La Feria Art Basel se deviene en espectáculo público y fiestas privadas. Esta última edición denunció que la creatividad está en franca decadencia entre los artistas que se venden como modernos y transgresores.
Las obras eran demasiado parecidas entre si porque utilizaban los mismos recursos, ready-made con objetos de toda índole: luces, espejos, piedras, cosas tejidas, muñecos de peluche, juguetes y por otro lado los letreros, desde los ya acostumbrados de Barbara Kruger hasta los de Tracy Emin y los de Jenny Holzer.
Había rayados en la pared, impresos, de neón, de leds, todos con reflexiones que se supone importantes y detonadoras de ideas. Esta feria legitima obras al exhibirlas en un escaparate posicionado como el más importante del planeta y el de mayor repercusión mediática. Al margen de si venden o no, traer a un artista a Basel lo lanza en este negocio en el que el dinero manda. Una prueba de esto fue un incidente del que fuimos testigos el día de la clausura.
Art Positions es uno de los espacios de la feria dedicado a pequeños shows de un solo artista, ahí el brasileño Paulo Nazareth montó una camioneta Volskwagen destartalada y llena hasta el tope de racimos de bananas, la obra se llamó Banana Market, Art Market.
El primer día las bananas estaban medias verdes, con el paso del tiempo estas se fueron madurando, ya para el último día el olor de la fruta inundaba el área de estas galerías. Montones de kilos desparramados por el piso. Entonces, tentada por el aroma y por la abundancia de algo que tiraron a la basura una vez clausurada la feria, una visitante se acercó y se comió dos bananas y dejo las cáscaras en la defensa de la combi.
Es importante aclarar que el artista Paulo Nazareth se hace llamar a si mismo un “filósofo del arte” y que sus obras “tienen la intención de crear una visión categórica de la ética que se conecte con la vida individual y colectiva”. Pues esta ética individual no se hizo presente porque en el momento en que la mujer se comió los plátanos el artista llamó a seguridad, detuvieron a la mujer por “robar” parte de una obra de arte, le cobraron en 20 dólares cada banana y la multaron.
La mujer discutió que era injusto, que las bananas no valían eso y seguridad, esgrimido en curador, le espetó que esas bananas y la combi dentro de la feria eran una obra de arte. Paulo Nazareth sin ética y sin honestidad, se negó a aceptar que esa mujer reaccionó así frente a su obra y que las cáscaras eran una intervención a la obra misma.
Este arte vive y existe gracias a sus imposiciones ideológicas y el hecho de detener a la mujer, multarla y hacerle pagar cada banana legitimó esa cosa como arte: ya no era fruta metida en una combi vieja, era una obra intocable, como si fuera un Rubens, es decir, algo irremplazable e irrepetible.
Hagamos cuentas, una combi usada y en mejor estado que la de Nazareth cuesta 14,000 pesos aproximadamente (en España vale unos 2,000 euros), y sumamos los plátanos a 8 pesos kilo, (en España 0.80 euros) por 100 kilos, son 800 pesos, resultan 14, 800 pesos (2,080 euros).
Pues la obra en cuestión se vendía en 40,000 dólares, representada por la galería Mendes Wood de Sao Paulo. Estos absurdos y arbitrariedades ponen en evidencia la estulticia y la frivolidad de este negocio al que llaman arte contemporáneo.