Ha habido insistencia en los medios acerca de los montos asignados a los partidos políticos para las elecciones del 2018. Han surgido propuestas de que estas cantidades sufran recortes y que los partidos reciban únicamente el subsidio del estado de conformidad con los votos obtenidos en las elecciones inmediatas anteriores. A los dirigentes de los partidos políticos no les interesa continuar hablando del tema, y argumentan que dichas cantidades de recursos surgen de fórmulas contenidas en la constitución y en la ley electoral, como si ese hecho las convirtiera en piedra.
El perfeccionamiento de nuestro marco normativo electoral puede continuar evolucionando como resultado de procurar mayor transparencia y representatividad. Las reglas del juego pueden variar de acuerdo a las negociaciones y alianzas entre las fuerzas políticas del país. Y es que hay que ir ecualizando las normas para generar equilibrios y tratar de concretar los proyectos nacionales. Esto no puede darse al margen de un sistema democrático, sacrificando el mandato del pueblo de México, por los intereses de un solo grupo.
De ahí que el hecho de reescribir las reglas para postular a representantes populares plurinominales al interior del PRI, abre una puerta enorme de transformaciones electorales que pudieran hacer que la sociedad recupere la confianza en sus postulados. Están justo en el umbral de poder lograrlo, pero se requiere sensibilidad política para poder ver la gran oportunidad que está a un palmo de sus narices.
La pequeña raíz asomó en su más reciente asamblea nacional, en la que acordaron que los plurinominales (representación proporcional) no fueran postulados por el mismo principio, sino que podrían únicamente ser electos por el principio de mayoría relativa (hacer campaña en un distrito electoral). Esto significa, regresar al electorado a nivel de campo y generar compromisos que les permita volver a conquistar una curul, pero ahora con el respaldo popular. La medida no es mal vista, todo lo contrario, es muy positiva porque reoxigena a los liderazgos y los somete al escrutinio popular.
El PRI debe impulsarlo como medida para renovar el desarrollo político de las regiones y para incidir en la dinámica interior de los partidos. De esta forma, veríamos congresos asumiendo un papel de contrapeso en las decisiones políticas importantes, pero también los congresos estarían ejerciendo poderosamente la tarea de fiscalización.
La llave de todo esto es ir definiendo cómo se integran las listas plurinominales. De acuerdo a la legislación vigente, las listas las elaboran cada uno de los partidos y eventualmente se les asignan curules en el número que corresponda según una fórmula ya aceptada en la legislación electoral. Pero ¿qué tal si las listas las integrara la autoridad electoral? Integrarlas con los nombres de candidatos que no obtuvieron el triunfo, pero que sí dieron la batalla en un distrito. De ninguna manera me refiero a la simpleza de los segundos lugares, sino a todos los que fueron a conquistar el voto popular.
Esto sería que, por cada circunscripción, la autoridad elaborará listas plurinominales por cada partido político, estructurándolas de mayor a menor número de votos obtenidos por los candidatos. Luego aplicaría la misma fórmula que hoy está vigente. ¿Cuál sería la diferencia entonces? Que los congresos tendrían mayor peso político debido a su representación electoral, y no a una simple designación motivada por intereses políticos sectarios.
Por ejemplo, la Cámara Federal de Diputados tendría mayor peso político de representación, valorado en números de votos. Serían 200 diputados plurinominales respaldados por votos ciertos, contantes y sonantes. Y es que a ningún político, hombre o mujer, le viene mal un buen baño de pueblo para sanar y purificar sus convicciones.
Los partidos políticos se concentrarían en determinar mediante sus reglas internas, quiénes serían las mujeres y los hombres que postularían en sus fórmulas por los 300 distritos electorales –tratándose de la elección federal‒. La autoridad electoral se encargaría de asignar el restante, es decir, 200 asientos más en San Lázaro, conforme a su peso en votos. Es una especie de Round Robin, puesto que no sólo se compite con el candidato del partido adversario, sino que en la asignación de los plurinominales, eventualmente competirían contra sus propios correligionarios.
Esta nueva forma de asignación plurinominal, podría ser de gran utilidad para detonar la reelección en las cámaras, porque ante la eventualidad de no ser reelecto por mayoría relativa, aún habría la posibilidad de regresar a la cámara correspondiente, a través de la lista plurinominal, sólo que esta vez, con la fuerza de los votos.
Sólo podría ser el PRI el que pudiera impulsar este método de asignación de plurinominales. Esas iniciativas vanguardistas sólo nacen y prosperan en su interior, hay que reconocerlo.