1,110 millones de pesos, para construir un monumento no sólo es un exceso, es un fraude. La Estela de Luz, se han esforzado en llamarla escultura lumínica es materialmente hablando, una torre de lámparas de leds montada en una estructura de metal, sólo eso. Su precio desorbitado no responde al costo real de una estructura de este tipo.
Como los números con la repetición se convierten en una abstracción, contextualicemos esa cantidad en su posibilidad real de aportar algo a la sociedad. Por ejemplo, construir un museo cuesta en promedio en Estados Unidos entre 20 y 30 millones de dólares. En ese rango están el museo de Arte de Tampa Florida, el Discovery Center de Kansas, el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad de Los Ángeles California en Grand Avenue. Estas cifras incluyen terreno, diseño del edificio por un arquitecto estrella, elementos exteriores, gastos generales de construcción y el de Kansas cotizó hasta una escultura lumínica de leds en el lobby. Cito estos casos porque los presupuestos detallados están subidos en internet y no hay que hacer el trámite del IFAI, que la mayoría de las veces niega dar la información.
Si querían un espacio de convivencia un museo es la opción más acertada porque de su existencia surgen diversas actividades, no solo las expositivas, se dan cursos, se crea acervo, se convierte en un generador de conocimientos y propuestas.
Con la cantidad que gastaron en esa torre de lámparas, haciendo la conversión del dólar en 13 pesos, habrían podido construir casi 3 museos de 30 millones ó 4 museos de 20 millones de dólares y exponer el acervo de Bellas Artes que está en bodegas. Dotar a 3 ó 4 ciudades del interior del país de un museo es una celebración con visión social, no el acto de faraónico de plantar esta torre. Teniendo en cuenta, además, de que un museo en parte se auto financia porque cobra las entradas, tiene tienda o cafetería y muchos de los servicios y actividades que ofrece se cobran al público.
Esta torre de lámparas no da ningún servicio y en cambio requiere de una inversión onerosa y constante para su mantenimiento. La oscura decisión de elegir ese proyecto, la evidente malversación de fondos para su construcción y la hasta ahora nula información sobre el costo de su mantenimiento, acaparan más la atención que el objeto mismo. Esto sucede porque no hay un sólo elemento estético que pueda justificar este increíble desperdicio de dinero.
Hablando en términos artísticos la pieza no comunica ninguno de los significados metafísicos que afirma tener. Contemplarla de día carece de atractivo porque está apagada y se muestra en su exacta dimensión: una estructura metálica cubierta de luces. No tiene sentido construir algo que únicamente se ve bien por algunas horas en la noche. El poder se empeña en trascender no por sus méritos, sino por dejar huella de sus arbitrariedades y abusos. Esa torre es testimonio de que si para gobernar no se requiere de talento, la honestidad es definitivamente un estorbo.