La rueda de la fortuna

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Por fin termina un ciclo de seis años de política cultural ignorante y caprichosa en el que un pequeño grupo se repartió la bolsa de los privilegios. Si la política cultural que está enfocada al área del arte sus próximos jerarcas la establecen con visión inclusiva y honrada tendrían que tomar en cuenta lo siguiente. El arte no sigue los dictados de la moda ni del mercado. Los museos se radicalizaron y expulsaron a la pintura, la escultura, el dibujo y el grabado y saturaron a las salas con los mismos artistas de galerías que promocionan obras neoconceptuales sin calidad.

Los museos del Estado tienen una misión social, no son de los curadores, ni para promocionar a sus amigos y repartirse los catálogos, exposiciones, viajes e intercambios. Los museos tienen la obligación social, artística y cultural de exponer a las artes plásticas. Establezcan de forma equitativa las exposiciones de artes plásticas y las de pseudo formas del arte contemporáneo, el público tiene derecho a verlo todo, no nada más unas obras y una línea de exposiciones. Las bienales y las exposiciones internacionales deben otorgarlas por concurso abierto y publicar la lista de candidatos, quién es el jurado y los criterios de selección. Estas exposiciones las tienen que mostrar en nuestro país para que apreciemos lo que enviaron, es antisocial que una inversión tan onerosa se haga para el extranjero. Las becas y los apoyos no pueden concederlos cada año a las mismas personas y ejercer un tráfico de influencias digno de un sindicato amafiado. Acaben ya con el centrismo cultural, México no es nada más la ciudad. Los artistas del interior del país están en el olvido absoluto, en los museos de la capital nunca los exponen. Hagan giras en los estados del país con las exposiciones que se montan en la Ciudad de México.

Los recursos que se asignan a los estados para la cultura tienen que estar al margen del egoísmo partidista, no pueden dejar en la inanición cultural a un estado sólo porque lo gobierna otro partido. El interior es fuente de talento y necesita más atención.

La cultura y el arte son consideradas carteras de poca influencia y son el lugar perfecto para ubicar puestos de compromiso, y envían a gente con nula preparación y sin vocación para esta delicada labor. Además utilizan a la cultura para promocionar la imagen del gobierno.

La política cultural no puede ser propaganda, ni refugio de inútiles, no despilfarren inmensos recursos económicos en obras faraónicas, sin cordura y en proyectos para darles trabajo a los amigos. Es una infamia que los museos del interior están sin acervo, que los estados no compren obra a los artistas locales, que las escuelas artísticas trabajan con presupuestos mínimos y se gasten el dinero en obras embrutecedoras.

Y para terminar: la política cultural no es para encumbrar a personas sin méritos artísticos. Consagrar a Gabriel Orozco, Melanie Smith y Teresa Margolles con giras millonarias, son lujos que no tenemos porque pagar con dinero público.

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