La eclosión del México nuevo

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Otra gran prueba es la que México recibe con los sismos que han sucedido en lo que va del mes de septiembre, eso sin contar los destrozos causados por los huracanes en el Golfo y el Pacífico. Cada uno de estos sucesos pone en marcha acciones de respuesta gubernamental y genera una cadena solidaria en la que la población se vuelca a tratar de mitigar el sufrimiento de sus hermanos. Eso significa que nuestro grado de resiliencia es alto y confiable, aun cuando necesitemos depurarla con mejor planeación y mecanismos confiables para el restablecimiento de la seguridad y progreso nacionales.

Es difícil tratar de comparar las catástrofes recientes a las ocurridas a mediados de la década de los ochenta, cuando el sureste sufrió el embate del huracán Gilberto y el sismo de 8.1 del 1985 casi diezmó la capital del país. Los mexicanos éramos una sociedad distinta, con comunicaciones decimonónicas, verticalidad política y una prensa complaciente del poder en turno. La capacidad de respuesta del gobierno federal era débil y lenta, no por causa de incapacidad, ni por falta de profesionalismo, sino porque el dibujo social era muy distinto al de hoy y la presión social aún estaba despertando.

El derrotero de los acontecimientos catastróficos recientes, quizá nos lleve a catapultar al país hacia sistemas más eficientes de planeación, a generar respuestas más rápidas, a afinar el tino en la toma de decisiones y a proceder de forma más diáfana ante la sociedad. Ello va a generar progresos importantes si se sincretiza con nuestra cultura, la cual tiene serias tendencias hacia la improvisación, la irresponsabilidad y el maniqueísmo.

En la próxima década, veremos los primeros reflejos en la arquitectura, como casi siempre se manifiesta en las sociedades modernas; luego en los trazos carreteros y demás infraestructura de comunicación terrestre, portuaria y aérea; lo anterior avanzará a la par de las primeras generaciones de jóvenes que surjan con el perfil que les proporcione la reforma educativa Chuayffet-Nuño ‒de la cual hablaremos por décadas‒, las nuevas fórmulas en materia energética habrán generado ya los destellos que se esperan; tendremos mayor cultura y certidumbre acerca de intercambios comerciales y su impacto en las economías regionales; un sistema de justicia sin tantos dobleces y un sistema de seguridad con mayor prestigio y que contribuya a la paz. Si ello no se dibuja desde hoy, lo siguiente no será evolución, sino involución.

La prospección no es una materia de futurólogos o videntes, sino de mentes que tengan fresca –y de primera mano– la comprensión de México frente al concierto internacional, así como un conocimiento profundo de la sociedad mexicana y el territorio nacional. Los políticos que lideren este escenario, no serán encarnaciones de Moisés ante las masas, sino que tendrán destacadas habilidades para seducir a sus seguidores desde las redes sociales; estos nuevos líderes deben poseer un perfil híbrido entre la formación técnica y la sensibilidad social, conocimiento y olfato político.

Catástrofes como las que han ocurrido recientemente en el país resquebrajan la fibras de la sociedad actual, pero no para derruirla, sino para que de ello eclosione un país diferente. Los sismos y huracanes están empezando a tener un impacto más allá de la pérdida de vidas humanas y materiales. Se atisba cercanamente el surgimiento de nuevas corrientes y nuevas tendencias que no llegarán a nosotros por generación espontánea, arribarán como producto de un gran movimiento social democrático, mucho más allá de las ambiciones y las siglas de los partidos políticos.

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