Durante meses, quienes nos dedicamos al fascinante mundo de la economía y las finanzas, vimos cómo la incertidumbre con respecto a quien sería el próximo Presidente de México se traducía en volatilidad en los mercados financieros.
Y no era para menos, dos razones explicaban el desánimo de los inversionistas locales y extranjeros: experiencias anteriores que hacían recordar que los cambios de administración son trances que pueden derivar en profundas crisis económicas y la posibilidad, hoy una realidad, que llegara por primera vez en la historia de nuestro país un candidato de izquierda a la titularidad del Poder Ejecutivo.
Con respecto al primer elemento de preocupación, las crisis transexenales, habrá que decir que durante muchos años el cambio de administración significó entrar en una espiral de devaluaciones, inflación y contracción de la actividad productiva. Es cierto que los tres cambios de administración anteriores se han realizado sin mayores sobresaltos, pero aún ronda el fantasma de 1994, cuando el peso se devaluó 100%, la inflación repuntó de 7% en 1994 a 52% al cierre de 1995, y el PIB registró la segunda caída más profunda de su historia (-6.2%).
Claramente, hoy las condiciones son muy diferentes, sobre todo porque el tipo de cambio se encuentra bajo un régimen de libre flotación y el país ha podido consolidar los fundamentos macroeconómicos como lección de aquella traumática experiencia; no obstante, más de uno adoptó la estrategia de “pagar por ver”.
Esto último nos lleva a elaborar una reflexión relacionada precisamente con el impacto económico de lo que significa tener un presidente de izquierda. Y es que nadie en su sano juicio podría oponerse a luchar contra la corrupción o de no buscar condiciones de inclusión y prosperidad social.
Las dudas surgen al momento de tratar de cuantificar cómo se lograrán los objetivos planteados durante la campaña y, lo más importante, cómo van a financiarse estos esfuerzos y el posible impacto que podría observarse. Esto último es de particular importancia toda vez que al país le ha costado sangre, sudor y lágrimas, alcanzar la solidez de los fundamentos macroeconómicos.
En este sentido, hay algo que me parece digno de destacar, y es que el pasado lunes, para sorpresa de muchos por la rapidez con que se organizó y llevó a cabo, el equipo económico de la nueva administración realizó un ejercicio de comunicación y acercamiento con diferentes inversionistas institucionales para comentar sobre el proceso que habrá de efectuarse y las políticas económicas que se instrumentarán a lo largo de la siguiente gestión.
En esta conferencia participó Carlos Urzúa, quien será el Secretario de Hacienda y Crédito Público, Doctor en Economía por la Universidad de Wisconsin, catedrático del Colegio de México y Director fundador de la Escuela de Graduados en Administración Pública del Tecnológico de Monterrey.
También estuvieron en la conferencia Gerardo Esquivel y Arturo Herrera, quienes asumirán roles de liderazgo dentro de la Secretaría de Hacienda de acuerdo con lo estipulado por Urzúa. Ambos son economistas de la UNAM con maestría en Economía por el Colmex y con Doctorado en Economía, el primero en la Universidad de Harvard y el segundo por la Universidad de Nueva York.
A lo largo de mi vida profesional he tenido la oportunidad de conocer la excelencia académica del Colmex, sé de la capacidad intelectual, responsabilidad y trayectoria de quienes estarán a cargo del proyecto económico de la próxima administración, particularmente de Arturo Herrera, con quien tuve la oportunidad de coincidir y elaborar diversos proyectos de manera conjunta por nuestro paso por Ixe Grupo Financiero.
En este sentido, el primer apunte que quisiera hacer es que conociendo la capacidad de quienes estarán en la Secretaría de Hacienda, me siento tranquilo sabiendo que la finanzas públicas serán manejadas de manera responsable y prudente.
De hecho, durante la mencionada comunicación con inversionistas, Urzúa destacó que la administración entrante respetará estrictamente la autonomía de Banco de México y que el régimen de libre flotación se mantendrá, toda vez que ha demostrado funcionar a lo largo de los años. Señaló, además, que habrá una administración de políticas macro, fiscal y de deuda extremadamente responsable.
Carlos Urzúa y Arturo Herrera puntualizaron que, en el mediano y largo plazo, es necesario comenzar con más inversión, al menos 5% del PIB en inversión pública. Señalaron y se dará la bienvenida a cualquier inversión privada, nacional y extranjera, para lo cual se generará un entorno amigable para los inversionistas de todo el mundo.
Otro de los temas relevantes es el relacionado con la intención de generar un ahorro de 2% del PIB a través de la centralización de las compras del gobierno y por el combate a la corrupción. Finalmente, se comentó que el gobierno buscará reducir programas sociales redundantes o ineficientes y que concentrarán algunos de ellos en ayudar a personas mayores y a los jóvenes.
Habrá que destacar que los retos hacia adelante son formidables y podemos englobarlos básicamente en tres temas: a) generar confianza en los inversionistas y en las agencias calificadoras, b) mantener los equilibrios macroeconómicos, de manera destacada, la inflación, el balance fiscal y la deuda pública y, c) generar las condiciones para un mayor crecimiento económico.
Desafortunadamente, la economía es una ciencia disonante con respecto a las fuerzas que la mueven dada la escasez de recursos. Gastar más en pensiones y apoyos sociales es altamente loable, pero implica distraer recursos de otros proyectos como la inversión en infraestructura, salud, educación o seguridad, al tiempo que se busca crecer más aceleradamente.
La ecuación siempre es complicada cuando se tiene la irrenunciable restricción de mantener el equilibrio macroeconómico; por esta razón es indispensable una buena dosis de talento, paciencia y mesura a la hora de instrumentar la futura política económica. Estoy seguro que, si se actúa de manera responsable, tendremos la capacidad de construir un México más fuerte, más competitivo y un mejor lugar para vivir.