El paternalismo es un gesto demagógico con resultados limitados y oportunistas. Se protege asumiendo la inferioridad intelectual y social de un grupo. Esta protección no le da una posibilidad de crecimiento, lo hace dependiente de una ayuda que tiene un precio clientelar y político. Apelando a esta fórmula, la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados designó 40 millones de pesos al Programa de Fortalecimiento de las Mujeres en las Artes, a través del INBA para artes visuales, artes escénicas, educación artística y música. Sin especificar de qué forma se va a distribuir ese dinero y sin aclarar qué criterio de selección se va a utilizar, esta ayuda se evidencia discrecional y desorganizada, lanzada con prisa electoral.
Es pertinente aclarar varios puntos. El valor de una obra lo determinan aspectos como su realización, belleza, calidad; no es una cuestión de género, es una falacia y un perjuicio al arte que una obra se patrocine únicamente porque la hizo una mujer y para más demagogia, si tiene tema “femenino”.
El paternalismo desprestigia al arte, porque pertenecer a un grupo acredita a la persona para recibir un apoyo, aunque su obra no demuestre ningún nivel de calidad artística. Apoyar al arte debiera ser una política constante y para los creadores que lo merezcan por su obra. Si van a abonar a las cuotas no van a acabar nunca, minorías o grupos vulnerables hay tantos como podamos identificar y todos son susceptibles de recibir ayuda. Por eso el criterio debe ser únicamente la calidad artística. Con estos apoyos condicionados hacen del arte propaganda estatal, las pretensiones igualitaristas son la ruina de la inteligencia. Estas dádivas funcionan para que el Estado se desligue de sus fracasos sociales y en una labor de relaciones públicas involucran a una actividad en la que es indispensable el mérito.
El arte entró en decadencia cuando se democratizó la mediocridad con la ideología de que cualquiera puede ser artista y todo lo que el artista designe como arte es “arte”. A esto hay que sumarle que todo lo que tenga mensaje femenino o feminista es arte: levantar una encuesta de violencia de género, colgar ropa interior, hacer performances embarrándose la menstruación, etc. El Estado se erige en autoridad estética y regala dinero con la sola condición de haber nacido mujer. Las mujeres tienen su nuevo hombre proveedor en el Estado y crearán bajo las condiciones creativas que este dicte, así como cuando le preguntaban a su esposo por qué partido tenían que votar. Nos esperan en teatros y museos una avalancha de obras mediocres con intenciones de ONG, discursos mesiánicos, reformadores y proselitistas para maquillar la cara sucia de un poder político incapaz de cambiar las penas por asesinato conyugal que son, al día de hoy, reducidas al mínimo si el marido estaba fuera de sí por sospecha de ser engañado. Es más fácil sobornar con apoyos que resolver un problema medular para la sociedad y de paso dañar al arte.