Sin duda alguna la propaganda en Israel es sumamente eficiente. Esta larga estadía en el país ratificó el origen de mi objetivo de comentar la realidad israelí con otros ojos, ojos que ven y no sólo son el espejo de lo que el gobierno y la mayoría de los medios de comunicación judíos en español intentan mostrar.
La crisis del Hospital Hadassah ‒es el hospital más grande de Jerusalém, famoso por su calidad y las ventanas que fueron pintadas por Chagall‒ casi no se menciona y es una prueba más del pésimo camino por el que llevan la salud pública. Lo plantean como una lucha de intereses encontrados y que supuestamente no afecta al público. Ésta es una crisis que ya ha durado muchos años por pertenecer a una ONG de Estados Unidos y el gobierno israelí se aprovecha especialmente en limitar su apoyo. Al menos eso entiendo.
La actual crisis proviene de cerrar el departamento hemato-oncológico de niños y que estos sean atendidos en Tel Aviv y Petach Tikwa. Estamos hablando de Jerusalém, la capital eterna y unificada según el mensaje político del gobierno. Esta ciudad por su conformación demográfica tiene más niños por familia que el resto del país. Un millón de personas es la población implicada en la decisión, poco para China pero un octavo de la población del país cuando hablamos de Israel.
El programa consiste en destinar a que el departamento atienda extranjeros que se han convertido en una fuente importante de divisas y trabajo. Este turismo se ha desarrollado mucho durante los últimos años en desmedro de la atención al público local y se da en todos los hospitales.
Los israelíes que pueden pagar o cuentan con seguros de salud complementarios no tienen problema. Yo mismo en mis dos intervenciones médicas que he documentado y publicado, las tuve en hospitales privados. No existen datos de cuántas familias no pueden pagar los seguros de salud complementarios que, en muchos casos, como yo mismo he denunciado, no valen el papel en el cual están escritas las pólizas y sus letras pequeñas.
El transporte público es otro tema que no se toca demasiado y yo lo califico como desastroso. Claro, todos están muy orgullosos de la cantidad de autos privados e incluso de la construcción de excelentes rutas. A esto se agrega un excelente y tardío, a mis ojos, desarrollo de la red ferroviaria.
El hecho que no haya transporte público un día a la semana, desde el viernes en la tarde y todo el sábado, descalifica al transporte público, pues esto propicia a que las personas necesiten hacer uso de transporte privado para moverse. El transporte público es un derecho universal en todo el mundo y todos los países deben proveerlo. Claro, los que no viajan en sábado dirán simplemente “que no viajen”, “hay taxis”; eso nos recuerda a María Antonieta, a quien popularmente se le ha atribuido la frase “si no tienen pan, que coman pasteles”. Así es donde se pisan los derechos humanos básicos.
La excusa de que no haya transporte público por el tema religioso es una conveniente mentira del gobierno, pues si fuera por eso, no debería funcionar ningún servicio público.
Históricamente los autos privados son vacas lecheras por la cantidad de impuestos que se les carga. En líneas generales, un coche que en Estados Unidos cuesta alrededor de 10 o 12 mil dólares, puede costar en Israel 30 mil dólares.
Bajo esta situación, es claro que el desarrollo del transporte público está destinado al público pobre y religioso. Estimo que, como sucede en muchos países, también aquí el desarrollo de obras públicas incluye grandes rebanadas para los políticos y funcionarios.