los telones se abren para gozar de historias. Algunas incógnitas siguen sin contestar; esperemos mejores respuestas para convertir al teatro un verdadero hogar para quienes deseen estar en él.

Más telones abiertos

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Este año ha tenido momentos decisivos para el teatro en México; no sólo en el aspecto escénico sino también en las formas de producción y difusión. El 2012 ha implicado una necesaria reestructuración (sin acabar) para la personas del medio porque se  pusieron por delante incógnitas que nunca se habían querido resolver o, en cambio, nunca se habían visto con claridad.

La primera situación para analizar en el medio ha sido la utilización de las redes sociales como el soporte de difusión y/o publicitario de varios montajes. Existieron varias obras que sobrevivieron toda una temporada gracias a Twitter o Facebook; el público asistía a los foros porque alguien lo había leído en internet y la recomendación continuaba de boca en boca. En el 2012 se dio la culminación, el establecimiento de planes alternativos nacidos en años anteriores para atraer al público.

Este fenómeno comenzó en producciones independientes a los enormes consorcios o apoyos financieros; en la mayoría de los casos, la estrategia fue exitosa. Numerosos espectáculos pudieron nacer gracias a la disminución de presupuestos compensada por las ventajas de internet. No obstante, las grandes productoras vieron en las redes sociales una forma alternativa y exitosa para promocionar sus obras.

 Ahora no sólo es necesario invertir esfuerzos en la prensa o en la radio, sino también en internet. Es evidente cómo el uso de las redes sociales ha modificado la agenda de los productores con renombre; increíble es el desplazamiento de la televisión al último lugar en un plan de medios de cualquier compañía. La fuerza de difusión, promoción y posicionamiento de una obra proviene de medios nunca antes contemplados.

Por otro lado, el 2012 ha sido testigo de la polarización del costo de boletos. En el circuito fuera del establishment, los precios oscilaban entre la mitad de lo que cuesta un boleto en el cine y la entrada gratuita. En el otro lado de la moneda, las productoras con enormes apoyos comerciales y beneficios económicos, incrementaron sus costos de una forma bestial.

Para este punto es necesario considerar ciertos aspectos: la situación económica nacional, los subsidios estatales a ciertas producciones, los exorbitantes requerimientos financieros para producciones extranjeras, entre otros. A pesar de las particularidades de cada caso, la polarización es un hecho y esto perjudica a todas las obras que se encuentran en medio de los extremos de la cuerda porque la percepción de ellos hacen suponer una distancia entre el público y el teatro.

 Este año, a pesar de que existió una gran oferta (de costos también) en la cartelera, todavía existieron ideas donde el teatro es un espectáculo muy caro para acceder a él o, por otro lado, el teatro es barato (o en algunos casos gratis) porque es algo muy complicado para comprender o sólo para expertos. Si pudiéramos analizar los contrastes en una gráfica, estos picos tan altos o estos valles tan pronunciados sólo alejan al público por presentarse juicios donde se dictamina a los espectáculos teatrales como algo alejado de la gente.

 Percepción es realidad y la disparidad en los costos de los boletos es una gran ventaja de otros medios para capturar audiencias. El cine, en un balance total, puede convertirse en una experiencia demasiada cara en comparación con una obra de teatro pero la percepción del público hace suponer lo contrario. Esta pregunta, más que cualquier otro año, se hizo necesaria de replantearse debido a una drástica disminución de público.

 Por supuesto, esta ausencia de gente en las salas es una consecuencia lógica de una situación social, económica y política. Hay ciertas contingencias, como el año electoral, que merman la asistencia al teatro, sin embargo, la gente del medio debe volverse más fuerte ante las circunstancias. La aplicación de descuentos al precio de los boletos es una estrategia digna de considerarse porque estos doce meses encontró eco en las taquillas.

Por último, la utilización de espacios alternativos como foros teatrales brindó vitalidad al medio teatral. Pudo romper la dureza de los cánones para llevar al teatro nuevas audiencias sin alguna pérdida escénica. Esta práctica se hará mucho más frecuente para el 2013 porque, sin duda, fue un éxito. No sólo implicó una estrategia comercial, sino un replanteamiento actoral y de dirección a todas las personas involucradas en este tipo de proyectos encaminados a un crecimiento consistente.

 Todos los logros y planteamientos propiamente escénicos los abordaré en mi próxima colaboración. Aprovecho este espacio para anunciar el reconocimiento a lo mejor del teatro en el 2012, con base en todas las reseñas realizadas, durante el mes de enero. Por mi parte, sólo me resta desearles feliz año nuevo y una gran oportunidad en el 2013 para seguir aprendiendo, sobre todo, del teatro. De todo corazón, más teatro, más historias, más aplausos, más telones abiertos.

La Caja de la maestría

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Este año ha sido muy bueno para la comedia en México. Se han montado desde textos clásicos hasta contemporáneos con una gran calidad escénica en la mayoría de los casos. Después de todo lo visto, no pensé que llegara a nuestra cartelera una comedia capaz de sobresalir en los estándares actorales y, mucho menos, de dirección. No obstante, este noviembre se estrenó “La Caja” en el Centro Cultural Manolo Fábregas para posicionarse como uno de los mejores montajes cómicos del 2012.

la caja

Respecto al texto, es una de las obras más difíciles para llevar a escena en dos sentidos: el ritmo vertiginoso de la historia hace necesaria la presencia de actores entrenados pero, sobre todo, con todo el colmillo del mundo para la improvisación y un despliegue energético enorme durante la función; por otra parte, todo el argumento está repleto de chistes que exigen de la corporalidad del intérprete para producir sentido e hilaridad.

La anécdota de “La Caja” es sencilla: Antonio se cambia de departamento con la ayuda de sus amigos más cercanos; Víctor, en medio de la mudanza, está a punto de ser descubierto por su novia de una infidelidad cometida la noche pasada y Antonio decide ayudarlo para que nadie del grupo se entere de esta situación. A partir de aquí, se desatan situaciones hilarantes para llevar al límite a los personajes y la estructura dramática.

Durante una hora y media, el texto nos cuenta cómo las mentiras pueden ser el fundamento de las relaciones humanas y, en este simulacro, la verdad debe ser ocultada porque podría destruir todos los intereses conseguidos y deseados. Una mentira lleva consigo otra mentira y otra y otra hasta convertirse, de forma irónica,  en lo único verdadero; creemos lo que queremos creer y aceptamos como verdadero aquélla información conveniente para nuestros propósitos.

A nivel escénico, el equipo que yo vi (porque alternan actores ciertos papeles) tiene un resultado funcional. El primer acierto radica en el alto nivel de energía durante toda la obra; aunque existen ciertos actores quienes bajan la intensidad, los demás están para ayudarlos y, de esta manera, no perder la atención e interés del público.

 En cuanto al ritmo, la obra va en un camino ascendente hasta la mitad donde se detiene; en este momento a los actores se les nota un poco perdidos porque no encuentran fluidez en las rutinas y la comprensión necesaria de los diálogos. Después de este episodio, el montaje retoma su curso y sigue escalando en una velocidad aceleradísima para hacer del final un momento explosivo.

Vale la pena destacar que esta deficiencia no es culpa ni de los actores y ni del director. Las comedias necesitan de cierto tiempo, después del estreno, para ajustarse en tono y ritmo porque varios momentos dependen de la disposición y el ritmo del público hacia la obra. La desaceleración es algo natural (y necesaria) del proceso, aunque me preocupa el cambio de elencos en diversas funciones porque cuando en cierto equipo se hayan logrado subsanar las fallas, en otro todavía no se alcanzará, y esto provocará un trabajo poco uniforme para los asistentes.

 Otro de los aciertos del grupo de actores es el cumplimiento funcional del montaje. Toda la dirección tiene tintes coreográficos: existen cadenas de movimiento para darle vida al texto. Aquí no se necesitan ajustes o balances; todos los actores están acoplados a la vertiginosa dirección. Sí es de reconocerse este punto porque un paso en falso, un movimiento fuera de tiempo o una ausencia de éste puede provocar un accidente grave a los intérpretes.

Ya había comentado del bajo nivel de energía, por momentos, de ciertos actores. Sin embargo, los personajes principales, Antonio y Víctor, interpretados por Ricardo Polanco y Alex Durán tienen la fuerza escénica adecuada para el montaje. Toda la obra descansa sobre sus hombros y en ningún momento se hacen menos frente a la encomienda.

Alex Durán merece un reconocimiento especial por su trabajo meticuloso, los matices y la caracterización de su personaje que lo convierte en el más entrañable para el público; “La Caja” le dará un gran prestigio porque, sin duda alguna, Durán es el actor revelación del año.

“La Caja” es una obra que vale muchísimo la pena. Insisto, a pesar de las pequeñas inconsistencias este espectáculo es enorme; el texto es poderosísimo para tomar tanto a los actores como al público y llevarlos a un viaje alucinante. El espectáculo es difícil en cuanto a forma y fondo pero, en ningún momento, se nota la dificultad que cargan los actores y este aspecto hace doblemente placentera la función. “La Caja” conmueve; después de haberla visto sólo puedo decir “gracias”.

 

“La Caja”

De: Clément Michel

Dirección: Lía Lejín

Centro Cultural Manolo Fábregas. Teatro Renacimiento (Velásquez de León 31, colonia San Rafael)

Jueves 20: 30 hrs., viernes 19:30 y 21:30 hrs., sábados 18:00 y 20:30 hrs., domingos 16:30 y 18:30 hrs.

La Parafernalia de hacer cabaret

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Una de las situaciones más difíciles de lograr en el teatro mexicano es la consolidación de compañías independientes. En las condiciones de la escena mexicana un grupo de directores, actores, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, entre otros más, se reúnen para la culminación de cierto proyecto; cuando éste se acaba, el equipo se disgrega y vuelve a la búsqueda de otro trabajo con personas y objetivos distintos.

Si alguien tuvo un buen sabor de boca de trabajar con cierto grupo, es una suerte compartir de nuevo el trabajo con alguien que participó de esa magnífica experiencia. La falta de continuidad en las compañías teatrales provoca una ausencia de propuestas escénicas contundentes, un juego perverso de la oferta y la demanda en el terreno profesional y una saturación de espectáculos con cierto perfil.

 El factor económico es determinante para llegar a estas consecuencias: la gente del medio se va donde haya dinero y quien tiene dinero puede dominar la cartelera con ciertas obras. El verdadero problema viene cuando esta concentración de producciones no puede dar cabida a una pluralidad de voces, a diferentes maneras de pensar y entender el teatro.

  Al no encontrar variedad en la cartelera, ciertas audiencias no se ven reflejadas ahí y descartan al teatro como una oferta de diversión y entretenimiento real y contundente. En México tenemos miedo a la pluralidad; en otros países existe un montaje de “Romeo y Julieta” representado por diversas compañías con diferentes montajes al mismo tiempo, en cambio, aquí los productores pegan el grito en el cielo cuando se enteran que su obra se está representando por otro grupo en la misma cartelera.

 El teatro, como fuente de sanación social, debe fomentar la expresión de diversas voces; provocar contrastantes miradas de un mismo fenómeno para hacer una mejor sociedad y mejores seres humanos.

 Es cierto que la ausencia de compañías independientes se debe a un aspecto cultural: en México estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre, en la contingencia, en la perversión y, frente a esto, nos da miedo confiar en el otro. Es más fácil confiar en uno mismo porque si confío en el otro se necesita apelar al diálogo, entendimiento y acuerdos. De forma evidente, México necesita aspirar a estos tres lugares.

Por ello, encontrarse con voluntades reunidas para y por una compañía independiente siempre es digno de celebrarse. Esta colaboración está dedicada a Parafernalia Teatro: un grupo de tres actores dispuestos a buscar nuevas audiencias, dar cuerpo a diferentes expresiones escénicas y comprometerse con el momento social  que les toca vivir para convertirlo en un horizonte mejor.

El elenco de Parafernalia
El elenco de Parafernalia

Erica Islas, Ana Laura Ramírez y Mariano Ruiz son tres jóvenes actores quienes encuentran en el cabaret su voz para, irónicamente, dar voces que en México generalmente se callan u ocultan. Construyen espectáculos donde sus temas principales van desde el amor hasta el complicado panorama del narcotráfico, pero siempre lo hacen con la consigna de lograr catarsis mediante la risa.

Las parafernaliettes
Las parafernaliettes

 Con presentaciones ya sea en el Teatro de la Ciudad o en El Vicio, cumplen a cabalidad el género de la comedia porque las carcajadas del público nos hacen mirarnos con nuestros defectos y virtudes a gran escala. Logran la crítica social. Cada sonrisa le da a los espectadores la lejanía necesaria para hacernos conscientes de quiénes somos sin ningún tipo de mentira. A nivel individual y colectivo, Parafernalia Teatro nos enfrenta a la parte más reflexiva del teatro pero, a la vez, a la parte más lúdica.

 Con títulos como “La Novia” y “Del amor al odio sólo hay una canción” se presentan espectáculos con un ritmo vertiginoso, diálogos agudos en forma y fondo pero, sobre todo, con una gran complicidad con el espectador. El cabaret les da las herramientas necesarias para hacer propuestas escénicas que apelan a la imaginación y redefinen los espacios para privilegiar el trabajo actoral, a veces compartido con intérpretes invitados.

En estos tiempos debemos reír y Parafernalia Teatro ofrece un gran número de motivos. Nunca busca la risa gratuita, provoca aquélla que desemboca al mar de la reflexión. Aplaudo cómo Ana Laura, Erica y Mariano conjugan sus voluntades para pisar el escenario y, al mismo tiempo, contribuir a la construcción de un teatro fuerte, sólido. Ellos son una invitación para el medio profesional a apostar más por los grupos, a olvidarnos del miedo y dejarnos seducir por los encantos del cabaret.

Prafernalia Teatro
Prafernalia Teatro

Parafernalia Teatro

Twitter: @ParafernaliaTea

Facebook: http://www.facebook.com/parafernaliateatro

Cruzar la niebla (parte 2)

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El congreso al que asistí, hace tres semanas, tenía entre la concurrencia a un gran número de figuras representativas del teatro en México para dibujar un caleidoscopio de diversas formas de entender la experiencia escénica. A pesar de pertenecer a corrientes tan contrastantes de abordar este fenómeno, todos tenían como una de sus principales preocupaciones el concentrar una mayor cantidad de público en las salas.

 ¿Por qué la gente no asiste al teatro? Por momentos, la interrogante encontraba una respuesta contundente pero, poco a poco, ésta se desdibujaba para lograr un enigma cada vez más grande. ¿El problema es de difusión? ¿Mercadotecnia? ¿Precio de los boletos? Al final, la conclusión más certera para entender el problema embarca todos estos tópicos. Pero hay ciertos aspectos que nunca han sido revisados a cabalidad para crear una estrategia más sólida con el fin de acercar a la gente al teatro.

 El precio de los boletos sí influye para que una persona, frente a todas las opciones de entretenimiento y diversión, prefiera ir al teatro. La mercadotecnia y publicidad son necesarias para hacer del conocimiento del público la cartelera. Y, por supuesto, toda la experiencia escénica debe sostener estas decisiones para ser fuertes y atractivos para el espectador.

 No obstante, una de las situaciones que más se comentaron durante el congreso y poco abordadas en los múltiples proyectos públicos y de la iniciativa privada para fomentar el teatro fue la localización de los foros. Para muchas personas, las obras sólo se circunscriben a ciertas zonas de la ciudad; en medio de los avatares de la vida citadina, estas puntos focales no son accesibles debido al medio de transporte y el tráfico para llegar ahí.

 Por esta situación, una de las propuestas sugeridas durante la sesión fue el impulso de foros teatrales o adaptados para este tipo espectáculos en cada delegación de la ciudad y producir la sensación de cercanía para el público. El enorme crecimiento espacial del Distrito Federal hace urgente la desconcentración de la zona de teatros pero, sobre todo, encontrar medios sólidos de producción y difusión para levantar los proyectos que se van a presentar en esos lugares.

Con esta propuesta se quedan en el tintero otras preguntas: ¿esta estrategia es sólo aplicable para la ciudad o puede ser trasladada a otros estados del país? Si no es aplicable para los demás estados, ¿cuál es la estrategia a seguir en estos lugares?

El Rey Chéjov (parte 2)

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En el teatro no existen casualidades. Estoy convencido que en escena todo está, existe y funciona por alguna razón superior a nosotros; no quiero caer en fanatismos religiosos, ni mucho menos en supersticiones, sólo recuerdo de dónde surge el fenómeno teatral: del rito.

Antes de cualquier otra definición, hacer teatro es hacer un ritual con individuos deseosos de descubrir una realidad más fascinante, más trascendente, más humana. Y en el ritual todo se hace con algún propósito.

Cuando el actor interpreta un personaje frente al público no existen casualidades.

Ese actor es el más indicado para el papel, ese papel es el más adecuado para contar una historia, esa historia es la más necesaria para el público. La semana pasada había hablado de “Afterplay.

Secuelas chejovianas”, un espectáculo para celebrar la figura de Anton Chéjov con la particular mirada mexicana; un homenaje a su producción literaria desde los dos géneros que había manejado a la perfección: la pieza y la comedia.

Esta semana hablaré de “Tío Vania“, un montaje íntegro de una de las obras más célebres de este autor. No estaba seguro si era prudente hablar de dos obras de Chéjov de forma seguida en esta columna, pero no creo en las casualidades, y ver este título junto con “Afterplay.

Secuelas chejovianas” en la cartelera mexicana es, antes que cualquier otro juicio, un triunfo en el teatro de México y, por otro lado, un fenómeno digno de analizar.

Ambos proyectos están cobijados por la UNAM y, más allá de los últimos estirones de la política sexenal, la decisión obedece, en un sentido más amplio, a una catarsis social.

Chéjov en “Tío Vania” cuenta la vida de una familia unida por expectativas que nunca sucederán; el estancamiento personal se provoca por la monotonía y pérdida de sentido; el amor es un espejismo en medio de la asfixiante vida cotidiana.

México tiene expectativas, pérdidas y asfixia en varios sentidos.

No existen casualidades.

La dirección corre a cargo de David Olguín, un dramaturgo y director experimentado para conducir esta empresa de magnitudes colosales; su propuesta es abordar el texto desde la cercanía cotidiana de México.

Eligió la traducción de Ludwik Margules, director sobresaliente en la historia del teatro mexicano, que concentra esta cotidianidad en un lenguaje claro, sencillo y sin tantas figuras retóricas de la obra original.

Como en la mayoría de los montajes de Olguín, y en sintonía con “Tío Vania“, se retrata a nivel plástico y actoral una decadencia exótica, realidades que dejaron de ser opulentas, brillantes, para degradarse poco a poco a recuerdos de lo maravillosa que alguna vez fue.

El vestuario se parece más a cualquier harapo de basurero a diseños propios de la época donde Chéjov escribió su texto, a finales del siglo XIX; la escenografía se plantea desde paredes maltratadas por el tiempo, descoloridas, descuidadas ante las vicisitudes de una casa; la corporalidad de cada uno de los actores construye un cansancio por seguir viviendo pero, irónicamente, también un estado alerta por aquella circunstancia que haga desaparecer el letargo donde despiertan, comen y duermen.

Uno de los grandes aciertos del espectáculo es la reproducción sensorial de espacios abiertos y cerrados; a nivel de tazo escénico está delimitado donde la acción se desarrolla a puertas cerradas y donde en plena naturaleza; no obstante, el verdadero trabajo se encuentra en los actores, porque construyen en sus cuerpos sensaciones claras para el espectador que deduce como señales de temperatura y atmósferas.

La iluminación acentúa el trabajo sensorial del actor en una forma justa; sus colores están trabajados con base en tonalidades de la luz producidas en otoño e invierno.

Cabe destacar un momento de la obra donde todo se ilumina con velas encendidas; aparte de su complicada exigencia técnica, el ambiente de sombras y oscuridad se caracteriza por una enorme intimidad de los personajes; es aquí donde no hay dudas sobre sus motivaciones y necesidades.

Se plantea una actoralidad más explosiva que en otros montajes de “Tío Vania“; con menos pausas dramáticas y estrepitosa velocidad al momento de decir los parlamentos; la decisión toma fuerza cuando el público tiene a centímetros la presencia del actor y no puede eludir la acción dramática. Hay un cuidadoso trabajo del texto para darle sentido formal y retórico a cada una de las líneas.

La construcción de personajes es detallada en cuanto a la forma y el fondo para incidir en la complejidad propuesta por Chéjov.

Es necesario apuntar el trabajo colosal de Arturo Ríos y Laura Almela; Ríos como Tío Vania le imprime las contradicciones necesarias, al cuerpo y a la construcción de personaje, para hacerlo más interesante frente al público.

Laura Almela al ser Elena, objetivo amoroso de Vania, da cátedra de actuación cada minuto; no hay personaje que se le resista ante su disciplina, rigor y compromiso. Almela conmueve en cada parlamento, mueve a seguir viéndola.

No creo en las coincidencias. “Tío Vania” abre sus puertas para una sociedad que necesita un montaje de este fondo discursivo. Los teatreros mexicanos visitan a Chéjov en un momento complicado para el país desde el ámbito político hasta el social; para que nos enseñe a seguir viviendo a pesar de la adversidad; a través de la oscuridad de sus personajes nos invita a seguir por caminos donde la luz nunca desaparece.

“Tío Vania”
De: Antón Chéjov
Dirección: David Olguín
Traducción: Ludwik Margules
Foro Sor Juan Inés de la Cruz (Insurgentes Sur 3000, Centro Cultural Universitario)
Jueves 20:00 hrs., viernes 20:00 hrs., sábado 19:00 hrs. y domingo 18:00 hrs. 

El Rey Chéjov

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Anton Chéjov es uno de los dramaturgos que redireccionó la historia del teatro occidental. Él vaticinó las angustias del hombre posmoderno para condensarlas en el repertorio de los personajes más difíciles de interpretar. De nacionalidad rusa, él creó un lenguaje universal para hablar de la oscuridad en la existencia humana. Su obra explora la vida y el miedo a la muerte; demuestra cómo estos dos extremos de la cuerda se hilvanan, ya sea, a través del dolor o de la alegría. 

Hacer Chéjov es un reto y, al mismo tiempo, un regalo para cualquier director, actor o hacedor de teatro. Es, en términos deportivos, entrar en un régimen de alto rendimiento donde todo gira en torno a su arte. Llevar a escena su obra es la celebración de una de las mentes más agudas de la humanidad; por ello, enfrentarse a él requiere mucho compromiso, disciplina y rigor.

Es necesario y urgente ver montajes mexicanos sobre Chéjov. No sólo por ciertas semejanzas y simpatías culturales con la vida rusa, sino por conocer nuestra lectura de este prodigio; para entender cómo reconocemos su luz y oscuridad desde la circunstancia de la sociedad mexicana. Es raro encontrar numerosos y frecuentes espectáculos en torno al autor, no obstante, este mes se estrenó en el Teatro Santa Catarina “Afterplay. Secuelas chejovianas”.

Esta obra, escrita por Brian Friel y dirigida por Ignacio Escárcega, es un homenaje a la producción literaria de este hito ruso mediante dos obras; la primera es una pieza donde se aborda qué habría pasado con dos personajes de dos textos diferentes de Chéjov (“Tío Vania” y “Tres Hermanas” respectivamente) después de la historia contada por el autor y en probables circunstancias donde hubieran tenido contacto.

Aquí, las vidas de Sonia (de “Tío Vania”) y Andrei (de “Tres Hermanas”) se entrelazan a través de una profunda tristeza existencial; se reconocen por el sufrimiento de anhelar tiempos alegres en tiempos de desgracia. Friel es hábil al sustentar la vida interior de estos personajes por las obras originales de donde provienen y desarrollarlos a sus últimas consecuencias a partir de un encuentro imaginario en un modesto café. En este juego dramático se muestra a Chéjov como un profundo conocedor de la naturaleza humana; un observador incesante de las pasiones que llevan a una secreta miseria; un testigo de los sueños rotos y la frustración permanente.

Por otro lado, la segunda obra, una adaptación libre de “El oso” de Chéjov, es una comedia donde se contrapone el enamoramiento y la moral. El cortejo entre un hombre de burdos modales y una recatada viuda dibuja el reflejo de una sociedad doble moral e hipócrita. La catarsis se logra por medio de la risa pero no por ello se deja a lado una profunda crítica social.

El espectáculo exige actores experimentados y entrenados en la escena; no podría resistir intérpretes con pocas horas de vuelo. Es así que la selección de Mónica Dionne y Rodolfo Arias está a la altura de tal responsabilidad. Ellos tienen un adecuado entrenamiento corporal y vocal para ofrecer a las líneas, inspiradas o adaptadas de Chéjov, volumen, humanidad.

El gran riesgo de montar Chéjov es caer en actuaciones monótonas, demasiado exquisitas, ya sea por la dificultad de los temas que se abordan o por una solemnidad ridícula al autor. El trabajo chejoviano es todo lo contrario; necesita de un espectáculo vivo a pesar de la oscuridad o luz de sus personajes. Dionne y Arias hacen de cada parlamento un lugar interesante para el público; en la pieza logran una atmósfera asfixiante mientras que en la comedia contagian alegría.

Cabe mencionar la participación de Marcial Salinas en “El oso” que se encarga de interpretar al criado de la viuda; su trabajo en comedia es excepcional al servir de remate para varios chistes o situaciones hilarantes. Se distingue por su limpieza escénica.

La dirección de Ignacio Escárcega privilegia el trabajo del actor sobre cualquier otro recurso plástico. Tiene un adecuado sentido del ritmo y tempo para cada una de las escenas; le quita cualquier adorno que sofistique y, por lo tanto, aleje al espectador de la naturaleza viva del montaje. La presencia de una violinista en escena, Martha Moreyra, brinda una justa musicalización sin caer en redundancias emotivas con las historias.

“Afterplay. Secuelas chejovianas” es todo un acontecimiento en la cartelera mexicana que no se puede perder. Es una celebración mexicana por y para Chéjov pero, sobre todo, este montaje representa la disciplina y el rigor de sus participantes para enfrentar a uno de los titanes de la dramaturgia occidental. Sin morir en el intento.

“Afterplay. Secuelas chejovianas”
De: Brian Friel
Dirección: Ignacio Escárcega
Teatro Santa Catarina ( Jardín Santa Catarina 10)
Jueves 20:00 hrs., viernes 20:00 hrs., sábado 19:00 hrs y domingos 18:00 hrs.