Sería ideal descubrir maneras de transformar la educación formal en fuente de satisfacción, basada en estímulos para desear aprender y retos que puedan vencerse paso a paso. Esta manera de aprender es lo que está sucediendo ahora con las nuevas bicicletas, que logran dominar niños a partir de los tres años.
Recuerdo que tuve la fortuna de tener una bicicleta a los 13 años; me pareció una maravilla la independencia que me dio; eran épocas en que una niña podía salir sola a la calle; ojalá algún día recuperemos los espacios públicos. Ahora tengo una marca Volkswagen, hasta hace poco bajaba las escalera en bici; es fácil, es como una rampa con topes. Al menos a mi me tomó meses aventurarme a bajar rampas y dar vueltas cerradas en la bici. Así que pensar en mi nieto que acaba de dejar los pañales y ya va pedaleando por el andador de bicicletas al lado de sus padres, me parece extraordinario.
Si los niños desde edad temprana pueden usar una bicicleta, significa que podrían aprender otras habilidades empleando menos tiempo para obtener grandes resultados, con el entrenamiento adecuado, y además se podría romper el tabú de las 10,000 horas de práctica para obtener una especialidad; es necesario encontrar atajos.
Estos niños tan pequeños que van como si nada en bici, lo lograron por interés y facilidades. Tuvieron un incentivo; observaron vehículos con ruedas conducidos por personas que quisieron imitar. Contaron con triciclos sin pedales y sin manubrio móvil, simplemente iban de frente sentados, aventándose con los pies, después migraron a los triciclos con manubrio y posteriormente con pedales. Es decir, el aprendizaje fue gradual. El paso siguiente crucial, moderno, fue trasladarse en bicicletas sin pedales, impulsándose con los pies. Es notable que en unas cuantas semanas niños de dos años se balancean y maniobran sin problema bicicletas sin pedales, incluso para bajar rampas; por fortuna la moda implica que siempre deben llevar casco. Finalmente, mudan a bicicletas con pedales, pues ya dominaron desde antes: el manubrio, los pedales y a balancearse en dos ruedas. Logran dar vueltas muy cerradas sin problema. Insisto, hubo un gran estímulo para aprender y fue gradual, no se omitieron pasos que impidieran el avance. Pudieron dominar cada paso antes de pasar al siguiente, el secreto fue que ninguno de los retos les pareció inalcanzable. Ya se acabaron los tiempos cuando un padre iba corriendo junto a su hijo sosteniendo la bicicleta.
No estoy sugiriendo que los niños mexicanos pequeños anden en bicicleta en la calle, aunque sean en carriles confinados para bicicletas. Lo que quiero señalar es que este método es una alternativa pedagógica para otras disciplinas. Espero poco a poco contemos con más parques seguros, con triciclos y varios tipos de bicicletas y cascos para rentar y caminos seguros para ejercitarse.
También quiero hacer hincapié en que se requiere invertir más en educación. Me queda claro que un buen docente puede hacer maravillas con ingenio y ganas de enseñar. Recuerdo que cuando fui a trabajar a Sudáfrica para rehacer los planes de estudio de ciencias, en la época en que Nelson Mandela tomó el poder, ¡hacía 19 años que las personas de color no tenían acceso a la escuela! Profesores con los que trabajé inventaron nuevas historias cantadas para distinguir las constelaciones celestes y construyeron modelos del sistema solar con piedras. Pero estoy segura que con herramientas modernas los niños pueden aprender un mayor número de habilidades más rápido y sobre todo con ganas.
Es importante que los niños asuman retos, que tengan ganas de aprender; que la escuela sea un sitio estimulante. En cada materia los alumnos deberían tener muy claro cuál es el objetivo de aprender y sobre todo para qué les va a servir. Uno de los motivos de deserción escolar en secundarias y bachilleratos es que los alumnos piensan que no les enseñan nada útil. Si se les explica por qué es necesaria una habilidad, sería más sencillo que le dedicaran tiempo en aprenderla. En ese sentido, un punto clave para facilitar el conocimiento es la gradualidad; que cada paso en la enseñanza sea un reto alcanzable, que no se brinquen pasos de tal suerte que el alumno no tenga la impresión de que nunca comprenderá y, mucho menos, dominará una materia.
Por ejemplo, si en la clase de gramática se comienza con la definición de adjetivo: “Adjetivo: Que expresa cualidad o accidente”, los alumnos pueden permanecer perplejos. Qué distinto sería si el profesor indica que la clase será sobre el “poder” de los adjetivos y les de un ejemplo: “un día aburrido”, o, “un día divertido”. Después asigna grupos de alumnos para generar ejemplos de palabras con distintos adjetivos y que voten por los más ingeniosos y así descubran cómo se empoderan con el idioma ¡con sólo emplear un adjetivo correcto! Ya después podría venir la definición. Cada paso tendría que ser interesante, gradual, retador y al alcance del alumno. Si los estudiantes se dan cuenta de manera implícita que la gramática les dará herramientas para comunicar, será más fácil que se empeñen en aprenderla y usarla.
Mientras los niños progresen con placer en el proceso de aprender, la educación será motivo de satisfacción y alegría ¡como andar en bici!