Cuidemos nuestro territorio e instituciones de seguridad, respetándolas en la medida que salvaguarden y reconozcan nuestros derechos humanos individual y colectivamente. Hoy por hoy México me duele; lamento que realmente no podamos comprender lo que estamos provocando en nuestro país por tomar malas decisiones y hacer diagnósticos sin que se prevengan las consecuencias. Todos conocemos la infalible ley de Newton que dice “a toda acción hay una reacción igual en magnitud y dirección, pero sentido contrario”, conocida como el principio de acción y reacción, si aplicamos este principio antes de tomar una decisión, podemos anticipar el resultado que ésta provocará.
Por ejemplo, vemos que Estados Unidos, desde que Donald Trump estaba en elecciones, tomó como bandera construir un muro para evitar el paso de los mexicanos, acusándonos de que les robaríamos el empleo a los americanos, diciendo también que América es para los americanos, y que los responsables de la droga que consumen pasa por nuestras fronteras, todo esto con la finalidad de darle fuerza para que ganara las elecciones como presidente y sabiendo que quiere reelegirse en noviembre del 2020.
Es cierto que México abre sus puertas dejando pasar a muchos indocumentados, son cantidades escandalosas de personas buscando una oportunidad de vida, y todo se mediatiza en la televisión para que el mundo se entere de los abusos que los inmigrantes enfrentan; de ahí que hiciéramos un escándalo con varios movimientos de protesta por vulnerar los derechos humanos de esas personas, por eso, la reacción del país vecino fue defenderse y buscar la manera que más le duele a los mexicanos para poder doblarnos y así nosotros tener que negociar complaciendo todas sus peticiones.
Pero ¿quién provocó esta reacción? Nosotros mismos. Exageramos abriéndole la puerta a todos los que querían el paso hacia Estados Unidos, facilitándoles el traslado, la alimentación y ofreciéndoles trabajo, cuando realmente debemos voltear a ver a todos los pueblos de Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Chiapas, los cuales sufren un abandono y pobreza alarmantes.
Otro ejemplo es la seguridad, y en la medida en que los gobiernos se ven rebasados a atacar la delincuencia, surge como síntoma legitimar la defensa personal. Cuando en Nuevo León empezó a crecer la delincuencia, reformaron el Artículo 17 del Código Penal donde establece el beneficio de la legítima defensa: “al que causare cualquier daño a un extraño, a quien encontrare dentro de su hogar; en la casa donde se encuentre su familia, aun cuando no sea su hogar habitual; en un hogar ajeno que aquél tenga obligación de defender; en el local en el que tenga sus bienes, o donde se encuentren bienes ajenos que tenga la obligación legal de defender, y el intruso ejerza violencia sobre las personas o sobre las cosas que tales ilícitos se hallen”.
El resultado de este cambio hace que el ciudadano se sienta más seguro y el delincuente sabe lo que puede ocurrir si se atreve a atacar.
Parece absurdo, pero en el resto del país no puedes defenderte ni en tu propia casa, porque si matas a alguien en defensa personal y no sucedió en el momento preciso cuando te estaban agrediendo, en consecuencia vas a la cárcel por homicidio, cuando por el sólo hecho de que alguien entre en tu propiedad privada, tendrías el derecho de matarlo. Entonces, todo puede reducirse a la palabra del agresor contra la de la víctima. Y claro, si el agresor ve que al hacer algo malo no pasa nada, pues ¿cuál es el problema?, ¡sigamos haciéndolo! Es buen negocio para ellos.
El ciudadano se encuentra desprotegido y sin garantía de su seguridad. Cuando se permita la defensa personal y se legitime, ese día los ladrones sabrán que en efecto sí pasa algo, que sí podemos armarnos y contamos con la protección del Estado.
Si se pensó que era factible controlar el problema de seguridad porque se tiene la creencia de que el pueblo es bueno, resulta obvio que no es verdad, la gente necesita saber cuáles son los límites. Si tú robas, secuestras o matas, te vas a la cárcel, pero si tú, gobierno, les prohíbes a la policía y al ejército a que disparen en una situación clara de peligro y en contra de un infractor (no de una víctima), los Ministerios Públicos no pueden documentar correctamente los expedientes y los jueces se ven obligados a dejar en libertad a los agresores, de modo que están dejando que crezca la delincuencia.
Tenemos que hacer que se respete nuestro territorio y a nuestras instituciones de seguridad para tener un país más seguro y con mejores oportunidades para todos los MEXICANOS.