El falso Dilema Pobreza/Desigualdad

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No se trata de llegar a ningún Nirvana idealizado sino de aceptar las condiciones que mueven a razón y sentido y que son fáciles de encontrar si nos ponemos en la actitud.

Hay batallas teóricas que se imponen a los gobernados en forma de políticas, una de ellas y de no pocas consecuencias, se gesta en la disyuntiva entre: combate a la pobreza y combate a la desigualdad.

Combatir la segunda es difícil. Implica intervenir intereses y poderes anquilosantes y obtusos de oligarquías cada vez mas enquistadas y ampliar la oferta diferencial de productos y servicios, promover la competencia. En cambio el combate a la pobreza es suficientemente retórico, se hace de argumentos gestados en las mejores universidades norteamericanas y cuenta con el respaldo de gobiernos e industrias. Hace menos olas y sirve electoralmente.

William Watson, profesor de la Universidad de McGill, en Canadá, publicó el año pasado un documento interesante y radical “”the Inequality trap” UTPI insights… algo así como la trampa de la desigualdad, que subtitula el autor, Combatir el capitalismo en vez de la pobreza.

Es necesario recordar aquí, que el sistema democrático mas que la buena gobernanza defiende el buen capitalismo y protege la inversión, ese es su verdadero fundamento.

En este ejercicio, Watson señala los beneficios del capitalismo y los riesgos de orientar la política pública al combate a la desigualdad del ingreso y el bienestar. Califica de “obsesión de los tiempos” esta lucha y acusa a Obama, de de haber fincado en esa retórica, su campaña re-electoral.

La Encíclica Papal Laudato Si’, indica Watson, se orienta también a un combate contra la aun mas santa institución del capitalismo. En su visión la obra de Francisco Primero, es a la vez un error y una trampa. La desigualdad –dice Watson- no es el problema, no lo es porque la desigualdad puede no ser ni buena ni mala sino sólo benigna. Evaluar en cambio, los distintos tipos de desigualdad implica juicios morales y “ni todo miserable es pobre ni todo pobre es miserable…” No todos los pobres son miserables, porque hay pobres en las escuelas de leyes y de medicina, continúa Watson, intentando llevar mas lejos su argumentación..

Así, combatir la desigualdad es concentrarse en la cima de la pirámide de ingreso, cuando la preocupación debiera ser la base. El problema se duele el autor canadiense, es que éste falso combate puede poner en riesgo al capitalismo, a ese Capitalismo (el argumento es de Watson), que el Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton, nada menos que de la Universidad de Princeton, llama El Gran Escape.

En 2013, el Economista Francés, Thomas Piketty publica, El capitalismo en el siglo XXI, cuya edición en inglés, aparece en abril de 2014 y en español por el FCE a finales del mismo año.

Un año bastó así a los teóricos defensores del modelo para hacerse de lo argumentos necesarios para rebatir las ideas que le valieron a este profesor de la escuela de Altos estudios en Ciencias Sociales en Francia, egresado de la Escuela Normal Superior, -la institución mas reputada entre las academias en del hexágono (Francia continental)-, un reconocimiento urbi et orbe.

Y lo están logrando, al menos eso parece ser el caso en América, en Canadá, los Estados Unidos de manera muy particular y de algunos corifeos mexicanos en específico.

En México se libran hoy batallas en distintos niveles. Las mas evidentes entre los partidos políticos, las menos evidentes entre el gobierno y los cárteles, las oscuras al interior del gobierno y al interior de los partidos y otras entre los partidos y los candidatos independientes. No veo en ninguna de estas batallas que estén en juego argumentos y posiciones asociadas a sistemas de ideas-fuerza. Veo en cambio estrategias de poder, de posicionamiento. Basadas en publicidad las unas y en pactos las otras, pero adolecemos en el ambiente político de una falta significativa de recursos intelectuales.

Por estas, entre otras razones, el debate entre Piketty y Watson debe difundirse, glosarse discutirse. Desde una perspectiva, la ciencia ficción nos muestra -a través de ese imaginario colectivo que se activa a través de filmes y novelas- un mundo sectario, dividido en grupos: la minoría dominante y la masa subyugada, quizá un tercero de los humanoides capaces de generar sus propias formas de intencionalidad, una especie de demonio vigilante. Por la otra tenemos una lectura de conflictos en el mundo basada demasiado en los aquí-y-ahora de la prensa y los media cotidianos, lectura que impide mirar con objetividad los períodos que van mas allá del acontecer inmediato para ligarse a ciclos históricos.

ISIS visto desde el cotidiano pudiera representar a un grupo terrorista animado por individuos relativamente ciegos practicantes de una religión oscura y deseosa de venganzas irracionales. Observado desde una visión historicista pudieran percibirse como los custodios de una cultura que rompió su continuidad discursiva hace sólo un siglo, después de la Gran Guerra, cuando se dividen los estados nacionales del centro asiático para favorecer los intereses de las potencias. Deja de existir la Turquía otomana y nacen Siria, Irak, Irán, una Palestina bajo protectorado y la ilusión de la Gran Arabia, basada en los acuerdos secretos ingleses con Husáin Ibn Alí, contradiciendo el Sykes-Picot.

Para el observador externo, el continuúm histórico marca ciertas pautas, en la modernidad sucesiva, por ejemplo: Gengis -Khan, Guerras Médicas, Grecia Clásica, Cartago, Gibraltar, Guerras Púnicas, Imposición Romana, Cristianismo, Dominación Árabe, Cruzadas, Ruta de la Seda, Colonización de América, Renacimiento, Revolución Industrial, Revolución Social, Guerra fría, Ilusión Unipolar, Virtualización. Allí los períodos de 80 o cien años son instantes que aunque significantes no son determinantes.

El análisis de Piketty ha dado lugar a debates importantes en el seno de los principales organismos multilaterales, en la OCDE, se percibe una influencia considerable y paralela con la construcción de los llamados índices GINI o de desigualdad. En el Banco Mundial, que trata desde hace una década de limpiarse la cara con acciones de reconocimiento social, el tema de la desigualdad es argüido por algunos de sus funcionarios en el desarrollo de estrategias de financiamiento en los países emergentes.

Los índices de desigualdad son una medida entre 0 (igualdad perfecta en el ingreso) y 1 (desigualdad radical). Los países escandinavos mantienen sus índices de desigualdad por debajo del punto 25 mientras que otros como México o como los propios EEUU los establecen en niveles cercanos al punto 5. Este índice mide primordialmente la desigualdad de ingresos. La desigualdad social, aunque asociada puede tener varianzas significativas.

Pero lo mas importante aquí no es la desigualdad sino sus consecuencias en la fractura y las brechas sociales. Pensar los factores a que la desigualdad social esta asociada, pasan necesariamente por temas de seguridad, educación, de la eugenesia y el sectarismo incluso.

Hace unos días en el Auditorio Nacional, donde acudí para presenciar la penúltima opera de la temporada del Met, Robert Devereux, de Donizetti, me señalaba –en serio- un amigo al escuchar los comentarios de la conductora de la transmisión: Te imaginas, me dijo, si fuéramos gobernados por este tipo de personas… y leí, el pathos, la seriedad, la preparación, la cultura alambicada, la experiencia de foro, el gesto estudiado, la retenue, del personaje; una rubia de cincuenta y tantos, perfectamente estudiada. En su glosa mi amigo señalaba que en ella se resumían, personajes de la historia universal (occidental) y pensé en figuras que con mucha mayor sencillez, menos afectación, mayor seguridad quizá y dese luego infinita menos experiencia de foro, había conocido en mis recorridos por los territorios de “las otras américas”.

La desigualdad ha logrado cosas sin duda, obtenido por ejemplo que los modelos de sabiduría, de inteligencia y de belleza permeen y anquilosen el mestizaje, la mixidad y la construcción de una cultura humana menos connotada por estos determinantes tan superficiales.

El combate a la pobreza como primera acción, en la propuesta de Watson, nos parece ineludible, pero no consideramos por tanto que el combate a la desigualdad deba menguarse.

Las armas para el combate a ambas no son las mismas, en la parte inferior de la pirámide, son las acciones de apalancamiento para junto al combate a la pobreza, la igualdad de posiciones y alcanzar la igualdad de oportunidades, las que se deben ser incentivadas para alcanzar no una sociedad igualitaria sino meritocrática, mientras que en la cima de la pirámide son temas vinculados al sentido de humanidad, a la vocación de compartir, a la búsqueda de seguridad, al espíritu solidario, al aprecio de la errancia en el territorio, al aprecio del diálogo desafectado, asuntos todos que deben inspirar el trabajo compartido por un espacio común de significación y sentido.

No se trata de promover ese buenísimo aparentemente reivindicador que pasa por la caridad y la distancia. Sino de incentivar la curiosidad, la empatía y en el mejor de los casos la compasión, (no la compasión cristiana que busca sensibilizarse al dolor ajeno), sino la compasión musulmana que bien explica Louis Massignon, en su ensayo sobre el mártir y poeta El-Hallãy en el S.X, una compasión que pase por la capacidad de mirarse a sí mismo en la mirada del otro y entonces si, partir hacia la construcción del Ser distinto y posible que añoran filosofía y humanidad.

Invito respetuosamente a los lectores para que conozcan la última película del maestro Ingmar, Bergman, Sarabande (2003), obra extraordinaria en que vemos a una joven escandinava augurar: “No, No quiero ser el Primer Chelo de la Orquesta, quiero Ser un Chelo en la Orquesta. (si, no Sólo un chelo en la orquesta, idea que desvirtuaría el planteamiento, sino orgullosamente, así, un Chelo en la orquesta). Esto epitomiza el sentido de crítica a la desigualdad a que hacemos referencia en esta nota.

¿Utopía?, quizá mito dinámico, la posibilidad ecuménica siempre de encontrar mejores espacios para la armonía, para convenir racionalidades, para el diálogo entre pulsiones, para crecer cediendo y disfrutar el viaje. No se trata de llegar a ningún Nirvana idealizado sino de aceptar las condiciones que mueven a razón y sentido y que son fáciles de encontrar si nos ponemos en la actitud.

México tiene la enorme oportunidad de convenir un mestizaje emancipador. No se trata de acordar la procreación inter-étnica simplemente, sino de despertar el afán del otro que estando tan cerca, parece tan lejano. ¡Ah la media!, esa que aleja al prójimo y acerca modelos de inteligencia, belleza y educación que, validos para otros, hacen desigualdad aquí y pierden riqueza al no convidar al diálogo.

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