Parece que las conversaciones entre homólogos de Estados Unidos y México, encargados de la defensa y la seguridad interior, pudieran llevarse a cabo como un prometedor preludio para celebrar una reunión futura entre presidentes, en el momento en que varios de los temas maduren y se estabilicen. Sería temerario llegar con tareas inconclusas.
Al iniciar el mes de febrero, la embajadora estadounidense en nuestro país, Roberta Jacobson, lanzaba una frase cuya intención aun nos parece un puente sobre el Río Bravo: Los Estados Unidos y México son más que vecinos, somos familia y como familia no siempre nos llevamos bien. Han existido altas y bajas entre nuestros países en los últimos 200 años, no siempre es fácil, pero nuestra relación resiste tiempos difíciles.
La embajadora Jacobson es una diplomática de carrera, una mediadora de altos vuelos, cuya experiencia y habilidades serán de gran utilidad para ambos lados de la frontera, para replantear un acercamiento gradual y la moderación de los tonos de nuestro diálogo.
Por lo pronto, los Secretarios de Gobernación, de Defensa Nacional y de Marina, ya han tenido contacto telefónico con sus contrapartes para empezar a abordar algunos temas de importancia toral respecto a la seguridad hemisférica.
Para nadie es novedad que México representa un aliado insustituible para la seguridad de Estados Unidos, aunque nuestro país no es responsable de sus calamidades ni de las repercusiones de política exterior norteamericana, caracterizada por ser rampante y claramente beligerante frente a países y culturas determinadas. Todos esos frentes abiertos tienen sus consecuencias.
Este tema de seguridad se asemeja al tema comercial. El TLCAN ya regula el intercambio comercial entre Canadá, Estados Unidos y México, el cual ciertamente habrá que revisar y hacerlo aún más ágil, y dentro de estos temas habrá que superar, en algún momento, las medidas proteccionistas que pretende incrustar el presidente Trump. A todas las partes les conviene que el TLCAN se fortalezca y continúe generando riqueza y empleos.
En el tema de la seguridad ya existe un mecanismo del cual podemos partir, denominado Iniciativa México. Ese mismo instrumento, tal y como se espera del TLCAN, deberá ser revisado y evaluado. En este proceso habrá importantes protagonistas. Uno de ellos, sin duda, será el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien irá a la mesa de diálogo con el Secretario de Seguridad Interior, John Kelly; a este evento se sumará la eventual reunión que sostendrán el Gral. Salvador Cienfuegos, titular de la Secretaría de la Defensa Nacional y el Secretario de Marina, Almte. Vidal Soberón, con el Secretario de Defensa de nuestro país vecino, James N. Mattis. En esta lista no hay novatos, así que se espera lo mejor de cada uno de ellos.
El planteamiento deberá ser el mismo. Evaluar y fortalecer el acuerdo bilateral Iniciativa México, que después de dieciséis años de generar un ágil vínculo en materia de seguridad, seguramente surgirán nuevas ideas para fortalecerlo, dinamizarlo y hacerlo más eficaz, dado que han cambiado las circunstancias de ambos países.
Pero tampoco nos debemos permitir pecar de ingenuos. La relación entre la administración Trump y México, no ha iniciado con el pie derecho. Todo lo contrario. La actitud del gobierno de Estados Unidos hacia nuestro país ha sido en un tono muy hostil (inusual dada la alianza estratégica que ambas naciones sostienen), minusvalorando todos los antecedentes que nos han unido durante los últimos sesenta años. Así que las sonrisas y los apapachos tendremos que postergarlos para una mejor ocasión.
En la forma del pedir está el dar. Sin embargo, hay cosas que no estamos dispuestos a sacrificar ni conceder a nadie. En un principio la parte mexicana no debe permitir en su territorio aquello que Estados Unidos no permitirían en el suyo, por ejemplo, una intervención armada del nivel que sea y por el motivo que sea.
En segundo término, pero no por ello menos importante, está exigir el combate al tráfico de armas que provienen de Estados Unidos hacia territorio mexicano y que son usadas por los grupos criminales para contrarrestar las capacidades de armamento de nuestras fuerzas de seguridad. Una vez incluido este tema, debemos añadir el intercambio de información y los canales de comunicación para detonar operativos más eficaces.
México es un espacio muy diferente a nuestra entrañable Colombia y, por tanto, el plan deberá también ser diferente. Aplicar la misma receta en México sería como aquel pitcher que en su repertorio sólo posee un tipo de lanzamiento. La Iniciativa México es una muy buena plantilla para comenzar a dialogar, pero este instrumento de cooperación bilateral para la seguridad aún tiene mucho que madurar y estamos en el momento preciso para poder hacerlo.