Recientemente, el tipo de cambio se presionó por una serie de elementos, tanto de origen externo como interno, que llevaron la cotización de niveles mínimos, de 17.94 pd el 17 de abril, a 19.20 pd el día 25; tan sólo en esta última fecha la fluctuación fue de 40 centavos, reflejo de una incertidumbre que seguramente se acrecentará en los siguientes meses.
Estimar puntualmente el nivel máximo que podría alcanzar el tipo de cambio, en este 2018, es un ejercicio complicado por ser una variable altamente volátil y dependiente de la interacción de diferentes factores, sin embargo, un análisis de las variables fundamentales que inciden en su comportamiento puede ser valioso para determinar la tendencia de este indicador.
Hay que tener presente que el tipo de cambio, es decir, la relación de intercambio del peso contra el dólar, representa el precio de una mercancía particular que es el dólar, y dado que actualmente se encuentra bajo un régimen de libre flotación, el precio de esta mercancía se determina, como cualquier otra, por la interacción de la oferta y la demanda. La oferta y la demanda de divisas se contabilizan dentro de la Balanza de Pagos, por lo que el equilibrio o desequilibrio de la misma determina fundamentalmente la tendencia de largo plazo del tipo de cambio.
En contraposición, existen elementos coyunturales que pueden ocasionar reacciones bruscas del tipo de cambio de manera temporal. Las medidas de política monetaria y cambiaria que regularmente instrumenta el Instituto Central para hacer frente a fluctuaciones extremas del tipo de cambio dependen precisamente del carácter que tenga el movimiento cambiario, es decir, si las reacciones del tipo de cambio tienen su origen en desequilibrios fundamentales del sector externo o si responden a cuestiones temporales.
Bajo condiciones normales, cuando los ataques al tipo de cambio corresponden a presiones transitorias, la Comisión de Cambios puede optar por hacer uso de las reservas internacionales para mitigar la volatilidad cambiaria, aunque esta acción tenga un costo fiscal. Si, por el contrario, las presiones del tipo de cambio responden a desequilibrios fundamentales, es necesario asumir una política fiscal y monetaria restrictiva.
Esto quiere decir que, a través de la generación de menores déficit, o incluso superávits fiscales, así como de mayores tasas de interés, se busca aminorar la demanda agregada, y, de esta manera, contribuir a corregir parte de dichos desequilibrios. En el caso de desequilibrios fundamentales, pretender sostener al tipo de cambio mediante el uso de las reservas internacionales sería infructuoso, por lo que las presiones continuarían hasta que se corrigiera el desequilibrio que dio origen a las presiones cambiarias.
Los ataques sobre la paridad suelen darse bajo condiciones de alta incertidumbre por lo que en ocasiones es difícil diferenciar la fuente de las perturbaciones y, por otro lado, siempre existe el riesgo de que un ataque transitorio, si no se corrige a tiempo, pueda derivar en desequilibrios más profundos que generen inflación y contracción económica.
Con este marco conceptual, se pueden identificar elementos que explican las presiones recientes del tipo de cambio. En el ámbito externo, el elemento clave ha sido la fortaleza del dólar, no solo frente al peso sino frente a una amplia canasta de monedas de países emergentes ante la perspectiva de mayores tasas de interés en Estados Unidos.
La tesis de una política monetaria más restrictiva por parte de la Fed deriva de la posibilidad de que en nuestro vecino del norte se registren mayores presiones inflacionarias, no sólo debido al fortalecimiento del mercado laboral y su impacto en un mayor dinamismo de la economía, sino también al reciente incremento en el precio de los energéticos, principalmente el petróleo así como por el choque que registrarán los precios ante la imposición reciente de aranceles a la importación de múltiples insumos utilizados en el proceso productivo estadounidense.
Por otro lado, la recientemente aprobada reforma fiscal en Estados Unidos, que tuvo como eje el recorte de impuestos, tendrá una repercusión sobre el estado de las finanzas públicas estadounidenses, obligando al gobierno a conseguir más financiamiento a través de la emisión de bonos públicos. Los puntos anteriores han alimentado la expectativa de que la Reserva Federal incremente, al menos en tres ocasiones, las tasas de interés en 2018, fenómeno que podría seguir causando volatilidad en el mercado cambiario.
En el ámbito doméstico, hay que destacar el hecho de que la economía mexicana cuenta con sólidos fundamentos; el fortalecimiento de la actividad económica global ha contribuido a que las exportaciones y producción manufactureras continúen su proceso de recuperación, el balance primario es superavitario, lo que ha disminuido el riego de un recorte en la calificación crediticia, y la deuda pública como proporción del Pib ha empezado a disminuir.
No obstante, hay dos temas que cada día pesan más en el ánimo de los inversionistas: el resultado de la renegociación del TLC, que, aunque se estima tendrá un desenlace positivo, el proceso de revisión se cuestiona con cada tweet del presidente Trump, además de que aún quedan puntos álgidos por resolver, como el incremento salarial en la región y el contenido regional dentro del sector automotriz.
El otro tema de extrema relevancia es el proceso electoral en nuestro país que se intensifica todos los días y que presumiblemente se hará más acalorado en la medida en que nos acerquemos a la fecha de las elecciones. Dos fechas claves serán el 20 de mayo y el 12 de junio, cuando se celebren los siguientes debates presidenciables con formatos diferenciados: el segundo con la presencia de público en Tijuana y el tercero en Mérida con la interacción de redes sociales.
A los riesgos anteriores hay que añadir un posible giro hacia un mayor proteccionismo a nivel mundial que afecte el intercambio comercial, la volatilidad en los precios del petróleo y otras commodities, la posible aceleración del ritmo de normalización de la política monetaria en Estados Unidos y Europa, y el posible surgimiento de tensiones geopolíticas, de las cuales Estados Unidos ha sido protagonista recientemente, al enfrentarse, política, comercial y militarmente a Rusia, China, Corea del Norte, Siria, etc.
Ante este escenario, es altamente probable que, en el corto, continúen las presiones sobre el tipo de cambio que podría llegar a niveles de 20 pd en la medida en que se acerque el 1 de julio. En el mediano plazo, habría que ver qué tipo de modelo económico se seguirá; si hay un cambio de rumbo se podría presentar un fenómeno de fuga de capitales que podría llevar la cotización a niveles superiores. Sin duda, la prudencia es la mejor estrategia de inversión en estos momentos.