Sólo por ver qué hacen con sus cuerpos Esto no es Daisy adquiere una sensación de peligro, de audacia.
Desde la reseña pasada hago una campaña en contra de las etiquetas para justificar cualquier barrrabasada escénica. Había comentado ya el “espacio alternativo” como sinónimo de “no-me-alcanzó-el-prespuesto” o ” éste es mi capricho y me vale el público”. Otro de los términos que se han prostituido es el de “teatro posdramático” que, desde la parte académica, se entiende como una forma de hacer teatro mediante la performatividad, el uso equívoco y simultáneo de signos, la saturación de referentes de la vida cotidiana y el uso exacerbado del cuerpo.
Cuando me encuentro con espectáculos con esta etiqueta me da miedo que en realidad sea charlatanería con altos vuelos intelectuales. Hay una necesidad en la mayoría de quienes deciden hacer esta teatralidad de impactar por impactar, de ser pirotécnico por el mero hecho de ser pirotécnico. Exhibicionismo, pues, que en la mayoría de los casos, esconde una falta de técnica o poética.
La burra no era arisca: después de ver una mayoría de espectáculos con este calificativo y sus enormes (y evidentes) carencias estoy curtido. Por eso, cuando me topo con una obra de teatro que cumple a cabalidad con el posdrama me callo para aplaudir y celebrar. Esto me pasó en Casa Actum con Esto no es Daisy. La propuesta cumple en la experimentación escénica con todas las de la ley y, sobre todo, tiene la intención de hacer un viaje, una experiencia para el espectador.
Esto no es Daisy trata sobre la intoxicación que vivimos en el mundo contemporáneo. La comida, las imágenes, la edad, las relaciones interpersonales y la tecnología se convierten en agentes tóxicos para nuestros ojos, oídos, cabeza y cuerpo. ¿Hasta qué punto podemos vivir sin estar dopados? ¿Estamos realmente despiertos? El silencio se condena y la alienación se convierte en el patrón a seguir. ¿Hay posibilidad de redención en este mundo? ¿Dónde está la verdad ante tanto ruido?
Uno de los grandes aciertos de Rodrigo García, el autor, es cómo rompe con la linealidad de la historia para dejar a una mujer como hilo conductor del espectáculo. Con ella se desarrollan diferentes estampas de esta enajenación autoimpuesta mediante imágenes confrontativas. No sólo las palabras se vuelven golpes sino también los significados que cargan. Hay una fuerte necesidad de hacer una crítica a la comodidad de la vida cotidiana y capitalista.
Los detalles ordinarios se vuelven extraordinarios; las palabras cómodas se vuelven incómodas; los sueños perdidos vuelven a nuestras cabezas. García pone los momentos donde deben de ponerse para hacer del montaje una llamada de auxilio. Nos confronta con esta vida tóxica que no puede ser reconocida por estar inmersos en ella. Por momentos me recordó la crudeza de Raymond Carver en sus textos. Esto no es Daisy es un canto a la conciencia y a la libertad; le restituye el valor original a palabras usadas a diestra y siniestra.
Este texto, y cualquier experiencia posdramática, no tendría sentido sin una dirección valiente. Paulina Orduño, la directora del montaje, decide explotar la sensorialidad de las palabras para hacer una experiencia sorprendente en recursos y soluciones. A partir de elementos escenográficos sencillos y un video, recrea dinámicas saturadas que propician una atmósfera congruente con el espíritu del trabajo de García. Orduño sorprende por la manera de resolver puntos climáticos, convertir los momentos descriptivos en juegos del drama y, sobre todo, diseñar un arco dramático interesante de principio a fin.
El ensamble actoral conformado por Belén Mercado, Isaí Reveles, Edgar Landa y la misma Orduño vive en cada una de las funciones una verdadera prueba de fuego en cuanto a la corporalidad. Al verlos sólo podía pensar en lo difícil que es la aplicación de las técnicas donde el cansancio se transforma en energía; a pesar y en contra de la demanda física de los movimientos mantienen el punto medio donde el espectador los puede seguir con los ojos y el oído. Sólo por ver qué hacen con sus cuerpos Esto no es Daisy adquiere una sensación de peligro, de audacia.
Reconozco a la compañía Mil Grullas Teatro tener los cojones de montar un texto de este calibre sin caer en el exhibicionismo, hacerlo desde una parte honesta y preocuparse por invitar al espectador a un viaje con cuestionamientos que sólo él será capaz de responder al final de la función.
Traspunte
Cecilia de la Cueva está en el musical Verdad o reto. Su estrellato en el mundo de los musicales no podrá levantar este proyecto en el aspecto escénico (ni ninguna otra estrella).
Esto no es Daisy
De: Rodrigo García
Dirección: Paulina Orduño
Casa Actum (Héroes del 47 número 9, colonia San Diego Churubusco)
Lunes a las 20:30 hrs.